NACIONAL
“SEÑOR PRESIDENTE, TENEMOS UN PROBLEMA”
Cómo la insólita fuga de los reos del presidio de Alvear, puso en evidencia que al gobierno provincial y nacional se le presenta un gran problema de orden estructural y político
Sin
dudas esas fueron las palabras que tuvo que escuchar el presidente Mauricio
Macri en las últimas horas del día 8 de enero cuando llegaban noticias
contradictorias sobre la captura de los tres fugitivos del penal de Alvear. Para intenta conocer de primera mano cómo iban las operaciones de rastrillaje de esos
fugados, Macri decidió viajar a en helicóptero a la zona y de esa manera,
demostrar que su gobierno estaba comprometido con el hallazgo y con vida de
estos importantes testigos de los altos negocios del narcotráfico que vinculan
estrechamente a altos funcionarios de la era K.
En medio de un gran circo mediático, se balbuceaba de que una camioneta
“Amarok” ploteada con las insignias y leyendas de la Gendarmería Nacional había
volcado con los tres buscados. Según arrimaban las primeras versiones, la
camioneta había perdido el control en las inmediaciones de Cayastá, en un
paraje de imposible acceso para todo tipo de vehículos.
El
trascendido traía algarabía para el gobierno por un lado y curiosidad para
algunos investigadores por el otro dado que, pese a la información que había
sido proporcionada por la Policía de Santa Fe, no había confirmaciones
fidedignas de que en ese infortunio vial, se habían atrapado a los tres buscados.
Y
precisamente la incertidumbre ante las desinformaciones y las contrainformaciones era tan fuerte que,
llevaron a que la misma gobernadora María Eugenia Vidal e incluso la
vicepresidente Gabriela Michetti se apresuraran a felicitar a las fuerzas
policiales por la captura de los “tres fugitivos”; pero había un problema
¿Dónde estaban ellos o alguna prueba de que se hallaban en manos policiales? El
error en la información había provenido de nada menos que de la jefa de
seguridad nacional Patricia Bulrich quien claramente no quedo bien parada
quedando en dudas la capacidad para poder manejar el puesto.
Precisamente,
al paso de las horas y solo con la prueba de versiones de terceros, se comenzó
a saber que en apariencias el único que había sido atrapado era Martín Lanatta
del cual, se publicó una fotografía cual aparecía con varios kilos menos,
cabeza rapada y un fuerte golpe en el lado izquierdo de la cara que le habría
quebrado la mandíbula.
Para
el presidente, saber lo que realmente estaba sucediendo era una cuestión
impostergable y en merito a ello, no dudo en volver a consultar a “expertos” de
la inteligencia estadounidense e israelí, quienes desde el inicio de su periodo
de gobierno, han comenzado a instalarse con mayor comodidad y bajo un estatus
más amistoso que les permite interactuar con las agencias de inteligencia
locales, con mayor fluidez y libertad.
Según
continúan informando las fuentes, estos elementos habrían puesto sobre aviso al
presidente sobre las posibles rutas por las que se habrían evadido y los
principales encubridores de todo este operativo. A Macri y su gobierno se le presenta un panorama muy
peligroso ya que se ha podido ver cómo, falsas pistas, desinformaciones,
rastros adulterados de elementos del
estado y la clara connivencia de ciertos sectores del poder público, han
conspirado con todo esto.
En
esta peligrosa circunstancialidad, hasta dónde el presidente Macri puede
confiar en sus fuerzas de seguridad y aún lo más sensible, cuánto puede
depender, como fuente de la más refinada información, de su Secretaria de
Inteligencia que antes de la salida del la presidenta Fernández fue infiltrada
por elementos de la “Campora” y que fue
rebautizada como “Agencia Federal de Inteligencia”.
Fuera
de los juicios subjetivos que inundan las redes televisivas y los medios
gráficos argentinos, es una realidad dura que la Argentina tiene un serio
problema en su seguridad pero, no la que se resuelve colocando más personal y
más patrullas –como lo fue con Scioli- sino la que se refiere a la que
debe pesquisar, analizar y prevenir delitos complejos que relacionan con los
grandes negocios financieros que se vinculan al narcotráfico, tráfico de
influencias y los altos contactos políticos provinciales y nacionales.
El
problema de la inseguridad va de la mano de una inseguridad jurídica, donde la
corrupción ligada al narcotráfico con raíces institucionalizadas parece ser el
primer gran desafío que se le presenta a Macri revelando la existencia de una
metástasis profunda que ha tomado casi todo el sistema penitenciario
bonaerense, los cuadros policiales, sectores de la justicia –tanto
provincial como federal- y por supuesto, de los círculos de la “comunidad
de inteligencia”, el verdadero bajo fondo de lo que hay detrás del poder en la
Argentina. Aunque aún es muy temprano para conjeturar, no caben dudas de que
todo esto no fue llevado adelante por un mero golpe de suerte o por alguna
maniobra improvisada. Para todo esto y siendo conservadores en el cálculo, los
planificadores de este “rescate” debieron haberse invertido unos 250.000 a
300.000 pesos, tan solo para coimear a funcionarios penitenciarios. En lo que
hace a la logística para el escape, los vehículos, las molestias para
enmascararlos y en algunos casos disfrazarlo como pertenecientes a una fuerza
de seguridad, habría que sumar unos 400.000 pesos. Por último, las armas,
municiones y la provisión de información sensible –proveniente desde
adentro- para facilitar la huida, habría que sumar unos 50.000 pesos.
Así
vemos que conservadoramente, se habrían requerido unos 750.000 pesos, que para
una estructura narco con apoyatura de sectores corruptos de las instituciones
públicas, es nada. Incluso si redondeáramos la cifra a 1.000.000 de pesos el
monto para que estos tres valiosos testigos de quienes fueron los autores
intelectuales de los tres ejecutados por la causa Efedrina se hagan humo, no
representa un gasto que haga mella en las ganancias que tan solo al mes se
obtienen en dicho negocio. Sin dudas que se trató una muy barata inversión. La
pregunta es, ¿Quién fue el que puso el dinero y quiénes fueron los
facilitadores de todo esto? Tal vez estemos obviando la dádivas a algún alto
personaje político que tiene suficiente entidad para que se entorpecieran las
primeras horas de búsqueda dando horas de ventaja a los sorprendentes fugados.
Por
supuesto que estos cálculos son solo una tentativa, una especulación sobre lo que pudo haber costado esta compleja
operación y en la cual queda bien claro, que solo los presos con dinero y con altos
contactos, pueden comprarse un boleto de salida.
Todavía
no hay confirmaciones oficiales si realmente se ha capturado a uno de los
prófugos, a los tres o simplemente se
trata de un montaje informativo, para
calmar la curiosidad que ha venido mostrando la opinión pública a esta
situación que es ni más ni menos, que la confirmación que “hay un estado
paralelo”.
Para
aquellos que dicen que “hay una fotografía de Lanatta”, deben saber que las fotografías hoy día no
solo pueden ser retocadas, también pueden ser fabricadas de la nada.
Finalmente,
lo que está por verse será observar cuales serán las consecuencias a mediano
plazo de una supuesta investigación a fondo que impulsaría el gobierno
provincial y el nacional especialmente sustentada sobre las connivencias que
rodearon a esta cinematográfica fuga. Por lo pronto, quien ha quedado en una
muy mala posición es la jefa de
seguridad Bulrich quien no solo demostró que no pudo coordinar las actividades
de persecución sino que, se enteraría por los medios que las autoridades del
gobierno de Santa Fe, habían apresado a los dos prófugos restantes.
Con
estas circunstancias preocupantes, el presidente Macri debe entender que se
encuentra con un serio problema que deberá encarar inmediatamente y alejado de
los viejos personeros de la provincia y la nación que, protagonistas en pasadas
administraciones mediante “acuerdos de impunidad”, indiscutiblemente han sido parte de este
desdoblamiento del estado y que hoy –con la clara connivencia de los medios-,
tienen la caradurez de salir en televisión para dar consejos.
Igualmente
sea uno o los tres o ninguno los recapturados, ha quedado al descubierto que,
además de la pudrición que hay en las estructuras de seguridad, penitenciaria y
judicial provincial –y por supuesto a nivel federal-, hay un poder detrás del poder que, aunque no
sea el encargados de digitar los principales temas de la nación, se aloja
dentro de varios sectores de la institucionalidad y causa lo que algunos han
llamado muy acertadamente “microclima de impunidad”.