EN LA MIRA
“GOLPE QUIRÚRJICO EN BRASIL”
Cómo la posible destitución de Dilma Roussef puede achacase al
éxito de un golpe blando
Por
Javier B. Dal
El pasad viernes 13 de mayo, Dilma Rousseff hasta ese momento era la presidente de la
República Federativa del Brasil. En unas horas el Congreso de ese país, reunido
en pleno resolvió su juicio político por supuestos actos de corrupción, algo de
lo cual para muchos brasileños no solo
es inverosímil sino incluso, es una total mentira. Aunque pareciera obra de la
casualidad, cada uno de los gobiernos “progresistas” –obviamente cada uno
con sus propios matices- que se habían venido resistiendo a las
interferencias de Washington y de sus aliados, han venido cayendo como en una
escalera de dominó que a su vez, revela una causa y al acto que la ha creado.
En
el pasado siglo, en las décadas de los 50s, 60s y 70s los golpes de estado eran
gestados por agencias occidentales como la CIA, el MI-6 y sus colegas militares del Pentágono, quienes
cumpliendo con planes que se habían diseñado en las grandes cocinas de la
política en Washington dirigidas por hombres como Zbigniew Brzezinski y Henry
Kissinger, que además de ser fervientes sionistas, lograron engatusar a los
sectores opositores en los países objetivos para que hicieran el trabajo sucio
que ellos dirigirían desde las sombras.
Pero
desde los noventas las tácticas han cambiado y Washington ha variado sus
recetas para imponerse en la región, salvo claro algunas excepciones (ej. Granada
1982 y Panamá 1989). Cuando los gobiernos militares que ellos mismos
promovieron e instalaron dejaron de servir, crearon las condiciones para que se
restablecieran los procesos electorales obviamente, tutelados por una ideología
económica y política conocida como el “neoliberalismo”. Los gobiernos que surgieron de estas amañadas
situaciones históricas, se fueron deteriorando a tal grado, que las clases
políticas que se cebaron de las estructuras nacidas al amparo de supuestas
democracias, se volvieron ricos de la noche a la mañana creyéndose que eran los
dueños de los derechos de los ciudadanos.
Los
noventas fueron la década de los monigotes neoliberales más estridentes; personajes que como Menem, Collor de Mello o
Fujimori, fueron arrimados al poder para
establecer un bloque neoliberal en la región que compartiera y adhiriera a las
directivas de Washington y a su vez, asegurar el dócil cumplimiento de los
pagos y los planes financieros del FMI y el Banco Mundial. Fueron jornadas de entrega total del
patrimonio nacional mediante privatizaciones tan discutidas como poco
transparentes; sectores estratégicos como la exploración y explotación de los
recursos energéticos (Gas, Carbón y Petróleo), servicios públicos e incluso la
defensa fueron privatizados bajo las excusas de que serían más rentables.
El
fracaso de esas jornadas no tardó en verse antes de que terminara la década y
la mayoría de estos “administradores” demostraron que además de la
subalternidad hacia los intereses de los organismos financieros, eran
terriblemente corruptos lo que llevo al hartazgo de los pueblos por lo cual varios de ellos
terminaron yéndose prácticamente por la ventana del baño.
Parecía
que esos años habían sido lo suficientemente aleccionadores como para que los
pueblos no repitieran los mismos errores en los que habían incurrido en los
noventas. Tras el escándalo que ha
rodeado el pedido de Impeachment de la presidente brasileña Dilma Rousseff,
muchos han señalado una autoría intelectual foránea detrás de todo esto,
llevando a que el vice Michel Temer ocupe transitoriamente el poder hasta tanto
se resuelva la situación de la suspendida mandataria.
De
este modo el presidente del PMBD ha dado rienda suelta a las medidas de
privatización de casi todas las áreas sensibles de la industria nacional y de
los principales centros de generación de energía del Brasil. Para muchos esto
ha ido demasiado rápido para un vice transitorio; para otros, ésta celeridad es
algo muy conveniente que lograra estabilizar el déficit financiero que afecta a
la nación carioca. Pero más allá de esto, al parecer la celada contra Rousseff y su gobierno trata de tapar una red más
grande y sucia que involucra a muchos de los que señalan con el dedo acusador
en el Congreso.
Tal
como lo habíamos señalado antes, Dilma Rousseff no es una carmelita descalza ni
nada por el estilo, pero están surgiendo indicios de que, entre otras
cuestiones, habría sido desplazada por
sus molestas investigaciones sobre los desmanejos en el caso denominado “Lava
Jatos” , en las cuales el ministro de Planificación Romero Jucá aparecería
estableciendo contactos indiscretos con
diplomáticos norteamericanos y brasileños. Esto surgió tras la
publicación de unos audios que tras ser ventilados no tardaron en causar
revuelo y controversias entre los brasileños.
Desde
el inicio se sospecho que el juicio político impulsado contra Rousseff era más
bien una maniobra de “Golpe blando” que, hay que señalar, fue ingenierizado por
el filosofo y político estadounidenses Gene Sharp a mediados de la década de
los noventas en los y adoptado por los laboratorios de la inteligencia estadounidense y que se viene ensayando desde el primer día
que se comenzaron a erigir los primeros gobiernos de carácter progresistas en
la región, siendo el primero en experimentarlo el gobierno de Hugo César Chávez
en Venezuela allá por abril del 2002, con éxito contra el gobierno de Manuel Zelaya de Honduras en
2007, el impulsado y fracasado contra Evo Morales en Bolivia en 2008, contra el
gobierno de Correa de Ecuador en 2010 y que también fracaso, contra el gobierno de Lugo en Paraguay en 2012
que fue exitoso, demostrando que a partir de ahora, la información y en
especial la de carácter reservada y sensible para cada gobierno, además de
estar al descubierto para esos ojos indiscretos, podía ser utilizada en
cualquier momento contra ellos mismos.
Obviamente
no deben quedar dudas sobre la injerencia que organizaciones como el G-7 tienen
en estas maniobras para alterar la institucionalidad de países y bloques que
puedan amenazar a sus negocios. Por si acaso a usted no le ha quedado claro,
desde hace una década el G-7 ha venido siendo el foro de países selectos donde
se decide a quien le irá bien y a quien mal, especialmente desde el 2013 cuando
Vladimir Putin volvió a comandar la Federación rusa que entre otras políticas
corrosivas para sus intereses, ha impulsado contra viento y marea el desarrollo
del BRICS, en el cual Brasil es un socio vital para la extensión del bloque en
todo Latinoamérica.
La
nueva modalidad de golpe, reviste sobre la base del espionaje puro y duro,
usando los datos sensibles que son extraídos por la interceptación de
comunicaciones privadas para muchas veces manipulados y lanzarlos al
conocimiento público buscando como principal efecto, la indignación de las
masas populares de un país. Como se puede ver lo que se busca es manipular las
emociones y las reacciones del colectivo de una nación usando como principal
elementos de estos planes, temas muchas veces irrelevantes que sirvan para
desviar la atención de las políticas centrales, usando a los medios masivos de
difusión como hilo conductor de estas operaciones para desgastar la adhesión
popular del gobierno atacado.
Hay
en este tipo de operaciones mucho de
vileza y obviamente, el atropello claro de los derechos que hacen a la
intimidad de las personas, de la confidencialidad de sus correspondencias sean
estas postales, telemáticas o digitales, sean de particulares o del mismo
presidente. No es posible aceptar como algo normal que una agencia extranjera
se entrometa gratuitamente en el sistema de un país soberano para escuchar y
grabar a sus habitantes cuando nadie les dio la autorización para ello, por más
poderosa que sea. Esto quedó comprobado cuando allá por el 2013, un informe
filtrado por el ex agente de la NSA Eduard Snowden reveló que en la misma
capital de Brasil había hasta unas 16 bases de espionaje regenteadas por la NSA
y sus colegas de la CIA, enfocadas a la tarea de “recopilación de
Información”. Es sin lugar a dudas que
por medio de estos escudriñamientos indebidos se logro obtener el material para fabricar una
causa contra Rousseff. Pero lo peor de todo, es que ella misma sabiéndolo no
quiera reconocer aquel involucramiento.
A
pesar del éxito en la promoción del “Impeachment”, en la región pocos son los
gobiernos que se han atrevido a señalar una maniobra como la denunciada y como
es el caso de Evo Morales desde Bolivia ha expresado su “indignidad” ante el
atentado contra la democracia y la estabilidad económica del Brasil que de caer
en manos de los tecnócratas del renovado neoliberalismo del siglo XXI, sumirán
a toda la región bajo el ya conocido eje anglosajón Washington-Londres y la UE.
Tal
como lo señalan varios analistas independientes, la maniobra es parte de una estrategia (de entre las
variadas –v. http://www.voltairenet.org/article191966.html ) que tiene objetivos velados y que buscan destruir la estructura
del bloque BRICS en la cual, Brasil es uno de los miembros estratégicos para
los intereses de Rusia y China especialmente ya que, el país carioca es una de
las potencias comerciales e industriales del Cono sur. Con Michel Temer en el poder, es muy seguro
que llegue a disolver sus vínculos con el bloque lo que sin dudas será
aplaudido por Wall Street y el Departamento de Estado y del Tesoro de los EEUU.