EN LA MIRA
“SI SI…FUE HESBOLLA!”
Cómo el ex mandatario argentino Menem trata de usufructuar a costa de la muerte de su hijo con los intereses geopolíticos de potencias externas
Por
Javier B. Dal
Hace apenas una semana, se pudo leer en algunos periódicos
capitalinos de Argentina y difundido con
mucho estruendo mediático, que según palabras del ex presidente Carlos Saúl
Menem, la muerte de su hijo “Carlitos” acaecida en marzo de 1995 había sido
ejecutada por el “Hesbolla libanes”.
Tras dos décadas de silencio y un sinfín de rumores sobre el mismo, Carlos
Menem lanzó está –nada novedosa versión- que reedita los gustosos
argumentos de los sectores sionistas nacionales –apoyados entusiastamente
desde EEUU e Israel- y que son apoyados con ahínco y esmerada imaginación por
sectores del periodismo porteño. Tras
inquirírsele de dónde había obtenido esa versión, el ex mandatario solo se acato
a decir que “se lo había dicho Guido Di Tella”
quien convenientemente no podrá ratificarla dado que el ex ministro de
relaciones exteriores yace muerte desde el 2001.
Para
quienes ya no se dejan engañar, las aseveraciones del ex mandatario son solo
una cortina de humo que busca salvar su propio pellejo y congraciarse con el
nuevo poder que tratara de cooptar al país y la región.
Precisamente
en las actuales circunstancias políticas en las que se halla inmerso el país y
la región, las palabras de éste viejo exponente del “pragmatismo” de la
política argentina, no solo van a cuento y al compas de ciertos intereses que
han desembarcado en el país desde diciembre del 2015 y que buscan arrastrar al país tras su propia geopolítica que
mueve una dinámica siniestra en la cual no falta la violencia y las agresiones
a pueblos soberanos.
Más
allá que Menem ha reconocido al fin de que la muerte de su hijo se debió a un
acto deliberado, a su vez lo ha usado para volver a poner –de una manera
grosera e inconsciente- sobre el tapete la hipótesis prefabricada por las agencias de inteligencia
estadounidenses e israelíes.
A la
palestra de estos comentarios, su hija Zulemita, declaró que la ex presidente Cristina Fernández de
Kirchner le había dicho que la muerte de su hermano se enmarcaba en lo que se
podría llamar “el tercer atentado terrorista”, sin aclarar, quienes eran los
sindicados como los autores de tal. Si bien estos actos fueron cometidos
durante el gobierno de Carlos Menem, jamás se logró acreditar la autoría de
algún grupo “islámico” como tan interesadamente han venido estando los servicios de inteligencia israelíes y
estadounidenses que acompañados vergonzosamente por varios medios y periodistas
nacionales, ayudaron a crear la idea pública de que los musulmanes eran los
culpables de todo esto.
Desde
el inicio, las pesquisas para dilucidar la realidad de lo que había ocurrido
con los ataques a la embajada de Israel en 1992 y la AMIA 1994, estuvieron
rodeadas de imprecisiones, interferencias y una intensa labor de
desinformación, venciendo la imparcialidad que debería haber prevalecido en la
justicia, especialmente orientada a no comprar la hipótesis que el Shin Bet y
el Mossad le impusieron al gobierno desde el primer atentado. Cualquier otra
direccionalidad de las investigaciones no sería tomada en consideración. Lo
importante para dichos actores era fomentar la idea de que el “terrorismo
árabe” (en un primer momento) y luego el “terrorismo islámico” había golpeado
en Buenos Aires.
La
mediatización de éstas hipótesis odiosas y cargadas de intencionalidad en
principio arabofobas, ya que buscaron colgarle el hecho a la comunidad
sirio-libanesa refiriendo en forma ininterrumpida durante años a la llamada
“pista siria”, muy conveniente para los
intereses políticos que Tel Aviv disputa con esta república árabe hoy sumida
bajo un asedio que mucho tienen que ver aquellos; y cuando esto no pudo
comprobarse por el simple hecho de que nunca existió, fueron más lejos y
envolvieron a todos los musulmanes dentro de las sospechas denotando con mayor
claridad su sesgado punto de vista islamofobo y racista que tiene epicentros de
difusión en EEUU y Europa.
Cuando
sucedió lo del hijo del presidente, en los primeros instantes se dijo que había
sido un accidente, producto de las maniobras temerarias de un joven
inconsciente, algo que su madre jamás creyó sin dejar de señalar que iba
acompañado por el también piloto Silvio Oltra. Cualquier versión sobre un
presunto atentado quedó bien guardado bajo la alfombra y muy discretamente
callado por el entonces presidente Carlos Menem, algo típicamente argentino.
Los periodistas de ese entonces que callaron y que hoy dicen coincidir con la
versión del atentado –y especialmente si se le endilga a musulmanes chiitas-
, son casi los mismos que ahora aprovechan para señalar a “Hesbolla” como el
autor de todo esto. Para la organización
de resistencia del Partido de Dios (Hesbollá en árabe) esto no es nuevo ya que
desde el 2005, tras el aparatoso
asesinato del ex ministro libanes Rafiq Hariri, se intentó crear una causa en
su contra para endilgarle el hecho que terminó demostrando una compleja
ingeniería de complicidades que involucran a altos personajes alemanes,
norteamericanos y por supuesto, a Tel Aviv.
Igualmente,
algunos periodistas tratan de seguir insistiendo con estas falacias, tratando
de cargarle culpas a quienes no se crean esta versión. Precisamente el abogado
de la señora Zulema Yoma, el Dr. Juan Gabriel Labake fue provocado al aire en
un programa de un viejo sionista que además de tener como lema “toda la
verdad”, es amigo del juez de la causa. Tal como si de un libreto se tratase,
éstos sujetos impresentables que se muestran como periodistas imparciales hace
mucho que no son creíbles, aunque
aparezcan en los canales de aire.
Las
palabras de Menem que, hay que señalar, surgen como parte de una estrategia
para desviar la atención de los verdaderos responsables de ese hecho, fueron
rechazadas a su vez por su ex esposa Zulema Yoma quien había venido luchando en
soledad para esclarecer la verdadera causa y encontrar a los verdaderos autores
intelectuales de dicho hecho. Es más,
lejos de la maniquea versión que ha decidido implantar su ex marido y padre de
Carlitos –y que coincide con la de la embajada de Israel-, fue la única que llevó adelante
investigaciones que pusieron en el tapete adulteraciones, incoherencias y entorpecimientos
orquestados desde sectores del mismo estado y cohonestados por jueces federales
nada imparciales.
Algunas
hipótesis han determinado que para asesinar al hijo de un mandatario, se
requiere de una amplia cobertura y de la necesaria cooperación de una
estructura local; y mucho peor, tal como lo pudo advertir Zulema a lo largo de
todos estos años, la existencia de una cadena de complicidades que se dieron en
pleno del gobierno de Menem, se ocuparon de tratar de cerrar la causa a como
fuese, incluso deshaciéndose de los testigos. Fue por ello que sin rodeos, ante ésta
verdadera injuria colectiva que tangencialmente atenta contra los musulmanes
chiitas, Zulema aseguro que con esta
acusación Menem pretende ocultar información.
Para
muchos Menem se tomo demasiado tiempo para venir hoy a asegurar con tanta
premura y seguridad que la organización
chiita libanesa habría sido la autora de este crimen, encadenándola muy
convenientemente a los atentados realizados previamente en Buenos Aires entre
1992 y 1994. Demasiado inverosímil y
hasta muy sospechoso ha sido el repentino golpe de memoria del ex mandatario
quien, en medio de un juicio que tiene como centro a las responsabilidades que como
presidente, ejecuto en la década de los noventas. Para el abogado de la señora Zulema Yoma las
palabras del ex mandatario son peligrosas e irresponsables y solo buscan
embarrar la cancha.
Estas
acusaciones bastante pasadas por agua, más bien se asemejan a las tendenciosas
y exageradas acusaciones lanzadas desde sionistas locales contra Irán y
Venezuela por la sospechosa muerte del fiscal Nisman que se ventilaron muy
alegremente –y sin ninguna prueba- por los medios argentinos tratando de
reinstalar la “pista islámica” tras el
evidente asesinato del funcionario judicial que encargado de la UFI-AMIA,
oficiaba a su vez como “doble agente”.
Está
claro que la argucia de Menem no es casual. Se da precisamente en medio de un
gobierno que se identifica mucho con su otrora gestión y especialmente, por las
amplias vinculaciones que existen hoy entre Tel Aviv y Buenos Aires que
claramente exceden –y en mucho- el mero marco de relaciones diplomáticas
y que parecen arrastrar a país a los dominios de la OTAN.
Es
muy posible que con ello Menem en el poco tiempo que le queda de existencia –por
sus 86 años- haya decidido buscar un rinconcito en el nuevo Status Quo que
amenaza cooptar a toda la región y con ello, tratar de ganarse la impunidad
ante los tribunales de justicia por sus recordados y réprobos actos de gobierno
en la década de los noventa; ¿Acaso esperara un monumento?
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