jueves, 26 de mayo de 2016

EN LA MIRA


“SI SI…FUE HESBOLLA!”

Cómo el ex mandatario argentino Menem trata de usufructuar a costa de la muerte de su hijo con los intereses geopolíticos de potencias externas





Por Javier B. Dal
Hace apenas una semana, se pudo leer en algunos periódicos capitalinos de Argentina  y difundido con mucho estruendo mediático, que según palabras del ex presidente Carlos Saúl Menem, la muerte de su hijo “Carlitos” acaecida en marzo de 1995 había sido ejecutada por  el “Hesbolla libanes”. Tras dos décadas de silencio y un sinfín de rumores sobre el mismo, Carlos Menem lanzó está –nada novedosa versión- que reedita los gustosos argumentos de los sectores sionistas nacionales –apoyados entusiastamente desde EEUU e Israel- y que son apoyados con ahínco y esmerada imaginación por sectores del periodismo porteño.  Tras inquirírsele de dónde había obtenido esa versión, el ex mandatario solo se acato a decir que “se lo había dicho Guido Di Tella”  quien convenientemente no podrá ratificarla dado que el ex ministro de relaciones exteriores yace muerte desde el 2001.

Para quienes ya no se dejan engañar, las aseveraciones del ex mandatario son solo una cortina de humo que busca salvar su propio pellejo y congraciarse con el nuevo poder que tratara de cooptar al país y la región.

Precisamente en las actuales circunstancias políticas en las que se halla inmerso el país y la región, las palabras de éste viejo exponente del “pragmatismo” de la política argentina, no solo van a cuento y al compas de ciertos intereses que han desembarcado en el país desde diciembre del 2015 y que buscan  arrastrar al país tras su propia geopolítica que mueve una dinámica siniestra en la cual no falta la violencia y las agresiones a pueblos soberanos.

Más allá que Menem ha reconocido al fin de que la muerte de su hijo se debió a un acto deliberado, a su vez lo ha usado para volver a poner –de una manera grosera e inconsciente- sobre el tapete la hipótesis prefabricada  por las agencias de inteligencia estadounidenses e israelíes. 

A la palestra de estos comentarios, su hija Zulemita, declaró que  la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner le había dicho que la muerte de su hermano se enmarcaba en lo que se podría llamar “el tercer atentado terrorista”, sin aclarar, quienes eran los sindicados como los autores de tal. Si bien estos actos fueron cometidos durante el gobierno de Carlos Menem, jamás se logró acreditar la autoría de algún grupo “islámico” como tan interesadamente han venido estando  los servicios de inteligencia israelíes y estadounidenses que acompañados vergonzosamente por varios medios y periodistas nacionales, ayudaron a crear la idea pública de que los musulmanes eran los culpables de todo esto.

Desde el inicio, las pesquisas para dilucidar la realidad de lo que había ocurrido con los ataques a la embajada de Israel en 1992 y la AMIA 1994, estuvieron rodeadas de imprecisiones, interferencias y una intensa labor de desinformación, venciendo la imparcialidad que debería haber prevalecido en la justicia, especialmente orientada a no comprar la hipótesis que el Shin Bet y el Mossad le impusieron al gobierno desde el primer atentado. Cualquier otra direccionalidad de las investigaciones no sería tomada en consideración. Lo importante para dichos actores era fomentar la idea de que el “terrorismo árabe” (en un primer momento) y luego el “terrorismo islámico” había golpeado en Buenos Aires.

La mediatización de éstas hipótesis odiosas y cargadas de intencionalidad en principio arabofobas, ya que buscaron colgarle el hecho a la comunidad sirio-libanesa refiriendo en forma ininterrumpida durante años a la llamada “pista siria”,  muy conveniente para los intereses políticos que Tel Aviv disputa con esta república árabe hoy sumida bajo un asedio que mucho tienen que ver aquellos; y cuando esto no pudo comprobarse por el simple hecho de que nunca existió, fueron más lejos y envolvieron a todos los musulmanes dentro de las sospechas denotando con mayor claridad su sesgado punto de vista islamofobo y racista que tiene epicentros de difusión en EEUU y Europa.    

Cuando sucedió lo del hijo del presidente, en los primeros instantes se dijo que había sido un accidente, producto de las maniobras temerarias de un joven inconsciente, algo que su madre jamás creyó sin dejar de señalar que iba acompañado por el también piloto Silvio Oltra. Cualquier versión sobre un presunto atentado quedó bien guardado bajo la alfombra y muy discretamente callado por el entonces presidente Carlos Menem, algo típicamente argentino. Los periodistas de ese entonces que callaron y que hoy dicen coincidir con la versión del atentado –y especialmente si se le endilga a musulmanes chiitas- , son casi los mismos que ahora aprovechan para señalar a “Hesbolla” como el autor de todo esto.  Para la organización de resistencia del Partido de Dios (Hesbollá en árabe) esto no es nuevo ya que desde el  2005, tras el aparatoso asesinato del ex ministro libanes Rafiq Hariri, se intentó crear una causa en su contra para endilgarle el hecho que terminó demostrando una compleja ingeniería de complicidades que involucran a altos personajes alemanes, norteamericanos y por supuesto, a Tel Aviv.

Igualmente, algunos periodistas tratan de seguir insistiendo con estas falacias, tratando de cargarle culpas a quienes no se crean esta versión. Precisamente el abogado de la señora Zulema Yoma, el Dr. Juan Gabriel Labake fue provocado al aire en un programa de un viejo sionista que además de tener como lema “toda la verdad”, es amigo del juez de la causa. Tal como si de un libreto se tratase, éstos sujetos impresentables que se muestran como periodistas imparciales hace mucho que no son creíbles, aunque  aparezcan en los canales de aire.

Las palabras de Menem que, hay que señalar, surgen como parte de una estrategia para desviar la atención de los verdaderos responsables de ese hecho, fueron rechazadas a su vez por su ex esposa Zulema Yoma quien había venido luchando en soledad para esclarecer la verdadera causa y encontrar a los verdaderos autores intelectuales de dicho hecho.  Es más, lejos de la maniquea versión que ha decidido implantar su ex marido y padre de Carlitos –y que coincide con la de la embajada de Israel-,  fue la única que llevó adelante investigaciones que pusieron en el tapete adulteraciones, incoherencias y entorpecimientos orquestados desde sectores del mismo estado y cohonestados por jueces federales nada imparciales.

Algunas hipótesis han determinado que para asesinar al hijo de un mandatario, se requiere de una amplia cobertura y de la necesaria cooperación de una estructura local; y mucho peor, tal como lo pudo advertir Zulema a lo largo de todos estos años, la existencia de una cadena de complicidades que se dieron en pleno del gobierno de Menem, se ocuparon de tratar de cerrar la causa a como fuese, incluso deshaciéndose de los testigos.  Fue por ello que sin rodeos, ante ésta verdadera injuria colectiva que tangencialmente atenta contra los musulmanes chiitas,  Zulema aseguro que con esta acusación Menem pretende ocultar información.

Para muchos Menem se tomo demasiado tiempo para venir hoy a asegurar con tanta premura  y seguridad que la organización chiita libanesa habría sido la autora de este crimen, encadenándola muy convenientemente a los atentados realizados previamente en Buenos Aires entre 1992 y 1994.  Demasiado inverosímil y hasta muy sospechoso ha sido el repentino golpe de memoria del ex mandatario quien, en medio de un juicio que tiene como centro a las responsabilidades que como presidente, ejecuto en la década de los noventas.  Para el abogado de la señora Zulema Yoma las palabras del ex mandatario son peligrosas e irresponsables y solo buscan embarrar la cancha.

Estas acusaciones bastante pasadas por agua, más bien se asemejan a las tendenciosas y exageradas acusaciones lanzadas desde sionistas locales contra Irán y Venezuela por la sospechosa muerte del fiscal Nisman que se ventilaron muy alegremente –y sin ninguna prueba- por los medios argentinos tratando de reinstalar la “pista islámica” tras  el evidente asesinato del funcionario judicial que encargado de la UFI-AMIA, oficiaba a su vez como “doble agente”.

Está claro que la argucia de Menem no es casual. Se da precisamente en medio de un gobierno que se identifica mucho con su otrora gestión y especialmente, por las amplias vinculaciones que existen hoy entre Tel Aviv y Buenos Aires que claramente exceden –y en mucho- el mero marco de relaciones diplomáticas y que parecen arrastrar a país a los dominios de la OTAN.

Es muy posible que con ello Menem en el poco tiempo que le queda de existencia –por sus 86 años- haya decidido buscar un rinconcito en el nuevo Status Quo que amenaza cooptar a toda la región y con ello, tratar de ganarse la impunidad ante los tribunales de justicia por sus recordados y réprobos actos de gobierno en la década de los noventa; ¿Acaso esperara un monumento?


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