EN DEBATE
“LA HORA DE LA VERDAD”
Cómo impactara la verdad que se había venido ocultando sobre los atentados en Buenos Aires y sus estrechas vinculaciones con la muerte del fiscal a cargo de las investigaciones
Por Javier B. Dal
A la par de la crisis que sacude a la Argentina, se está viendo con
mucho beneplácito para quienes buscamos el camino de la claridad y la
transparencia, cómo empiezan a caerse algunas máscaras que cubrieron durante
décadas los crímenes y engaños más siniestros ejecutados dentro de la
democracia moderna del país. En este caso nos referimos a los dos atentados que
sacudieron Buenos Aires en 1992 y 1994, episodios inéditos en lo que hace a la
historia de la violencia política nacional y del terrorismo internacional.
La inmediata reacción tanto del gobierno como de los medios
informativos fue, endilgarle las culpas al “terrorismo islámico” o como se lo
denominaba también “integrismo islámico”.
Aquello generó la inmediata pregunta ¿Por qué el terrorismo “islámico”
golpeo con semejante saña Buenos Aires? Aunque las hipótesis para esta son
muchas y en apariencia razonables, el problema para identificar los propósitos
de ello no están en las respuestas sino en la misma pregunta; es decir, es
necesario reformular la pregunta diciendo ¿Por qué se golpeó con semejante saña
Buenos Aires? Como se podrá ver, sacamos el deliberado rótulo “terrorismo
islámico” que fue usado para direccionar unívoca y maliciosamente las culpas de
esos hechos a un actor usado como “cabeza de turco”.
Antes contextualicemos la época. En ese entonces los medios de
información seguían en cabeza de pocas manos que a su vez respondían a los
diarios más influyentes y de mayor difusión del país. Instalar una versión
acorde a los intereses de influyentes sectores era muy fácil y el periodismo
independiente era ciencia ficción. A ello, no hay que dejar de lado el temor
que causaba discurrir sobre estos temas en los que se mezclaban conflictos políticos
y religiosos, condicionando en forma clara a la mayoría de la opinión pública.
Disentir de la versión oficial, era un boleto al escarnio aún para voces
autorizadas.
Pero el paso del tiempo fue cambiando esto y desde el 11 de
septiembre del 2001 gracias a las perseverantes investigaciones de cientos o
tal vez miles de investigadores anónimos y de valientes exponentes, se dejo en
evidencia como los gobiernos, con amplios recursos del estado pueden fabricar
eventos nefastos a costa de la vida de sus propios conciudadanos para usarlos
como excusas en sus agendas geopolíticas. Desde allí el mundo conoció el
término “falsa bandera” y las “Black Ops.” que no son más que engaños al más
alto nivel urdidos por las agencias de inteligencia como la CIA que con la
cooperación del conglomerado de medios, imponen una realidad sobre la base de
un hecho prefabricado. Ello se vio en aquel 11/S, en los supuestos autores de
origen árabe, “Al Qaeda” y la conveniente eliminación de Osama Bin Ladem en
Pakistán en 2011, las armas de destrucción masiva de Iraq y los engaños que estamos viendo en Siria con la feroz
propaganda mediática contra el gobierno de Bashar Al Assad y los ataques
químicos elaborados por grupos apoyados por dicha agencia y sus aliados
británicos del MI-6, entre otros.
En lo ocurrido contra la embajada de Israel en 1992 y la AMIA en
1994 se advirtió desde el comienzo mucho de esa torcida lógica en la cual se
entrecruzaron intereses mafiosos, económicos y políticos del liderazgo de la
comunidad local. En el primer caso, cuando los investigadores argentinos
comenzaron a pesquisar el sector se toparon con varias incoherencias y algunas
curiosidades que no tenían explicación, pero que fueron forzosamente tomadas
por ciertas en base a los informes del “Shin Bet” (Inteligencia interior
israelí) que concluían –entre otras cosas- que el ataque había sido perpetrado
por una camioneta bomba la que había sido detonada ante el edificio acusando de
ello a “integristas islámicos”. Aunque jamás se corroboró esto y se desmintieron
las supuestas reivindicaciones de facciones árabes palestinas, la justicia
argentina lo tomo como un hecho probado y los medios dieron rienda suelta a las
versiones arabofobas e islamofobas que se extenderían por años sin que ello
desatara un ánimo de rectificación ante la falsedad de esas acusaciones.
Según el entonces gobierno de Carlos Saúl Menem, permitió el
ingreso de militares israelíes para que se hicieran cargo del rescate y
remoción de escombros bajo el argumento de la “experiencia” en este tipo de
situaciones. Lo cierto fue que su misión fue más orientada a tapar las
evidencias que otra cosa.
El 18 de julio de 1994 otra portentosa explosión que puedo sentirse
a kilómetros de distancia, voló el edificio de la AMIA ubicada en el centro de
la capital. Una vez más, desde el primer momento y antes de que el polvo
terminara de caer al suelo, testigos y voluntarios que trataron de auxiliar a
personas atrapadas bajo los escombros, detectaron varias inconsistencias que no
se condecirían con la posterior tesis expuesta por el gobierno y amplificada por
los medios como una verdad irrefutable.
Nuevamente y contra las experticias de ingenieros y expertos en
explosivos, Tel Aviv por intermedio de sus voceros locales vuelve a señalar el
uso de una camioneta cargada con explosivos “Traffic Blanca” que además de no
haberse probado su existencia, nunca fue vista por nadie en esa mañana. En esta
oportunidad las autoridades israelíes comienzan a señalar insistentemente a Siria
y como ello no pudo cuajar pasaron a acusar “Hizb`allah” (Partido de Dios) como
el autor material y a Irán como su instigador.
El mensaje era claro: “Había sido el Hizb`allah libanes”, aunque no
hubiera una sola prueba de ello.
Pero algunos investigadores locales lograron rebatir estos
argumentos presentando pormenorizados análisis de cuales en realidad fueron las
causas probables de esas explosiones. Uno de ellos –y tal vez el más
determinante- es la falacia de la “camioneta bomba” cargada con “Amonal”,
largamente discutida en estos hechos. Obviamente, por el poder e influencia de
los sectores locales que responden a Tel Aviv, hicieron que esas
investigaciones fueran poco conocidas e incluso, no tratadas como parte de las
pruebas de la realidad sobre lo ocurrido. Incluso dichos esfuerzos llegaron a
emplear a funcionarios dentro de la justicia que fueron más representativos de
esos sectores que de los intentos de la justicia por bregar por el esclarecer
la verdad. Pero ¿Por qué?
Tras largos años de encubrimientos, complicidades y manoseo a las
víctimas de estas tragedias, en especial a las de la AMIA quienes han sido
constantes luchadores por el esclarecimiento de la verdad –sin arreglos ni
condiciones- periodistas como Juan Salinas han logrado ir más allá y
determinar mediante sus sagaces investigaciones, determinar quiénes realmente
orquestaron estos ataques y cuáles podrían ser sus objetivos. Para ello ha publicado su nuevo libro titulado
“InfAmia” en el cual expone como el Mossad, la CIA y una SIDE completamente
abyecta al servicio del mejor postor, fabricaron estas tragedias a medida de una agenda extraña a los intereses
argentinos, pero curiosamente convenientes a los de Israel. Agregado a ello,
discurre sobre las supuestas investigaciones de la Unidad Especial UFI-AMIA
conducida por el fiscal Alberto Natalio Nisman quien tras jugar un doble juego
con las agencias de inteligencia extranjeras como la CIA y el Mossad, tras
verse cercado por las nuevas facetas geopolíticas moriría en circunstancias
extrañas a comienzos del 2015.
Más allá del contenido de esta publicación que saldrá en breve, hay
una cosa que es cierta y ello es que todo parece indicar que es el momento de
la verdad y dejar en evidencia a los verdaderos perpetradores de estos
crímenes.