“STALINISM USA”
Las nuevas
disposiciones del Departamento de Estado para los ciudadanos latinos (incluyendo
a los argentinos) que quieran ingresar a los EEUU reflejan nuevos niveles de
paranoia en los estamentos gubernamentales norteamericanos conllevando a una abierta
violación de la libertad e intimidad de los individuos
Por Charles H. Slim
Suele decirse que si odias profundamente a alguien
terminaras convirtiéndote en él o en lo que representa. Eso podría decirse sin
lugar a dudas de lo que desde hace 17 años viene progresando en los EEUU. Hablamos de las sigilosas políticas de vigilancia
y control gubernamental que desde la sanción de la “Patriot Act” (Ley Patriota)
durante la administración de George W.
Bush han venido invadiendo en forma progresiva y cada vez más agresiva, la
intimidad de cada ciudadano estadounidense y con aspiraciones a extenderlo
sobre todos los ciudadanos del globo.
Aquellos no explicados ataques del 11 de septiembre
de 2001 fueron el punto de partida para establecer un sistema policiaco total
que, aunque disfrazado tras elegantes trajes y corbatas, no le tenía –y aún no tiene- nada que envidiar a la temible
NKVD (CHEKA)[1] de las épocas de Stalin.
Como no se podía esperar otra cosa, los medios y los
analistas argentinos, se han mantenido a raya en estas cuestiones y han sido y
siguen siendo muy parcos al momento de tener que posicionarse sobre estas
aberraciones a la libertad que dicho sea de paso, afecta desde hace tiempo a todos
sus conciudadanos. Es que, meterse en los asuntos internos de países como
Venezuela es muy diferente que hacerlo con el “Tío Sam”. Y es que, más allá de
las nuevas y corrosivas medidas que últimamente ha dispuesto el Departamento de
Estado norteamericano para que ciudadanos de la región puedan ingresar a los
EEUU, el espionaje y recopilación de información de las comunicaciones sobre
Argentina ha sido continuo y sin ningún tipo de restricción, sin que se haya
escuchado alguna reclamación seria de cualquiera de los gobiernos que han
pasado por la Casa Rosada.
Estas medidas ya tienen sus precedentes y forman
parte de una compleja política que viene extendiéndose en el tiempo y hoy por
hoy pretende instalarse tanto en el hemisferio continental como dentro de la
misma Unión.
Bajo la excusa de la “lucha contra el terrorismo”
orientada en su inicio directa y arbitrariamente sobre la comunidad islámica
mundial y norteamericana en particular, además de crear docenas de agencias
federales de inteligencia (con lo cual se incrementó los gastos presupuestarios
a niveles inconmensurables), la administración republicaba de George W. Bush
volcó ingentes recursos para que el Departamento de Justicia y el FBI llevaran
adelante actividades de seguimiento, interferencias y escuchas de las
comunicaciones de sujetos particulares, infiltraran cuantas mezquitas, colegios
e instituciones por el solo hecho de demostrar pertenecer o mostrar “señas” de adherir al Islam. Ello
era suficiente como para que grupos de tareas (de varios países) bajo la
dirección de la CIA, llevaran adelante sin orden judicial alguna intervenciones
telefónicas y hasta el secuestro de individuos para trasladarlos a prisiones
secretas donde serían “interrogados” bajo métodos mejorados (torturas).
Aún perviven como símbolo de esta época
oscurantista, monumentos al oprobio y la inhumanidad como son los campos de
concentración de Abu- Graib en Iraq, Bagram en Afganistán y Guantánamo en Cuba,
sitios donde se llevaron adelante infinidad de sesiones de torturas y
ejecuciones contra prisioneros musulmanes.
Fueron años de locura y persecución que estaban
inspirados por los experimentados y versados colegas israelíes quienes desde
hacía décadas venían ensayando programas y sistemas de inteligencia,
contrainteligencia y control sobre la población árabe de los territorios
ocupados.
Esto llevo a que muchos ciudadanos estadounidenses
clamaran ¿Pero qué demonios está sucediendo en América? El supuesto guardián de
la libertad y la democracia en occidente durante la “Guerra fría” se había
convertido en un verdugo oscuro y tenebroso que, emulando a las peores épocas
de la Rusia “Stalinista”, pretendía controlar todos los aspectos de la vida de
cada habitante de la Unión.
La administración neoconservadora de Bush-Cheney
abrió la puerta a políticas que ya habían sido ejecutadas y ampliamente
ensayadas en los territorios ocupados por Tel Aviv. Los mismos israelíes y en
particular sus especialistas en inteligencia se han jactado muchas veces de sus
talentos para estos asuntos. Fueron ellos quienes influenciaron en gran medida
para que EEUU se convirtiera en un gran sistema “panóptico”, un gran hermano
que lo tenga todo controlado.
En aquel entonces todo lo vinculado a lo árabe y mucho
más a lo islámico, tomo un cariz de sospecha e hizo de la sociedad occidental
en general pero en la estadounidense en particular (plagada del intelectualismo
sionista), un “gran hermano” donde los vecinos se espiaban entre sí e incluso
entre parientes, formulando denuncias anónimas al gobierno federal reportando
“conductas sospechosas” que podían ser representadas por el uso de barbas
largas, ropas orientales o la simple manifestación de profesar el islam.
También fueron perseguidos y censurados, aquellos
ciudadanos que sin ser árabes o musulmanes, se atrevían a criticar o a poner en
dudas las versiones informativas provistas por el gobierno y mucho más, sobre
sus políticas exteriores tendientes a meter al país en guerra que más tarde
lamentaría.
Aunque esto hubiese sonado por entonces como una
exageración digna de una mentalidad paranoica, la realidad a la que asistimos
actualmente (y la cual está repleta de ejemplos gráficos), le dan la razón a
estas conclusiones y quedan más que evidentes con las últimas medidas que la
administración Trump ha puesto en vigencia para otorgar visados a los
ciudadanos provenientes de los países de centro y Sudamérica. Según las nuevas
disposiciones por una Orden Ejecutiva del año 2017 del mismo Donald Trump y
puestas en vigencia por el Departamento de Estado, antes de que alguien proveniente
de países del continente pretenda
ingresar a los EEUU deberá llenar una planilla con nuevos campos de datos que
incluyen, informar por el requirente “su correo electrónico”, el número de
teléfono que ha venido usando en los últimos cinco años, la suscripción a “redes sociales” identificando cuáles son aquellas que utiliza y sus identidades en las
mismas y cuál es el uso que hace de ellas.
Ciertamente se puede intuir que se trata de nada
menos que el intento oficial por parte de Washington por establecer un “control
ideológico” directo determinando a discreción y conveniencia, según lo que
opine el requirente en las redes sociales (Facebook, Twitter, Telegram etc), si
es merecedor o no, de entrar a los EEUU.
Pese a lo evidentemente indebido de semejante
medida, que no es más que una nueva invasión a la privacidad de los ciudadanos
de otros estados, los medios informativos argentinos –como de costumbre- tratan de reducir todo a meros requerimientos
“administrativos” haciendo centro en los detalles de los formularios y los
requisitos que deben completar a requerimiento de la embajada norteamericana en
Buenos Aires. Y es que, como ya lo hemos dicho en repetidas oportunidades, la
idiosincrasia de su populación, en particular la capitalina (que termina
reflejándose en sus gobernantes), destaca en su abulia y conformismo al poder
de turno.
Este tipo de solicitudes no solo representa una
extensión de las actividades clandestinas de recopilación de información que
desde hace 17 años hasta esta parte las agencias de inteligencia de los EEUU y
sus colegas británicos e israelíes han
venido llevando a cabo en toda la región (incluyendo por supuesto a la
Argentina), sino que se encubre una clara y peligrosa política de “policía del
pensamiento” que busca individualizar con precisión a potenciales disidentes y
críticos de las políticas de EEUU alrededor del mundo.
Esto se agrega a las ya ventiladas actividades clandestinas
de las agencias de inteligencia norteamericanas y sus aliados, quienes han sido
denunciados de intervenir (directamente o presionando a las empresas que
proveen de dicho servicio) en los buscadores del internet para recopilar
ilegalmente las preferencias, búsquedas y navegaciones de los usuarios de todo
el globo. La prueba de que todos estamos siendo monitoreados por programas de
infiltración en el ciberespacio, es la probada colaboración de la red social
Facebook, estableciendo supuestas ventajas para favorecer la seguridad que no
son más que ardides que sirven para redirigir información sensible a nada menos
que la CIA.
Aún resuenan los estampidos tras las denuncias de
Eduard Snowden (ex agente de la NSA) quien, tras abandonar rápidamente los
EEUU, dejo expuestas las amplias e ilimitadas actividades de espionaje que
dicha agencia y muchas otras, llevaban adelante sin el menor conocimiento de
las agencias gubernamentales de varios países del mundo, la interceptación de
las redes de internet, comunicaciones civiles y militares, incluyendo a los de
gobiernos “aliados”. Entre sus últimas revelaciones están aquellas referidas al
traslado a la frontera con México de los sistemas de interceptación de
comunicaciones en tiempo real implementados en Iraq y Afganistán que sin lugar
a dudas traerá mucha cola.
Más allá de que la excusa que repetidamente aduce el
gobierno norteamericano ronda en la llamada “seguridad nacional” y el prevenir
el ingreso de terroristas extranjeros, a simple vista, la nueva disposición
firmada por el mismo Donald Trump se trata de una medida claramente ilegitima, invasiva
y arbitraria que se aduna a la larga y odiosa legislación que se vino
sancionando desde la era Bush-Cheney.
[1]
Policia secreta denominada Comisariado del Pueblo para los Asuntos Internos Всероссийская
Чрезвычайная