“INTRIGA EN LA CASA BLANCA”
Mientras los
demócratas aceleran las tratativas para llevar al banquillo de un Impeachment
al presidente Trump, éste se haya en intensas pulseadas por averiguar quiénes
han sido los traidores que le han dado el beso de Judas por unas cuantas
monedas de Plata
Por Charles H. Slim
El reloj del Salón Oval de la Casa Blanca sigue corriendo
y con cada una de sus pasadas acerca la hora de salida de su indeseable
ocupante. Desde la presentación de la denuncia del ex asesor adjunto de
Seguridad Nacional Charles Kupperman los rumores y los corrillos por los
pasillos de los principales edificios públicos en Washington son interminables
¿Será llamado también el temible John Bolton quien fue despedido unos meses
antes; y de acatar al llamado, qué es lo que dirá ante el Comité ante el
Congreso? No hay que olvidar que Bolton
fue echado de su puesto como si fuera un aficionado por una controversia sobre
puntos de vista que no fueron compartidos en aquel momento por el primer
mandatario.
Sus estridencias y sus metidas de pata en algunos
asuntos sensibles y que debieron haber sido atendidos por expertos como Bolton,
lo han puesto en a mira del bajo fondo del poder estadounidense que observa
desde las sombras como se prepara el Impeachment que puede llegar a desalojarle
del cargo junto a toda su familia. Por lo pronto y a pesar de haber sido
citado, el ex asesor de Seguridad Nacional no concurrio a la requisitoria
demócrata.
Esto ha causado fisuras en la lealtad de algunos de
sus funcionarios que han debilitado a su
administración. Las filtraciones telefónicas del caso ucraniano y los sabotajes
administrativos que ha venido sufriendo su gestión le ha llevado a volverse más
paraoico aunque, con mucha razón para ello.
Ello ha incrementado las
inquietudes en el presidente haciendo que gaste gran parte de su tiempo en
preguntarse ¿Quiénes me son leales y quiénes no lo son? Las sospechas de Trump
apuntan a ciertos de sus funcionarios más cercanos y por supuesto, de sectores
republicanos que a último momento le han dado la espalda. Uno de los
funcionarios clave es el Jefe de Gabinete de la Casa Blanca Mick Mulvaney quien
es al mismo tiempo el Jefe de la Oficina de Administración y Presupuesto que
sabe al detalle todos los movimientos sobre las asignaciones y ayudas a otros
países. Pese a que fue citado para comparecer ante la Cámara Baja no se
presento y ello ha reforzado las suspicacias de los demócratas que presionan
por llevar adelante otras citaciones clave para ir conformando el plexo
probatorio.
También se corren fuertes rumores de que algunos de
los republicanos cercanos Trump, habrían sido quienes filtraron en un comienzo
el asunto de Ucrania aprovechando su cercanía con el mandatario. Algunos quizá
lo hayan hecho sin querer cuando se lo han comentado a sus pares en algún
momento de relax y descanso o quizás también, han jugado como soplones al servicio
de los neoconservadores quienes son los que mueven los hilos tras
bambalinas.
Y es que como ha sucedido siempre, cuando un líder
comienza a perder su poder o esta a punto de caer en desgracia, los traidores y
oportunistas hacen cola para obtener su
momento de gloria. Aquí en la Argentina eso es una tradición nacional.
Pero en lo referente a los EEUU y en particular a lo
que sucede con el presidente Donald Trump, su situación nunca fue fácil. Fue
desde su nominación para aspirar al cargo tratado como un alienigena, un
extraño, un indeseable para el sistema político norteamericano y una carga muy
difícil de soportar para la elite neoconservadora y sionista que controlan el
Establishment político financiero de la Unión. Se puede asegurar que su mandato
ha puesto de cabeza a la agenda norteamericana y en lo particular a lo que hace
a su política exterior.
Pese a que su visión de un empresario le dio un
valor agregado a la administración federal recortando gastos en algunos
sectores ociosos para destinarlos a otros de mayor necesidad, sus políticas no
lograron reducir las perdidas en el sector financiero que está llevando al
país a una posible recesión. Uno de esos sectores afectados han sido las oprobiosas
subvenciones para sostener las ruinosas guerras en Afganistán y Siria a las cuales
hay que sumar las operaciones especiales de la CIA y sus diversas agencias
homónimas en el exterior.
Estas medidas truncaron la agenda de dominación
global y en particular la de rediseño del Medio Oriente para (entre otros objetivos)
deshacer los estados nación árabes con gobiernos laicos. Sus movimientos de
repliegue en Siria que beneficiaron sin dudas a Rusia, han causado fastidio
entre aquellos recalcitrantes sectores y por supuesto –pese a las generosas concesiones- al régimen de Tel Aviv que
aspiraba a una desintegración del país árabe. Sumado a ello, las decisiones de
Trump cortaron los negocios negros de las agencias de inteligencia federales y
las prolíficas ganancias de la industria armamentística (Raytheon y Lockeed
Martin). Esto devino en una sumatoria de consecuencias imperdonables que debían
ser cobradas en algún momento. Si esto es así ¿Por qué Trump sigue con vida?
Pues la respuesta es clara, actualmente matar a un presidente
estadounidense no es algo tan fácil
desde que los mismos norteamericanos se han venido cuestionando las
implicancias del asesinato de John F. Kenedy y han desconfiado de la farsa de
intento de asesinato de Ronald Reagan.
Fue por ello que el mismo Zbigniew Brzezinski un par
de años antes de morir había advertido que los individuos, los ciudadanos de a
pie que componen a la opinión pública se habían vuelto demasiado inteligentes
para que se tragaran los relatos y trascendidos que su gobierno les quiere
vender. En este sentido si algo violento
le ocurriera a Trump todos mirarían al sistema y a las instituciones
estadounidenses plagadas de sectores oscurantistas que parecieran llevar
adelante una agenda paralela y ajena a la política estadual de la Unión.
Es por ello que los demócratas encabezados por
Hillary Clinton y Nancy Pelosi y los más férreos sectores del neocon que se
aglutinan y alinean por la derecha con el Establishment prefieren echar mano de
las herramientas institucionales como son la justicia o el Impeachment de
destitución por juicio político para deshacerse de un personaje tan molesto
como Trump.
Incluso estos especulan que a un tipo como Donald Trump le dolerá
más el escarnio y la exposición mediática humillante que le ridiculice en vivo
y en directo de costa a costa que una bala en la cabeza.
El hastío por Trump ya se advierte en muchas otras
señales como ser lo que se esta viendo en la recaudación para la campaña
presencial, que en el caso del mandatario –dentro
de lugares como el mismo Departamento de Estado- ha sido notablemente más
baja que la de sus oponentes demócratas. Esto fue señalado por el ex embajador
en Polonia, Daniel Fried al decir “que ello no debería sorprender a nadie que
los diplomáticos sean reacios a apoyar una administración que ha hecho tanto
daño a la institucionalidad estadounidenses”.
El asunto de Ucrania ha brindado la oportunidad para
lograr aquel fin. Las acusaciones sobre la retención de la ayuda de 400
millones de dólares para comprar armamento al gobierno colaboracionista de Kiev
hasta tanto informara sobre los movimientos y negocios de su rival Joe Biden es
uno de los cargos más graves que Donald Trump enfrentara en el juicio
político. Pero los demócratas se han
encontrado con una fuerte reticencia para testificar en los funcionarios de la
administración ligados al área de presupuesto, ya que son vitales para armar un
caso solido.
En ello se acusa al mismo Trump de estar bloqueando
la posibilidad de que esos funcionarios que conocen bien como es el mecanismo
de la asignación de ayudas al exterior presten sus declaraciones ante el grupo
de investigación. Los nombres clave se hallan conformados por el Director
interino de la Oficina de Administración y Presupuesto Russel Vought y el Jefe
de Seguridad Nacional de la OMB Michael Duffey encargados de las áreas
sensibles para saber como funciona la mecánica de asignaciones presupuestarias.
Pero a pesar de que los demócratas los han citado
repetidamente a los fines de recopilar
toda la evidencia posible y armar el caso de juicio político contra Donald
Trump, aquellos nunca se han presentado. La misma reticencia se ha advertido en los
funcionarios subordinados quienes han ignorado olímpicamente las citaciones que
se les cursaron. Según algunas fuentes el mismo Russel Vought alego por medio
de un Twit que “ellos no se prestaran a un proceso falso”, dejando en claro que
su presidente se hallaría frente a un “Lawfare”.
Precisamente ya todo esta preparado para dar la
patada inicial del Impeachment quedando en última instancia la decisión de su
inicio o no a los senadores Mitch Mc Connell y Chuck Schumer quienes, podrían negociar a puertas cerradas una
salida honrosa para Trump tratando de recrear aquel arreglo al que arribaron
los senadores Ted Kennedy (D) y Phil Gramm
(R) ante la inminencia del juicio político al presidente Bill Clinton en
1999. En aquella oportunidad el
obsecuente presidente argentino Carlos Menem había opinado –sin que nadie se lo hubiera pedido- que la intensión de enjuiciar
a Clinton “era un error”. Igualmente nadie en Washington escucho su opinión.
En realidad esta posibilidad es muy remota ya que, a
diferencia de Clinton, Donald Trump no pertenece a la elite sustentada por los
neoconservadores y para peor, se ha
ganado la aversión de estos y la enemistad de un amplio sector del mundo de la
política en Washington. Al mismo tiempo
el presidente norteamericano ha estado telefoneando sin pausa a los senadores
republicanos e incluso invitándoles a cenar con algunos de ellos para saber de
primera mano quiénes han chivatado en su contra y cómo puede evolucionar el
procedimiento.