miércoles, 6 de noviembre de 2019



EFECTO REVOLUCIÓN”
El asalto a la embajada de EEUU en Teherán, causas y consecuencias de una geopolítica occidental intervencionista ¿Qué ha cambiado desde entonces?

Por Charles H. Slim



Desde hace 40 años que en occidente se ha creado una visión tergiversada y tendenciosa sobre la república Islámica de Irán. Argentina no ha escapado a este relato mediático caracterizado por su oscurantismo y malicia direccionada sobre la congregación musulmana chiita. Quien no ha escuchado noticias, trascendidos e incluso coloridos documentales estadounidenses y europeos que describen las maldades y abyecciones del “régimen de los Ayatolas” que entre otras cuestiones, “somete y oprime a la mujeres”  ¿Por qué y de dónde proviene esta visión? 

El 11 de febrero de 1979 se establece un nuevo gobierno en Teherán que terminara con el corrupto régimen del Sha Reza Pahlevi y la interesada y dañina influencia occidental pero en especial con la toxica injerencia anglo estadounidense. Como es sabido Washington no tiene aliados –salvo Gran Bretaña e Israel-, solo tiene socios de oportunidad conforme a los intereses del momento. Hasta aquella fecha, EEUU se beneficiaba con la producción petrolera persa y al mismo tiempo usaba al régimen del Sha Reza Pahlevi como un tabique de contención contra la influencia del comunismo soviético interesado tanto en el petróleo iraní como del estrategico Golfo Pérsico.

Para los historiadores y la elite política anglosajona y en particular la estadounidense influenciada por el lobbie-pro Israel, Irán paso de la noche a la mañana de ser un “pilar estratégico” (como lo señalo Henry Kissinger) en un “estado malvado”, un reduccionismo infantil pero muy efectivo como parte de la propaganda mediática durante los años ochentas.

Pero durante muchos años estos sectores se abstuvieron de atender a los precedentes y las causas que había detrás de ésta repentina reacción popular iraní. Y es que ni lo iraníes se habían vuelto locos ni menos aún, eran responsables por querer cambiar un sistema de cosas corrupto y represivo, que desde el derrocamiento (ejecutado por la CIA y el MI-6) de Mohammad Mossadegh en 1953 –para controlar la producción petrolera- era sostenido y tolerado desde Washington.

Los procesos revolucionarios no comienzan una mañana y culminan en la tarde (como prentenden hacer creer los relatos estadounidenses). Son una sucesión de episodios que se van acumulando en el tiempo y que en un momento determinado termina por estallar. La corrupción del régimen monárquico del Sha y su familia fue tan descarada e inicua, que entre algunos de sus caprichos reales estaba el pedir la comida para ser traída en avión de restaurantes en París mientras su población se sumía en la miseria.

Era un escándalo ver como mientras los campos petroleros más productivos de “Ahwaz”, “Marun” entre muchos otros, el producto de su extracción que daba ganacias netas terminaban en los bolsillos de las compañías extranjeras.

En aquellos momentos no hubo en occidente una sola voz que criticara esta realidad. Por el contrario, tanto los medios más influeyentes como los funcionarios más conservadores que ocuparon en aquel entonces los sitiales como el Departamento de Estado, el Departamento de Defensa y la CIA, alentaron el despliegue de todas las medidas a la mano para que ese sistema de cosas se mantuviera en el tiempo. Había que mostrar al mundo una imagen positiva de esa Persia mágica y opulenta, para que se asemejara a lo  que Jimmy Carter dijo en 1977 “una isla de estabilidad en una de las zonas más problemáticas del mundo”.

A pesar de este comentario, Carter ignoraba la siniestra realidad que se movía bajo el subsuelo dado que de haberlo advertido, jamás habría dicho semejante falacia. La CIA y sus colegas del Mossad israelí hacían de las suyas al servicio del riquísimo régimen del Sha formando a las temibles “Savak” preparándolas en toda clase de técnicas para la tortura y eliminación de disidentes. La cárcel de Ebrat fue uno de los centros de detensión más conocido donde los agentes de la “Savak” asistidos por asesores de la CIA y el Mossad, cometieron todo tipo de crímenes contra los prisioneros. Los cuerpos de seguridad o policía secreta fueron la cara visible de aquellos maestros y un instrumento vital de control para mantener a los EEUU en Irán. 
Restos de aparatos estadounidenses en el desierto de Irán

Igualmente, las protestas civiles fueron creciendo y para finales de 1978 la situación en las calles se había vuelto incontrolable.  Muchos policías y militares dejaron de responder a la monarquía y fue allí que los pisos francos de la CIA y el Mossad fueron evacuados de inmediato. Ante esto, los duros –entre ellos Brzezinki- en Washington recomendaron medidas extremas y fue por ello que convalidaron las masacres que cometían las fuerzas policiales y militares sobre la población. Y es que era un secreto a voces los tironeos entre aquellos sitiales del poder profundo y el presidente Carter. Para el ala dura de los republicanos y conservadores, Carter era literalmente un idiota y daban poco crédito a su carácter para manejar con firmeza los asuntos de política exterior entre ellos lo que sucedía en Irán.

La toma de la embajada en Teherán el 4 de noviembre de 1979 fue el punto disruptivo entre Washington y la revolución islámica liderada por Khomeini, dando por terminadas las relaciones bilaterales. Durante más de un año, 66 diplomáticos y funcionarios norteamericanos estuvieron retenidos por los revolucionarios desatando un punto de no retorno entre Washington y Teherán. Esto fue explotado por Tel Aviv asesorando en tácticas para penetrar en el terreno. Al mismo tiempo los neoconservadores y sus aliados sionistas del Congreso nortamericano presionaron por acciones directas y contundentes.

Carter sometido a esta presión interna y mal asesorado autoriza en secreto al Pentágono el diseño de una operación de rescate viable..  En abril de 1980 con la cooperación de Egipto, Turquía, Omán e Israel se lanza la operación “Garra de Águila” que tras imprevistos de último momento fracasó estrepitosamente dejando una amarga lección sobre las arenas del desierto de Taba. Algunos señalaron que los asesores militares israelíes tuvieron (contra las reticencias del jefe de la CIA Stansfield Turner) una importante influencia en el diseño de la operación, proponiendo una charada similar al rescate de los rehenes de “Entebbe” realizado en 1976
Justamente en esos momentos, el Departamento de Estado a cargo de Warren Christopher a travez de la CIA se hallaba en secretas tratativas con Bagdad, vinculadas a establecer una colaboración en la implementación de tácticas de presión sobre Irán que se revelarían en septiembre de 1980 cuando Saddam Hussein ordena recuperar el canal “Shat Al Arab”.

En enero de 1981 se llegaría a un acuerdo que haría regresar a los rehenes a EEUU terminando con la crisis política pero dando comienzo a una larga contienda subterránea que aprovechada por Israel llegaría hasta la actualidad.  Ello solo fue el preludio de nuevos problemas y componendas por venir vinculados a este episodio y que  Tel Aviv capitalizó para socavar la estabilidad de la república Islámica. Washington y en particular sus sectores más reaccionarios neocon y sionistas, impulsarían todo tipo de propuestas sancionatorias para escarmentar a Teherán que aún siguen vigentes.

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