domingo, 10 de noviembre de 2019




“INTRIGA EN LA CASA BLANCA”
Mientras los demócratas aceleran las tratativas para llevar al banquillo de un Impeachment al presidente Trump, éste se haya en intensas pulseadas por averiguar quiénes han sido los traidores que le han dado el beso de Judas por unas cuantas monedas de Plata


Por Charles H. Slim
El reloj del Salón Oval de la Casa Blanca sigue corriendo y con cada una de sus pasadas acerca la hora de salida de su indeseable ocupante. Desde la presentación de la denuncia del ex asesor adjunto de Seguridad Nacional Charles Kupperman los rumores y los corrillos por los pasillos de los principales edificios públicos en Washington son interminables ¿Será llamado también el temible John Bolton quien fue despedido unos meses antes; y de acatar al llamado, qué es lo que dirá ante el Comité ante el Congreso?  No hay que olvidar que Bolton fue echado de su puesto como si fuera un aficionado por una controversia sobre puntos de vista que no fueron compartidos en aquel momento por el primer mandatario.

Sus estridencias y sus metidas de pata en algunos asuntos sensibles y que debieron haber sido atendidos por expertos como Bolton, lo han puesto en a mira del bajo fondo del poder estadounidense que observa desde las sombras como se prepara el Impeachment que puede llegar a desalojarle del cargo junto a toda su familia. Por lo pronto y a pesar de haber sido citado, el ex asesor de Seguridad Nacional no concurrio a la requisitoria demócrata.

Esto ha causado fisuras en la lealtad de algunos de sus funcionarios  que han debilitado a su administración. Las filtraciones telefónicas del caso ucraniano y los sabotajes administrativos que ha venido sufriendo su gestión le ha llevado a volverse más paraoico aunque, con mucha razón para ello. 
Ello ha incrementado las inquietudes en el presidente haciendo que gaste gran parte de su tiempo en preguntarse ¿Quiénes me son leales y quiénes no lo son? Las sospechas de Trump apuntan a ciertos de sus funcionarios más cercanos y por supuesto, de sectores republicanos que a último momento le han dado la espalda. Uno de los funcionarios clave es el Jefe de Gabinete de la Casa Blanca Mick Mulvaney quien es al mismo tiempo el Jefe de la Oficina de Administración y Presupuesto que sabe al detalle todos los movimientos sobre las asignaciones y ayudas a otros países. Pese a que fue citado para comparecer ante la Cámara Baja no se presento y ello ha reforzado las suspicacias de los demócratas que presionan por llevar adelante otras citaciones clave para ir conformando el plexo probatorio.

También se corren fuertes rumores de que algunos de los republicanos cercanos Trump, habrían sido quienes filtraron en un comienzo el asunto de Ucrania aprovechando su cercanía con el mandatario. Algunos quizá lo hayan hecho sin querer cuando se lo han comentado a sus pares en algún momento de relax y descanso o quizás también, han jugado como soplones al servicio de los neoconservadores quienes son los que mueven los hilos tras bambalinas. 

Y es que como ha sucedido siempre, cuando un líder comienza a perder su poder o esta a punto de caer en desgracia, los traidores y  oportunistas hacen cola para obtener su momento de gloria. Aquí en la Argentina eso es una tradición nacional.

Pero en lo referente a los EEUU y en particular a lo que sucede con el presidente Donald Trump, su situación nunca fue fácil. Fue desde su nominación para aspirar al cargo tratado como un alienigena, un extraño, un indeseable para el sistema político norteamericano y una carga muy difícil de soportar para la elite neoconservadora y sionista que controlan el Establishment político financiero de la Unión. Se puede asegurar que su mandato ha puesto de cabeza a la agenda norteamericana y en lo particular a lo que hace a su política exterior.


Pese a que su visión de un empresario le dio un valor agregado a la administración federal recortando gastos en algunos sectores ociosos para destinarlos a otros de mayor necesidad, sus políticas no lograron reducir las perdidas en el sector financiero que está llevando al país a una posible recesión. Uno de esos sectores afectados han sido las oprobiosas subvenciones para sostener las ruinosas guerras en Afganistán y Siria a las cuales hay que sumar las operaciones especiales de la CIA y sus diversas agencias homónimas en el exterior.

Estas medidas truncaron la agenda de dominación global y en particular la de rediseño del Medio Oriente para (entre otros objetivos) deshacer los estados nación árabes con gobiernos laicos. Sus movimientos de repliegue en Siria que beneficiaron sin dudas a Rusia, han causado fastidio entre aquellos recalcitrantes sectores y por supuesto –pese a las generosas concesiones- al régimen de Tel Aviv que aspiraba a una desintegración del país árabe. Sumado a ello, las decisiones de Trump cortaron los negocios negros de las agencias de inteligencia federales y las prolíficas ganancias de la industria armamentística (Raytheon y Lockeed Martin). Esto devino en una sumatoria de consecuencias imperdonables que debían ser cobradas en algún momento. Si esto es así ¿Por qué Trump sigue con vida? Pues la respuesta es clara, actualmente matar a un presidente estadounidense  no es algo tan fácil desde que los mismos norteamericanos se han venido cuestionando las implicancias del asesinato de John F. Kenedy y han desconfiado de la farsa de intento de asesinato de Ronald Reagan.    

Fue por ello que el mismo Zbigniew Brzezinski un par de años antes de morir había advertido que los individuos, los ciudadanos de a pie que componen a la opinión pública se habían vuelto demasiado inteligentes para que se tragaran los relatos y trascendidos que su gobierno les quiere vender.  En este sentido si algo violento le ocurriera a Trump todos mirarían al sistema y a las instituciones estadounidenses plagadas de sectores oscurantistas que parecieran llevar adelante una agenda paralela y ajena a la política estadual de la Unión.

Es por ello que los demócratas encabezados por Hillary Clinton y Nancy Pelosi y los más férreos sectores del neocon que se aglutinan y alinean por la derecha con el Establishment prefieren echar mano de las herramientas institucionales como son la justicia o el Impeachment de destitución por juicio político para deshacerse de un personaje tan molesto como Trump. 
Incluso estos especulan que a un tipo como Donald Trump le dolerá más el escarnio y la exposición mediática humillante que le ridiculice en vivo y en directo de costa a costa que una bala en la cabeza.

El hastío por Trump ya se advierte en muchas otras señales como ser lo que se esta viendo en la recaudación para la campaña presencial, que en el caso del mandatario –dentro de lugares como el mismo Departamento de Estado- ha sido notablemente más baja que la de sus oponentes demócratas. Esto fue señalado por el ex embajador en Polonia, Daniel Fried al decir “que ello no debería sorprender a nadie que los diplomáticos sean reacios a apoyar una administración que ha hecho tanto daño a la institucionalidad estadounidenses”.  

El asunto de Ucrania ha brindado la oportunidad para lograr aquel fin. Las acusaciones sobre la retención de la ayuda de 400 millones de dólares para comprar armamento al gobierno colaboracionista de Kiev hasta tanto informara sobre los movimientos y negocios de su rival Joe Biden es uno de los cargos más graves que Donald Trump enfrentara en el juicio político.  Pero los demócratas se han encontrado con una fuerte reticencia para testificar en los funcionarios de la administración ligados al área de presupuesto, ya que son vitales para armar un caso solido.

En ello se acusa al mismo Trump de estar bloqueando la posibilidad de que esos funcionarios que conocen bien como es el mecanismo de la asignación de ayudas al exterior presten sus declaraciones ante el grupo de investigación. Los nombres clave se hallan conformados por el Director interino de la Oficina de Administración y Presupuesto Russel Vought y el Jefe de Seguridad Nacional de la OMB Michael Duffey encargados de las áreas sensibles para saber como funciona la mecánica de asignaciones presupuestarias.

Pero a pesar de que los demócratas los han citado repetidamente a los fines de  recopilar toda la evidencia posible y armar el caso de juicio político contra Donald Trump, aquellos nunca se han presentado.  La misma reticencia se ha advertido en los funcionarios subordinados quienes han ignorado olímpicamente las citaciones que se les cursaron. Según algunas fuentes el mismo Russel Vought alego por medio de un Twit que “ellos no se prestaran a un proceso falso”, dejando en claro que su presidente se hallaría frente a un “Lawfare”.

Precisamente ya todo esta preparado para dar la patada inicial del Impeachment quedando en última instancia la decisión de su inicio o no a los senadores Mitch Mc Connell y Chuck Schumer quienes,  podrían negociar a puertas cerradas una salida honrosa para Trump tratando de recrear aquel arreglo al que arribaron los senadores Ted Kennedy (D) y Phil Gramm  (R) ante la inminencia del juicio político al presidente Bill Clinton en 1999.  En aquella oportunidad el obsecuente presidente argentino Carlos Menem había opinado –sin que nadie se lo hubiera pedido- que la intensión de enjuiciar a Clinton “era un error”. Igualmente nadie en Washington escucho su opinión.

En realidad esta posibilidad es muy remota ya que, a diferencia de Clinton, Donald Trump no pertenece a la elite sustentada por los neoconservadores  y para peor, se ha ganado la aversión de estos y la enemistad de un amplio sector del mundo de la política en Washington.  Al mismo tiempo el presidente norteamericano ha estado telefoneando sin pausa a los senadores republicanos e incluso invitándoles a cenar con algunos de ellos para saber de primera mano quiénes han chivatado en su contra y cómo puede evolucionar el procedimiento.

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