“EL UNILATERALISMO HA MUERTO”
¿Cuáles son las
causas y consecuencias de la decadencia geopolítica anglosajona?
Por Charles H. Slim
La catarata de errores en su política exterior ha
propiciado esta situación. Y queda claro que no todos –y sin dudas los más graves-pueden serle achacados a Donald Trump. No
caben dudas de que invadir Afganistán en 2001 y peor aun, invadir Iraq en 2003 bajo
aquella montaña de patrañas a la sombra de los sospechosos eventos del 11 de
Septiembre, fue el comienzo del fin para las expectativas de extender su
unilateralismo argumentando buscar la “libertad” y la “democracia” de los
pueblos a golpe de bombas y torturas.
De aquellas negras jornadas en las que los
neoconservadores y sus aliados sionistas del Congreso (representados por los
Lobbies pro-Israel) impulsaron una tendenciosa y engañosa “guerra contra el
terrorismo” que además de falaz no tiene fin, aún se siguen replicando sus
consecuencias humanitarias sobre las poblaciones de vastas regiones del
planeta. Y aunque el Establishment trato de moderar estos daños colaterales
colocando a un presidente demócrata de color, solo hubo un cambio cosmético en
la direccionalidad de la agenda pero nada más. La agresividad y voracidad de
las administraciones republicanas pasaron a ser reemplazada por la ambigüedad
disfrazada de buenas intensiones y supuesta moderación de administraciones
demócratas que en realidad escondían tácticas más refinadas y solapadas para
continuar con su agenda geopolítica de expansión y contención.
Al parecer Washington no ha aprendido de sus errores
y como un “elefante dentro de un bazar”, cada movimiento que hace causa
destrozos. Las consecuencias de esta
política brutal, torpe y ajena a la legalidad internacional (Doctrina
Rumsfeld-Cebrowsky) pueden verse con creces materializadas en el actual orden
mundial que se desmorona. El dique de contención contra las potencias
euroasiaticas se ha roto y ello es imposible de ocultar. China resurge de la
crisis pandémica del COVID-19 y Rusia anuncia para el asombro de un mundo en
pánico la posible solución para este virus; sin lugar a dudas, una pesadilla
hecha realidad para los auto proclamados “lideres del mundo libre”.
Los historiadores y relatores estadounidenses ya
están tratando de volcar las culpas de esos errores en la persona de tipos como
George W. Bush y tal vez en su compañero Dick Cheney, como una forma pueril de
expiación de los pecados gubernamentales estadounidenses. Pero eso es un engaño
que no prosperara y ellos lo saben. Descalificando a estos dos mandatarios republicanos e incluso
sacrificándoles ante el escarnio de la opinión pública, el Establishment, el
bajo fondo que maneja los asuntos externos de EEUU trata de lavarse la sangre con
la que ha manchado la imagen política del país.
A pesar de esto y del recambio político en el estilo
de gobierno de un “outsider” como Trump, los errores históricos se siguen
acumulando y con ellos, la degradación de la ya muy discutida política exterior
estadounidense. Pese a que su estilo no
se parece a ninguno de sus predecesores, Trump también parece haber incurrido
en varias falencias que replican y hasta superan a las de aquellos. Y digo
pareciera, porque es muy probable que ni siquiera estuviera al tanto de lo que
algunos de los estamentos imperialistas estaban por ejecutar.
Uno de los últimos tropiezos fue el asesinato del
general iraní Qassem Soleimani y del jefe de las milicias chiitas iraquíes “Al
Hashd Al Shaabi” allá por comienzos del año. Mala jugada que alimento aun más
la ya de por si, desconfianza entre los iraquíes y una pésima señal para
Teherán quien fue el socio crucial para derrotar el monstruo del “ISIS”
implantado por sus propias agencias de inteligencia (parte del plan Jihadista
financiado por Fondos de inversión KKR). Esto demostró la continuidad de la
influencia que Tel Aviv y sus grupos de presión como AIPAC sobre las decisiones
de la Casa Blanca.
Igualmente esto no le obsta a que continue con su
agenda global y hoy por hoy, junto a la
OTAN se hallen empeñados en acumular más tropas y vehículos blindados en las
puertas de Eurasia. Lituania y Estonia son los principales peones de estas
jugadas que pueden salir muy mal. Pero allí no termina todo. Tras el anuncio de
hace unas semanas de haberse elaborado en los laboratorios rusos una vacuna
contra el COVID-19 los medios occidentales reaccionaron de forma extravagante y
sobreactuada, tratando de menospreciar el anuncio pero, ello solo reforzó las
sospechas de que las trasnacionales farmacéuticas occidentales (Big Pharma) habían
sufrido un duro golpe contra sus expectativas de monopolizar un fabuloso
negocio.
Pero esto también fue considerado un golpe
geopolítico y en ese sentido reacionaron desde la Casa Blanca. Washington y sus
aliados (especialmente Londres) claramente sorprendidos, intentando
desacreditar el anuncio formalizado por el presidente Vladimir Putin dieron
rienda suelta a su furia y en algún punto podríamos hablar de envidia trabando
sanciones comerciales contra los laboratorios estatales rusos que participaron
en la elaboración de la vacuna “SPUTNIK-V”. A simple vista, un golpe bajo y
canallesco –uno más- que demuestra
que al gobierno de los EEUU no le interesa el bienestar general de sus propios
ciudadanos y mucho menos el del resto de los habitantes del mundo.
Por otra parte, esa reacción demuestra que los
estamentos gubernamentales en Washington sienten pavor y una gran preocupación
por el notable avance en los conocimientos científicos que los especialistas
rusos han logrado desde la caída de la Unión Soviética demostrando también, la
vanguardia académica del sistema educativo de la Federación caracterizado por
su rigor académico en sus “Kóledzh” (tanto públicos como privados) basados en
la especialidad y experiencia de campo.
En el siglo pasado esto habría sido tapado por años
e incluso quizá ni nos hubiéramos enterado del desarrollo de una vacuna rusa. Pero
gracias al revisionismo y a la velocidad y variedad de las fuentes informativas
que hoy existen, ello no es posible de hacer. Esto ha demostrado ser tan
peligroso para Washington y sus aliados que todas estas fuentes en el universo
del internet son monitoreadas por “Salas de Ciberguerra y espionaje” de alcance
global, tratando de interferirlas e
intoxicar sus contenidos.
Asimismo y como otra pestaña de esta tenaza, estas
fuentes tratan de ser controladas por regulaciones arbitrarias desde que difusores
como Julian Assange y Eduard Snowden expusieron a luz pública la suciedad
oculta bajo la alfombra de los poderes de occidente, es que no hay lugar para
secretismos. Sumado a ello, aquella obsesión proveniente de la guerra fría o
más bien podemos llamarla “rusofobia”, sigue latente en el “Establishment” angloestadounidense,
verdadero artífice de las políticas hegemonistas que ha venido desplegando
desde la mitad del siglo pasado mediante ese sector oscurantista y despiadado (compuesto
por demócratas, republicanos e independientes) que muchos denominan con muy
buen tino como el “partido de la guerra”.
Esto también revela que el Orden mundial ha
cambiado, mal que le pese a Washington. Sin dudas que aquel apotegma de George
H. Bush enunciado frente al Congreso el 11 de Septiembre de 1991 asegurando que
se inauguraba ese “Nuevo Orden Mundial”
guiado por el uniltaeralismo norteamericano, que se corono con aquella
catastrófica guerra contra Iraq, hoy es un cadáver perfumado. Es más, podríamos asegurar que apenas hizo
esa declaración, ese orden de cosas comenzó a mermar de forma paulatina y sin
freno hasta llegar al 2001 con la administración de su hijo George W. Bush
donde tuvo su definitivo quiebre.
Hoy a la luz de las actuales circunstancias y de los
grandes cambios que se han producido en los principales escenarios de la lucha
por extender esa hegemonía (en especial en el Medio Oriente), podemos asegurar
que el unilateralismo estadounidense ha muerto y con el, las esperanzas de
imponer una visión a la zaga de valores y principios que como ha quedado demostrado
en Iraq, Libia y Siria, nunca respetaron.