“PAPEL
ESTRATEGICO”
Cuál puede ser papel estratégico de un país como
Argentina con más de treinta años de una degradación socio-económico política y
completamente indefenso
Por
Charly H. Slim
Cuando se vino abajo el Muro de Berlín en 1989, no solo marco el comienzo del fin para la Unión Soviética sino también, la crisis existencial para EEUU como el autodenominado “líder del mundo libre” y su brazo armado trasnacional como es la OTAN. En ese momento comenzaron a fabricarse tesis e hipótesis conflictivas que justificaran la existencia y operatividad de esas voraces infraestructuras militares que en apariencias habían quedado sin rivales.
Allí
comenzó una nueva era caracterizada por la interconexión comercial y cultural
que se conocería como la “Globalización neoliberal” y por medio de la cual (y
en teoría), se beneficiarían los países subdesarrollados al amparo de los
centros financieros mundiales ¿Qué papel jugó Argentina y cómo ha evolucionado
desde aquel entonces hasta el presente?
La
respuesta es tan descorazonadora que sería mejor no decirla. Aquella ola
neoliberal que vino propulsada por la imposición brutal –con intervenciones militares y embargos económicos- del “Nuevo Orden
Mundial” declamado en 1991 por el presidente George H. Bush, para Argentina
solo fue una época pasajera que lejos de crear un estado pequeño y eficiente
solo lo corrompió más. Pero en aquel entonces el país terminaba la década de
los ochenta con una hiperinflación tras un ineficiente gobierno radical que
obligo al presidente Raúl Alfonsin a adelantar las elecciones. Sumado a eso, la
conflictividad política tras años de disputas para desmantelar las Fuerzas
Armadas como parte de una política de revancha y “desmalvinización” (mediante
la vituperación de sus veteranos) impulsada por los sectores de la izquierda
del partido radical –representada por la
Coordinadora- (muy satisfactoria para Londres) y que fue continuamente
fogoneado desde los medios capitalinos, terminaron por debilitar aún más a un
país que había salido de una traumática guerra con la OTAN.
El
trauma colectivo vino muy bien a la clase política, en especial a los miembros
de los dos partidos mayoritarios (Radicales y Justicialistas) quienes aprovecharon
la convulsión existente para estratificar su propio sector a los fines de
conquistar el poder dejando de lado los objetivos estratégicos del estado,
ignorando la realidad y evolución internacional imperante y entregando los
destinos del país a la deriva.
Bajo
la excusa de la democracia se consolido un sistema ineficiente y corrupto que
no hizo más que, horizontalizar –si así
podemos decirlo- los negociados y las prebendas que tradicionalmente se
hacían dentro del estado. Los controles
estatales desaparecieron y la libertad se confundió con libertinaje. Fue sin
dudas, el comienzo del fin para ese pretendido desarrollo bajo ese liberalismo
anglosajón importado de la Gran Bretaña de Thatcher y los EEUU de Ronald Reagan
que proponía al mercado como el artífice de las economías exitosas.
Así
los argentinos para comienzos de 1989 entregaron sus esperanzas en un gobierno
“peronista-neoliberal” (una mutación políticamente extraña) liderado por Carlos
Menem, un caudillo norteño que bajo el argumento de llevar al país al “primer
mundo” (alejando al país del Tercermundismo) y demostrando un gran amateurismo,
arrastro al país a los peligrosos juegos geopolíticos que los estadounidenses y
sus socios (entre ellos Israel) juegan desde hace mucho tiempo. Y sino lo cree
así ¿Acaso se analizó las causas de la crisis entre Iraq y Kuwait que culminó
en la guerra de 1991?
No
creemos que se haya analizado nada. Menem solo trato de colocar al país en una
geopolítica de la cual no sabía nada y por ende sin prever las consecuencias. Y
de haber existido algún informe de la Secretaría correspondiente, sobre la
situación geopolítica del Golfo Pérsico en aquel entonces, solo debe haber
estado fundado en fuentes informativas anglosajonas. En conclusión, no hubo una
decisión basada en criterios propios y su segumiento en lo que Washington
determino como política a seguir, solo se trato de un mero alineamiento
automático.
Similar
situación devino tras los atentados terroristas en Buenos Aires entre 1992 y
1994 que con servicios de inteligencia sin dirección ni objetivos estratégicos
y una estructura gubernamental filtrada por la corrupción, permitió que sus
verdaderos autores aún sigan impunes pese a tratar desde ciertos sectores
interesados –de forma infundada y
maliciosa- de culpar a sectores árabes islámicos, creando un odioso
antecedente de islamofobia en el hemisferio.
Todo
ello ha puesto en evidencia la ausencia del estado inteligente y el total
desinterés por construir uno, que fue entregado por el gobierno de Menem a esas
potencias extranjeras para que piensen por el. Sumado a ello, el paulatino
abandono de la exigencia y la degradación de la educación pública y su
cooptación partidaria (mediante una pléyade de sindicatos) ha terminado por
distorsionar la preparación de los futuros
ciudadanos quienes a su vez, se ven asediados por el veneno de las drogas (un
gran negocio especialmente en la provincia de Buenos Aires) que hace tiempo y por la
misma corrupción política, penetró en las escuelas primarias ¿Y qué ha hecho el
estado sobre esto?
Bajo
esas directrices, no podía desarrollarse potencialidad alguna y no solo el
pueblo no podrá prosperar por una economía condicionada por las continuas
crisis financieras (con prestamos impagables) y un sistema impositivo inviable,
sino que sus gobiernos solo serán un mero marco decorativo en la Casa Rosada y
simples administradores de los intereses externos que realmente manejan al país
¿Qué futuro podía tener un país bajo esta situación?
La
respuesta se puede ver hoy treinta años después y ella es contundente. Un país
devastado por la corrupción política y el ingente gasto público, la inflación desmedida
(con un Banco Central que actualmente imprime 100 mil pesos por segundo) y
comprometido financieramente con el FMI y el Banco Mundial no puede más que ser
una lamentable marioneta de las decisiones de otros. Ello a su vez ha tenido
una profunda repercusión sobre el desarrollo de una buena parte de la
ciudadanía que hoy por hoy, sumida en el sopor de la abulia y el conformismo
(modelado por el punterismo político), solo aspira a vivir a costa del subsidio
(IFE) pagado por un estado clientelar.
Las
protestas callejeras que se han estado viendo en los últimos meses contra el
gobierno de “Frente de Todos”, no es el renacimiento de alguna corriente
“republicana popular” como algunos señalan (casualmente liberales anglofilos),
son más bien una reacción espasmódica, la
demostración de una situación económica asfixiante que ya no parece distinguir
entre clases.
En
política exterior, Argentina sigue en la contingencia y la ambivalencia
diplomática claramente guionada desde Washington y otros estados aliados a su
geopolítica. El caso de Venezuela es ilustrativo de ello y su posicionamiento
cíclico condicionado por el gobierno que circunstancialmente ocupa la administración
general de la nación, demuestra acabadamente la ausencia de una geopolítica
propia y consecuente con sus intereses.
Actualmente
el gobierno de Alberto Fernández, con muchas ambivalencias y contradicciones,
parece inclinarse por una presumida sociedad
geopolítica con China, mediante un alineamiento similar pero matizado al
realizado por Menem con EEUU allá por 1990 ¿Será el reequipamiento militar con
material chino parte de esto?
Igualmente
es importante señalar que –tal como
sucedió con EEUU- no hay sociedad posible ya que Argentina (mucho peor que
en 1990) no tiene capacidad ni el poder (por la pérdida del monopolio de la
fuerza) de proponer sus propios puntos de vista a la potencia asiática que
dicho sea de paso, depreda impunemente los mares australes sin la minina queja
de la Casa Rosada. Y es que ¿Cómo podría un país débil obligar a las flotas
pesqueras chinas para que no pesquen en sus aguas australes?
Al
mismo tiempo, la base china de inteligencia electrónica que opera en “Baja del
Agrio” en la provincia del Neuquén, sigue siendo una incognita para el estado
argentino ya que no tiene la potestad de que se le informe de las tareas que se
llevan a cabo dentro de sus instalaciones y si se le informase algo, corroborar
la información que se entrega sería algo bastante complejo para el gobierno argentino.
A
la sombra de estas circunstancias si no
hay cambios sustanciales en la mentalidad de la clase política argentina, el
único papel que puede jugar el país (y tal como lo viene realizando desde 1990)
es la de un mero expectador y un servil
de los intereses foráneos que dicho sea de paso y en este caso, el gobierno de
Fernández parece confundir “simpatía” con intereses estratégicos al no advertir
que los intereses chinos (en lo referente a lo exterior) coinciden en varios
aspectos con Gran Bretaña y sin lugar a dudas es con quien negocia su presencia
marítima en el Atlántico sur.