¿CUÁL
PUEDE SER EL DESTINO DE ARGENTINA?
Un
estado endeudado sin proyectos estratégicos ni ambiciones por resolver aquellos
problemas que desde hace décadas comprometen sus intereses, con un constante
goteo de cerebros de su población joven al exterior ¿Puede sobrevivir?
Por Javier B. Dal
Elecciones en agosto y noviembre son lo único que tienen en la cabeza todos los políticos argentinos. No hay excepciones. De izquierda a derecha, oficialistas y oposición no hay uno solo de sus exponentes que no esté más preocupado por este evento que por los verdaderos problemas que aquejan a la nación. El control de la “caja” es sin dudas el botín y la finalidad de esta casta política corrupta que hace tiempo abandonó los vitales intereses estratégicos del estado-nación.
La actual situación del
país es de un total estancamiento sin previsiones de que haya una formula
política que pueda revertir esto. Es
cierto que la crisis pandémica lo ha empeorado todo pero ello no borra las
décadas de decadencia previas. A esto debemos ponerlo en la actual
circunstancialidad internacional que se ve agitada por los repentinos cambios
geopolíticos en Asia Central con la huida de EEUU de Afganistán que se traduce
en el fracaso de la Pax Americana con el consiguiente recule y reposicionamiento
en Latinoamérica que podría implicar el comienzo de un masivo despliegue del
poder estadounidense sobre todo el continente con las consecuencias que ya
hemos visto en Asia y Oriente Medio.
En este contexto y pese a
la importancia del país en su posición estratégica sobre el Atlántico sur, el
control efectivo de sus aguas y su ingreso a la Antártida, los gobiernos de los
últimos 40 años incluyendo al presente, no han tomado cartas en el asunto y se
han perdido recursos en las rencillas partidistas, las intrigas localistas de
corruptelas y clientelismo a costa de un estado deforme y deficiente al cual
pretenden perpetuar con el eufemismo de “asistencialista”, con el cual seguir
expoliando los dineros públicos.
El bochorno que significa
la comprobada y repetida falta de palabra del presidente Fernández envuelto en un
escándalo de puticlub con las filtradas fotografías de la fiesta de cumpleaños
de su pareja en la Casa Rosada cuando el mismo había conminado a los ciudadanos
a no violar el aislamiento de la cuarentena, suma otra piedra a su deteriorada
autoridad estadual y esto es algo imperdonable para un mandatario. Esto sin
dudas aumenta el ya de por si descreimiento generalizado por la clase política
que advertido por aquellos que viven de este sistema, vaticinan como peligroso
y anti democrático.
En estas elecciones
legislativas pareciera que solo se buscan cambio de caras pero ello no asegura
ninguna solución de fondo. Sin imaginación ni propuestas creíbles, sin
candidatos capaces, con sentido común y con ideas superadoras se vuelve a las
épocas del neoliberalismo menenista donde la farándula aportaba ejemplares para
los cargos electivos sin que ello hubiera garantizado mejoras en la
ejecutividad política y mucho menos, en solucionar el gran problema de la
carencia del sentido de unión a un proyecto de nación.
El problema de fondo
radica en determinar cuál sería el molde de ese proyecto ¿Será el que determina
Washington y sus aliados con su nueva fachada de “promoción de la democracia” o
se decidirá por el multilateralismo que Rusia y China vienen propugnando? Con
el primero el país ya tiene experiencia y una refrendada frustración (con las
zancadillas económicas, políticas y militares -Malvinas-) de la cual la
clase política pareciera no recordar. Con referencia a la segunda opción, pese
a lo que digan los partidarios de la primera, esa sería una novedad con
interesantes expectativas para su geopolítica que sería muy digna de experimentar.
Igualmente como se ve
ninguno de los dos son representativos de los intereses estratégicos del estado
argentino pero, viendo en las condiciones que se halla el país y la actual
situación internacional el estado argentino no puede hacer otra cosa que
ponerse detrás de la fila de una u otra opción. Ciertamente y por lo que se
puede ver en las actuales condiciones de la dirigencia política nacional no esta
a la altura de las circunstancias y no existe ni remotamente la viabilidad de
una “tercera posición” tan proclamada por ese peronismo que hace tiempo ya no
existe.
Cada una de estas
opciones, políticamente reales y que ejercen el poder de influencia de forma
tangible y decidido, tienen para los intereses del estado argentino sus pro y
sus contras más allá de los siempre buscados beneficios económicos y
financieros que sin dudas persigue esa otra casta parasitaria nacional como lo
son los economistas y tecnócratas que detrás de sus diagnósticos típicos de un
charlatanismo autóctono solo persiguen no caerse del mapa del universo financiero
de los negocios en Wall Street y la City londinense.
En pro de cada una de
estas opciones vemos una ardorosa militancia mediática (radio, televisión y
portales digitales) en la que ya sin ningún tipo de pudor ni eufemismos, periodistas
y medios de clara identificación, en sus editoriales y comentarios dejan muy en
claro cuál es su tendencia siendo ello advertible, cuando defenestran a su
contendiente por cuestionamientos de pensamiento político o por simples poses
de tinte ideológico y religioso. En éste último caso, ello se ve
recurrentemente con el constante ataque a las personalidades de Vladimir Putin,
Xi Jinping, Nicolás Maduro a quienes (emulando a sus colegas del norte) los
hacen centro de insultos y descalificaciones colocándole el mote de “autócrata”
que Biden ha puesto de moda.
En el mismo sentido con procesos
políticos externos de la región como los existentes en Venezuela, Nicaragua y
últimamente Bolivia no tanto por lo esencialmente político ideológico (apelando
a los derechos humanos) sino por tener estos relaciones con el mundo islámico y
particularmente con la república Islámica de Irán (el cuco para Israel y los
sionistas) quien a su vez, además de sufrir el terrorismo de Tel Aviv que busca
derruir sus capacidades tecnológicas y científicas, denuncia de forma constante
y firme ante los foros internacional las diarias arbitrariedades y los crímenes
del estado de Israel contra la población palestina.
En este último caso se
denota la tendencia a la que propende este sector claramente sionista para que
la Argentina modifique sus relaciones diplomáticas (en especial con Irán y el
mundo islámico) y retome aquella total subordinación a Washington que trae como
añadidura (tal como las muñecas rusas “Mamushkas”) los intereses geopolíticos
de Israel a la que Menem y mucho más lejos llevó Mauricio Macri con los
acuerdos de todo tipo para que agencias israelíes y asesores militares y de
inteligencia pudieran instalarse y operar dentro de las porosas estructuras de
la seguridad y la defensa claramente para sus propios intereses.
Son estos mismos sectores
quienes en la actual situación en Afganistán, tratan -acorde con los
lineamientos anglosajones- de cambiar el relato de las causas que dieron
origen a esta situación apelando a las imágenes de la huida masiva de los
colaboracionistas afganos y sus familias tratando de manipular a la opinión
pública occidental sacando de la escena a los invasores estadounidense y
británicos que además de abandonar vilmente a sus serviles locales (salvo
aquellos con ciudadanía británica o estadounidense), han sido los artífices de
la inestabilidad en el país de los
últimos veinte años.
En el otro extremo solo
hay un frente ideológico policromático en que más que corrientes existen severas
contradicciones que terminan chocando de forma irremediable anulando cualquier
expectativa de una coherencia política que pueda construir un proyecto sólido
común. En este sentido, el acercamiento a Rusia y China visto desde un ángulo
pragmático es una decisión geopolítica necesaria más que inteligente ya que
¿Quién podría rivalizar con la hegemonía anglosajona? El problema radica en que
esa falta de homogeneidad ideológica y una carencia de infraestructura para
encarar un proyecto geopolítico semejante, es un obstáculo insalvable para
socios de tal calibre.
Además, en este frente,
reina la confusión en cuanto a cuáles deberían ser las metas de un estado
nación que sin dudas, carece de director tal como se refleja en la personalidad
del presidente Alberto Fernández caracterizada por sus constantes
contradicciones, faltas a la verdad y su no precisada orientación política que
reflejan varias postales. Con ello, no se puede planificar el cómo lograr conseguir
esas metas.
Lamentablemente en el
país no hay corrientes definidas como lo serían los nacionalistas y los
internacionalistas o los soberanistas o globalistas. Ninguna se halla suficientemente
desarrollada ni tiene la fuerza para poner a rodar un nuevo plan de
infraestructura que refunde al estado-nación. Quizás quienes más chances tengan
para planificar algo similar sean los globalistas, pero solo lo podrían
lograrlo colgándose en el furgón de cola de administraciones norteamericanas
como la de Biden.
Incluso entre aquellos
que claman ser liberales también reina la confusión ya que también hay fractura
dentro de esta posición que ha llevado a que algunos (tratando de captar a una
mayoría abúlica y descontenta) se agreguen la rimbombante denominación
“republicanos” con la artificiosa intensión de tomar distancia de lo que es el
liberalismo y sus nefastas consecuencias para una amplia franja de la población.
Se requiere redefinir o
más bien recrear un proyecto de nación bien definido que abarque toda su extensión (territorial,
étnico cultural) y no, como se ha vivido hasta el presente, las realidades y
los intereses meramente porteños en los que se afincan con profundas raíces
aquellos intereses foráneos (en particular los británicos y sionistas) con
agendas geopolíticas propias y en las cuales los argentinos del común (y en
especial del interior) no tienen ninguna injerencia salvo, para cuando se haga
necesario tapar las consecuencias de las políticas de aquellos.