“SAIGON
DEJA VU”
Como
en 1975 la catástrofe para los estadounidenses se vuelve a repetir en Kabul. La
vieja costumbre de tropezar con la misma piedra
Por Charles H. Slim
El tableteo interminable de las ametralladoras, los fusiles automáticos y los estampidos de las explosiones en las cercanías de “Herat”, despertó a los atribulados ciudadanos afganos que aún dormían mientras que terminó por despabilar a quienes se preparaban para el “Salat” (la oración matutina).
Aquello estaba preanunciando lo que muchos ya sabían que ocurriría; el Taliban
había regresado y nadie los podía detener. Los puestos militares y las
comisarías de policía caían sin remedio. Retenes y fortines en los accesos se
reportaban abandonados e incluso, con las armas desperdigadas en el suelo como
señal de la huida de los defensores. En Washington para los más veteranos, esto
les recordó sin dudas la caída de Saigón en abril de 1975 con aquella luctuosa
y amarga postal de los helicópteros “Huey” evacuando el personal de su embajada
y a los colaboracionistas vietnamitas.
El recuerdo del entonces presidente Mohamad Najibullah
colgado en público junto a sus colaboradores en Septiembre de 1996 había
comenzado a recorrer las mentes de todos los políticos y funcionarios afganos
que han colaborado con la ocupación de las ISAF. Como en aquel entonces, el
Taliban se hizo rápidamente del control de todo el país solo que esta vez,
quienes le apoyaron entonces (la CIA y los asesores militares del Pentágono) por
esos momentos hacían las valijas para huir cuanto antes.
Así de sorpresivo y aplastante fue el asalto de la
ciudad más importante del oeste del país. Es conocida la pericia y fiereza de
los combatientes del Taliban pero la captura de varias importantes ciudades y
capitales de provincias ha dejado estupefactos a muchos expertos aunque, otros
tienen una explicación para esta veloz reconquista que tenía como objetivo
final, hacerse de Kabul.
Para los funcionarios del Departamento de Estado
norteamericano se trata de una catástrofe inesperada. Para los comandantes
militares de la ISAF y de sus colegas del Pentágono, la consecuencia de haber
abandonado el terreno sin un plan y para la Comunidad de inteligencia la puerta
para aprovechar la situación a su favor. Sobre esto último queda claro que hay
muchas cosas que no están claras y una de ellas es sin dudas como muchas
guarniciones militares cayeron en pocas horas otras se entregaron sin resistir
y como muchos otros, se han plegado a las filas del Taliban incluso,
proporcionándoles transporte aéreo con el cual llevaron a cabo asaltos rápidos
sobre puntos alejados y fortificados.
El desbande del ejército colaboracionista era
esperable por los asesores de inteligencia. Esa seguridad estaba sustentada en
los continuos reveces que venían soportando en los últimos años y que se
incrementaron dramáticamente en los últimos meses. Incluso es muy probable que
la CIA haya facilitado aquello traicionado a las fuerzas del gobierno,
proporcionándole al Taliban el acceso a ciertos sectores clave que
supuestamente eran impenetrables y que eran estratégicos para dar un golpe
definitivo sobre la capital. Que no queden dudas que la CIA estará -como
siempre- del lado del vencedor.
Lo que le ocurrió a la Unión Soviética en 1989 ahora
le ocurre a los EEUU. La propaganda mediática de la “lucha contra el
terrorismo” y la de buscar implantar la democracia en el mundo islámico se ha
venido abajo y pese a los argumentos que vertió Biden en su discurso del lunes,
son pocos quienes los creen.
Aquí entran a jugar las conclusiones de los expertos
de inteligencia quienes ya afirmaban que la caída de la capital era cuestión de
tiempo. Mientras tanto, el presidente Ashraf Ghani clamaba
desesperadamente a La Casa Blanca por auxilio ante el inexorable desenlace, la
administración Biden se centraba más en evacuar a su personal de Kabul y en
limpiar dentro de los archivos de la embajada de todo rastro y documentos que
pudiera caer en manos del Taliban. Esto último no es una especulación ni un
trascendido. Fuentes dentro de la misma legación y de funcionarios afganos ya
habían confirmado que los estadounidenses habían encendido sus incineradores
para quemar cajas de documentación oficial mientras funcionarios del gobierno
de Ghani huían en caravana por la carretera que va Ubekistán.
El nerviosismo y la paranoia flotaba en las calles de
Kabul y sus ciudadanos al ver como los militares estadounidenses y británicos
se movilizan frenéticos de un lado a otro se preguntan ¿Qué sucederá cuando
llegue el Taliban? Quienes más se hacían esta pregunta eran los funcionarios y
empleados locales que durante casi veinte años han estado trabajando para la
ocupación. Para ellos la bonanza de la paga de un gobierno sostenido militar y
financieramente desde Washington había terminado. Lo mismo para quienes han
comerciado y se han aprovechado de la estancia de los occidentales; muchos de ellos
ya estaban haciendo sus bártulos preparándose para huir con los remanentes
occidentales que quedaban aún en Kabul.
Los eventos al parecer se estaban desarrollando más
rápido de lo que Washington quería reconocer y según ellos, seria cuestión de
días para que el Taliban tocara las puertas de Kabul. Según fuentes
informativas allí habían filtrado que tan solo unas horas después de aquellas
especulaciones, se estaban produciendo cortes de energía en amplios sectores de
la capital y muchos jefes de las fuerzas de defensa no respondían a los
llamados. Tal vez, el enemigo del régimen colaboracionista ya estaba dentro del
cerco de la ciudad y todo había terminado antes de empezar.
La base aérea de “Bagram” donde se ubicaba uno de los principales
comandos aéreos estadounidenses y la prisión más importante usada por la
ocupación, fue tomada por el Taliban y sus presos liberados. Entre tanto el
aeropuerto de Kabul estaba próximo a caer mientras miles de afganos
colaboracionistas corrían desesperados para tratar de abordar alguno de los
aviones que se aprestaban a partir. Para ese momento las unidades del Taliban
ya habían tomado el palacio presidencial dejando suficientemente acreditado que
habían conquistado su último objetivo.
La imagen era dantesca dejando en evidencia el fracaso
estadounidense y fue por ello que en occidente no se dieron a conocer con la
magnitud que se vieron en cadenas de noticias de Asia y Oriente, como esas
desesperadas personas corrían por la pista para colgarse de los trenes de
aterrizaje de los aviones de transporte militar “C-5 Galaxy” para tratar de escapar
a un nuevo sistema que sin dudas les aplicará la ley por su papel colaborador.
Para los militares y los contratistas civiles
estadounidenses (en particular las empresas privadas) la sensación que expresan
de cara a la opinión pública es de derrota en la lucha por “la democracia y la
libertad”. Pero lo que en realidad hay detrás de aquella “sensación” es la
amargura e impotencia de ver cortado el fabuloso negocio que significaba estar
comisionado en Afganistán. Con la retirada, todos los contratos y negocios para
la “reconstrucción” que tenían en vigencia se han ido a la letrina.
Quedan a la vista los fracasos no solo del gobierno
colaboracionista (archi corrupto y nada representativo) y de sus fuerzas de
seguridad sino también de los programas de “contrainsurgencia” de la CIA y sus colegas
militares quienes deberán explicar al Congreso por qué sucedió lo que sucedió. La
aventura estadounidense rotulada como “guerra contra el terrorismo” que comenzó
a la sombra del 11/S terminó y con ella veinte años de una ocupación deleznable
que no aportó ningún beneficio para los afganos (salvo para las mafias
políticas encumbradas en el gobierno sus clanes tribales y el narcotráfico) ni
éxitos realmente comprobables para la seguridad de los EEUU que le costó al
erario público norteamericano miles de millones de dólares que nunca podrán
justificar. Los discursos y las explicaciones de la Casa Blanca sobran,
entonces ¿Habrá cuestionamientos y las correspondientes investigaciones de las
Comisiones del Congreso para determina que ha ocurrido?
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