martes, 17 de agosto de 2021

 

“SAIGON DEJA VU”

Como en 1975 la catástrofe para los estadounidenses se vuelve a repetir en Kabul. La vieja costumbre de tropezar con la misma piedra

 

Por Charles H. Slim

El tableteo interminable de las ametralladoras, los fusiles automáticos y los estampidos de las explosiones en las cercanías de “Herat”, despertó a los atribulados ciudadanos afganos que aún dormían mientras que terminó por despabilar a quienes se preparaban para el “Salat” (la oración matutina).

Aquello estaba preanunciando lo que muchos ya sabían que ocurriría; el Taliban había regresado y nadie los podía detener. Los puestos militares y las comisarías de policía caían sin remedio. Retenes y fortines en los accesos se reportaban abandonados e incluso, con las armas desperdigadas en el suelo como señal de la huida de los defensores. En Washington para los más veteranos, esto les recordó sin dudas la caída de Saigón en abril de 1975 con aquella luctuosa y amarga postal de los helicópteros “Huey” evacuando el personal de su embajada y a los colaboracionistas vietnamitas.

El recuerdo del entonces presidente Mohamad Najibullah colgado en público junto a sus colaboradores en Septiembre de 1996 había comenzado a recorrer las mentes de todos los políticos y funcionarios afganos que han colaborado con la ocupación de las ISAF. Como en aquel entonces, el Taliban se hizo rápidamente del control de todo el país solo que esta vez, quienes le apoyaron entonces (la CIA y los asesores militares del Pentágono) por esos momentos hacían las valijas para huir cuanto antes.

Así de sorpresivo y aplastante fue el asalto de la ciudad más importante del oeste del país. Es conocida la pericia y fiereza de los combatientes del Taliban pero la captura de varias importantes ciudades y capitales de provincias ha dejado estupefactos a muchos expertos aunque, otros tienen una explicación para esta veloz reconquista que tenía como objetivo final, hacerse de Kabul.

Para los funcionarios del Departamento de Estado norteamericano se trata de una catástrofe inesperada. Para los comandantes militares de la ISAF y de sus colegas del Pentágono, la consecuencia de haber abandonado el terreno sin un plan y para la Comunidad de inteligencia la puerta para aprovechar la situación a su favor. Sobre esto último queda claro que hay muchas cosas que no están claras y una de ellas es sin dudas como muchas guarniciones militares cayeron en pocas horas otras se entregaron sin resistir y como muchos otros, se han plegado a las filas del Taliban incluso, proporcionándoles transporte aéreo con el cual llevaron a cabo asaltos rápidos sobre puntos alejados y fortificados.

El desbande del ejército colaboracionista era esperable por los asesores de inteligencia. Esa seguridad estaba sustentada en los continuos reveces que venían soportando en los últimos años y que se incrementaron dramáticamente en los últimos meses. Incluso es muy probable que la CIA haya facilitado aquello traicionado a las fuerzas del gobierno, proporcionándole al Taliban el acceso a ciertos sectores clave que supuestamente eran impenetrables y que eran estratégicos para dar un golpe definitivo sobre la capital. Que no queden dudas que la CIA estará -como siempre- del lado del vencedor.

Lo que le ocurrió a la Unión Soviética en 1989 ahora le ocurre a los EEUU. La propaganda mediática de la “lucha contra el terrorismo” y la de buscar implantar la democracia en el mundo islámico se ha venido abajo y pese a los argumentos que vertió Biden en su discurso del lunes, son pocos quienes los creen.

Aquí entran a jugar las conclusiones de los expertos de inteligencia quienes ya afirmaban que la caída de la capital era cuestión de tiempo. Mientras tanto, el presidente Ashraf Ghani clamaba desesperadamente a La Casa Blanca por auxilio ante el inexorable desenlace, la administración Biden se centraba más en evacuar a su personal de Kabul y en limpiar dentro de los archivos de la embajada de todo rastro y documentos que pudiera caer en manos del Taliban. Esto último no es una especulación ni un trascendido. Fuentes dentro de la misma legación y de funcionarios afganos ya habían confirmado que los estadounidenses habían encendido sus incineradores para quemar cajas de documentación oficial mientras funcionarios del gobierno de Ghani huían en caravana por la carretera que va Ubekistán.

El nerviosismo y la paranoia flotaba en las calles de Kabul y sus ciudadanos al ver como los militares estadounidenses y británicos se movilizan frenéticos de un lado a otro se preguntan ¿Qué sucederá cuando llegue el Taliban? Quienes más se hacían esta pregunta eran los funcionarios y empleados locales que durante casi veinte años han estado trabajando para la ocupación. Para ellos la bonanza de la paga de un gobierno sostenido militar y financieramente desde Washington había terminado. Lo mismo para quienes han comerciado y se han aprovechado de la estancia de los occidentales; muchos de ellos ya estaban haciendo sus bártulos preparándose para huir con los remanentes occidentales que quedaban aún en Kabul.

Los eventos al parecer se estaban desarrollando más rápido de lo que Washington quería reconocer y según ellos, seria cuestión de días para que el Taliban tocara las puertas de Kabul. Según fuentes informativas allí habían filtrado que tan solo unas horas después de aquellas especulaciones, se estaban produciendo cortes de energía en amplios sectores de la capital y muchos jefes de las fuerzas de defensa no respondían a los llamados. Tal vez, el enemigo del régimen colaboracionista ya estaba dentro del cerco de la ciudad y todo había terminado antes de empezar.

Sea como fuere, el ministro del interior Abdul Satar Mirzakwal había comunicado por televisión que el Taliban  había prometido no atacar a la capital y era por ello que se estaría negociando una transición pacífica del poder. Como veríamos tan solo unas horas después ello era una cortina de humo. La intención de este desesperado comunicado era dar una falsa sensación de calma y evitar el pánico colectivo ya que ni el mismo Mirzakwal se creía lo que estaba diciendo. Y mientras ello sucedía, los refuerzos estadounidenses enviados para la evacuación de su personal diplomático y de sus ciudadanos en el país, se aprestaban a recogerlos y salir de allí cuanto antes. Lo cierto fue que tan solo 24 horas después de ese comunicado el mismo domingo 15 de agosto, el Taliban ingresó a la capital utilizando muchos de los vehículos acorazados norteamericanos capturados sin ningún tipo de oposición armada mientras el presidente Ashraf Ghani y su círculo personal y familiar según fuentes de inteligencia huían rumbo a Ubekistán.

La base aérea de “Bagram” donde se ubicaba uno de los principales comandos aéreos estadounidenses y la prisión más importante usada por la ocupación, fue tomada por el Taliban y sus presos liberados. Entre tanto el aeropuerto de Kabul estaba próximo a caer mientras miles de afganos colaboracionistas corrían desesperados para tratar de abordar alguno de los aviones que se aprestaban a partir. Para ese momento las unidades del Taliban ya habían tomado el palacio presidencial dejando suficientemente acreditado que habían conquistado su último objetivo.

La imagen era dantesca dejando en evidencia el fracaso estadounidense y fue por ello que en occidente no se dieron a conocer con la magnitud que se vieron en cadenas de noticias de Asia y Oriente, como esas desesperadas personas corrían por la pista para colgarse de los trenes de aterrizaje de los aviones de transporte militar “C-5 Galaxy” para tratar de escapar a un nuevo sistema que sin dudas les aplicará la ley por su papel colaborador.

Para los militares y los contratistas civiles estadounidenses (en particular las empresas privadas) la sensación que expresan de cara a la opinión pública es de derrota en la lucha por “la democracia y la libertad”. Pero lo que en realidad hay detrás de aquella “sensación” es la amargura e impotencia de ver cortado el fabuloso negocio que significaba estar comisionado en Afganistán. Con la retirada, todos los contratos y negocios para la “reconstrucción” que tenían en vigencia se han ido a la letrina.

Quedan a la vista los fracasos no solo del gobierno colaboracionista (archi corrupto y nada representativo) y de sus fuerzas de seguridad sino también de los programas de “contrainsurgencia” de la CIA y sus colegas militares quienes deberán explicar al Congreso por qué sucedió lo que sucedió. La aventura estadounidense rotulada como “guerra contra el terrorismo” que comenzó a la sombra del 11/S terminó y con ella veinte años de una ocupación deleznable que no aportó ningún beneficio para los afganos (salvo para las mafias políticas encumbradas en el gobierno sus clanes tribales y el narcotráfico) ni éxitos realmente comprobables para la seguridad de los EEUU que le costó al erario público norteamericano miles de millones de dólares que nunca podrán justificar. Los discursos y las explicaciones de la Casa Blanca sobran, entonces ¿Habrá cuestionamientos y las correspondientes investigaciones de las Comisiones del Congreso para determina que ha ocurrido?

 

 

 

 

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