sábado, 21 de agosto de 2021

 

 

¿CUÁL PUEDE SER EL DESTINO DE ARGENTINA?

Un estado endeudado sin proyectos estratégicos ni ambiciones por resolver aquellos problemas que desde hace décadas comprometen sus intereses, con un constante goteo de cerebros de su población joven al exterior ¿Puede sobrevivir?

Por Javier B. Dal

Elecciones en agosto y noviembre son lo único que tienen en la cabeza todos los políticos argentinos. No hay excepciones. De izquierda a derecha, oficialistas y oposición no hay uno solo de sus exponentes que no esté más preocupado por este evento que por los verdaderos problemas que aquejan a la nación. El control de la “caja” es sin dudas el botín y la finalidad de esta casta política corrupta que hace tiempo abandonó los vitales intereses estratégicos del estado-nación.

La actual situación del país es de un total estancamiento sin previsiones de que haya una formula política que pueda revertir esto.  Es cierto que la crisis pandémica lo ha empeorado todo pero ello no borra las décadas de decadencia previas. A esto debemos ponerlo en la actual circunstancialidad internacional que se ve agitada por los repentinos cambios geopolíticos en Asia Central con la huida de EEUU de Afganistán que se traduce en el fracaso de la Pax Americana con el consiguiente recule y reposicionamiento en Latinoamérica que podría implicar el comienzo de un masivo despliegue del poder estadounidense sobre todo el continente con las consecuencias que ya hemos visto en Asia y Oriente Medio.

En este contexto y pese a la importancia del país en su posición estratégica sobre el Atlántico sur, el control efectivo de sus aguas y su ingreso a la Antártida, los gobiernos de los últimos 40 años incluyendo al presente, no han tomado cartas en el asunto y se han perdido recursos en las rencillas partidistas, las intrigas localistas de corruptelas y clientelismo a costa de un estado deforme y deficiente al cual pretenden perpetuar con el eufemismo de “asistencialista”, con el cual seguir expoliando los dineros públicos.

El bochorno que significa la comprobada y repetida falta de palabra del presidente Fernández envuelto en un escándalo de puticlub con las filtradas fotografías de la fiesta de cumpleaños de su pareja en la Casa Rosada cuando el mismo había conminado a los ciudadanos a no violar el aislamiento de la cuarentena, suma otra piedra a su deteriorada autoridad estadual y esto es algo imperdonable para un mandatario. Esto sin dudas aumenta el ya de por si descreimiento generalizado por la clase política que advertido por aquellos que viven de este sistema, vaticinan como peligroso y anti democrático.

En estas elecciones legislativas pareciera que solo se buscan cambio de caras pero ello no asegura ninguna solución de fondo. Sin imaginación ni propuestas creíbles, sin candidatos capaces, con sentido común y con ideas superadoras se vuelve a las épocas del neoliberalismo menenista donde la farándula aportaba ejemplares para los cargos electivos sin que ello hubiera garantizado mejoras en la ejecutividad política y mucho menos, en solucionar el gran problema de la carencia del sentido de unión a un proyecto de nación.

El problema de fondo radica en determinar cuál sería el molde de ese proyecto ¿Será el que determina Washington y sus aliados con su nueva fachada de “promoción de la democracia” o se decidirá por el multilateralismo que Rusia y China vienen propugnando? Con el primero el país ya tiene experiencia y una refrendada frustración (con las zancadillas económicas, políticas y militares -Malvinas-) de la cual la clase política pareciera no recordar. Con referencia a la segunda opción, pese a lo que digan los partidarios de la primera, esa sería una novedad con interesantes expectativas para su geopolítica que sería muy digna de experimentar.

Igualmente como se ve ninguno de los dos son representativos de los intereses estratégicos del estado argentino pero, viendo en las condiciones que se halla el país y la actual situación internacional el estado argentino no puede hacer otra cosa que ponerse detrás de la fila de una u otra opción. Ciertamente y por lo que se puede ver en las actuales condiciones de la dirigencia política nacional no esta a la altura de las circunstancias y no existe ni remotamente la viabilidad de una “tercera posición” tan proclamada por ese peronismo que hace tiempo ya no existe. 

Cada una de estas opciones, políticamente reales y que ejercen el poder de influencia de forma tangible y decidido, tienen para los intereses del estado argentino sus pro y sus contras más allá de los siempre buscados beneficios económicos y financieros que sin dudas persigue esa otra casta parasitaria nacional como lo son los economistas y tecnócratas que detrás de sus diagnósticos típicos de un charlatanismo autóctono solo persiguen no caerse del mapa del universo financiero de los negocios en Wall Street y la City londinense.

En pro de cada una de estas opciones vemos una ardorosa militancia mediática (radio, televisión y portales digitales) en la que ya sin ningún tipo de pudor ni eufemismos, periodistas y medios de clara identificación, en sus editoriales y comentarios dejan muy en claro cuál es su tendencia siendo ello advertible, cuando defenestran a su contendiente por cuestionamientos de pensamiento político o por simples poses de tinte ideológico y religioso. En éste último caso, ello se ve recurrentemente con el constante ataque a las personalidades de Vladimir Putin, Xi Jinping, Nicolás Maduro a quienes (emulando a sus colegas del norte) los hacen centro de insultos y descalificaciones colocándole el mote de “autócrata” que Biden ha puesto de moda.

En el mismo sentido con procesos políticos externos de la región como los existentes en Venezuela, Nicaragua y últimamente Bolivia no tanto por lo esencialmente político ideológico (apelando a los derechos humanos) sino por tener estos relaciones con el mundo islámico y particularmente con la república Islámica de Irán (el cuco para Israel y los sionistas) quien a su vez, además de sufrir el terrorismo de Tel Aviv que busca derruir sus capacidades tecnológicas y científicas, denuncia de forma constante y firme ante los foros internacional las diarias arbitrariedades y los crímenes del estado de Israel contra la población palestina.

En este último caso se denota la tendencia a la que propende este sector claramente sionista para que la Argentina modifique sus relaciones diplomáticas (en especial con Irán y el mundo islámico) y retome aquella total subordinación a Washington que trae como añadidura (tal como las muñecas rusas “Mamushkas”) los intereses geopolíticos de Israel a la que Menem y mucho más lejos llevó Mauricio Macri con los acuerdos de todo tipo para que agencias israelíes y asesores militares y de inteligencia pudieran instalarse y operar dentro de las porosas estructuras de la seguridad y la defensa claramente para sus propios intereses.

Son estos mismos sectores quienes en la actual situación en Afganistán, tratan -acorde con los lineamientos anglosajones- de cambiar el relato de las causas que dieron origen a esta situación apelando a las imágenes de la huida masiva de los colaboracionistas afganos y sus familias tratando de manipular a la opinión pública occidental sacando de la escena a los invasores estadounidense y británicos que además de abandonar vilmente a sus serviles locales (salvo aquellos con ciudadanía británica o estadounidense), han sido los artífices de la inestabilidad  en el país de los últimos veinte años.

En el otro extremo solo hay un frente ideológico policromático en que más que corrientes existen severas contradicciones que terminan chocando de forma irremediable anulando cualquier expectativa de una coherencia política que pueda construir un proyecto sólido común. En este sentido, el acercamiento a Rusia y China visto desde un ángulo pragmático es una decisión geopolítica necesaria más que inteligente ya que ¿Quién podría rivalizar con la hegemonía anglosajona? El problema radica en que esa falta de homogeneidad ideológica y una carencia de infraestructura para encarar un proyecto geopolítico semejante, es un obstáculo insalvable para socios de tal calibre.

Además, en este frente, reina la confusión en cuanto a cuáles deberían ser las metas de un estado nación que sin dudas, carece de director tal como se refleja en la personalidad del presidente Alberto Fernández caracterizada por sus constantes contradicciones, faltas a la verdad y su no precisada orientación política que reflejan varias postales. Con ello, no se puede planificar el cómo lograr conseguir esas metas.

Lamentablemente en el país no hay corrientes definidas como lo serían los nacionalistas y los internacionalistas o los soberanistas o globalistas. Ninguna se halla suficientemente desarrollada ni tiene la fuerza para poner a rodar un nuevo plan de infraestructura que refunde al estado-nación. Quizás quienes más chances tengan para planificar algo similar sean los globalistas, pero solo lo podrían lograrlo colgándose en el furgón de cola de administraciones norteamericanas como la de Biden.

Incluso entre aquellos que claman ser liberales también reina la confusión ya que también hay fractura dentro de esta posición que ha llevado a que algunos (tratando de captar a una mayoría abúlica y descontenta) se agreguen la rimbombante denominación “republicanos” con la artificiosa intensión de tomar distancia de lo que es el liberalismo y sus nefastas consecuencias para una amplia franja de la población.

Se requiere redefinir o más bien recrear un proyecto de nación bien definido  que abarque toda su extensión (territorial, étnico cultural) y no, como se ha vivido hasta el presente, las realidades y los intereses meramente porteños en los que se afincan con profundas raíces aquellos intereses foráneos (en particular los británicos y sionistas) con agendas geopolíticas propias y en las cuales los argentinos del común (y en especial del interior) no tienen ninguna injerencia salvo, para cuando se haga necesario tapar las consecuencias de las políticas de aquellos.

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