domingo, 26 de septiembre de 2021

 

“CIRCULO SANGRIENTO”

El duro golpe asestado por el eje de la resistencia islámica contra EEUU e Israel en el Kurdistán iraquí ¿Podría traer una extensión de la guerra clandestina entre agencias de inteligencia?


Por Ali Al Najafi

Fue ese viernes 3 de enero de 2020 cuando en horas de la madrugada arribó al Aeropuerto Internacional de Bagdad un avión desde Teherán que traía al general Qassem Soleimani jefe de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán quien tras liderar exitosamente la lucha terrestre contra ISIS se había convertido en un sujeto muy popular entre los sirios y mucho más entre los chiitas iraquíes, algo que molestaba por igual tanto a los colaboracionistas en Bagdad como a los burócratas en Washington. 

Una comitiva que lo aguardaba con entusiasmo en la terminal, esperaba que se abriera la puertilla para recibirlo. La misma estaba compuesta por el Comandante de las Milicias Populares de Iraq (Hashab Al Shaa´bi) Abu Mahdi Al Muhandis y otros importantes miembros escoltados por un pequeño grupo de hombres armados. Sin saberlo, estaban siendo monitoreados desde el aire por Drones y por informantes tanto en Bagdad como en Teherán, los cuales iban trasmitiendo a un comando encubierto como se desarrollaba la travesía e informando con precisión la hora de arribo del objetivo.

Los perpetradores sin dudas contaban con todas las ventajas posibles. Además de la ausencia de una vigilancia aérea iraquí y de una inteligencia propia, contaron con la venia del ministro Mustafa Al Khadimi de quien se sabe de su estrecha relación con la CIA en los esfuerzos por derrocar a Saddam Hussein y tras la invasión, “desbaatizar” a Iraq.

Arribado Soleimani y tras ser recibido por sus camaradas iraquíes abordan los vehículos para salir de la terminal y allí cuando se disponían a enfilar al centro de Bagdad, su vehículo y el contiguo  vuelan por los aires causando la muerte instantánea de Soleimani, Muhandis y unos seis hombres más causando heridos y daños en los otros vehículos que lo escoltaban. El acto había sido perpetrado por Drones armados con misiles guiados en una operación combinada entre la CIA y el Mossad israelí que en teoría habría sido autorizada por el presidente Donald Trump.

Los argumentos para justificar esta acción se centraron en supuestos planes impulsados por Soleimani para atacar blancos estadounidenses en toda la región. Pero ¿Dónde estaban las pruebas de estas acusaciones? Nunca fueron expuestas al público ni por el vocero de la Casa Blanca, ni por el Secretario de Estado ni claro, por el Pentágono. Asimismo, La Casa Blanca se justificaba haciendo responsable a Teherán por los ataques con cohetes contra las instalaciones norteamericanas en Iraq y en especial contra la “Zona Verde” que no hacía mucho había sido asaltada por una multitudinaria manifestación liderada por el clérigo chiita Moqtadar Al Sadr que pedía el fin del gobierno corrupto y la salida de los estadounidenses del país, esto último es un reclamo que se ha generalizado incluso entre los partidarios del Dawa.

En aquel momento Irán hizo valer su represalia contra objetivos estadounidenses pero los iraquíes de las milicias chiitas “Hashab Al Shaa´bi” y de la legendaria agrupación “Kataib Hesbollah” no. El gobierno colaboracionista no cuenta en este panorama simplemente por su alineamiento con Washington.

Muchos dan diversas tesis sobre el por qué de este ataque y a quiénes realmente beneficiaba estas muertes. Trump fue uno de los más (exageradamente) entusiastas aliados de los planes de Israel y en esa línea es posible que haya autorizado esta operación por una influencia directa de Benjamín Netanyahu a través de su yerno, Jared Kushner. Pero también es posible que pese a haber sido informado del ataque, no halla sido el autor intelectual, entonces ¿Quiénes fueron sus verdaderos autores intelectuales? y ¿Cuál fue la finalidad? La respuesta para ambas preguntas se resume en una sola: Deshacer cualquier intento por regresar al acuerdo nuclear firmado por Obama que tanto desagradaba a Tel Aviv y que Donald Trump abandono de forma unilateral. Y es que, al creciente descontento doméstico contra la figura de Trump, las críticas y las presiones de los demócratas en el Congreso para regresar a la mesa de negociaciones con Teherán, quitaba el sueño a la elite sionista.

Ciertamente que no hay nada nuevo sobre la injerencia de Israel en este tipo de atentados. Su accionar se enmarca en un claro ejemplo del “Terrorismo de estado” que ha hecho extensivo en otras latitudes mediante sus equipos de asesinos del Mossad. En Iraq durante la ocupación y hasta hace poco y bajo el argumento de la “defensa preventiva”, ha incursionado causando cientos de muertos y miles de heridos. Lo mismo ha realizado en Siria incluso matando a soldados rusos. Pese a ello y con la complicidad de EEUU, Tel Aviv siempre se ha escurrido de los reproches de Naciones Unidas y del alcance de la ley internacional quedando sus crímenes impunes.

Esto además de desesperanzador es muy peligroso para la paz regional y mundial. Es por ello que desde la Cancillería iraní y más allá de las reservas a ejercer una represalia militar, se había expresado el compromiso legal de llevar este tipo de actos ante las instancias internacionales, aun conociendo todos los obstáculos políticos y diplomáticos que ello conlleva. Si no se aplica la ley en igualdad de condiciones viene el descrédito y la desconfianza hacía los funcionarios de aquellos.

Pero en el caso de Israel e Irán hay existe una guerra subterránea que se viene desarrollando desde hace décadas y que en los últimos tiempos ha escalado de forma descontrolada y preocupante. Hasta el asesinato de Soleimani Teherán se reservó el derecho a una respuesta oficial, que ejecuto con dureza sobre los enclaves norteamericanos en Iraq.

Pero Israel quien además de participar en aquella faena criminal, en noviembre 2020 llevo adelante el asesinato del científico nuclear Mohsen Fakhrizadeh y ataques cibernéticos contra sus instalaciones de Natanz, hizo que Teherán adoptara un giro pro activo en su política defensiva ante estos ataques. La aplicación de esta política se habría llevado a cabo tal como surge de la publicación de unos informes que evidenciarían que la inteligencia iraní habría cumplido con su promesa de retaliación golpeando de forma puntual y precisa sobre los autores materiales de aquel magnicidio.

Se sabe bien que en el Kurdistán iraquí las agencias de inteligencia estadounidenses e israelíes tienen bases y cobertura desde donde llevan adelante acciones como la ejecutada contra Soleimani en Iraq y las instalaciones nucleares de Irán. Obviamente cada una de estas acciones fueron llevadas adelante con el conocimiento y la colaboración (directa e indirecta) del Clan Barzani (viejos socios del Mossad) algo que es conocido tanto por los árabes sirios, iraquíes como los persas iraníes (para dejar en claro que no se trata de una cuestión religiosa).

Allí fue como la inteligencia iraní y sobre la base de fuentes de contrainteligencia de la resistencia islámica iraquí pudieron determinar la identidad y la ubicación de dos altos oficiales responsables en el asesinato perpetrado el 2 de enero 2020. La información llevaba al Kurdistán iraquí en donde los enemigos del eje de la resistencia islámica operan con total libertad. De este modo y tras pesquisar donde se hallaban, pudieron identificarlos como el Teniente Coronel estadounidense James C. Willis y el Coronel israelí de la Brigada “Nahal” Sharon Asman que se hallaban en la ciudad de Irbil donde fueron ejecutados.

Ambos hechos fueron enfáticamente negados tanto por las autoridades kurdas, como los estadounidenses y sus homólogos israelíes dando cada uno de ellos una historia para argumentar las muertes de sus oficiales. Pero pese a los esfuerzos por dar una explicación oficial, es muy sugestivo que ambos altos oficiales habían muerto (aunque por diversas causas) de forma contemporánea.

Al parecer Teherán ha cambiado su política de retaliación contra las acciones de Israel devolviendo los golpes y ello puede terminar siendo muy costoso no solo para las aspiraciones israelíes sino también para sus socios árabes de las monarquías del golfo quienes se verán utilizados por Tel Aviv como el parachoques y un escudo en el fuego cruzado de esta confrontación.

 

 

 

 

domingo, 19 de septiembre de 2021

 

“GEOPOLITICA Y TRAICION”

El anuncio del 15 de septiembre pasado referente a la conformación de una alianza de seguridad entre EEUU, Gran Bretaña y Australia (AUKUS) nació mal y es posible que traiga más disgustos en el futuro


Por Charles H. Slim

Si usted sigue creyéndose el discurso de asunción de Biden que aparentaba el final de la guerra de conquista y de la diseminación del caos controlado sobre regiones del globo, deje de hacerlo ya que con lo sucedido en Afganistán en agosto último y lo que está desplegando en estas horas sobre el Sudeste Asiático queda muy claro que los demócratas nunca pensaron en abandonar el hegemonismo ni mucho menos el lucrativo negocio de la guerra.

Que la retirada de Afganistán no les engañe. No hay garantías de que EEUU no intente reingresar bajo nuevos pretextos. Para nosotros se trata de un cambio de estrategia, pero nada más. Los esfuerzos clandestinos por reagrupar a las milicias tayikas (que hablan persa) para conformar un frente contra el Talibán, la insistencia por los medios anglosajones con la mitología discursiva de una supuesta compulsa entre de dos espantajos de la CIA como “Al Qaeda” e  “ISIS” para disputarle el poder al Talibán y el incremento de la operatividad de la farsa del “ISIS-Khorasan” (conformada por mercenarios transportados secretamente desde Libia y Siria) son señales que nos advierten de ello.

Para la Casa Blanca los negocios de la guerra disfrazados de “Seguridad” siguen siendo parte de la agenda nacional que no puede postergarse ya que, los negocios son los negocios y el monstruo de la industria armamentística necesita saciarse.

Así Joe Biden ha lanzado lo que podemos llamar “una nueva guerra fría” con centro en China y Rusia y para ello ha remodelado las alianzas geopolíticas y militares para esta nueva empresa que en realidad no lo es ya que solo se trata de una continuación de las políticas de Donald Trump. La conformación de una alianza estratégica entre EEUU, Gran Bretaña y Australia (AUKUS) no solo ha causado controversias en cuanto a sus confesados objetivos en Asia y el indo-pacifico sino también con el desplante a uno de sus viejos aliados, Francia que estafado por una jugarreta de Washington y en la que participó Australia ha decidido romper sus relaciones con EEUU.

Y es que los motivos para el enfado del gobierno francés están muy bien fundados. Francia había cerrado con Australia en 2016 un contrato de 56.000 millones de euros para la construcción de doce submarinos a propulsión diesel que de la noche a la mañana y por la impertinente intervención de Washington quedó truncado. Esto levanto las airadas protestas del gobierno de Macron pero, aunque el primer ministro australiano Scott Morrison y su gabinete salieron a ofrecer sus disculpas, eso no les devolverá a los franceses el negocio que los angloestadounidenses le arrebataron. Para el gobierno ruso esto significó una especie de justicia poética ya que no olvidemos como Francia en 2015 (y enmarcado por las presiones de Washington y Londres por su intervención en Siria) canceló súbitamente el contrato que había celebrado con Rusia para entregar dos portahelicópteros “Mistral”. Como dice otro viejo refrán “el que ríe último ríe mejor”.

De esta manera y de forma abrupta e inaceptable, Washington y Londres (a espaldas de París) le ofrecieron a Canberra un mejor paquete compuesto de ocho submarinos nucleares de ataque de nueva generación (Clase Los ángeles) con el adicional de darle participación en sus nuevos planes para operar en todo el espacio marítimo del sudeste asiático y en un marco más amplio abarcando el indo-pacifico.

Este evento debería ser motivo de un análisis serio y el punto de partida para considerar la conformación de una alianza militar propiamente europea que deje de depender de la OTAN que más allá de que su sede se halla en Bruselas, está controlada por EEUU. Mientras continúe este Status Quo (remanente de la Guerra fría) seguirán pasando estas cosas.

Australia es un viejo aliado de los movimientos angloestadounidenses de los últimos treinta años hasta esta parte. Desde la guerra del golfo de 1991 ha participado de forma entusiasta en cada una de las aventuras militares norteamericanas desplegadas en el Oriente Medio y Asia Central donde sus tropas (al igual que las angloestadounidenses) se han visto implicadas en todo tipo de violaciones a los derechos humanos.

Hoy la gran isla es un actor central y necesario para los planes de Washington que parecen orientarse a una “política de contención”, que se enmarca en una desesperada estrategia de reinicio global. Para ello necesita de un aliado naval consistente y de la mayor confianza para poder operar contra China y proyectarse más allá de este objetivo.

Su posición geográfica hace que sea de importancia estratégica para su inclusión en la nueva sociedad.

Otra consideración que Washington tuvo al momento de captar al gobierno australiano fue su participación dentro de la organización dedicada a interceptar y recopilar información estratégica (que espía incluso a sus aliados) denominada “Five Eyes” en la cual Francia no participa. Su participación en esta estructura de inteligencia le otorga una alta calificación en el manejo del área de Ciberseguridad y comunicaciones Cuánticas, fundamental dentro del nuevo paradigma de la guerra que se planifica contra el gigante asiático. Bajo estas consideraciones fue que Washington puso por encima sus planes geopolíticos a la lealtad con socios como son los franceses.

El objetivo de estos planes, buscan continuar con la injerencia occidental con EEUU a la cabeza en la región y en particular, seguir con sus operaciones de penetración en los países vecinos a China con la finalidad de articular alguna alianza militar más comprometida con EEUU que ayude a tratar de quitar protagonismo a la presencia de la Armada china en las aguas del Mar Meridional y el Mar Amarillo.

La conformación de esta alianza naval sin dudas tendrá injerencia en todo el hemisferio sur, en especial en las aguas del atlántico sur donde la OTAN mantiene a través de los británicos una base de inteligencia electrónica (parte del “Five Eyes”) en las “Islas Falklands” que además de interceptar y monitorear todas las comunicaciones del continente -en especial de Argentina y el Brasil-, controla de hecho el corredor marítimo de acceso a la Antártida.  

Más allá del peligro que representa para los estados rivereños como Argentina (sin poder marítimo alguno), la operatividad de esta alianza implicara el tránsito y pasos incontrolados por Buenos Aires de submarinos nucleares (SSN) que tienen mayor capacidad de autonomía para mantenerse operando bajo las aguas y obviamente, disponibilidad de misiles de alcance intercontinental con ojivas nucleares que podrían tener objetivos prioritariamente estratégicos en el hemisferio. Precisamente en el territorio de la Patagonia argentina existe una base militar china que sin dudas cumple con fines estratégicos y de inteligencia para la república popular pero de los cuales la Argentina están al margen de ellos.

Con esto en consideración, vemos que Biden demuestra la impotencia por no poder controlar política y diplomáticamente los foros regionales como la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) y es por ello que apuesta por abrir una nueva era de desconfianza basada en la presión militar que potenciara una nueva carrera armamentística regional que podría llevar a consecuencias inesperadas.

 

 

 

miércoles, 15 de septiembre de 2021

 

 

“CONTRATERRORISMO TERRORISTA”

El fracaso de una política sucia que se sustentó en una falsa narrativa ¿Habrá las investigaciones judiciales correspondientes?

 

Por Dany Smith y Yossi Tevi

Una de las palabras más antisonantes y recurrentes que se han escuchado desde Washington en estos últimos 20 años ha sido la de “contraterrorismo” que en teoría describe una política de estado para combatir al terror. Desde el 11  de Septiembre de 2001 ésta política fue globalizada pero, a la luz de los acontecimientos de estos años, de las inconsecuencias que han ido saliendo a la luz y de un larguisimo historial de arbitrariedades ejecutadas por el estado norteamericano contra la libertad, la dignidad y la vida misma de millones de seres humanos, hace necesario que tratemos de responder a una simple pregunta ¿Puede combatirse al terror con más terror?

Pero no solo en esta pregunta radica la contradicción del discurso de la administración de Bush-Cheney. La apelación a la supuesta búsqueda de promover la democracia en todo el mundo mientras sus fuerzas militares y de inteligencia practicaban (o por intermedio de terceros) la tortura y el asesinato de forma sistemática e incontrolada dejaba al discurso “democrático” vacío de credibilidad.

Cuando George Bush y sus lugartenientes entre ellos el jefe de la CIA Richard Tennet y el entonces Secretario de Defensa Donald Rumsfeld lanzaron la cacería contra los supuestos responsables del 11/S (supuestos ya que los supuestos 19 terroristas de origen saudita que habrían secuestrado y se habrían inmolado abordo de los aviones estaban vivos), aprovecharon la agitación emotiva y el desconcierto que reinaba entre la ciudadanía que, azuzada desde los medios, solo pedía venganza sin detenerse a reflexionar que ello, sin las pruebas certeras de esas acusaciones y del daño que se causaría sería un salto al vacío para toda la Unión. Y así fue. El velado contubernio entre la CIA con el Talibán y “Al Qaeda” (que al mismo tiempo implicaba a Arabia Saudita) y las reveladas mentiras sobre las excusas alegadas por Bush (en falsos informes del MI-6 y la CIA) para invadir Iraq sentenciaron a muerte la credibilidad de todo esto.

Cuando EEUU en noviembre de 2001 invade Afganistán lo primero que hace a su llegada es comenzar a desplegar equipos especiales que se encargaran de capturar e “interrogar” a los prisioneros sin importar un comino si eran hombres, mujeres o niños y mucho menos respetar sus derechos ni su humanidad. Lo mismo se hizo cuando se invadió Iraq en 2003 y fue allí donde estas prácticas se hicieron tan comunes, variadas y extensas que a pesar de que se filtraron muchos documentos que pusieron en evidencia estas aberraciones, aún no se conoce el verdadero alcance de todo aquello. Es innegable que existe mucha más información comprometedora (en especial de sesiones grabadas en video) que está sepultada en lo más profundo de los archivos de la CIA y del Pentágono y que el Establishment no permitirá que vea la luz del día.

Pero esta argumentada “lucha contra el terror” no solo abarcó estos escenarios. La prédica mesiánica de George W. Bush (apoyada por los Evangelistas neosionistas y los rabinos sionistas) se extendió a todo el mundo y para ello los equipos de la CIA no tuvieron límite alguno para concretar acciones delictivas que como tales, se llevaron bajo cubierta y con la cooperación de las agencias de inteligencia de los mismos países donde las realizarían.  Fue así como se desplegaría esta “lucha contra el terrorismo”, aplicando terror sobre los que en muchos casos no existía comprobación alguna de su participación en actividades semejantes o incluso, participación en actividades políticas que los implicara ideológicamente. Esto dejó entrever que los prejuicios y la tendenciosidad fueron los rectores de esta cacería.

¿Existía alguna orden judicial? Para nada. Y si la hubiera habido ningún juez norteamericano habría tenido competencia, la legalidad ni la legitimidad para ordenar semejantes operativos violatorios de los derechos humanos.

Desde Canadá hasta Australia (estrechos y viejos aliados en esta oscura cruzada), pasando por países árabes como Jordania y Libia y de allí hasta ciertos países del este de Europa, la cooperación de sus agencias de inteligencia en estos secuestros, práctica de torturas y el aporte de sus territorios para albergar “cárceles secretas” de la CIA, marca la magnitud de esta infraestructura siniestra. No olvidemos que en muchos de estos países en donde se llevaban adelante todo tipo de aberraciones, torturas físicas y psicológicas contra los sospechados, las autoridades políticas mantuvieron absoluto silencio cuando se reportaban la desaparición de alguna persona que en realidad había sido abducida por la CIA.

En una gran parte de estos casos los sujetos marcados para estas faenas sucias dignas de la Gestapo Nazi y de la antigua KGB estalinista, los criterios de sospecha pasaban por un solo elemento en común: Todos eran musulmanes.

En este período ser musulmán y ser pillado hablando contra EEUU o poniendo en dudas sus acciones era el pasaporte a ser chupado por un equipo de la CIA sin importar donde estuviera. El terror estaba ahí donde existieran ansias por agradar a EEUU. Si un clérigo islámico criticaba desde el púlpito las acciones de EEUU en Iraq y Afganistán podía ser candidato a un viaje gratis a Guantánamo o peor aún, a una de esas “cárceles secretas” en lugares tan ignotos y contradictoriamente lejanos como podrían ser Azerbaiyán, Tailandia (donde presto servicios la joven agente Gina Haspel) o Polonia. En muchos otros casos, su mezquita sería volada por los aires por supuestos extremistas que en realidad eran, equipos de asesinos y mercenarios disfrazados alquilados por la inteligencia militar angloestadounidense y sus colegas de las agencias civiles de inteligencia.

Como vemos, el terror fue la consigna y la práctica para “luchar” contra el terror. La aplicación extendida de la tortura, las humillaciones y violaciones contra miles de iraquíes y ciudadanos musulmanes de otras latitudes no podía sino generar más odio. Muchos de esos eventos en los que se documentaron esas sesiones de “interrogación” visualizaban atroces prácticas en hombres, mujeres y adolescentes -por lo aberrante que se veía- habrían sido destruidos por orden del presidente Barak Obama. Combatir el terror aplicando la misma receta era como querer apagar un incendio con fuego.

Muchos sheiks e imanes (sunitas y chiitas) no advertían (o quizá no les importaba) que entre los concurrentes a su Mezquita, si era dentro de los EEUU había infiltrados del FBI, si era en la Unión Europea sus homónimos del MI-6, la DGSE o la BND y si era en otro país árabe o de otros países los alcahuetes de la CIA que por simpatía política, islamofobia o una remuneración de nómina lo entregarían sin chistar.

En Iraq esta táctica sucia fue ampliamente usada por la inteligencia militar, sus colegas de la CIA y sus socios israelíes quienes (encubiertos entre los contingentes norteamericanos operando en centros de detención) encontraron la oportunidad de oro para sacar información de oficiales del Baath y a su vez desquitarse por la décadas de haber frenado las ambiciones regionales de Israel. Además, los israelíes venían con una amplia experiencia medico científica en el diseño y práctica de métodos sádicos para infringir dolor físico y psíquico que venían experimentando durante mucho tiempo con los palestinos.  Fue así como muchos clérigos sunitas iraquíes en Bagdad fueron arrestados, otros asesinados y otros desaparecidos por llamar a resistir a los invasores.

La Shin Bet que es la policía secreta israelí al igual que su homónima externa Mossad, posee entre su personal especializado para torturar a médicos, psicólogos y psiquiatras que han diseñado ingeniosos sistemas de torturas y abusos que buscan destruir la pisque y la personalidad de los detenidos dejándolos como muertos vivos.

Así conocimos en 2004 las aberraciones que se cometían en “Abu Graib” que solo fue una muestra de una amplia infraestructura y un elaborado plan sistemático para limpiar a la oposición iraquí que tras un maquillaje mediático de cadenas como CNN y FOX NEWS, se trató de minimizar estas aberraciones de cara a la opinión pública. Al mismo tiempo y a puertas cerradas, el escándalo amenazaba con hundir a la administración Bush-Cheney llevo a que los datos de la cadena de mando militar implicada fuera censurada de los documentos (encubrimiento) por el gobierno estadounidense. Esta filtración que se sospecha fue realizada por una agencia de inteligencia aliada (respondiendo a los intereses de su estado), profundizó la brecha en la ya cuestionada imagen de un EEUU que se auto percibía como un líder en el respeto a los derechos humanos y las libertades.

Sin dudas que esta imagen terminó por venirse abajo tras el impulso de la agresión en 2011 contra Siria y el clandestino involucramiento de las agencias norteamericanas en la aparición de la farsa de ISIS en 2014 que recordemos, estaba comandada por un personaje ficticio creado por la CIA (y con el cual en 2013 se había reunido el senador John Mc Cain en Siria) y que tras un acuerdo secreto con la agrupación iraquí del Ejército Naqshaianbandi (liderado por Ibrahim Izzat Al Duri), el MIT turco y el Clan Kurdo de los Barzani, movilizaron sus esfuerzos para establecer en Iraq una zona libre para que grupos apoyados por EEUU y la UE pudieran operar libremente contra Damasco y al mismo tiempo deshacerse del inconveniente régimen de Nouri Al Maliki.  

Como puede advertirse, la denominada “lucha contra el terrorismo” era una cortina de humo que tapaba otros objetivos geopolíticos. Fue así que tras cambiar las prioridades de Washington en 2018 el por entonces Secretario de Defensa de Trump, el general James “Mad Dog” Mattis determinó que esa lucha había culminado. Del título de aquel eslogan surge su inconsistencia dado que, el terrorismo como tal no es una ideología ni tampoco parte de una religión (como se trata de ligar con el Islam), es una táctica de guerra que se ha usado desde tiempos inmemoriales y que desde hace tiempo quienes dicen combatirla también la utilizan.

domingo, 12 de septiembre de 2021

 

“FARSA Y NEGOCIOS PROSPEROS”

La creación y la difusión mediática de una épica engañosa a partir de los hechos del 11/S ha tratado de tapar y acallar las preguntas sobre las verdaderas implicancias internas. En este 20º aniversario los medios siguen a la carga en este intento

 

Por Charles H. Slim

El tan publicitado aniversario de los ataques del 11/S de 2001 no podría estar más guionado y bien apegado al relato de una versión gubernamental plagada de huecos e incoherencias que reclamados desde sectores de la misma ciudadanía estadounidense el gobierno jamás han querido aclarar. Por el contrario, por estas horas cunden por los medios adeptos a esta línea argumentativa, los homenajes a los caídos, víctimas de un crimen atroz pero que no fue perpetrado por los que los medios, ateniéndose a pie juntillas lo que Washington ha instaurado como versión oficial, comentan con tanta elocuencia.

En los medios argentinos y en unos más que otros, el “simplonismo” y el reduccionismo informativo disfrazado de análisis filosóficos apabulla por su estridencia. No hace falta nombrar a sus difusores, ya se sabe muy bien quienes son los grandes e incondicionales admiradores de la “democracia” que además de pasar por alto este tipo de enjuagues, miran para otro lado cuando se usa la tortura, el crimen, la intervención militar y la guerra de ocupación para -según estos personajes- instaurar las libertades a los pueblos.

Dentro de EEUU hay millones de simples ciudadanos norteamericanos que son conscientes de esto y pese a las contrariedades y las dificultades que ello les trajo, no han callado sus voces. Contrariamente a estos ciegos e ignorantes relatores argentos de la propaganda del Departamento de Estado norteamericano (muchos de ellos obsecuentes a sueldo o congraciados por un empleo en EEUU), han perseverado en sus cuestionamientos a lo que hoy por hoy Washington y estos sectores “norteamericanoides” tratan de establecer como una épica o más bien como, una “cruzada contra el terror” poniendo en el mismo saco y de forma deliberada (por sus posturas pro-israelíes) a los embustes de “Al Qaeda” e “ISIS” con organizaciones de la resistencia islámica como “Hamas” y “Hesbollah”.

Sin considerar los objetivos geopolíticos que persigue Washington, muchos se siguen preguntando ¿Pero que hubo detrás de los eventos del 11/S? Para muchos la respuesta es, el complejo industrial militar del terror que hoy conocemos como “Homeland Security”. Esto nos lleva a considerar lo que costo al erario público la construcción de este mega sistema de vigilancia para-militar e inteligencia dentro de los mismos EEUU que se interconecta con los asuntos exteriores. El presupuesto del Departamento de Defensa es recurrentemente señalado como opaco, algo incongruente para una pretendida democracia. Los contratistas de defensa y las empresas privadas de seguridad se han enriquecido de forma obscena al amparo de este evento y es legítimo a la distancia que se dude de todo lo que les llevo a la cumbre. Como diría cualquier comerciante “un negocio redondo”.

La tragedia del 11/S sirvió entre otras cosas para imprimir dinero sin control que (además de financiar a la gigantesca burocracia gubernamental creada a la sombra de este evento nada claro) terminaron en manos de unos pocos empresarios. Así, y al mismo tiempo con el desencadenamiento de la llamada “guerra contra el terrorismo”, se puso en marcha un fabuloso negocio de retroalimentación en el que el gasto militar y el absorbido por la Comunidad de inteligencia se duplicó hasta un 20% del gasto federal ¿De dónde salía ese dinero? Bien, como lo señalan varios analistas económicos y financieros norteamericanos ese dinero salía de los bolsillos de los ciudadanos quienes fueron exprimidos por el gobierno llevando a que grandes polos fabriles y de negocios quebraran si remedio. Por supuesto que para ellos ninguna ayuda de los bancos. El dinero que se imprimía a granel en el Departamento del Tesoro iría a y solo a las manos de los bancos privados quienes a su vez se los entregaban (entre otras) a las grandes corporaciones de la defensa.

Los medios masivos fueron y siguen siendo consecuentes para apoyar a las corporaciones de la industria militar que se enriquecen con las guerras. Son usinas para desperdigar sospechas y temor que inflaman los espíritus de las personas y a la vez justifican las corrosivas políticas que el gobierno aplicara tanto sobre otros como sobre ellos.

En lo que respecta a los eventos del 11/S estos medios nunca han profundizado en los oscuros hechos y curiosas las circunstancias que rodearon los ataques (como la reunión en la misma mañana del 11 de septiembre de los senadores Goss y Graham con el jefe de inteligencia pakistaní Mahmud Ahmed, la inexplicada ausencia de restos de algún  avión en la demolición en el Pentágono, o el incidente de los jóvenes israelíes que festejaron las caídas de las torres en New Jersey para citar algunos) ¿Cómo se explican las convenientes mudanzas de oficinas comerciales y en otras la ausencia de sus principales gerentes en aquella mañana? ¿Quién cobro el seguro por el siniestro de las Torres?, ¿Cuáles fueron los beneficios financieros de este crimen para el propietario del complejo “Silverstein Propierties”? o, ¿Por qué la bóveda del subsuelo en donde se guardaban miles de archivos y documentos gubernamentales de carácter confidencial -tras ser explorada por los equipos de rescate federales- se halló abierta y vaciada antes de las demoliciones?

Ante este nuevo aniversario que los medios tratan de encaramar como un ataque artero y sorpresivo de un enemigo externo encarnado en el “terrorismo islámico” en particular de la organización “Al Qaeda” la cual tiene un origen e historia ligada a la CIA, los libre pensantes deben seguir cuestionando estos claros intentos por manipular y reescribir la historia. Ante esto otras preguntas recurrentes han sido ¿Cómo la CIA y el resto de las agencias federales no pudieron prevenir este evento? y ¿Cómo supieron los empresarios y el mismo propietario del WTC que debían vaciar sus oficinas con unos días de anticipación?

 

 

sábado, 11 de septiembre de 2021

 

“FINANCIAL

REALPOLITIK”

In the shadow of the 9/11 attacks, who and how benefited from the war in Afghanistan?

By Dany Smith

The experience of Afghanistan is a demonstration of how the border of political power and international legality is crossed to achieve unilateral geopolitical objectives. What happened last August 15 reflects not only the military and political failure of another powerful invader but also the dark background that dragged the US and its Atlantic partners into a situation that still has no clear resolution.

The flight that could be seen in the media was the end, the death of a geopolitical process led by Washington and supported by its NATO allies that buried the hegemonist expectations of the United States that were sealed with the words of President Joe Biden himself who saying “Our mission in Afghanistan was never aimed at building a nation. He never aimed to create a unified and centralized democracy”. He put a political epitaph on the already peeling image and political credibility of American democracy.

With this, it is clear that Washington is neglecting what in the last twenty years it had argued to support the invasion in 2001 and that later it continued to be sustained with the administration of Barak Obama in which Biden was an official. Trump denounced these inconsistencies and the futility of this war, focusing on the unacceptable economic costs, claiming that it was a bottomless hole for the treasury's finances. Certainly Trump was telling the truth and the proof of this is the 85,000 million dollars invested in assembling and equipping a paper army. Biden tried to detach himself from both extremes and chose to go off on a tangent by making a reckless decision (although not a rash one) that undoubtedly hides a trap.

Now in light of this US speech, it is clear to the whole world that Washington never sought freedom and democracy for Afghans, something that in the face of the facts (and as was also evidenced in Iraq) was quite little credible due to the visible consequences they caused on humanity (not excluding women) from Afghans.

Was the US seeking to win this war? Although the question seems puzzling and even illogical, it is important to answer to explain what has been pursued in this occupation. This forces us to ask another question and she is Why is a war unleashed? As Carl Von Clausewitz said “War is not simply a political act, but a true political instrument, a continuation of political relations, a management of them by other means.” Pentagon strategists may have considered this classic definition at the time, but most likely politicians in Washington did not. In a sense they did not need to consider it since this German author's conception of war was already non-existent and anachronistic. That concept was adapted to the needs of the realpolitik conceived by the advisers of the second half of the 20th century such as Henry Kissinger and George Kennan and much less for sinister minds of the circle of the Republican administration of Bush-Cheney such as those of the Secretary of Defense Donald Rumsfeld, Under Secretary of Defense Paul Wolfowitz and the entire circle of schemers of American neoconservatism and Zionism.

Considering these actors and the real objectives pursued by the interventions in Afghanistan and Iraq, the answer has a variety of nuances but that can be encompassed in a single definition: Profits in chaos. Here in the US no one can be surprised by this answer since the evidence of what it financially represented for a handful of political gangsters -including contractor companies-, the Pentagon and the CIA with their inevitable derivations to Wall Street, leaves far below the tearful propaganda that today from the media tries to move public opinion by an imposition of concern for the freedom of Afghan women.

And it is that when did they say something about those same women who were murdered or raped by members of the ISAF or their henchmen of the "Afghan Special Groups"? Unless your concern only goes through a group of those women, those who voluntarily were part of the apparatus and benefited from the collaborationist system. It is known that in the same American embassy in Kabul and in the Bagram military complex, a few nights before the fall, the Americans had large sex and drug orgies in which prostitutes and members of local LGTB groups participated that -and it is worth the It is worth underlining- they are financially and politically supported by the US as a cultural disintegration tactic in the Islamic world (part of the Transhumanist Globalist plan of Biden and Harris).

It is not only a question of mere accommodating hypocrisy, but also of cooperating with the desperate efforts of the US State Department not to lose the little trust that remains in its collaborators who are still trapped in Kabul. So blatant is the propaganda that even when the Taliban was a proven creature of the CIA, the Anglo-Saxon media tries to dissociate the comparisons that have been made of the flight from Afghanistan with the analogy to South Vietnam in 1975 with questions such as How can Are you comparing the two situations? As some articles in the neo-conservative “Think Tanks” admonish, trying to make the reader believe that in addition to being wrong, the North Vietnamese were not as bad as the Taliban.

Precisely these Think Tanks and the media conglomerate are making an effort to wash the face of this political and military catastrophe to Washington's ambitions.

This failure in turn has revealed an internal tugging between the CIA and the Department of Defense that is as or more damaging than the Taliban. Look if not, how for two decades Washington and the Western media have tried to convince public opinion that "Islamist terrorism" was the cause of all the misfortunes in America and the world, but shortly after walking down that path, they began to notice the dirty folds of American politics. There is still nothing clear in the days of 9/11, despite the fact that at all times from the power and through the media the story is retouched trying to patch up the incongruities of the official account.

Unexpectedly, that served to reveal the true face of American democracy and its interrelationship with other partners in the design and construction of transnational enemies such as "Al Qaeda" and "Islamic State" that would fulfill a long-term strategic purpose in planning that " New American Century ”and that was, to install perpetual chaos in the Middle East and Central Asia that would also benefit the state of Israel.

So who created and fed the terrorists or the "moderate rebels"? When the Department of Defense did not approve an arms consignment or the assistance of personnel for training clandestine groups, the CIA was there to cover the requirement. When something was too dirty for the politicians in the White House, there were guys like Tenet, Brenan or Mrs. Haspel who with that proven and particular contempt for Muslims, would not hesitate to carry out the orders entrusted to them.

What we saw in Afghanistan, those thousands of tanks and weapons "abandoned" at the bases and airfields for the Taliban to seize, was already seen in Iraq in 2014 without the Iraqis realizing that this was part of a larger hoax. On both sides, these intelligence agencies of the same US state competed to see who was better at their tasks while the Iraqis and Afghans brought the blood.

In the shadow of this, the invaders gave birth to a new caste that today we know as the "collaborationists" who live in opulence and under the tutelage of the invader until he is expelled or flees as happened with the servants of the capital. These are the same ones we saw running after US planes in August to flee Kabul. But the most interesting members of this infamous caste are the politicians who like Jamil Karsai and his lieutenants laid a red carpet for the occupiers while the CIA and its Drones massacred civilian settlers in remote northern villages or a few kilometers from Kabul, tortured The prisoners.

Of course, the silence and cooperation of characters like Karsai and Ghani earned him the reward of a comfortable life free from the controls of a law that was dictated by the occupant. From there on, bribery and corruption reigned in all the institutions set up by Anglo-Americans. In this universe of corruption and money with no known origin, local and US political and military officials benefited who, taking advantage of the circumstances, turned the war into a profitable business.

The case of Generals Standley Mc Chrystal and Mike Flynt is one of them. Mc Chrystal after being fired, after amassing a fortune difficult to explain with a salary as a public servant, jumped into business life contributing his military knowledge for private corporations. Then his pupil, General Flynt as head of counterterrorism (Delta Force and Seals) for Afghanistan and Iraq in the Obama era - whom he personally despised - and sheltered by Donald Trump, put into practice his recalcitrant Islamophobia on the humanity of Muslims with the heinous consequences very well documented. Along with these dirty tasks, he would have enriched himself so treacherously that, after the bank where he maintains his accounts and credit cards was made public, he decided to suspend them. It is assumed that part of that money came from the funds destined for the reconstruction of the country which, as also happened in Iraq, were never invested for those purposes and ended up in the hands of corrupt civilian and military officials.

On the other hand, that would not be the only source of the funds that enriched the former general since it is well known that the momentum of these wars moved and continues to move flows of black money from arms trafficking, drugs and all kinds of merchandise for smuggling. Within this dirty scheme, the equipment and weapons that the US and other European countries provided to the police and the regular Afghan army were involved, which later, due to the mysteries of life, ended up in the hands of the Taliban or other groups. Managing black money funds is one of the prerogatives of this murky universe. This is where military intelligence and their CIA civilian colleagues meet.

As you can see, morale does not exist in the usual display of these actors and their Afghan collaborators were not going to be better. It was for this reason that when the US announced its withdrawal, the Afghan regular army was rapidly disbanding. In addition to not being made up of the supposed 300,000 men who appeared on the payroll (only half were real), the troops of the collaborationist army did not have the spirit or the moral to face an adversary highly motivated and convinced of their objectives. Where did millions of dollars go, the equipment and weapons for those ghost soldiers? To the pockets of collaborationist commanders and political officials.

But Afghan officials weren't the only ones benefiting from this futile war. As in Iraq, the Pentagon and other US agencies were implicated in lavish scams. The cases of retired general Joseph F. Dunford Jr and retired general John R. Allen are another example of how, after leaving public service, state officials were absorbed by private arms companies such as “Gruman”, “Lockeed Martin Co” and others that closed bulky defense contracts to supply the troops deployed in both Iraq and Afghanistan.

In light of these antecedents, we can conclude that what prevails in this warmongering adventure is a nihilistic realism or rather, a stark and racist realism aimed at obtaining (apart from geopolitical objectives) in each stratum of those involved (government, companies and agencies) , economic gains according to their positions in power.