“DEJAME
REIR ANTES DE ACOSTARME”
¿Qué
es lo que realmente representan y cuáles son los propósitos de las cumbres del
G-20 y la COP26 de Glasgow?
Por Charles H. Slim
Sin
lugar a dudas la tragedia, el cinismo y la desigualdad marcan el compás de la
realidad política actual pero, me he dado cuenta que si dejo que influyan sobre
mi cerebro, ganaran la partida y me convertiré en otro de los borregos del
corral global.
Las parodias de las cumbres en el G-20 y la del Cambio
Climático en Glasgow no pueden causar otra cosa que una gran carcajada. Dos
estafas que los medios enaltecen como sucesos trascendentes y de vital importancia
que no solo no han arrojado ninguna conclusión cierta de cómo encarar y
resolver los actuales problemas que han sido causados, por los mismos
anfitriones de ambas parodias.
Los campeones de la “democracia” de occidente (EEUU,
Gran Bretaña y la UE) no solo han demostrado ser una farsa con sus insidiosas y
violentas intervenciones en el exterior -y como protectores de otras
injusticias- sino también una estafa para sus propios habitantes dentro de
sus propias fronteras. Son la representación del liberalismo plutócrata que se
enriquece mediante la emisión sin respaldo generando burbujas con créditos
dibujados electrónicamente. Siguen siendo una estafa ya que han sido ellos
quienes durante décadas tras fomentar el consumismo (para lo cual acapararon la
industria del petróleo y la energía nuclear) devastaron países enteros para
apropiarse de los recursos naturales como la panacea del capitalismo y la
especulación financiera convirtiendo al planeta en un basurero. Sobre esto
último no hay que perder de vista el continente de basura flotante que navega a
la deriva en el océano pacifico.
Para colmo de males la aparición del COVID 19 ha causado
un cataclismo en las relaciones humanas y en especial en lo referente a las
relaciones del trabajo y la producción. El lado positivo de esto fue sin dudas exponer
a la luz pública el desequilibrio social preexistente en sociedades
jactanciosas y una creciente crisis en el empleo que ha generado una masa de
desocupados que buscan ser contenidos mediante programas de estímulo como el
caso de la economía circular orientados a lograr Objetivos de Desarrollo
Sostenible (ODS) por medio de la cual se trata de preservar el medio ambiente.
El desarrollo de la COP26, organizada por Gran
Bretaña, que promueve la disminución de la contaminación que produce el llamado
efecto invernadero bajo el atemorizante argumento de que hay riesgo de
una extinción inminente no tiene otro propósito que lavarles la cara a los
mismos intereses y gobiernos que con sus industrias, el desarrollo y
utilización de armamentos de destrucción masiva han contaminado extensas
regiones del planeta. Pero esta hipócrita inconsecuencia (a la que se presta una
vez más Naciones Unidas) se potencia aún más con el dato referente a que,
también son estos mismos países los que poseen arsenales nucleares, químicos y
biológicos capaces de borrar en un minuto cualquier rastro de vida sobre el
planeta.
Estas cumbres no son más que grandes circos para el
consumo de la opinión pública y no tienen ningún efecto sobre los problemas que
dicen tratar. Ni Joe Biden ni Boris Johnson van a frenar sus industrias (entre
ellas la armamentística) ni mucho menos sus campañas de expasionismo geopolítico
(que suelen terminar con conflictos armados con las calamidades humanas
resultantes) porque les preocupe el “cambio climático”. Por el contrario. En la
actual crisis económico-financiera enmarcada por la psicosis del COVID que
sacude a sus sociedades por el aumento del desempleo en un sistema consumista
que ya no da las ganancias que supo dar décadas antes, están buscando cubrirse
ante el gran cambio de paradigma que irremediablemente se dará.
Señales de esta severa crisis han comenzado a brotar
en el seno mismo del poder estadounidense. El consumismo como estrategia de
crecimiento económico ya estaba agotado pero la aparición de la pandemia le dio
la zanjadilla definitiva. Ante la crisis de desempleo por la caída de la
producción interna producto de los contagios de COVID, Biden (emulando al
odiado Trump) ha tratado de poner en marcha el “compre nacional” que evitaría
las importaciones de productos de la UE y de otras regiones. Según algunas
fuentes esto fue rechazado por las Corporaciones de la defensa y sus lobistas
en el Congreso y el Pentágono ya que ello afectaría al complejo industrial
armamentístico que obligaría a romper los millonarios contratos de defensa con
sus homólogos europeos. Como podemos ver, no son tan cristalinas ni nobles las intenciones
que se dicen representar.
Es por la inutilidad de estas cumbres que la
Federación Rusa y China no han participado. Incluso más. Ello revela que ambas
naciones no necesitan de este sistema en decadencia y prueba de ello son el
crecimiento en las relaciones bilaterales que apuntan a establecer un paradigma
económico-financiero y comercial propio.
En este tipo de cumbres se está buscando otra cosa que
nada tiene que ver con proteger el medio ambiente y la sustentabilidad de un
nuevo sistema de producción o cosas por el estilo. Es muy probable que de los
arreglos que se están llevando a cabo en Glasgow hasta el 12 de noviembre
salgan nuevas estructuras en forma de agencias intergubernamentales que harán
la pantomima de trabajar para combatir el calentamiento global pero que en
realidad (además de crear más empleos burocráticos) buscaran crear nuevas
regulaciones y la promoción de créditos para adaptar los medios de producción existentes
que emparche un sistema que produce bienes que ya o todos tienen o nadie quiere
adquirir y de esa forma contener la catástrofe de un sistema de producción que
no da más.
La excusa del interés por el “Cambio Climático” y el
“Calentamiento Global” son también pantallas para generar y tapar otros
negocios muchos de ellos de estricto beneficio para ciertas personas. Estas
consignas son parte de una estafa científica que el ex vicepresidente
norteamericano Al Gore desde finales de la década de los noventas exploto con
sus conferencias alrededor del globo. Aparentando ser un convencido y
preocupado por los problemas de la polución, Al Gore no hizo más que poner a
rodar una agenda que Barak Obama impulsaría en 2005 con la puesta en marcha el
“Protocolo de Kioto” sobre Cambio Climático que curiosamente, EEUU no adhirió. Al
Gore se llenó los bolsillos con sus disparatadas teorías y predicciones entre
las cuales estuvo aquella que con el cambio de milenio (como parte de un ardid
para beneficiar la industria informática) se produciría una catástrofe cibernética
con el Y2K que nunca sucedió.
Como lo señalan los antecedentes contemporáneos, los
verdaderos intereses de la clase política de los polos anglosajones se esconden
por debajo del tapete y es por ello que la opinión pública tiene la tarea de
dilucidar cuál es el negocio real que se enmascara detrás de estas pantomimas.