“ISRAEL
BEHIND”
Si
el mundo debe regirse por reglas ¿Por qué no se aplican a un estado agresor,
con ambiciones colonialistas y que vive violando los derechos humanos? No puede
haber tales reglas sin una aplicación igualitaria
Por Dany Smith & Yossi Tevi
El
capítulo VII de la Carta Orgánica de Naciones Unidas, en su artículo 39
prescribe: El Consejo de Seguridad determinará la existencia de toda amenaza
a la paz, quebrantamiento de la paz o acto de agresión y hará recomendaciones o
decidirá que medidas serán tomadas de conformidad con los Artículos 41 y 42
para mantener o restablecer 1a paz y la seguridad internacional. Aquí se
define con claridad lo que significa un acto de agresión.
El prefacio es a cuento de los ataques aéreos llevados
a cabo entre el 7 de diciembre y la madrugada del 28 de diciembre por Israel
contra el puerto sirio de Latakia. Para los sirios es otro episodio artero de
un enemigo que siempre se halla agazapado para golpear. Aún se sienten las
consecuencias de lo ocurrido en el puerto de Beirut en agosto 2020 y en lo
cual, nadie en el Líbano se cree que Tel Aviv se encuentre ajeno a ello.
Pero más allá de los daños causados en las
instalaciones portuarias de Latakia y en los almacenes donde se guardaban alimentos,
toneles de aceite para motores y otros implementos mecánicos, el acto puede
interpretarse de dos formas: Una como un acto de agresión condenable y previsto
en la Carta de la ONU y otra como una demostración de impotencia y
desesperación en la elite política del ente sionista.
Al parecer los israelíes no se ven impedidos por la
cepa de “Omicron” para movilizarse y causar daño.
Desde el ángulo de la agresión que es, no hay lugar
para medias interpretaciones ni argumentos que puedan justificar esta nueva
acción israelí. Incluso las autoridades sirias habrían detenido a una red de
espías que se hallaba en la localidad siria y por medio de la cual se habrían
coordinado los ataques. Nada que los sirios desconozcan de su enemigo más
enconado. La saña de Israel por tratar de destruir a la república árabe ha ido
demasiado lejos y como lo ha demostrado en lo que lleva de historia como ente
político, no le importan los medios para conseguir sus fines.
Su naturaleza agresiva y prepotente se corrobora en la
ocupación colonial de Palestina que a pesar de la multimillonaria inversión que
Tel Aviv realiza en relaciones públicas y propaganda (apoyada especialmente desde
EEUU), no pueden tapar la entidad y variedad de las múltiples violaciones a los
derechos humanos que se llevan adelante contra la población palestina, contra los
estados vecinos árabes laicos y con veladas injerencias (junto a sus colegas de
la CIA) en la península arábiga (Yemen) y en la violencia que sacude el Cuerno
de África (en especial en Sudán).
Sabemos bien que mientras se impulsan estas
bestialidades, ONG s financiadas por organizaciones sionistas con ancla en el
continente americano y Europa occidental (pantallas del Mossad), donan dinero,
prestan ayuda humanitaria y otras dádivas a los refugiados árabes-islámicos que
fueron obligados a huir por las bombas, la persecución y la violencia creada
por los estadounidenses e Israel. Que mejor demostración del significado de
perfidia y sadismo, que jugar psicológicamente con las víctimas.
A Israel le importa tanto su política de relaciones
públicas como su capacidad militar ya que hace de la primera, una táctica más
de la segunda. Pero hoy por hoy, con la conducción política de un criminal como
el primer ministro Naftaly Bennett quien no tuvo reparos en reconocer
públicamente que “matar árabes no trae consecuencias”, cualquier política de
relaciones públicas (por más costosa que ella sea) poco servirá para tapar la
basura que produce su mandato.
Lamentablemente, los israelíes de buena voluntad caen
en la misma bolsa de embusteros que autodenominados “sionistas liberales”,
impostan una preocupación falsa por la agresividad de Tel Aviv. Solo se trata
del viejo juego del “Good Cop and Bad Cop”, nada más.
Esto es muy importante de señalar ya que, desde no
hace mucho se suele escuchar a varios informadores y periodistas pro-israelies,
algunos de ellos empleados en los medios estadounidenses una actuada
preocupación por los musulmanes “Huigur” en China o por los refugiados afganos
(quienes también son musulmanes), pero en la vida jamás se les escuchó una
palabra por las calamidades a las que fueron sometidos los iraquíes, los sirios
o por las aberraciones de los detenidos sin juicio en antros como Guantánamo.
Solo son meras actuaciones y jamás se les pasaría por la cabeza mostrar un
ápice de la misma indignación por el sufrimiento de los musulmanes palestinos
¿Qué es eso? Simplemente la prueba de una farsa hipócrita que responde a un
interés geopolítico que baja de la Casa Blanca y que al mismo tiempo no molesta
a Israel.
Ciertamente que lo que sucede en Palestina es
gravísimo y para muchos como es mi caso, intolerable. Pero a pesar del
maquillaje que los medios occidentales untan sobre las acciones del estado de Israel
y la descarada complicidad de la Asamblea General de Naciones Unidas (AGNU),
los pueblos del mundo árabe-islámico y todo el oriente están muy al tanto de cuál
es la verdadera visión de lo que la población palestina debe soportar. A
contramano de esto, están muchos gobiernos en especial las monarquías árabes
del Golfo quienes han normalizado sus relaciones con Israel priorizando los
negocios por sobre el inenarrable sufrimiento de la población palestina.
Por el contrario, quienes siguen apoyando a Palestina
sufren agresiones y el constante asedio como le sucede a Siria, Yemen y a Irán
y como el que sufrieron de forma indescriptible Iraq y Libia. El último ataque a las instalaciones
portuarias sirias son la demostración de esto y ello debería ser condenado
directamente y sin titubeos por Naciones Unidas, como lo harían de forma presurosa
y sin contemplaciones con cualquier otro estado que actuara de semejante forma.
Si no se produce una renovación en este organismo el poco crédito del que goza,
promete un mundo más inseguro y caótico. Tal vez sea esto lo que buscan Tel
Aviv y Washington.