sábado, 25 de diciembre de 2021

 

“IMPUNIDAD EN BEIRUT”

¿Cuáles son los factores que obstaculizan saber la verdad sobre la monstruosa explosión de agosto 2020?

Por Charles H. Slim

Los libaneses han sufrido por décadas los enjuagues políticos que tanto Francia, Israel como EEUU han tratado de orquestar en búsqueda por controlarla y de ser posible convertirla en una anexión del colonialismo israelí. Todas las condiciones han estado dadas para que ello fuera posible. Un estado árabe multi confesional (compuesto por musulmanes chiitas, sunitas, drusos y cristianos) ha sido campo fértil para crear divisiones internas que han sido funcionales a los objetivos políticos de estos actores.

Pero a pesar de esos factores y de su pequeñez geográfica no ha sido posible disgregarlo. Los franceses como actores colonialistas europeos tras su salida del Líbano en 1946 y a lo largo de los años tuvieron mucho que ver con la instigación de rencillas contra los musulmanes quienes fueron adquiriendo un papel preponderante en la identidad del país. No hay que olvidar que por esa misma época al sur, los británicos que ocupaban Palestina se veían entrampados en el juego sucio y el terrorismo de los grupos sionistas con quienes Londres había pactado entregarles en bandeja esos territorios.

Desde la instauración de Israel en 1948 (apoyados por EEUU y la Europa Occidental) se instaló un nuevo elemento de desequilibrio geopolítico regional que afectaría al Líbano y desde allí no se detendría hasta el presente.

En noviembre de 2019 tras extraños ataques y atentados de forma anónima se hizo circular por WhatsApp un video que mostraba como los cristianos del barrio “Ain Al Remmaneh” insultaban a los chiitas. Ello desato enfrentamientos entre cristianos y chiitas hasta que unos días después se descubrió que ese video era antiguo ¿Quiénes se benefician con este enfrentamiento? No ciertamente los libaneses. La explosión ocurrida el 4 de agosto del 2020 en horas del mediodía de Beirut podría inscribirse en esa larga secuencia de hostigamientos y juegos sucios que buscan su desestabilización.

Captada por un centenar de teléfonos móviles que en esos momentos se hallaban en diversos lugares de la ciudad, la explosión que se elevó como un hongo nuclear sobre el área portuaria de Beirut y que su onda expansiva barrio con centenares de apartamentos y casas en un radio de 10 kilómetros, rápidamente trató de presentárselo como la explosión de un “arsenal de Hesbolah” y cuando no pudieron acreditarlo de forma creíble rápidamente apuntaron a un supuesto depósito de Nitrato de Amonio, un fertilizante que en ciertas condiciones puede ser usado como explosivo. Por supuesto, el depósito tenía que ser de Hesbolah. 

Pero ni uno ni otro de estos supuestos fueron debidamente acreditados. Cuando ni siquiera los informes (léanse inventos) de los servicios de inteligencia no podían probar que allí hubiera armas y explosivos, pasaron a centrarse en el Nitrato de Amonio como causa de la deflagración y desde allí a conectarlo infundadamente con la resistencia chiita y Teherán. Pero ¿Cómo o por qué estallaría un acopio de este químico agropecuario?; ¿Estalla por el simple contacto con fuego? Esas son cuestiones que aún no pudieron ser respondidas.

Para muchos esto se trató de una operación negra como el bombazo que asesinó al primer ministro Rafiq Hariri en febrero de 2005 y que mediante fuertísimas presiones externas se trató de culpar a Hesbolah. También allí la hipótesis de un vehículo cargado con explosivos conducida por un “kamikaze” (respaldada por discutidos investigadores alemanes) no encajaba con el daño causado (sobre los cuerpos, los vehículos y el suelo) y con rastros químicos hallados en el lugar que evidenciaban un explosivo de una calidad (con nanopartículas de Uranio) del cual solo disponían fuerzas militares de algunos países entre ellos, Israel.

Aquellas evidencias, sumadas a muchas otras y todas ellas conectadas como un puzle llevan a una estremecedora conclusión: Un pequeño misil de apenas unas decenas de centímetros lanzado desde un Dron pudo ser el verdadero ejecutor de ese magnicidio y el mismo método pudo usarse en agosto del 2020.

Pero eso no conviene al relato israelí y fue por ello que los obsecuentes neosionistas y sionistas argentinos no tardaron en dar sus puntos de vista alegando a “una chispa” o un “incendio” como el detonante de aquel espantoso hongo y allí se terminaron las explicaciones. Como se dice por aquí, “mejor no hablar de ciertas cosas”. Tal vez habrían podido engañar a muchos de sus interlocutores o incluso, convencerlos de que Tel Aviv estaba ajeno a esto. Pero el problema es que, además de que sus argumentos no son creíbles, así no funciona este elemento químico, plantado como la hipótesis estrella de esas fantasmagóricas camionetas en las aún no esclarecidas explosiones de 1992 y 1994 en Buenos Aires. Solo en condiciones muy especiales y con un detonador calculado para ese fin podría crearse una reacción explosiva que no puede emular una detonación nuclear y eso lo saben muy bien los propios expertos israelíes.

Detonaciones como la que se ve en la fotografía captada en Yemen en Mayo del 2015 hicieron sospechar que los sauditas estaban usando bombas nucleares tácticas que solo su socio secreto podría habérselas proporcionado

Y es que las posibilidades de un atentado con un artefacto nuclear táctico (plantado o usando un vector lanzado desde un Dron a gran altura de dimensiones imperceptibles) comenzó a rondar por las redes provenientes de expertos conocedores de esta tecnología. Entonces la pregunta es ¿Tiene Israel armas nucleares? Claro que sí. Y desde hace mucho tiempo que las tiene y muchos saben que en el complejo de “Dimona” se han perfeccionado lo que se llaman “armas limpias” es decir, que no dejan rastro de radiación. Esta opción fue contemplada en 2007 para atacar a Irán, operación que fue abortada por la intervención a último momento de Washington. Entonces ¿Dónde estuvo la OIEA y las debidas inspecciones de Naciones Unidas sobre las instalaciones de Dimona? Una vez más queda de relieve la aplicación relativa y segada de la ley internacional.

Cualquier alusión a un episodio nuclear fue rápidamente desmentida, incluso por funcionarios del gobierno libanés quienes condicionados por una presión socio-político-económica insoportable, se alejaron de ese supuesto. Una explicación salomónica sería, “fue un accidente”. Pese a que según fuentes confiables eran dudosos los informes de los inspectores de la OIEA que referían a no detectarse aumento en los niveles de radiación, las posibilidades de que ello hubiera sido así eran muy factibles. Descartar un golpe nuclear táctico fue y sigue siendo un apresuramiento indebido.

Estas evaluaciones no se condecían con los efectos y las evidencias fílmicas de la explosión. Además, lo ocurrido no fue algo nuevo. No era la primera vez que semejantes explosiones fueron vistas en la región. En escenarios como Iraq, Siria y el Yemen, se vieron varias de estas explosiones y causalmente en todos ellos en los que Israel (y por supuesto los EEUU) intervino e interviene de forma encubierta.

¿Y qué se dice de esto en Argentina? Como siempre debemos hacer una clara distinción entre la capital y el interior del país ya que la percepción es muy diferente. En Buenos Aires la influencia de los partidarios (que incluye a los medios de comunicación) pro-israelies es patente y en ese sentido cualquier evento que complique a Israel es convenientemente silenciado o maquillado y en este sentido, lo ocurrido en Beirut paso muy inadvertido por los sagaces periodistas argentos.

Para estos sectores lo ocurrido en agosto 2020 fue responsabilidad del “Partido de Dios” Hesbolah al cual estos sectores acusan sin pruebas (salvo que los informes de la CIA y el Mossad sean considerados como tales) de los atentados en Buenos Aires. Fuere por un supuesto depósito de armas o uno de Nitrato de Amonio para fertilizar cultivos y reverdecer campos de golf, la explosión para estos sectores fue culpa de los chiitas “pro iraníes” dejando clara su ponzoña islamófoba y antisemita (dado que los árabes también son semitas). Es allí donde radica el encono de los sionistas que sigue dejando en evidencia que no hay límites (y Naciones Unidas no sirve para ello) para sus acciones y que la República Islámica de Irán es una obsesión geopolítica que no pueden quitarse de la cabeza.

 

 

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