domingo, 2 de enero de 2022

 

“ISRAEL BEHIND”

Si el mundo debe regirse por reglas ¿Por qué no se aplican a un estado agresor, con ambiciones colonialistas y que vive violando los derechos humanos? No puede haber tales reglas sin una aplicación igualitaria

 

Por Dany Smith & Yossi Tevi

El capítulo VII de la Carta Orgánica de Naciones Unidas, en su artículo 39 prescribe: El Consejo de Seguridad determinará la existencia de toda amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz o acto de agresión y hará recomendaciones o decidirá que medidas serán tomadas de conformidad con los Artículos 41 y 42 para mantener o restablecer 1a paz y la seguridad internacional. Aquí se define con claridad lo que significa un acto de agresión.

El prefacio es a cuento de los ataques aéreos llevados a cabo entre el 7 de diciembre y la madrugada del 28 de diciembre por Israel contra el puerto sirio de Latakia. Para los sirios es otro episodio artero de un enemigo que siempre se halla agazapado para golpear. Aún se sienten las consecuencias de lo ocurrido en el puerto de Beirut en agosto 2020 y en lo cual, nadie en el Líbano se cree que Tel Aviv se encuentre ajeno a ello.

Pero más allá de los daños causados en las instalaciones portuarias de Latakia y en los almacenes donde se guardaban alimentos, toneles de aceite para motores y otros implementos mecánicos, el acto puede interpretarse de dos formas: Una como un acto de agresión condenable y previsto en la Carta de la ONU y otra como una demostración de impotencia y desesperación en la elite política del ente sionista.

Al parecer los israelíes no se ven impedidos por la cepa de “Omicron” para movilizarse y causar daño.

Desde el ángulo de la agresión que es, no hay lugar para medias interpretaciones ni argumentos que puedan justificar esta nueva acción israelí. Incluso las autoridades sirias habrían detenido a una red de espías que se hallaba en la localidad siria y por medio de la cual se habrían coordinado los ataques. Nada que los sirios desconozcan de su enemigo más enconado. La saña de Israel por tratar de destruir a la república árabe ha ido demasiado lejos y como lo ha demostrado en lo que lleva de historia como ente político, no le importan los medios para conseguir sus fines.

Su naturaleza agresiva y prepotente se corrobora en la ocupación colonial de Palestina que a pesar de la multimillonaria inversión que Tel Aviv realiza en relaciones públicas y propaganda (apoyada especialmente desde EEUU), no pueden tapar la entidad y variedad de las múltiples violaciones a los derechos humanos que se llevan adelante contra la población palestina, contra los estados vecinos árabes laicos y con veladas injerencias (junto a sus colegas de la CIA) en la península arábiga (Yemen) y en la violencia que sacude el Cuerno de África (en especial en Sudán).

Sabemos bien que mientras se impulsan estas bestialidades, ONG s financiadas por organizaciones sionistas con ancla en el continente americano y Europa occidental (pantallas del Mossad), donan dinero, prestan ayuda humanitaria y otras dádivas a los refugiados árabes-islámicos que fueron obligados a huir por las bombas, la persecución y la violencia creada por los estadounidenses e Israel. Que mejor demostración del significado de perfidia y sadismo, que jugar psicológicamente con las víctimas.

A Israel le importa tanto su política de relaciones públicas como su capacidad militar ya que hace de la primera, una táctica más de la segunda. Pero hoy por hoy, con la conducción política de un criminal como el primer ministro Naftaly Bennett quien no tuvo reparos en reconocer públicamente que “matar árabes no trae consecuencias”, cualquier política de relaciones públicas (por más costosa que ella sea) poco servirá para tapar la basura que produce su mandato.

Lamentablemente, los israelíes de buena voluntad caen en la misma bolsa de embusteros que autodenominados “sionistas liberales”, impostan una preocupación falsa por la agresividad de Tel Aviv. Solo se trata del viejo juego del “Good Cop and Bad Cop”, nada más.

Esto es muy importante de señalar ya que, desde no hace mucho se suele escuchar a varios informadores y periodistas pro-israelies, algunos de ellos empleados en los medios estadounidenses una actuada preocupación por los musulmanes “Huigur” en China o por los refugiados afganos (quienes también son musulmanes), pero en la vida jamás se les escuchó una palabra por las calamidades a las que fueron sometidos los iraquíes, los sirios o por las aberraciones de los detenidos sin juicio en antros como Guantánamo. Solo son meras actuaciones y jamás se les pasaría por la cabeza mostrar un ápice de la misma indignación por el sufrimiento de los musulmanes palestinos ¿Qué es eso? Simplemente la prueba de una farsa hipócrita que responde a un interés geopolítico que baja de la Casa Blanca y que al mismo tiempo no molesta a Israel.

Ciertamente que lo que sucede en Palestina es gravísimo y para muchos como es mi caso, intolerable. Pero a pesar del maquillaje que los medios occidentales untan sobre las acciones del estado de Israel y la descarada complicidad de la Asamblea General de Naciones Unidas (AGNU), los pueblos del mundo árabe-islámico y todo el oriente están muy al tanto de cuál es la verdadera visión de lo que la población palestina debe soportar. A contramano de esto, están muchos gobiernos en especial las monarquías árabes del Golfo quienes han normalizado sus relaciones con Israel priorizando los negocios por sobre el inenarrable sufrimiento de la población palestina.

Por el contrario, quienes siguen apoyando a Palestina sufren agresiones y el constante asedio como le sucede a Siria, Yemen y a Irán y como el que sufrieron de forma indescriptible Iraq y Libia.  El último ataque a las instalaciones portuarias sirias son la demostración de esto y ello debería ser condenado directamente y sin titubeos por Naciones Unidas, como lo harían de forma presurosa y sin contemplaciones con cualquier otro estado que actuara de semejante forma. Si no se produce una renovación en este organismo el poco crédito del que goza, promete un mundo más inseguro y caótico. Tal vez sea esto lo que buscan Tel Aviv y Washington.

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