“!CUENTALA AL REVES SAM¡”
¿Por qué la geopolítica anglosajona de los últimos
treinta años es una gran película de ficción?
Por Charles
H. Slim
Haciendo una especie de paráfrasis deformada que
los viejos cinéfilos entenderán (de la película Casa Blanca) veremos cómo
Occidente (EEUU, Reino Unido y la UE) bajo un entendimiento muy particular han tratado
de contar la historia desde el final de la segunda guerra mundial en 1945 y en
especial la de los últimos treinta años hasta el presente.
Esta visión comienza
con el relato que a grandes rasgos se presenta como el triunfo de la democracia
sobre el totalitarismo del eje nazi fascista. Así lo han contado desde entonces
pero nunca se puso en el mismo escalón del sacrificio y valor en ese triunfo a
la Unión Soviética y a Rusia en particular. Esto pudo haberse explicado por el
inmediato entuerto surgido entre el mundo anglosajón y la URSS que dio inicio a
la llamada Guerra Fría pero después de 1990 con la caída del Muro de Berlín ya
no había excusas para esa parcialidad.
Pero tan pronto como se
desmantelo el “peligro comunista” (supuesto polo del caos) occidente con EEUU a
la cabeza comenzó a mostrar su verdadero rostro y actuó en consecuencia. Su
monstruosa maquinaria militar y extensa red de espías necesitaban urgente un
enemigo para justificar su costosa supervivencia y por supuesto la de su
extensión europea, la OTAN.
En la versión
occidental la CIA desmorono a la URSS y llevo la democracia, pero eso no fue
así. La URSS si se desmorono pero no porque Washington buscara la democracia y
todos esos cuentos de hadas. La penetración de los usureros de Wall Street en
1990 quienes supuestamente asesorarían al Kremlin, combinados con los oligarcas
rusos (varios de ellos ruso-israelíes) llevaron a la Rusia post soviética a la
ruina y el caos y así quisieron mantenerla hasta que sus planes fracasaron y
dejaron como testigo de eso un Boris Yeltsín sin poder alguno.
La llegada de Vladimir
Putin al Kremlin cambió las reglas de juego espantando a los especuladores
yanquis y poniendo en caja a los oligarcas locales. Esto reactivó las operaciones
de occidente que en realidad nunca se detuvieron, solo se habían recortado.
Lo que hoy estamos
viendo en Ucrania es el resultado de aquella dinámica. Una concatenación de acciones
que fueron planificadas a mediados de los ochentas y que traicionando las
palabras de funcionarios como el entonces Secretario de Estado James Baker, su
colega británico Douglas Hurd y el canciller alemán Helmut Khol e impulsadas
desde Washington fueron minando poco a poco la estabilidad geopolítica de
regiones de alta importancia estratégica aprovechando la desaparición de la
influencia soviética. Así y como hito que inauguró este movimiento la
administración de George H. Bush metió la uña en Oriente Medio con su
intervención en el diferendo entre Kuwait e Iraq (por el robo de petróleo en Al
Rumaillah) que -instigaciones de la CIA mediante- terminó en una invasión
que justificó -con la escandalosa gestión de la ONU- una calamitosa
guerra que en último sentido le abrió a los EEUU las puertas de Asia.
La versión para la
opinión pública fue simplona y efectista como un libreto de películas de
Hollywood que aunque eficaz no convenció a muchos y a partir de allí los
cuestionamientos fueron en aumento.
El inicio se dio contra
el mundo árabe-islámico y así siguió de forma escalonada hasta entrado el nuevo
milenio (con las invasiones sobre Afganistán e Iraq) y gran parte del “lobbie”
que instigó e impulso ello fue la influencia de los grupos de presión sionista
estadounidense en el Congreso y obviamente, de Israel que se benefició con esas
guerras sin comprometer a sus fuerzas.
No hay que olvidar que
ello sirvió para anunciar un Nuevo Orden Mundial (NWO) que estaría bajo la
regla del unilateralismo estadounidense. A partir de allí una nueva generación
de neoconservadores partidarios del pensamiento de Leo Strauss comenzaran a
trabajar sobre la base del intervencionismo militar directo para deshacer
cualquier posible amenaza a la hegemonía estadounidense.
Desde entonces y con
mayor intensidad, la UE se fue volviendo un ente subordinado a la política de
Washington. Salvo algunas individualidades, la UE acompañó (y sigue acompañando)
cada una de las aventuras intervencionistas que además del caos en los países
intervenidos, trajeron inestabilidad y problemas para los mismos europeos.
La versión
angloestadounidense nunca refleja las consecuencias de esto. Así las muertes,
los heridos, la miseria y las crisis migratorias creadas por estas acciones
quedan relegados de su relato. Anteponiendo sus excusas como “la democracia y la
libertad” en 1991, “la limpieza étnica” en 1999, “la lucha contra el
terrorismo” en 2001, “las armas de destrucción masiva” en 2003, la “primavera
árabe” -que sirvió para zaquear los depósitos de oro en Libia- en 2011
Washington y sus aliados, justifican de algún modo estas arbitrariedades contra
la ley internacional.
Detrás de estas
pantomimas discursivas fueron entretejiendo una telaraña de bases militares (y
otras instalaciones secretas de la CIA) que lejos están de perseguir la
seguridad y la estabilidad. El hallazgo de más de 30 laboratorios de guerra
biológica en Ucrania es parte de todo esto y que se suman a muchos otros laboratorios
instalados en países con administraciones corruptas como Georgia ¿Qué es lo que
Washington o la corporación de medios ha dicho al respecto?
Una de las últimas
cuestiones que ha sido deformada por los medios occidentales es sin dudas la
situación de la pandemia de Covid en la cual trataron desde el inicio culpar a
un murciélago o a un pangolín chino de un mercado en Wuhan sin decir jamás que
en esas mismas fechas, se habían desarrollado unas olimpiadas de Fuerzas
Armadas en la misma localidad china donde casualmente concurrieron efectivos
estadounidenses quienes (curiosamente) habían revestido en “Fort Detrick”,
Maryland que fue súbitamente cerrado en junio de 2019 por un “brote desconocido”
que enfermó a todo su personal. La administración Trump nunca aclaró esto y
tampoco las inconsistencias que revelaron algunos de funcionarios destacados en
China. Esos pequeños grandes detalles pasaron de largo para el conglomerado de
medios obviamente para evitar que el lector estableciera su relación y una
conclusión critica.
Detrás de cada uno de
esos pomposos rótulos y estrambóticas excusas, matizadas con imágenes y
coloridos banners de CNN, que enmascaraban los planes gubernamentales dirigidos
por los neocon, se movían suculentos presupuestos para pagar multimillonarios
negocios privados que iban desde -además del petróleo y el gas- contratos
de provisión de las armas más sofisticadas hasta el pago de contratos a simples
proveedores de clavos. Se trato básicamente de un negocio (y ciertamente muy
sucio) y decirlo así en la historia es algo nada conveniente.
De más está decir que
basarse en la Wikipedia como fuente confiable de lo que realmente ha venido
sucediendo a lo largo de estos años, es un error ya que es sabido como se
manipulan los contenidos.
Pero a pesar de los
relatos mediáticos de la tentacular Corporación de medios (levantada por sus
subsidiarias en Argentina) que trataron de plasmar una historia que justificara
cada uno de estos momentos, la suciedad fue poco a poco quedando expuesta y hoy
aunque se pretenda imponer a base de cancinas repeticiones falsedades tales
como “la revolución siria”, “la muerte de Bin Ladem en 2011”, “EEUU fue quien
derroto al Estado Islámico” o la que últimamente en el marco de lo que sucede
en Ucrania -donde Washington y Londres apoyan a un régimen neonazi- se
escucha decir que “la OTAN es una organización meramente defensiva”, la
información y las pruebas que demuestran en cada uno de estos casos, todo lo
contrario están al alcance de quienes tengan la curiosidad de enterarse y
cotejarlas con los relatos oficiales del poder.
Ciertamente que esto se
ha vuelto más difícil ya que las agencias de inteligencia angloestadounidenses
y aliadas (Five-Eyes) como las israelíes han pasado de vigilar y escudriñar ilegalmente
las rutas informativas de fuentes alternativas (incluidos a funcionarios
europeos) a directamente intoxicar u obstaculizar el acceso y difusión mediante
diferentes formas de censura posibles de implementar por los avances en el
campo de la ciberguerra y virus informáticos.
Igualmente y por
fortuna, esto también ya no es un secreto por lo cual seguir manteniendo
mentiras y falsos relatos se vuelve cada día más difícil de sostener.