“GEOPOLITICA Y CAOS”
¿Quién es quién en la actual situación del
concierto internacional y por qué los que se denominan “democráticos” no pueden
señalar a otros de “no democráticos”?
Por Charles
H. Slim
Dentro de
los actores más influyentes de la geopolítica contemporánea ninguno tiene las
manos limpias y por el contrario, tienen mucho que responder ante la justicia
internacional y el relato de la historia. El prefacio se hace necesario para no
dejarse embaucar por supuestos cruzados que blandiendo democracia y derechos
humanos hoy pretenden explicar la guerra en Ucrania.
Recordemos que la caída de las URSS en 1991 coincidió con el ascenso y
apogeo del unilateralismo estadounidense y como su más destacado hito de esto
sin dudas fue la guerra contra Irak. Más
allá de las especificas circunstancias de la crisis que dio lugar a este
conflicto (en la cual EEUU tuvo un íntimo involucramiento), Washington desplego
su absoluto poder consiguiendo monopolizar a su antojo a Naciones Unidas (usándola
como fuente de reclutamiento de una coalición) y al por entonces, cojo Consejo
de Seguridad quien sin el contrapeso de la URSS (y sin un mandato explicito)
dejó hacer bajo la total discreción y control un despliegue bélico a cargo de la
potencia emergente.
Si la URSS no hubiera colapsado, Naciones Unidas habría tenido que atender
a las fórmulas de negociación planteadas por Bagdad quien hubiera estado patrocinado
desde Moscú impidiendo muy seguramente la guerra. Aquello, solo de imaginarlo
habría sido una pesadilla no solo para Washington sino para Israel quien más se
benefició con el resultado de la guerra.
Cuando algunos tratan de distinguir lo que hoy sucede en Ucrania con
las aventuras intervencionistas occidentales contra el mundo árabe-islámico, se
nota el intento por crear argumentos justificativos en pro de éstos últimos y a
su vez buscando culpar a Rusia por el cataclismo económico financiero global.
Incluso, tratando de hacer un parangón entre el presidente iraquí Saddam
Hussein y el mandatario ruso Vladimir Putin ya se advierte una pretendida
manipulación de los hechos intentando crear tanto en aquella ocasión como hoy
en Eurasia, un papel legitimo en la intervención estadounidense.
Contrario a lo esperado por los centros de poder en Occidente, los
países africanos y asiáticos más afectados por la falta de fertilizantes, su
brutal subida de precio y el aumento en los precios del flete que impiden la
siembra de cereales como el trigo para producir alimento, no culpan a Rusia y
mucho menos se han adherido al boicot rusofobo que la administración Biden y
sus aliados atlantistas europeos (con Bruselas a la cabeza) pusieron en marcha
desde la intervención rusa en Ucrania.
Según algunos como el escritor norteamericano Paul D. Miller, las
intervenciones de EEUU y sus socios británicos en Iraq, Afganistán, Libia y
Siria no se buscaba desconocer la identidad de sus pueblos o negar el derecho a
su existencia. Con solo ver las cifras de muertes y desplazados en Iraq se
advierte la inconsecuencia de semejante afirmación. Para este tipo de
razonamientos, EEUU y la OTAN (en Afganistán especialmente) estos episodios no
fueron agresiones sino, experiencias fallidas que buscaron instaurar la
“democracia”. A la luz de las terribles consecuencias producto de cada una de
las tácticas empleadas y las comprobadas prácticas de lesa humanidad contra los
civiles dentro de una infraestructura del terror (como los campos de
concentración en Abu-Graib y Bucca, Bagram, Guantánamo etcetc), semejante
argumento deviene ciertamente baladí.
Otro argumento muy remanido por estos sectores cuando tratan de explicar
la invasión de 2003 a Iraq hablan de un “George Bush engañado” tratando de
instalar una supuesta ingenuidad en todo el espectro de su administración,
poniendo acento sobre la falsedad de los informes de la CIA y del MI6 británico
que afirmaban que Iraq poseía armas de destrucción masiva (AMD) y que estaba en
camino al desarrollo de armas nucleares, tal como se ha venido inventando sobre
el desarrollo nuclear iraní.
EEUU nunca acepto los informes de los inspectores que buscaban esas armas.
Es por eso que, el argumento de que Saddam fue el responsable de sus negativas
a esas inspecciones y ello, otra causal de la agresión de 2003 es cuando menos
un insulto a hechos plasmados en la historia y que como sabemos, le costo la
vida al experto británico David Kelly.
El descubrimiento de esas falsedades y lo peor, su exposición ante la
opinión pública ha hecho que los imaginativos narradores pro-occidentales
(especialmente los medios anglosajones) fabriquen toda clase de artificios
semánticos y discursivos que traten de explicar lo inexplicable y justificar
uno de los crímenes más grandes del comienzo de este siglo.
Otro argumento alegado es que EEUU no buscaba borrar la identidad
histórica de Iraq, algo que no se condice con lo que la CIA y la inteligencia
militar hicieron mediante la infiltración de células de contrainsurgencia como
“Al Qaeda-Irak” y luego la infame “ISI” (luego conocida como Daesh) quienes
crearon el caos -mediante asesinatos, ataques terroristas y secuestros- interconfesional
tratando de destruir el apoyo de la población a la “resistencia nacional”. Esto
fue una parte de lo que se conoce como la “doctrina Rumsfeld/Cebrowski” y que
claramente fallo en Afganistán.
Aquella ocupación fue entre otras cosas, un festival del terror en el
cual, Washington y Teherán -tras bambalinas- negociaron y se repartieron
competencias para intentar controlar un Irak descabezado.
La situación de Libia no fue diferente salvo por los protagonistas estelares
que participaron en la intervención. Mientras Barak Hussein Obama jugaba el
papel de conciliador y nexo estrecho (por su ascendencia) con el mundo árabe islámico,
desde las sombras profundizaría las políticas de sus antecesores (especialmente
de los Bush) y para ello lo haría de forma indirecta apoyándose en dos patas.
Una, aparentando retiros de tropas y la supuesta búsqueda de diálogos mientras
facultaba a la CIA y todas sus agencias a profundizar sus programas de
asesinatos y operaciones negras alrededor del globo (incluyendo Ucrania). Otra
a cargo de su Secretario de Estado Hillary Clinton quien coordinaría las
acciones políticas y diplomáticas para que la OTAN recibiera el visto bueno de
Naciones Unidas que hace tiempo dejó en evidencia la necesidad de una profunda
reforma o su reemplazo por una nueva estructura en pos de abstraerse a estas
influencias que deslegitiman su accionar.
En cada una de estas experiencias, los relatores pro estadounidenses
(europeos y latinoamericanos) no hablan del sesgo imperial que significó cada
una de estas agresiones pero que sí y
muy forzadamente (en una clara muestra de parcialidad) la ven en la acción rusa
sobre Ucrania desdeñando de forma descarada el papel de la OTAN en el
desencadenamiento de los eventos en Eurasia y en particular de Washington desde
su solapada implicancia en la agitación promovida en Ucrania desde 2013 y que
culminó con el golpe de estado en Kiev.