sábado, 20 de agosto de 2022

 

“GEOPOLITICA Y CAOS”

¿Quién es quién en la actual situación del concierto internacional y por qué los que se denominan “democráticos” no pueden señalar a otros de “no democráticos”?

Por Charles H. Slim

Dentro de los actores más influyentes de la geopolítica contemporánea ninguno tiene las manos limpias y por el contrario, tienen mucho que responder ante la justicia internacional y el relato de la historia. El prefacio se hace necesario para no dejarse embaucar por supuestos cruzados que blandiendo democracia y derechos humanos hoy pretenden explicar la guerra en Ucrania.

Recordemos que la caída de las URSS en 1991 coincidió con el ascenso y apogeo del unilateralismo estadounidense y como su más destacado hito de esto sin dudas fue la guerra contra Irak.  Más allá de las especificas circunstancias de la crisis que dio lugar a este conflicto (en la cual EEUU tuvo un íntimo involucramiento), Washington desplego su absoluto poder consiguiendo monopolizar a su antojo a Naciones Unidas (usándola como fuente de reclutamiento de una coalición) y al por entonces, cojo Consejo de Seguridad quien sin el contrapeso de la URSS (y sin un mandato explicito) dejó hacer bajo la total discreción y control un despliegue bélico a cargo de la potencia emergente.

Si la URSS no hubiera colapsado, Naciones Unidas habría tenido que atender a las fórmulas de negociación planteadas por Bagdad quien hubiera estado patrocinado desde Moscú impidiendo muy seguramente la guerra. Aquello, solo de imaginarlo habría sido una pesadilla no solo para Washington sino para Israel quien más se benefició con el resultado de la guerra.

Cuando algunos tratan de distinguir lo que hoy sucede en Ucrania con las aventuras intervencionistas occidentales contra el mundo árabe-islámico, se nota el intento por crear argumentos justificativos en pro de éstos últimos y a su vez buscando culpar a Rusia por el cataclismo económico financiero global. Incluso, tratando de hacer un parangón entre el presidente iraquí Saddam Hussein y el mandatario ruso Vladimir Putin ya se advierte una pretendida manipulación de los hechos intentando crear tanto en aquella ocasión como hoy en Eurasia, un papel legitimo en la intervención estadounidense.

Contrario a lo esperado por los centros de poder en Occidente, los países africanos y asiáticos más afectados por la falta de fertilizantes, su brutal subida de precio y el aumento en los precios del flete que impiden la siembra de cereales como el trigo para producir alimento, no culpan a Rusia y mucho menos se han adherido al boicot rusofobo que la administración Biden y sus aliados atlantistas europeos (con Bruselas a la cabeza) pusieron en marcha desde la intervención rusa en Ucrania.  

Según algunos como el escritor norteamericano Paul D. Miller, las intervenciones de EEUU y sus socios británicos en Iraq, Afganistán, Libia y Siria no se buscaba desconocer la identidad de sus pueblos o negar el derecho a su existencia. Con solo ver las cifras de muertes y desplazados en Iraq se advierte la inconsecuencia de semejante afirmación. Para este tipo de razonamientos, EEUU y la OTAN (en Afganistán especialmente) estos episodios no fueron agresiones sino, experiencias fallidas que buscaron instaurar la “democracia”. A la luz de las terribles consecuencias producto de cada una de las tácticas empleadas y las comprobadas prácticas de lesa humanidad contra los civiles dentro de una infraestructura del terror (como los campos de concentración en Abu-Graib y Bucca, Bagram, Guantánamo etcetc), semejante argumento deviene ciertamente baladí.

Otro argumento muy remanido por estos sectores cuando tratan de explicar la invasión de 2003 a Iraq hablan de un “George Bush engañado” tratando de instalar una supuesta ingenuidad en todo el espectro de su administración, poniendo acento sobre la falsedad de los informes de la CIA y del MI6 británico que afirmaban que Iraq poseía armas de destrucción masiva (AMD) y que estaba en camino al desarrollo de armas nucleares, tal como se ha venido inventando sobre el desarrollo nuclear iraní.

EEUU nunca acepto los informes de los inspectores que buscaban esas armas. Es por eso que, el argumento de que Saddam fue el responsable de sus negativas a esas inspecciones y ello, otra causal de la agresión de 2003 es cuando menos un insulto a hechos plasmados en la historia y que como sabemos, le costo la vida al experto británico David Kelly.

El descubrimiento de esas falsedades y lo peor, su exposición ante la opinión pública ha hecho que los imaginativos narradores pro-occidentales (especialmente los medios anglosajones) fabriquen toda clase de artificios semánticos y discursivos que traten de explicar lo inexplicable y justificar uno de los crímenes más grandes del comienzo de este siglo.

Otro argumento alegado es que EEUU no buscaba borrar la identidad histórica de Iraq, algo que no se condice con lo que la CIA y la inteligencia militar hicieron mediante la infiltración de células de contrainsurgencia como “Al Qaeda-Irak” y luego la infame “ISI” (luego conocida como Daesh) quienes crearon el caos -mediante asesinatos, ataques terroristas y secuestros- interconfesional tratando de destruir el apoyo de la población a la “resistencia nacional”. Esto fue una parte de lo que se conoce como la “doctrina Rumsfeld/Cebrowski” y que claramente fallo en Afganistán.

Aquella ocupación fue entre otras cosas, un festival del terror en el cual, Washington y Teherán -tras bambalinas- negociaron y se repartieron competencias para intentar controlar un Irak descabezado.

La situación de Libia no fue diferente salvo por los protagonistas estelares que participaron en la intervención. Mientras Barak Hussein Obama jugaba el papel de conciliador y nexo estrecho (por su ascendencia) con el mundo árabe islámico, desde las sombras profundizaría las políticas de sus antecesores (especialmente de los Bush) y para ello lo haría de forma indirecta apoyándose en dos patas. Una, aparentando retiros de tropas y la supuesta búsqueda de diálogos mientras facultaba a la CIA y todas sus agencias a profundizar sus programas de asesinatos y operaciones negras alrededor del globo (incluyendo Ucrania). Otra a cargo de su Secretario de Estado Hillary Clinton quien coordinaría las acciones políticas y diplomáticas para que la OTAN recibiera el visto bueno de Naciones Unidas que hace tiempo dejó en evidencia la necesidad de una profunda reforma o su reemplazo por una nueva estructura en pos de abstraerse a estas influencias que deslegitiman su accionar.

En cada una de estas experiencias, los relatores pro estadounidenses (europeos y latinoamericanos) no hablan del sesgo imperial que significó cada una de estas agresiones pero que sí  y muy forzadamente (en una clara muestra de parcialidad) la ven en la acción rusa sobre Ucrania desdeñando de forma descarada el papel de la OTAN en el desencadenamiento de los eventos en Eurasia y en particular de Washington desde su solapada implicancia en la agitación promovida en Ucrania desde 2013 y que culminó con el golpe de estado en Kiev.   

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