“ODIO BUENO Y
ODIO MALO”
¿Quién es moralmente capaz de decidir cuando
una opinión es o no un discurso de odio?
Por Charles
H. Slim
Por estos días se habla mucho de cómo controlar
los discursos de odio provenientes de personas y sectores que a los oídos de
algunos solo buscan sembrar la discordia (según estos) que pueden llevar a inspirar
la concreción de acciones violentas como fue el conato de atentado -bastante
bizarro y dudoso- contra la vicepresidente argentina Fernández.
Pero la temática es
mucho más compleja y seria que una simple hipérbole hecha a medida y
conveniencia de un partido o facción política. Quienes se han arrogado el
control de qué es un discurso de odio y cuál no, han caído irremisiblemente en
la arbitrariedad, aún sabiendo que ello es así. Etimológicamente “odio” es una
aversión, sentimiento profundo e intenso de repulsa orientado a desear un daño
a otro. Si lo vemos desde este significado, el odio, presentado dentro de este
contexto discursivo, parece nacido de un simple capricho del odiador pero en
realidad no es así.
En esta ecuación hay un
odiador y un odiado y las causas de ese odio dependerá de las circunstancias en
el que nace ese sentimiento. Si la justicia funcionara deberían ser abordadas
sus causas y no las consecuencias. Se trata de una cuestión de la condición
humana y como tal, inherente a él que pretende ser reglada por medio de
herramientas legales (desde el Estado), sin importar que se haga en Venezuela,
Argentina o en Europa; simplemente es una idiotez.
Pero quienes idearon
esto lo saben, solo que tienen suficiente poder (político, financiero y
mediático) como para instaurarlo -gracias a sus influencias dentro del
estado- de forma masiva y persistente a fin de penetrarlo en la psique del
ciudadano hasta que lo asimile. En los EEUU organizaciones como ZOA (Zionist,
Organization of America), el AIPAC, la “Liga Antidifamación” (ADL) creadas por
intereses judíos han sido precursoras en esto y aparentando defender a las
minorías y haciendo un constante trabajo de relaciones sociales, en realidad movilizan
los intereses políticos del estado de Israel.
En Europa y en
particular en países como Francia y Alemania, organizaciones como la Unión de
Estudiantes Judíos de Francia (UEJF) o el Consejo Central de Judíos de Alemania
han sido promotoras de estas iniciativas. A fuerza de un persistente activismo.
se han creado piezas legales que en apariencias tienden a prevenir la disipación
del odio contra las minorías pero con el paso de los meses ya se han advertido
sus segundas intenciones. En Alemania la Volksverhetzung o “incitación a
las masas” desde 2018 ha sido regulada con una Ley contra el odio por redes que
prevé la penalización de “contenidos delictivos” que si bien pone énfasis en
acallar a quienes discuten el holocausto no ha frenado, la ola de islamofobia
que mucho peor del caso anterior se materializa con atentados y asesinatos
contra musulmanes.
Una pieza similar puso
en vigencia Francia donde se busca penalizar mediante multas, la difusión por
redes sociales de contenidos “estigmatizantes”. Pero rápidamente paso a ser una
herramienta para censurar expresiones que hacen alusión a situaciones puntuales
que critican a situaciones y ciertos actores. El caso central es Israel y su
estado de Apartheid que mantiene de hecho contra la población palestina a la
cual oprime de forma sistemática y brutal con el único fin de hacerse con sus
territorios y limpiarlos culturalmente. Solo mencionarlo sirve para que algunos
de sus exponentes traten de descalificar las críticas alegando un supuesto
antisemitismo. Lo mismo cuando es señalado de cometer crímenes (terrorismo) fuera
del estado argumentando “actos preventivos”. No es difícil encontrar entre
muchos sionistas (judíos y no judíos) negar la existencia de los palestinos,
una verdadera alegación antisemita.
A pesar de lo
reprobable de esta situación y de ese aberrante negacionismo, no se mide con la
misma vara cuando alguien critica a Israel de alguien que critica al Islam o
las musulmanes. Incluso cuando altos funcionarios israelíes como Avidgor
Lieberman, Naftaly Bennet o el legendario Moshe Dayan cada uno en determinado
momento manifestaron sus esperanzas en algún día de ver desaparecer a los palestinos,
ningún medio de occidente (y mucho menos en Argentina) se espantaron por estas
posturas. O podríamos citar hechos criminales como sin duda fueron los cometidos
por Ariel Sharon en “Sabra y Chatila”, o los pistoleros Menajim Begin y Yizack
Shamir o el tan laureado y ensalzado por los medios occidentales como ha sido
Shimon Perez quien en sus épocas de pistolero del “Hagana” y luego como oficial
del FDI en los territorios ocupados enterraba vivos a los palestinos como forma
de escarmentar y aterrar a los demás o, fue quien ordenó los bombardeos que
causaron la infame masacre del “Al Qanna”, Líbano en 1996 e impulsó la
construcción de asentamientos sobre territorios árabes ¿Por qué sería difundir
el odio hablar de estos hechos que han causado dolor y miseria a todo un pueblo?
Allí es donde radica la
critica a los medios occidentales (que hoy se victimizan ante el descrédito),
por su parcialidad tan alevosa. Tanto que actualmente ya no es un escándalo que
no nieguen ser financiados por capitales sionistas. A la sazón de esto, los
influyentes lobies pro-israelies (en especial la Alianza Internacional para la
Rememoración del Holocausto -IHRA-) bajo el argumento del antisemitismo por
años callaron las criticas a la situación en Palestina y lo peor, encubrieron
los crímenes de guerra y lesa humanidad que se cometen por sus elementos de
estado y sus colonos. Es por ello que por años han sido impulsores (mediante la
culpa) de la idea de equiparar cualquier critica a una persecución antisemita
incluso equiparando (de forma arbitraria) al sionismo (ideología política) con
judaísmo (religión). Curiosamente, la persecución, opresión y asesinato de
palestinos o de árabes en general no entra en dentro de las consideraciones de esta
peculiar tipificación.
Esto llego a la
Argentina y en 2020 el gobierno de Alberto Fernández tras intensas presiones de
las organizaciones sionistas locales y latinoamericanas adopto la arbitraria
equiparación de antisemitismo a quien critique al sionismo, algo bastante curioso
y contradictorio con la supuesta posición de este gobierno que se autodenomina
progresista perteneciente a un frente que por años se jacto la defensa de los
derechos humanos.
En conclusión,
pareciera que hay odios buenos y odios malos y que unos son válidos y otros
censurables con lo cual queda mucho más claro que cualquier intento de
legalizar su represión, es una cuestión de conveniencias políticas que caerá
dentro de una zona gris y a gusto de quien le convenga.