viernes, 9 de septiembre de 2022

 

ODIO BUENO Y ODIO MALO”

¿Quién es moralmente capaz de decidir cuando una opinión es o no un discurso de odio?

 

Por Charles H. Slim

Por estos días se habla mucho de cómo controlar los discursos de odio provenientes de personas y sectores que a los oídos de algunos solo buscan sembrar la discordia (según estos) que pueden llevar a inspirar la concreción de acciones violentas como fue el conato de atentado -bastante bizarro y dudoso- contra la vicepresidente argentina Fernández.

Pero la temática es mucho más compleja y seria que una simple hipérbole hecha a medida y conveniencia de un partido o facción política. Quienes se han arrogado el control de qué es un discurso de odio y cuál no, han caído irremisiblemente en la arbitrariedad, aún sabiendo que ello es así. Etimológicamente “odio” es una aversión, sentimiento profundo e intenso de repulsa orientado a desear un daño a otro. Si lo vemos desde este significado, el odio, presentado dentro de este contexto discursivo, parece nacido de un simple capricho del odiador pero en realidad no es así.

En esta ecuación hay un odiador y un odiado y las causas de ese odio dependerá de las circunstancias en el que nace ese sentimiento. Si la justicia funcionara deberían ser abordadas sus causas y no las consecuencias. Se trata de una cuestión de la condición humana y como tal, inherente a él que pretende ser reglada por medio de herramientas legales (desde el Estado), sin importar que se haga en Venezuela, Argentina o en Europa; simplemente es una idiotez.

Pero quienes idearon esto lo saben, solo que tienen suficiente poder (político, financiero y mediático) como para instaurarlo -gracias a sus influencias dentro del estado- de forma masiva y persistente a fin de penetrarlo en la psique del ciudadano hasta que lo asimile. En los EEUU organizaciones como ZOA (Zionist, Organization of America), el AIPAC, la “Liga Antidifamación” (ADL) creadas por intereses judíos han sido precursoras en esto y aparentando defender a las minorías y haciendo un constante trabajo de relaciones sociales, en realidad movilizan los intereses políticos del estado de Israel.

En Europa y en particular en países como Francia y Alemania, organizaciones como la Unión de Estudiantes Judíos de Francia (UEJF) o el Consejo Central de Judíos de Alemania han sido promotoras de estas iniciativas. A fuerza de un persistente activismo. se han creado piezas legales que en apariencias tienden a prevenir la disipación del odio contra las minorías pero con el paso de los meses ya se han advertido sus segundas intenciones. En Alemania la Volksverhetzung o “incitación a las masas” desde 2018 ha sido regulada con una Ley contra el odio por redes que prevé la penalización de “contenidos delictivos” que si bien pone énfasis en acallar a quienes discuten el holocausto no ha frenado, la ola de islamofobia que mucho peor del caso anterior se materializa con atentados y asesinatos contra musulmanes.

Una pieza similar puso en vigencia Francia donde se busca penalizar mediante multas, la difusión por redes sociales de contenidos “estigmatizantes”. Pero rápidamente paso a ser una herramienta para censurar expresiones que hacen alusión a situaciones puntuales que critican a situaciones y ciertos actores. El caso central es Israel y su estado de Apartheid que mantiene de hecho contra la población palestina a la cual oprime de forma sistemática y brutal con el único fin de hacerse con sus territorios y limpiarlos culturalmente. Solo mencionarlo sirve para que algunos de sus exponentes traten de descalificar las críticas alegando un supuesto antisemitismo. Lo mismo cuando es señalado de cometer crímenes (terrorismo) fuera del estado argumentando “actos preventivos”. No es difícil encontrar entre muchos sionistas (judíos y no judíos) negar la existencia de los palestinos, una verdadera alegación antisemita.

A pesar de lo reprobable de esta situación y de ese aberrante negacionismo, no se mide con la misma vara cuando alguien critica a Israel de alguien que critica al Islam o las musulmanes. Incluso cuando altos funcionarios israelíes como Avidgor Lieberman, Naftaly Bennet o el legendario Moshe Dayan cada uno en determinado momento manifestaron sus esperanzas en algún día de ver desaparecer a los palestinos, ningún medio de occidente (y mucho menos en Argentina) se espantaron por estas posturas. O podríamos citar hechos criminales como sin duda fueron los cometidos por Ariel Sharon en “Sabra y Chatila”, o los pistoleros Menajim Begin y Yizack Shamir o el tan laureado y ensalzado por los medios occidentales como ha sido Shimon Perez quien en sus épocas de pistolero del “Hagana” y luego como oficial del FDI en los territorios ocupados enterraba vivos a los palestinos como forma de escarmentar y aterrar a los demás o, fue quien ordenó los bombardeos que causaron la infame masacre del “Al Qanna”, Líbano en 1996 e impulsó la construcción de asentamientos sobre territorios árabes ¿Por qué sería difundir el odio hablar de estos hechos que han causado dolor y miseria a todo un pueblo?  

Allí es donde radica la critica a los medios occidentales (que hoy se victimizan ante el descrédito), por su parcialidad tan alevosa. Tanto que actualmente ya no es un escándalo que no nieguen ser financiados por capitales sionistas. A la sazón de esto, los influyentes lobies pro-israelies (en especial la Alianza Internacional para la Rememoración del Holocausto -IHRA-) bajo el argumento del antisemitismo por años callaron las criticas a la situación en Palestina y lo peor, encubrieron los crímenes de guerra y lesa humanidad que se cometen por sus elementos de estado y sus colonos. Es por ello que por años han sido impulsores (mediante la culpa) de la idea de equiparar cualquier critica a una persecución antisemita incluso equiparando (de forma arbitraria) al sionismo (ideología política) con judaísmo (religión). Curiosamente, la persecución, opresión y asesinato de palestinos o de árabes en general no entra en dentro de las consideraciones de esta peculiar tipificación.

Esto llego a la Argentina y en 2020 el gobierno de Alberto Fernández tras intensas presiones de las organizaciones sionistas locales y latinoamericanas adopto la arbitraria equiparación de antisemitismo a quien critique al sionismo, algo bastante curioso y contradictorio con la supuesta posición de este gobierno que se autodenomina progresista perteneciente a un frente que por años se jacto la defensa de los derechos humanos.

En conclusión, pareciera que hay odios buenos y odios malos y que unos son válidos y otros censurables con lo cual queda mucho más claro que cualquier intento de legalizar su represión, es una cuestión de conveniencias políticas que caerá dentro de una zona gris y a gusto de quien le convenga.

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