“UNIDOS PARA EL DESASTRE”
¿Puede haber cambios con lo mismo?
Por Javier
B. Dal
Hay en el aire, una sensación de incertidumbre y
temor que se puede palpar con solo ver la gente que camina por las calles de
Buenos Aires. La inflación se come el dinero de sus bolsillos y como pocas
veces se ha visto en este país, la comida proteica y sana se ha vuelto un
privilegio para algunos que pareciera seguir por el sendero de transformarse
para pocos.
Un país roto, dicen
algunos ¿Quién lo rompió? Los primeros en cubrirse de todo esto son los mismos
responsables, la clase política anodina y perezosa la misma a la que cada uno
de sus componentes se ha saciado las
barrigas de costosas comidas y bebidas con lo cual han formado grandes culos
forrados en costosas ropas de marcas europeas que desde 1983 se sirven del
estado como una caja para solventar sus gastos.
La situación calamitosa
que vive el argentino se asemeja a la de una similar a la afectada por una
guerra y es de ahí que los inescrupulosos del gobierno y también de la llamada
oposición se amparan bajo la excusa para la actual situación hablando de “la
guerra” y la pandemia. Pero Argentina no es parte de la guerra en Ucrania y
aunque los efectos económicos financieros de las tácticas de Washington han
golpeado a propios y extraños, el país no habría caído tan abajo sino hubiese
sido por esta crema de estafadores de guante blanco que conforman los partidos
políticos.
¿Es una casualidad que
esto ocurra? Primero que todo, olvídense que se trata de casualidades. La
realidad de la Argentina (como en cualquier parte) es producto de la causalidad
dado que (y eso incluye a la política), nada existe sin una causa. Los
representantes y sus decisiones fueron votados, festejados y avalados por los
mismos argentinos ¿Acaso creen que el actual ministro de economía,
caracterizado como un “panqueque” salió de un frasco? Los mismos medios y
periodistas que lo criticaban, tras su designación lo bendecían y hoy que está
evidenciando impotencia para controlar todo el descalabro económico existente
vuelven a rumiar aquellas críticas.
Esto no hace más que
confirmar esos lamentables episodios de la historia como aquel en el cual,
cuando en 1806 los ingleses desembarcaron gentilmente y tomaron Buenos Aires
muchos vecinos criollos lejos de tomar las armas para echarlos, se pusieron sus
mejores ropas y junto a sus mujeres e hijas fueron a visitar con caras
sonrientes a los oficiales ingleses para ver si podían acomodarse (y a las
nenas especialmente) a las nuevas circunstancias…muy argentino o ¿muy porteño?
Esta misma calaña se
replica en la justicia, en las legislaturas, los sindicatos y como no iba ser
de otro modo, en una parte importante del empresariado nacional quienes salvan
sus bolsillos con el indiscriminado disparo automático y repetido de la pistola
remarcadora de precios. Recién y solo recién cuando tocan sus ganancias salen a
las calles a clamar de indignación ¿Acaso creen que les interesa que una
oficina del FMI en su propia casa de gobierno supervise los deberes a los que
su país debe sumirse por obra de estos mismos gobernantes que les han metido en
esto?, ¿Quiénes son los responsables de que su moneda no valga nada?
La devaluación es una
realidad que el gobierno se empecina en encubrir pero que la vida cotidiana es
palpable para el ciudadano de a pie. Con ello, la inflación y el interminable
incremento de los precios asfixian a una población que además de la subida
constante de los impuestos debe soportar la creación de nuevos que hace
imposible de costear una mera subsistencia para quienes no cuentan con una
estabilidad laboral, e incluso para quienes la tienen ¿Hasta dónde van a
presionar a los ciudadanos?
Ciertamente que el
gobierno de Mauricio Macri y su runfla de anglófilos y otras yerbas venenosas que
lo acompañan sumieron al país bajo una carga muy pesada con el FMI pero, el
actual gobierno que se vende como “nacional y popular” no solo ha puesto otra
cadena al cuello del país con el mismo organismo sino que su peso es aún mayor
y el cual no se aliviara por unas varias generaciones ¿Qué dicen de eso?
Claramente, son una estafa ideológica.
Si en cierta medida, es
real que la crisis argenta es por la guerra, no lo es por la de Ucrania sino,
la que existe entre ellos mismos. Como en una sociedad caníbal, unos se comen a
otros y quienes se abstienen de hacerlo simplemente serán devorados por los
demás. Tal vez la comparación insulte a los caníbales y más bien haya que
equipararles a las pirañas.
No hay dudas de que la
“democracia” argentina es un Know-how de baja calidad de la estadounidense, un
negocio elitista para una clase privilegiada y de aventureros que a diferencia
de los estadounidenses, no tiene estructura y eso quiere decir, no tiene un
estado en el sentido estricto de la palabra.
La famosa grieta
política es una realidad imposible de superar, pero ello no significa que la
misma separe un lado bueno y otro malo. Lamentablemente ese imaginario simplón
que los medios locales fogonean por intereses propios no se basa en la
realidad. Ni el Frente de Todos que gobierna ni el Juntos por el Cambio que se
ubica en la oposición son una antinomia irreconciliable. Ambos tienen intereses
que poco tienen que ver con los del país y ambos juegan con las mismas piezas. El
objetivo es el mismo, la “caja”. No hay santos en ninguno de sus lados (mucho
menos en el lado que cantan loas a Israel). A ninguno les interesa “la
república” (y eso quedo muy claro) ni están dispuestos a renunciar por su bien.
Ciertamente no hay CEO
ni “revolucionarios” de pacotilla ni santurrones afirmando que “parirán una
nueva república” quienes arreglaran todo esto. Solo los mismos ciudadanos desde
cada uno de ellos pueden desarmar este gran negocio de estos embusteros.