“¿GUERRA PATAGONICA?”
En nombre del progresismo se han disgregado
valores e identidades que entre otras consecuencias ha dado lugar a la
operatividad de engendros como la RAM que podrían estar ocultando actores
altamente peligrosos para la integridad territorial de Argentina
Por Pepe
Beru
Asaltos nocturnos y actos de sabotaje en el paraíso
del último lugar del mundo donde alguien nunca hubiera creído que eso podía ser
posible, hoy es una realidad. Durante décadas la Patagonia fue un territorio
olvidado por los gobiernos argentinos y eso significa, por sus políticos.
Demasiado árido para unos, demasiado ventoso y desapacible, muy frío y
solitario para otros. Esa es la obtusa visión que los pasatistas gobiernos “porteños”,
cómodos en sus cajas de cemento y sus grandes avenidas acostumbrados a mirar
hacia Europa y los Estados Unidos, es como han mirado a este vasto y rico
territorio que -al amparo de cuatro paredes- fueron vendiéndolo a multimillonarios
de todo el mundo.
La Patagonia no solo es
un espacio terrestre. Las costas y el mar adyacente también son parte de ella.
En los últimos años ha estado marcada por hechos oscuros y nunca aclarados como
fue el hundimiento del “ARA San Juan” y la desaparición de sus cuarenta y
cuatro tripulantes. Es por ello que hay que ver bien todo el contexto para
analizar las posibles causas y actores involucrados.
Los ataques y las
usurpaciones en Lago Mascardi y en otros puntos de la provincia de Río Negro y
Chubut con el paso del tiempo han ido creciendo en cantidad e intensidad. La
operatividad de supuestos “mapuches” en la Patagonia argentina es un fenómeno
nuevo de este lado de la cordillera pero antiguo y descontrolado del lado
chileno. Curiosamente tras la asunción de Macri en 2015 es cuando estos grupos
comienzan a tener una notoriedad mediática que jamás habían tenido en el país,
incluso sobre las implicancias externas que se ven involucrados en su accionar
no parecieron de interés para los medios.
En los últimos
episodios contra casas y sus moradores han demostrado una violencia creciente y
una osadía, que pareciera buscar mayor atención. Entre estos últimos estuvo el
ataque con fuego de armas automáticas a una casilla de la Gendarmería Nacional
que obligo a sus ocupantes a huir. Otro episodio que llamo la atención tanto
por su violencia como por la organización del ataque fue el sufrido por Diego
Frutos a quien tras ocuparle e incendiarle su casa en Villa Mascardi y ser
golpeado por encapuchados “mapuches” debió resignarse a irse.
Alguien está ensayando
una guerra hibrida y Buenos Aires no lo ve. Incluso más, sus gobernantes han
esquivado el problema sea por miedo o por complicidad ideológica y eso es algo
imperdonable para un estado que se jacta de su “omnipresencialidad”. Sin dudas,
detrás de estos ataques hay en toda esta dinámica disfrazada de “aborígenes
revoltosos” elementos que no están a la vista y que no tienen nada que ver con
mapuches, simples agitadores o seguidores de viejos trasnochados ex miembros de
ERP y Montoneros o incluso servicios argentinos o chilenos. Incluso más y como
era de esperar, la aparición de misteriosas células “patrióticas” (convocadas
por Wttsp) que están dispuestas a combatir a estos “mapuches” (y más allá de
los supuestos sponsors locales), estarían siendo asesoradas por ciertos
elementos profesionales foráneos ideológicamente afines, provistos de
herramientas y extendido conocimiento para desplegar operaciones de “contrainsurgencia”
y “contraterrorismo” ¿Quiénes son los expertos en el negocio de combatir estos
fenómenos? La respuesta o barajar las posibilidades de una, es demasiado pesado
para que los subalternos gobernantes y los políticos que viven del “sistema” se
atrevan a dar.
Las explicaciones
reduccionistas de que ello es producto de la “generación de una derecha
parasocial o parapolicial” -como gustan identificar los setentistas afines
al Kirchnerismo- no solo son la demostración de un pensamiento anacrónico y
con olor a naftalina sino también, de un razonamiento irreal y carente de un
análisis práctico acorde con las actuales circunstancias globales.
Los organismos de
seguridad del estado y la justicia han demostrado una total inoperancia y falta
de previsión pero no por falta de interés sino más bien, por falta de un
compromiso político de los gobernantes (y también de la clase política toda) para
que se resuelva esto o incluso peor, por complicidad de algunos de ellos.
No se puede eludir
(como lo hacen en Argentina) la génesis de estos grupos ni quienes los apoyan.
La información que se maneja a nivel regional dice que forman parte de largas
reclamaciones de la Araucanía chilena que vienen escalando desde hace décadas y
que incluso el gobierno militar de Pinochet logro estabilizar llegando a
ciertos acuerdos con los representantes nativos de esa región del sur. En ese
entonces y hasta hace apenas cinco años atrás eso era un tema que afectaba al
estado chileno. Pero estas reclamaciones no solo cruzaron la cordillera y desde
entonces se han ido incrementando sino que peor aún, se han ido radicalizando.
La estructura organizativa
bajo las siglas CAM (Coordinadora Arauco Malleco) y la RAM (Resistencia
Ancestral Mapuche) tienen una pata exterior que da una idea de quienes son
parte de estas iniciativas. La oficina que estos tienen -si no la han
mudado- en un piso de Bristol en Gran Bretaña solo es un botón de muestra
de la implicancia que tiene el Foreign Office en este asunto.
Ciertamente que la RAM es “un fantasma” como lo denuncian la “Puel Mapu” y la
Confederación Mapuche del Neuquén pero no se limita a un ingenio de la
inteligencia chileno-argentina. Por encima de ambas (y no sería de extrañar) estaría
el MI6 británico y otras agencias amigas quienes vienen hace tiempo trabajando
en pos de una agenda que coincide con intereses privados ajenos al juego sucio
de sus gobiernos.
Ahora, algunos en el
país vienen a caer en cuentas y expresar sorpresa de que comienzan a producirse
reacciones contra estos supuestos mapuches. Si la justicia no tiene el poder
para regular la convivencia y punir las acciones criminales de estos grupos y
la seguridad no es provista por el estado el peligro de que ciertos actores
exploten esta situación se multiplica. Si los políticos argentinos dejan de
esconder bajo la alfombra los problemas y no se hacen cargo de la posición
geopolítica del país y cuáles son sus enemigos, esto no terminará sino que,
empeorará.