domingo, 13 de noviembre de 2022

 

“¿GUERRA PATAGONICA?”

En nombre del progresismo se han disgregado valores e identidades que entre otras consecuencias ha dado lugar a la operatividad de engendros como la RAM que podrían estar ocultando actores altamente peligrosos para la integridad territorial de Argentina

Por Pepe Beru

Asaltos nocturnos y actos de sabotaje en el paraíso del último lugar del mundo donde alguien nunca hubiera creído que eso podía ser posible, hoy es una realidad. Durante décadas la Patagonia fue un territorio olvidado por los gobiernos argentinos y eso significa, por sus políticos. Demasiado árido para unos, demasiado ventoso y desapacible, muy frío y solitario para otros. Esa es la obtusa visión que los pasatistas gobiernos “porteños”, cómodos en sus cajas de cemento y sus grandes avenidas acostumbrados a mirar hacia Europa y los Estados Unidos, es como han mirado a este vasto y rico territorio que -al amparo de cuatro paredes- fueron vendiéndolo a multimillonarios de todo el mundo. 

La Patagonia no solo es un espacio terrestre. Las costas y el mar adyacente también son parte de ella. En los últimos años ha estado marcada por hechos oscuros y nunca aclarados como fue el hundimiento del “ARA San Juan” y la desaparición de sus cuarenta y cuatro tripulantes. Es por ello que hay que ver bien todo el contexto para analizar las posibles causas y actores involucrados.

Los ataques y las usurpaciones en Lago Mascardi y en otros puntos de la provincia de Río Negro y Chubut con el paso del tiempo han ido creciendo en cantidad e intensidad. La operatividad de supuestos “mapuches” en la Patagonia argentina es un fenómeno nuevo de este lado de la cordillera pero antiguo y descontrolado del lado chileno. Curiosamente tras la asunción de Macri en 2015 es cuando estos grupos comienzan a tener una notoriedad mediática que jamás habían tenido en el país, incluso sobre las implicancias externas que se ven involucrados en su accionar no parecieron de interés para los medios.

En los últimos episodios contra casas y sus moradores han demostrado una violencia creciente y una osadía, que pareciera buscar mayor atención. Entre estos últimos estuvo el ataque con fuego de armas automáticas a una casilla de la Gendarmería Nacional que obligo a sus ocupantes a huir. Otro episodio que llamo la atención tanto por su violencia como por la organización del ataque fue el sufrido por Diego Frutos a quien tras ocuparle e incendiarle su casa en Villa Mascardi y ser golpeado por encapuchados “mapuches” debió resignarse a irse.

Alguien está ensayando una guerra hibrida y Buenos Aires no lo ve. Incluso más, sus gobernantes han esquivado el problema sea por miedo o por complicidad ideológica y eso es algo imperdonable para un estado que se jacta de su “omnipresencialidad”. Sin dudas, detrás de estos ataques hay en toda esta dinámica disfrazada de “aborígenes revoltosos” elementos que no están a la vista y que no tienen nada que ver con mapuches, simples agitadores o seguidores de viejos trasnochados ex miembros de ERP y Montoneros o incluso servicios argentinos o chilenos. Incluso más y como era de esperar, la aparición de misteriosas células “patrióticas” (convocadas por Wttsp) que están dispuestas a combatir a estos “mapuches” (y más allá de los supuestos sponsors locales), estarían siendo asesoradas por ciertos elementos profesionales foráneos ideológicamente afines, provistos de herramientas y extendido conocimiento para desplegar operaciones de “contrainsurgencia” y “contraterrorismo” ¿Quiénes son los expertos en el negocio de combatir estos fenómenos? La respuesta o barajar las posibilidades de una, es demasiado pesado para que los subalternos gobernantes y los políticos que viven del “sistema” se atrevan a dar.  

Las explicaciones reduccionistas de que ello es producto de la “generación de una derecha parasocial o parapolicial” -como gustan identificar los setentistas afines al Kirchnerismo- no solo son la demostración de un pensamiento anacrónico y con olor a naftalina sino también, de un razonamiento irreal y carente de un análisis práctico acorde con las actuales circunstancias globales.

Los organismos de seguridad del estado y la justicia han demostrado una total inoperancia y falta de previsión pero no por falta de interés sino más bien, por falta de un compromiso político de los gobernantes (y también de la clase política toda) para que se resuelva esto o incluso peor, por complicidad de algunos de ellos.

No se puede eludir (como lo hacen en Argentina) la génesis de estos grupos ni quienes los apoyan. La información que se maneja a nivel regional dice que forman parte de largas reclamaciones de la Araucanía chilena que vienen escalando desde hace décadas y que incluso el gobierno militar de Pinochet logro estabilizar llegando a ciertos acuerdos con los representantes nativos de esa región del sur. En ese entonces y hasta hace apenas cinco años atrás eso era un tema que afectaba al estado chileno. Pero estas reclamaciones no solo cruzaron la cordillera y desde entonces se han ido incrementando sino que peor aún, se han ido radicalizando.

La estructura organizativa bajo las siglas CAM (Coordinadora Arauco Malleco) y la RAM (Resistencia Ancestral Mapuche) tienen una pata exterior que da una idea de quienes son parte de estas iniciativas. La oficina que estos tienen -si no la han mudado- en un piso de Bristol en Gran Bretaña solo es un botón de muestra de la implicancia que tiene el Foreign Office en este asunto. Ciertamente que la RAM es “un fantasma” como lo denuncian la “Puel Mapu” y la Confederación Mapuche del Neuquén pero no se limita a un ingenio de la inteligencia chileno-argentina. Por encima de ambas (y no sería de extrañar) estaría el MI6 británico y otras agencias amigas quienes vienen hace tiempo trabajando en pos de una agenda que coincide con intereses privados ajenos al juego sucio de sus gobiernos.

Ahora, algunos en el país vienen a caer en cuentas y expresar sorpresa de que comienzan a producirse reacciones contra estos supuestos mapuches. Si la justicia no tiene el poder para regular la convivencia y punir las acciones criminales de estos grupos y la seguridad no es provista por el estado el peligro de que ciertos actores exploten esta situación se multiplica. Si los políticos argentinos dejan de esconder bajo la alfombra los problemas y no se hacen cargo de la posición geopolítica del país y cuáles son sus enemigos, esto no terminará sino que, empeorará.

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario