“DEMOCRACIA Y SUS CONTRADICCIONES”
¿Cuál es la real naturaleza de la democracia angloestadounidense?
Aprovecharse de las necesidades y desventajas de los países en vías de
desarrollo para obtener ventajas estratégicas y geopolíticas ¿Puede
considerarse democrático?
Por
Charles H. Slim
A medida que la crisis económica pos pandémica de alcance global se fue generalizando, con el crecimiento del descontento y la incredulidad ciudadana se fue gestando el rebrote de una ideología que muchos daban por muerta pero que los mismos “demócratas” en occidente parecen servirse para sus propios fines. El crecimiento de las extremas derechas, el conservadurismo político y las autocracias al amparo del occidente signado por la hegemonía angloestadounidense no es casual.
Se trata de
una relación espuria que siempre estuvo allí (forjada en la Guerra fría),
aunque oculta al público esa relación simbiótica es la que Washington necesita
para sostener su hegemonía ¿Acaso ello sirve para mantener la paz?
Los
ejemplos más extendidos de ello se ven con la monarquía Hachemita saudita, la
autocracia turca, la teocracia israelí y los nacionalismos populistas de la
Europa del este todos ellos alineados con Washington y la OTAN. Como cualquiera
de ustedes podrá preguntarse ¿Qué vinculaciones “democráticas” pueden hallarse
en todos estos ejemplos?
Para
explicar este “fenómeno” se hace necesario ver como se ha desarrollado la
historia contemporánea y así entender ante todo, que detrás de esto hay meras
relaciones de conveniencia y negocios. La caída de la URSS en diciembre de 1991
es el hito desde donde se comienzan a advertir las primeras señales de la génesis
de la actual realidad geopolítica. El comunismo había fracasado y el
capitalismo consumista se perpetró en la cumbre del mundo y con ello, la
imposición de reglas económico-financieras dirigidas desde Washington y
ejecutadas por organismos como el FMI y el Banco Mundial, supuestamente
salvarían a los países en crisis.
A la par de
este despliegue económico-financiero la guerra del Golfo de enero de 1991entre
una coalición aliada de 34 países liderada por EEUU contra Iraq dio lugar a la
consolidación de un movimiento estratégico significativo de EEUU en Medio
Oriente que redundara en profundas consecuencias en el devenir de la región.
Casualmente, la conformación de esta coalición y el objetivo mismo de la guerra
llevó implícito un interés económico para los países participes. Precisamente y
en lo que respecta a la Argentina, su gobierno de entonces se plegó a esta
campaña en búsqueda de un posicionamiento agradable ante la mirada de
Washington que le diera ventajas a una economía en ruinas.
Como bien
ha quedado claro, eso no ocurrió. Esos procesos de privatizaciones de empresas
y áreas del estado era un “Caballo de Troya” destinado a penetrar en las
estructuras políticas y la infraestructura crítica del estado para destruirlo
desde adentro y en el mejor de los casos, cooptarlo mediante la colaboración de
sectores corruptos como son las dirigencias políticas, los empresarios y el
sindicalismo en Argentina o los llamados oligarcas en Rusia. A partir de allí
se ira viendo cual era el tenor de la “democracia” angloestadounidense y el
sentido particular que Washington le da a la palabra.
Desde
entonces y pasando por todas las administraciones en Washington
(indistintamente de republicanos o demócratas), el uso y abuso del doble rasero
ha sido la característica de la democracia estadounidense por medio de la cual,
desde La Casa Blanca y mediante ampulosas conferencias de prensa se habla de
libertades, derechos humanos y respeto a las soberanías mientras que por
detrás, se ejecutan las más aborrecibles, inconfesables y deleznables acciones
contra esos mismo tópicos.
Precisamente mediante esa dinámica discursiva y a los fines de activar esas componendas no son los sectores más nobles, transparentes y decentes los más útiles para ejecutar sus planes, sino todo lo contrario. Entre tanto y a la luz pública, mientras las promesas y los discursos fueron tomados como un compromiso de occidente para el inicio de una nueva era, al mismo tiempo afilaban los cuchillos para atacar desde la sombra. Apenas James Baker prometió en 1990 a Mihail Gorvachov “ni una pulgada al este”, de forma encubierta la CIA y sus colegas del MI6 hacían todo lo contrario poniéndose manos a la obra para reclutar a los sectores más reactivos y anti rusos que garantizaran un corte definitivo con Rusia. Y esa mentira fue replicada por el mismo Baker y en una charla separada a su par Eduard Shevardnadze con lo cual, la premeditación y la malicia quedan al desnudo.
El
resultado de esa perfidia se vería potenciado por la crisis y guerra de los
Balcanes desatada tras la implosión de la ex Yugoslavia en 1991 permitiendo -convenientemente-
a EEUU y a la OTAN justificar su despliegue bajo el argumento de la ayuda
humanitaria y más tarde de brazo armado de la ONU (tras los bombardeos a
Belgrado en 1999). Casualmente y en ese mismo año (1999) la OTAN acepta por
parte de gobiernos europeos conservadores y de derecha las membrecías de
Polonia, Hungría y República Checa dejando comprobada las buenas migas con
estos sectores en su plan de expansión hacia el este.
En esa
misma circunstancialidad fue que comenzaron a operar en torno a Georgia y Ucrania
mediante la vieja treta de las ONG que bajo la máscara de buscar
desinteresadamente el desarrollo democrático con financiamiento supuestamente de
origen privado, el gobierno estadounidense fue penetrando a todos los niveles en
las estructuras sociales y políticas de cada uno de estos países logrando
ubicar asuntos tan peligrosos como los laboratorios de guerra bacteriológicos
entre otros.
Aprovechando
una tóxica mezcla de necesidades, falta de escrúpulos y corrupción, las
agencias occidentales tejieron redes de complicidades a los más altos niveles gubernamentales.
Pero también sobre las bases políticas más reaccionarias y en particular,
tomando especial interés en trabajar con los sectores nacionalistas más
radicalizados, reclutaron grupos de tareas los cuales hoy tienen un
protagonismo táctico. En Ucrania el foco de interés se centró en la extrema
derecha “Banderista” de raíces nazi que terminó siendo la fuerza de choque para
perpetrar el golpe de estado de febrero del 2014 y que pasaron a ser parte
orgánica de las Fuerzas Armadas.
El mismo
papel, pero mucho más encubierto y destinado a establecer contactos en la
región, fue su injerencia en el Cáucaso, en particular por las agencias de
inteligencia como el MI6 británico prestando en primera instancia ayuda a los
independentistas chechenos y luego alimentando el extremismo islamista del
Ichkeria.
Los nada
claros ataques del 11/S como justificación para la llamada “lucha contra el
terrorismo” que conllevó un cumulo de violaciones masivas a los derechos
humanos es la muestra más clara de la opaca democracia occidental.
Cuando EEUU
y Gran Bretaña invadieron Iraq en 2003 supuestamente -entre otras mendaces
excusas- para implantar la democracia, Washington se apoyo en los sectores más
brutales criminales y fanáticos del chiismo local y al mismo tiempo colocaba
sobre el terreno el embuste de “Al Qaeda-Iraq” que había reclutado antes de la
invasión para fastidiar a la resistencia iraquí. En Afganistán lo intentaron,
pero fallaron en toda la línea pese al involucramiento de la OTAN. Así la tan
promovida democracia no fue otra cosa que la instauración de un régimen ultra
corrupto compuesto de funcionarios ricos vinculados al tráfico de opio y los
señores de la guerra puestos a dedo por los “Straussianos” enquistados en el
Departamento de Estado.
Hoy, EEUU y sus socios del “occidente colectivo” pretenden seguir mostrándose como la vanguardia de la democracia global intentando presentar al actual régimen integrista y segregacionista de Kiev como una democracia. Pese a esas intenciones nadie que use un poco su razonamiento puede tragárselo.