REACCIÓN EN CADENA
La voz de África también importa ¿Por qué la Cumbre “Rusia-África” en
San Petersburgo tiene un carácter trascendental para hallar una salida pacífica
a la guerra en Ucrania?
Por
Charles H. Slim
Durante todo el siglo XIX y gran parte del XX, África fue un continente huérfano de justicia sometido bajo los contantes atropellos de las metrópolis que la colonizaron y despojaron de sus riquezas. Nada nuevo para quienes conocemos la historia de saqueos, estafas y robos a mano armada de la autoproclamada “civilización occidental”.
Continente
con grandes e incalculables riquezas naturales, tiene también grandes dramas
humanitarios que no deberían existir si esas riquezas se explotaran y se aprovecharan
por los mismos africanos. Pero la gran trampa que dejaron los europeos tras su
paso por allí es la misma que dejaron en Latinoamérica y en Asia, esa que se ve
en el mosaico de nacionalidades a manos de grupúsculos de serviles (Cipayos y
alcahuetes anglófilos) que rompió tejidos tribales tratando de mantenerles
sumisa de forma artificiosa y maquiavélicamente deliberada.
El color de
piel y las creencias de los pueblos africanos no son condición para explicar el
atraso y la pobreza como lo han tratado argumentar los “civilizados” del
occidente. La estafa y el latrocinio ha sido la marca registrada de las relaciones
de occidente con esa parte del sur global.
Esto va
camino a cambiar y la Cumbre ruso-africana en San Petersburgo de la semana
pasada es la prueba de ello.
Sin dudas
que la muestra de unidad en los representantes africanos dejo entrever un
panafricanismo vigoroso y dispuesto a cortar con la histórica relación abusiva
y de explotación de las metrópolis europeas que les colonizaron. Los métodos de
control y chantaje han cambiado, pero esa relación tóxica continua a nuestros
días.
Si bien el
intervencionismo militar ha sido una constante en el continente, el principal
medio para presionar y condicionar a los gobiernos que se rebelan a los centros
de poder son las sanciones económico-financiero-comerciales. Esto ha sido en
los últimos treinta años hasta hoy el factor extorsivo condicionante más
utilizado para escarmentar y mantener sumidos a sus jóvenes estados.
Libia fue
un ejemplo aleccionador de como la Unión Europea y EEUU, usando todas las
herramientas disponibles (OTAN), aplastaron a un estado árabe que era el faro del
socialismo no solo del norte de África sino de todo el continente.
No nos
olvidemos que desde que la OTAN con sus mercenarios, sus grupos proxies
disfrazados de “yihadistas” y pagados por las petromonarquías del golfo,
deshicieron una sociedad laica y avanzada como era la libia, se instauró el
caos, la criminalidad y detestables prácticas como el tráfico humano y el
esclavismo como lo habían hecho los franceses, los ingleses y esos simpáticos
belgas.
Las nuevas
generaciones de africanos han crecido con estas sangrientas y dolorosas
lecciones y siempre han estado trabajando para mejorar. No se han contentado
con ese insufrible refrán “el mundo es un lugar cruel e injusto” para que los hombres
de buena voluntad bajen sus brazos. Las palabras en la cumbre del presidente de
Eritrea Isaias Afwerki, de Burkina Faso Ibrahim Traoré y el ugandés Yoweri
Museveni son un testimonio de esa nueva y férrea voluntad, aunque ello incomode
a los pragmáticos de Sudáfrica (miembro del BRICS). Los países más pobres del
continente son conscientes del desprecio y del relegamiento histórico que han
sufrido por su color de piel y por la dependencia creada desde las metrópolis europeas.
Hoy en las
actuales circunstancias, contrario a lo que cualquiera de los gobiernos del
“occidente colectivo” o más precisamente del angloamericano creen, África no
solo tiene mucho para decir sobre su destino, sino que también mucho para
aportar en temas trascendentes para su supervivencia y para la geopolítica y eso
es lo que se vio en la Cumbre de San Petersburgo, Rusia.
¿Por qué
creen ustedes que los representantes africanos presentes concurrieron con
entusiasmo a esa Cumbre? Más allá de los lazos históricos que se extienden a
las épocas de la URSS, esta muy claro de que lo hicieron sabiendo de que iban a
ser escuchados y lo más importante, de que sus palabras serían anotadas y
tomadas en cuenta para ofrecer una solución definitiva a una guerra que ya ha
perdido toda explicación estratégica (salvo claro, para quienes usufructúan con
ella).
¿Habrían
ido a Washington, a Londres o quién sabe, a Bruselas si una cumbre similar se
hubiera convocado? Sin dudas que lo habrían hecho, pero con la consciencia de
que estarían tratando con un Status Quo repleto de prejuicios y una acendrada
mentalidad colonialista que los europeos llevan en sus genes y que los
estadounidenses replican con su “imperialismo democrático” que ya sabemos que significa.
Paradojalmente
mientras los personeros de la Unión Europea y sus guionistas en Washington se
desgañitan clamando por los medios sobre el respeto de los derechos humanos, la
soberanía de las naciones y la legalidad internacional, siguen siendo en su
comportamiento y trato absolutamente racistas y prueba de ello es el trato que
se da a la Turquía musulmana, inventando cuantas excusas y argumentos políticos
sean posible para que pueda ingresar al bloque.
Si esto lo
trasladamos al caso africano, que casualmente en su mayoría de los miembros de
la comitiva son de confesión islámica, había lugar a plantearse muchas dudas de
la viabilidad que habría existido para ser tomados en consideración. La
realidad de islamofobia y racismo de Europa lo precede y solo basta recordar
como en algunos de lugares de “este jardín” como algunos lo llaman quemar El
Sagrado Corán y perseguir a los musulmanes es una actividad recreativa.
Somos
testigos de una nueva era para el protagonismo de África no ya como la víctima
del colonialismo anglo-europeo del cual quedan solo estertores con ambiciones
neocoloniales sino, de su potencialidad para el desarrollo genuino y pacifico y
es por ello que Rusia ve mucho interés en participar.