REVOLUCIÓN DE LA INVOLUCIÓN
¿Qué es lo que se moviliza detrás del inesperado planteo de reponer en
Argentina el servicio militar obligatorio?, ¿Cuestiones surgidas de una
recuperada conciencia estratégica o mero oportunismo partidocratico?
Por
Pepe Beru
Cuando en 1994, durante el gobierno de Carlos
Saúl Menem se produjo la muerte de un conscripto en el regimiento militar de
Zapala en la provincia del Neuquén, tanto el sector político como los medios
impulsaron la eliminación del servicio militar que hasta ese momento era
obligatorio. Esto sería la muestra de otra soberana medida de idiotez política
o la velada y deliberada maniobra que se sumó a otras para ir desmontando a las
fuerzas armadas.
El tiempo ha dado la respuesta a esto y hoy se ven las consecuencias a
todo nivel por aquella abolición.
Esto se dio también en un marco más amplio y contemporáneo en el cual la
mayoría de los países europeos miembros de la OTAN tras el final de la “guerra
fría” en 1991 impulsaron la misma medida por considerar al instituto como “obsoleto”
aunque, manteniendo su infraestructura militar. Tras el inicio de la guerra en
Ucrania se ha invertido la política y hoy la mayoría de los países de la UE (Alemania,
Francia, Suecia y Países Bajos) buscan volver a la obligatoriedad.
En el caso argentino, el final de la guerra contra Reino Unido de 1982
no significó la solución al origen de la misma y mucho menos la firma de los
humillantes “Acuerdos de Madrid I y II” de 1990, entonces ¿Por qué se dejó de
lado la obligatoriedad del servicio militar?
Antes que nada, hay que dejar bien en claro que las Fuerzas Armadas no
están para intervenir -Conforme una dictadura- ante los fracasos de los
gobiernos civiles. Tampoco están para solucionar los asuntos sociales o de
inclusión laboral como lo han estado fomentando todos los gobiernos desde Menem
hasta el presente. Su rol estratégico y político trasciende esas materias algo
que todos los gobiernos dejaron de lado y eso es algo que el gobierno venidero
deberá atender con la seriedad que reviste el asunto.
Por la acostumbrada emocionalidad y ligereza con la que la clase
política argentina mediante los medios manipula a la opinión pública, en este
tema se llegó a tal punto que en la actualidad no existen (en lo que hace al
nivel doctrinario y tecnológico aceptable) un ejército para afrontar los actuales
desafíos tanto convencionales como los no convencionales. La historia contemporánea
da una cruda muestra de lo que sucede a los pueblos que se hallan indefensos.
Sobre esto también hay que remarcar que, ni lo que queda del ejército, de
la Armada ni la Fuerza Aérea están al servicio de la seguridad criminal o en
tareas de combate al narcotráfico, doctrina que ya vienen balbuceando algunos
candidatos muy cercanos ideológicamente a Washington y otros socios.
La defensa nacional es una competencia que se aboca a tareas por sobre
las meramente policiales y es por ello que no corresponden a una doctrina
militar mucho menos cuando el país aún mantiene una situación conflictiva de
ocupación en parte del territorio insular (Islas Malvinas, Sandwiches del Sur y
Georgias) y de la cual se desprenden consecuencias sobre el desarrollo
económico-productivo (con el usufructo de la pesca y exploración minera) ilegítimamente
recortado por dicho Status Quo. Quienes han bregado por esta visión -si es
que se puede decir que vean algo- lo hacen inconscientemente por una supina
ignorancia o por una intencionalidad muy bien calculada que responde a
políticas diseñadas en el norte.
Supuestamente la abolición del servicio militar obligatorio sería
reemplazado por un voluntariado destinado a “profesionalizar” a las FFAA. Pero
políticas destructivas e insidiosas -impregnadas de ideologismo perimido- contra
el área fueron recortando recursos y planificaciones para que incluso, se
puedan formar cuadros de suboficiales y oficiales.
Esta destrucción de la defensa conllevo al abandono imperdonable y
torpe de una doctrina nacional propia y ajustada a sus propios intereses en la
cual se integraba el servicio militar. Desde Menem hasta hoy ese hueco ha sido
reemplazado con doctrinas angloestadounidenses y europeas que son
estratégicamente inconvenientes dado que, Gran Bretaña -miembro de la OTAN- sigue
siendo una potencia ocupante en las islas de Atlántico sur ejerciendo
ilegalmente una jurisdicción de hecho sobre las aguas circundantes, por lo
tanto, sigue siendo un tema sin solución.
El entonces servicio militar necesitaba una reforma y no su derogación.
El tema vuelve a la mesa de charlas entre varios sectores de la
política, pero desde diferentes miradas. Una de esas y la más estrambótica es
la del dirigente “K” Luís Delia quien parece haberse dado cuenta que veinte
años de una administración seudo-revolucionaria y prebendaria ha creado y criado
a una generación de jóvenes sin ningún horizonte y que (contrario a lo que
pensaba antes) podrían ser reconducidos con la reinstauración de un “servicio
patriótico obligatorio” que no sería otra cosa que una “colimba” para contener
el desastre actual. La propuesta se asemeja a la de Patricia Bullrich cuando
quería convertir los cuarteles y bases en escuelas de oficios demostrando que
la estupidez en la clase política argentina no tiene distingos ideológicos.
Delia y todos los que dicen haber estado alineados al denominado campo
“nacional y popular” nunca repararon en ese pequeño y trascendental detalle de
que para que una revolución política pueda ser real y creíble, debe contar con
la fuerza para protegerla y respaldarla. El Kirchnerismo quedo entrampado en su
discurso que mezcla la dialéctica de una izquierda “caviar” y un progresismo de
ciencia ficción que nada tiene que ver con procesos revolucionarios como -tan
cancinamente acusan algunos medios- el Bolivariano en Venezuela.
Estas inconsecuencias y contradicciones también forman parte del actual
estado calamitoso del país.
El tema está tomando importancia en todo el mundo, en particular en los
países que abolieron el servicio obligatorio y de los cuales los políticos
argentinos copiaron al pie de la letra ¿Razones? El haberse dado cuenta de la
importancia de poder manejar y tomar decisiones propias sin estar subordinados
a las decisiones de intereses estratégicos que no responden a los suyos a cargo
de un ente supranacional como la OTAN.
Argentina por la incompetencia de sus políticos abandono sus
potencialidades, en especial las explotables por su vasto territorio, que
podrían colocarla en un escalón geopolítico de importancia en el sur global.
Pero por razón de aquella falla, su estado carece de una identidad definida y
por ello no sabe a dónde quiere ir. Esto llevo a que entre gallos y medias
noches suplicara el ingreso al bloque BRICS despertando la ira de los sectores
anglófilos y otras yerbas del Establecimiento que ya han amenazado que se
retiraran del bloque si llegan al poder. Si el gobierno “nacional y popular”
que suponía independencia y una posición firme ante el unilateralismo estadounidense
¿Por qué no ingresó antes al bloque? Claramente porque sus dirigentes son
rehenes del dilema entre el mundo del “ser” y el del “deber ser” dentro del
cual se halla la necesidad de definir con seriedad y compromiso político, una
política de defensa estratégica.
Uno de los temas a desarrollar en este bloque será ineludiblemente un sistema de seguridad y defensa regional máxime
si consideramos como “fortuita y convenientemente” explotan gasoductos, barcos
y otras amenazas que pretenden diezmar la competencia multilateral. En este
contexto la Argentina ya no puede seguir escondiendo la cabeza bajo la tierra,
no si quiere salir avante.