sábado, 2 de septiembre de 2023

 

REVOLUCIÓN DE LA INVOLUCIÓN

¿Qué es lo que se moviliza detrás del inesperado planteo de reponer en Argentina el servicio militar obligatorio?, ¿Cuestiones surgidas de una recuperada conciencia estratégica o mero oportunismo partidocratico?

 

Por Pepe Beru

Cuando en 1994, durante el gobierno de Carlos Saúl Menem se produjo la muerte de un conscripto en el regimiento militar de Zapala en la provincia del Neuquén, tanto el sector político como los medios impulsaron la eliminación del servicio militar que hasta ese momento era obligatorio. Esto sería la muestra de otra soberana medida de idiotez política o la velada y deliberada maniobra que se sumó a otras para ir desmontando a las fuerzas armadas.

El tiempo ha dado la respuesta a esto y hoy se ven las consecuencias a todo nivel por aquella abolición.

Esto se dio también en un marco más amplio y contemporáneo en el cual la mayoría de los países europeos miembros de la OTAN tras el final de la “guerra fría” en 1991 impulsaron la misma medida por considerar al instituto como “obsoleto” aunque, manteniendo su infraestructura militar. Tras el inicio de la guerra en Ucrania se ha invertido la política y hoy la mayoría de los países de la UE (Alemania, Francia, Suecia y Países Bajos) buscan volver a la obligatoriedad.

En el caso argentino, el final de la guerra contra Reino Unido de 1982 no significó la solución al origen de la misma y mucho menos la firma de los humillantes “Acuerdos de Madrid I y II” de 1990, entonces ¿Por qué se dejó de lado la obligatoriedad del servicio militar?

Antes que nada, hay que dejar bien en claro que las Fuerzas Armadas no están para intervenir -Conforme una dictadura- ante los fracasos de los gobiernos civiles. Tampoco están para solucionar los asuntos sociales o de inclusión laboral como lo han estado fomentando todos los gobiernos desde Menem hasta el presente. Su rol estratégico y político trasciende esas materias algo que todos los gobiernos dejaron de lado y eso es algo que el gobierno venidero deberá atender con la seriedad que reviste el asunto.

Por la acostumbrada emocionalidad y ligereza con la que la clase política argentina mediante los medios manipula a la opinión pública, en este tema se llegó a tal punto que en la actualidad no existen (en lo que hace al nivel doctrinario y tecnológico aceptable) un ejército para afrontar los actuales desafíos tanto convencionales como los no convencionales. La historia contemporánea da una cruda muestra de lo que sucede a los pueblos que se hallan indefensos.

Sobre esto también hay que remarcar que, ni lo que queda del ejército, de la Armada ni la Fuerza Aérea están al servicio de la seguridad criminal o en tareas de combate al narcotráfico, doctrina que ya vienen balbuceando algunos candidatos muy cercanos ideológicamente a Washington y otros socios.  

La defensa nacional es una competencia que se aboca a tareas por sobre las meramente policiales y es por ello que no corresponden a una doctrina militar mucho menos cuando el país aún mantiene una situación conflictiva de ocupación en parte del territorio insular (Islas Malvinas, Sandwiches del Sur y Georgias) y de la cual se desprenden consecuencias sobre el desarrollo económico-productivo (con el usufructo de la pesca y exploración minera) ilegítimamente recortado por dicho Status Quo. Quienes han bregado por esta visión -si es que se puede decir que vean algo- lo hacen inconscientemente por una supina ignorancia o por una intencionalidad muy bien calculada que responde a políticas diseñadas en el norte.

Supuestamente la abolición del servicio militar obligatorio sería reemplazado por un voluntariado destinado a “profesionalizar” a las FFAA. Pero políticas destructivas e insidiosas -impregnadas de ideologismo perimido- contra el área fueron recortando recursos y planificaciones para que incluso, se puedan formar cuadros de suboficiales y oficiales.

Esta destrucción de la defensa conllevo al abandono imperdonable y torpe de una doctrina nacional propia y ajustada a sus propios intereses en la cual se integraba el servicio militar. Desde Menem hasta hoy ese hueco ha sido reemplazado con doctrinas angloestadounidenses y europeas que son estratégicamente inconvenientes dado que, Gran Bretaña -miembro de la OTAN- sigue siendo una potencia ocupante en las islas de Atlántico sur ejerciendo ilegalmente una jurisdicción de hecho sobre las aguas circundantes, por lo tanto, sigue siendo un tema sin solución.

El entonces servicio militar necesitaba una reforma y no su derogación.

El tema vuelve a la mesa de charlas entre varios sectores de la política, pero desde diferentes miradas. Una de esas y la más estrambótica es la del dirigente “K” Luís Delia quien parece haberse dado cuenta que veinte años de una administración seudo-revolucionaria y prebendaria ha creado y criado a una generación de jóvenes sin ningún horizonte y que (contrario a lo que pensaba antes) podrían ser reconducidos con la reinstauración de un “servicio patriótico obligatorio” que no sería otra cosa que una “colimba” para contener el desastre actual. La propuesta se asemeja a la de Patricia Bullrich cuando quería convertir los cuarteles y bases en escuelas de oficios demostrando que la estupidez en la clase política argentina no tiene distingos ideológicos.

Delia y todos los que dicen haber estado alineados al denominado campo “nacional y popular” nunca repararon en ese pequeño y trascendental detalle de que para que una revolución política pueda ser real y creíble, debe contar con la fuerza para protegerla y respaldarla. El Kirchnerismo quedo entrampado en su discurso que mezcla la dialéctica de una izquierda “caviar” y un progresismo de ciencia ficción que nada tiene que ver con procesos revolucionarios como -tan cancinamente acusan algunos medios- el Bolivariano en Venezuela.

Estas inconsecuencias y contradicciones también forman parte del actual estado calamitoso del país.

El tema está tomando importancia en todo el mundo, en particular en los países que abolieron el servicio obligatorio y de los cuales los políticos argentinos copiaron al pie de la letra ¿Razones? El haberse dado cuenta de la importancia de poder manejar y tomar decisiones propias sin estar subordinados a las decisiones de intereses estratégicos que no responden a los suyos a cargo de un ente supranacional como la OTAN.

Argentina por la incompetencia de sus políticos abandono sus potencialidades, en especial las explotables por su vasto territorio, que podrían colocarla en un escalón geopolítico de importancia en el sur global. Pero por razón de aquella falla, su estado carece de una identidad definida y por ello no sabe a dónde quiere ir. Esto llevo a que entre gallos y medias noches suplicara el ingreso al bloque BRICS despertando la ira de los sectores anglófilos y otras yerbas del Establecimiento que ya han amenazado que se retiraran del bloque si llegan al poder. Si el gobierno “nacional y popular” que suponía independencia y una posición firme ante el unilateralismo estadounidense ¿Por qué no ingresó antes al bloque? Claramente porque sus dirigentes son rehenes del dilema entre el mundo del “ser” y el del “deber ser” dentro del cual se halla la necesidad de definir con seriedad y compromiso político, una política de defensa estratégica.

Uno de los temas a desarrollar en este bloque será ineludiblemente un  sistema de seguridad y defensa regional máxime si consideramos como “fortuita y convenientemente” explotan gasoductos, barcos y otras amenazas que pretenden diezmar la competencia multilateral. En este contexto la Argentina ya no puede seguir escondiendo la cabeza bajo la tierra, no si quiere salir avante.

 

 

 

 

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