ALBERTO Y EL ABISMO
No solo faltan unas semanas para las elecciones presidenciales, también
faltan un par de meses para el final del gobierno de Alberto Fernández ¿Cómo
queda el país?
Por
Pepe Beru
Por estos momentos en la Argentina se vive en
una verdadera antología de la incertidumbre y de la estupidez. Tras el último
debate televisado entre cinco los candidatos presidenciales, más que arrojar
algo de esperanza en la solución de los problemas se advierte en el humor de
los argentinos un alto grado de preocupación.
Pero dentro de este marco, hay un gobierno que brilla por su ausencia y
en especial su presidente quien remitido a meros actos protocolares de
representación, no logra dar señales de consciencia sobre a dónde irá el futuro
inmediato de la nación.
El presidente no pareciera advertir que se dirige rumbo a caer en un
precipicio y con él, toda la maltrecha institucionalidad que le queda al
estado. Es entendible que poco le importe eso, salvo que tenga la seguridad de
que no habrán pedidos de cuentas ni investigaciones por tamaños escándalos de
una corrupción estratificada y adherida en toda la estructura del estado.
Si lo pensamos, veremos que la impunidad esta garantizada ya que la
administración de justicia federal está tan podrida como el sistema político.
No hace falta caer en la repetida y aborrecible costumbre argenta, de
pegarle en manada al caído en el suelo. Alberto Fernández es sin dudas el
candidato del momento para el punching ball pero no hay que olvidar que,
estos mismos periodistas y medios que lo ensalzaron, son los mismos impresentables que hoy lo
crucifican. Para estos exponentes de los medios que siguen creyendo que son los
“formadores de opinión” y guardianes de la democracia, solo les cabe una mueca
socarrona que grafica su ganado descrédito.
No hay dudas que Alberto Fernández hace rato que no gobierna. Aunque
también podríamos preguntarnos ¿Lo hizo en algún momento? Pero ese es un juego
que él mismo acepto jugar cuando fue convocado por Cristina Fernández para ser
la cara visible de una alternativa que como vimos, no alternaba nada y que solo
escondería, la cara de esta señora y de todos los secuaces que se la secundan.
Tampoco a nadie le quedan dudas, de que este lastimero papel de títere
de una condenada, pueda ser representado sin la expectativa de una muy y
merecida gratificación que no tiene nada que ver con luchar por el interés
supremo de la nación ni mucho menos, un sacrificio desinteresado por la patria.
Esta última palabra ha sido tan bastardeada y usada en vano que sería tiempo
que los argentinos que viven en el estado de queja permanente, pasen a ejecutar
el reclamo en nombre de ella.
Se dice que Alberto siempre tuvo una admiración para con el ex
presidente Raúl Alfonsín y que una de sus grandes ambiciones era emularlo. Como
van las cosas sus deseos se han cumplido con creces y solo le faltaría para
completarlo salir antes de su gobierno. Sus logros tendientes a hundir la
situación socio-económica y social son tan loables y funestos como los del
admirado caudillo radical.
Pero Alberto, desde su muy particular punto de vista, cree ser un
estadista que ha debido sortear los obstáculos más complejos y peligrosos que
ningún otro de sus colegas tuvo que enfrentar. Dentro de esta visión épica, el
presidente cuenta el haber hecho frente a la pandemia de Covid y el inicio de
la guerra en Ucrania, dos eventos que según su entendimiento, han impactado de
forma directa y negativa sobre la situación del país.
En estas consideraciones entran otras consecuencias como son la pérdida
de poder adquisitivo, la devaluación de la moneda, la aceleración de la
inflación, el aumento del riesgo país y una creciente migración de jóvenes argentinos
a otras latitudes. Igualmente y pese a esto, el Alberto se considera el líder y
forjador de un modelo de desarrollo y crecimiento con justicia social que son
ejemplo para el mundo.
Si nos tomamos en serio estas perspectivas tan cinematográficas que de
sí mismo tiene el Alberto, o incluso alguien que viniera de otro planeta lo
escuchara podría pensar que estamos ante un estadista que además de ejercer una
formidable administración política y económica, desborda de carácter para
conducir a su país en medio de las crisis más terribles e impredecibles como
fue esa pandemia prefabricada en laboratorios de quienes ya todos sabemos y una
guerra en Europa que aún no ha mostrado su escalada más temible.
Igualmente, el general Alberto abrió su propia guerra sin cuartel
contra la inflación donde el enemigo se halla agazapado en los anaqueles y las
góndolas de los temibles e inescrupulosos mercados que solo piensan en sus
propios beneficios…!Malditos comerciantes y empresarios, los derrotaré!!
Incluso, si seguimos este hilo argumentativo delirante, la aparición de
Sergio Massa un abogado con mil caras y con lealtad para sí mismo, como
ministro de economía para intentar controlar una bomba hiperinflacionaria a
punto de estallar, sería por obra y gracia de su genio y generosidad política
que solo aspira a la grandeza del país. El Alberto no tiene tiempo para esas
pequeñeces y deja lugar a este joven y ambicioso funcionario para que se haga
cargo.
La grandeza y el olfato de Alberto Fernández no tiene parangón y tan
formidable es que tanto Rusia como la OTAN se han perdido tener de su lado a
este formidable estratega.
Pero ahora ya fuera del sarcasmo, el Alberto por su papel de obsecuente
marioneta de CFK y más que intrascendente gobierno, se ha cargado a lo poco que
quedaba del peronismo (que en realidad solo es un sello de goma) y lo peor de
todo, su administración multiplico por tres la deuda externa.
Por fortuna y de no haber sido por la enclenque situación geopolítica
del país, las promesas huecas del Alberto (como la realizada a Putin) podrían
haber agregado una mayor complejidad a la actual realidad de los quejosos argentinos.