PENDULARIDAD
¿Cómo evolucionará la geopolítica argentina ante su nueva realidad
política doméstica?
Por
Charles H. Slim
Tal como lo habíamos adelantado antes, el cambio de gobierno en
Argentina representaría un repentino y descarado corrimiento geopolítico hacia
una extrema derecha muy peculiar. Esta situación era tan previsible que solo
bastaba con mirar unos años atrás y ver como se reacomodaban quienes hasta unas
horas antes de saber que perderían las elecciones, habían sido fervientes
antimperialistas.
Ese fue el
caso tras la salida en 2015 del gobierno kirchnerista que (en lo geopolítico)
supuestamente estaba en la vereda de enfrente de la agenda globalista
encabezada por EEUU. Tan pronto perdieron la elección tanto Cristina Fernández
como sus lugartenientes desaparecieron de escena no por una decisión
planificada sino, porque no existía (como aún hoy) seriedad en sus posiciones.
Es la
historia de una nación que apenas puede reconocer una historia y una identidad
común.
La
situación socio-económica actual del país es peor de lo que se muestra en los
medios y más allá de que Milei y su gente ya han pactado arreglos financieros con
el estado de Israel y con los lobbies sionistas estadounidenses, eso no
garantiza que esa ayuda sea suficiente y este destinada para beneficio de la
población argentina.
Pero en lo
que a la geopolítica refiere, el giro que tomará el país a partir de la
asunción del presidente Milei el 10 de diciembre próximo, ya prevé un
posicionamiento cuando menos, muy crítico y discutible.
Tal como lo
prometió en su campaña, el presidente Milei y su gobierno se alineará con EEUU
e Israel, lo que no es poco, máxime si tenemos en consideración las
circunstancias geopolíticas actuales en las que ambos actores se hallan
involucrados y las consecuencias humanitarias de las que son principales
creadores y responsables. Para Washington esto es una excelente noticia que
redundará en una ampliación del mapa geo-estratégico dentro del marco de guerra
que mediante la OTAN está llevando adelante contra Rusia y pretende ampliar a
China.
Para
Londres también es música para sus oídos ya que, más allá de que Milei fue
puesto en evidencia en sus simpatías por Margaret Thatcher, sin dudas abrirá
aún más la puerta de distención y olvido sobre el asunto de la soberanía por
las islas del atlántico sur.
Para Tel
Aviv, también representa una muy buena noticia ya que, además de los intereses
que tiene sobre los vastos territorios desolados de la Patagonia, con un
gobierno abiertamente pro-israelí podrá desarrollar y tender con mayor
facilidad sus redes sionistas para proyectarlas sobre todo sud y centro
América. El ya confirmado puesto de Patricia Bullrich en el Ministerio de seguridad
de la nación y para CABA a Waldo Wolf y Diego Kravetz está informando la línea directa
que habrá entre Tel Aviv y los organismos de seguridad e inteligencia
argentinos. Es por ello que no es casual el constante apoyo y argumentación que
desde medios capitalinos, los simpatizantes sionistas le dan a la brutal
campaña israelí sobre la Franja de Gaza.
Como todo
en Argentina, el sincretismo suele tomar formas grotescas. Eso es lo que se ve
con esa mezcla de simpatías políticas sionistas expresadas por el mandatario
entrante que se mezclan con su religiosidad adoptada, quien recordemos está en
pleno proceso de conversión al judaísmo conllevando con ello, una confusión identitaria
que no agrada a muchos judíos ya que sionismo como ideología política
(partidarios del estado de Israel) no significa ser judío étnico.
Pero las
preferencias internas de una persona no deberían influir en decisiones
gubernamentales.
Esta particularidad nos recuerda mucho a otro mandatario. Carlos Menem era de familia siria y credo musulmán, pero para llegar a la presidencia en momentos que constitucionalmente se requería la pertenencia al catolicismo, no tuvo el menor escrúpulo en convertirse y poner al país bajo la égida de Washington. Tal como lo plantea hoy Milei, Menem se subordinó de forma incondicional a las políticas de La Casa Blanca y el país termino pagando por ello.
Javier
Milei pareciera redoblar esa posición obsecuente y tal como Menem, no solo se
alineará automáticamente a Washington, sino que incluso -bajo su máscara de
converso al judaísmo- estaría determinado a respaldar sin condiciones las cruentas
políticas y acciones de Israel contra la población palestina. En este último
punto, la intensión de trasladar la embajada argentina a Jerusalem es una señal
política provocativa y contraria al status internacional que tiene dicha ciudad
que demuestra un reduccionismo simplista y una ominosa parcialidad sobre la
naturaleza del conflicto.
Al mismo
tiempo y en concordancia con sus aliados de “Juntos por el Cambio”, el
mandatario tiene intenciones de poner a la Argentina dentro de los planes
estratégicos de la OTAN en momentos que las tensiones con Rusia y China van en
ascenso. Precisamente, la comunicación que tuvo Volodymyr Zelensky con Milei para
felicitarlo por su triunfo, plantea una señal altamente preocupante y a la vez,
una innecesaria provocación para la Federación de Rusia ya que, esta postura
revela un alineamiento con las agresivas políticas atlantistas que dicho sea de
paso, sabe que el régimen de Zelensky tiene los días contados.
Una de las
promesas del libertario y sus aliados de JXC es sacar a la Argentina del BRICS
que recordemos, llevo adelante una cumbre extraordinaria por el genocidio que
se lleva a cabo en la Franja de Gaza en la cual se oficializó la denuncia de
Sudáfrica contra las FDI israelíes ante la Corte Penal Internacional.
Así una vez
más, podemos ver esa pendularidad en la política argentina que no se produce por
el cambio de sectores ideológicamente antagónicos y/o verdaderamente
convencidos de las posturas que asumen. Somos testigos de la misma y cancina
maniobra oportunista y simplona que todos los gobiernos -civiles y
militares- que han venido pasando desde la mitad del siglo XX hasta el
presente creyendo que recostándose sobre EEUU se hallaran las soluciones para
sus problemas domésticos. La última experiencia en ese sentido la vimos con
Menem en los noventas cuando tratando de agradar a La Casa Blanca para resolver
los crónicos problemas económicos del país, ofreció su ayuda en la crisis entre
Iraq y Kuwait que terminó en la guerra de 1991 sin obtener al final ninguna
ganancia geopolítica o económica sustancial.
Milei y
quienes lo secundan no innovan en ello y al parecer, estarían dispuestos a
saltar al barro geopolítico con las mismas esperanzas. Como sucedió con todos
sus antecesores, ponen por delante sus preferencias y convicciones personales
por encima de cualquier planificación de largo aliento que tenga en cuenta la
situación geopolítica real del estado argentino y de las circunstancias
globales, considerando el contexto regional donde se ubica y de allí considerar
las posibilidades de conectarse con el mundo. Tirar por la borda las relaciones
con China, provocar a la Federación de Rusia con posicionamientos basados en
sus simpatías personales y que no hacen a la histórica geopolítica del país y
alinearse a un estado como el de Israel que (desde hace 75 años) viene violando
además de las resoluciones de Naciones Unidas, los derechos humanos de la
población árabe-palestina no puede considerarse como muy auspiciosa, salvo
claro, para la elite local que tiene intereses estrechos con ellos.
Aún no ha
asumido el cargo y el tiempo dirá cómo evolucionará su gobierno rabiosamente
atlantista.