ARGENTINA, EL DIA DESPUES
Las dos caras de una misma moneda
Por
Javier B. Dal
Mientras se llevan adelante los comicios del ballotage para elección del presidente, la realidad camina por el carril del frente. En medio de un esfuerzo discursivo de los medios que viven del sistema, el costo de vida para cada ciudadano argentino se ha vuelto insoportable. Una moneda que no tiene valor, el alza de los precios, las carencias de toda clase de productos y la inflación progresiva, no puede arrojar otra conclusión que el de un inmediato y oscuro futuro.
La “fiesta
de la democracia” no lo es tanto. Ni hay nada que festejar ni la corrupción sistémica
que sostiene todo el circo político-mediático refleja el verdadero sentido de
la palabra democracia.
Pero en lo
que hace al posicionamiento geopolítico argentino, no hay mejores perspectivas,
si es que las ha tenido en algún momento.
Cualquiera
sea el vencedor, se alineará -cada uno a su estilo- con el globalismo
direccionado desde Washington y al mismo tiempo con el estado de Israel, un eje
estratégico en los esfuerzos atlantistas por copar Eurasia y en especial,
tratar de cercar a la República Popular China.
En esta dimensión
la Argentina no existe. Aún y a pesar de los discursos y toda la palabrería
sobre el avance, el desarrollo y las perspectivas que tiene el país para “alimentar
al mundo” y bla, bla, bla, durante cuarenta largos años de desestructuración y
saqueo del estado, se ha dejado tan solo el esqueleto colonizado de parásitos
que obviamente, militan el llamado “estado presente”.
Si durante
todos estos cuarenta años, cada distrito electoral, cada municipio, provincia y
ni hablar del estado nacional se volvieron fuente de negociados y acceso a
dinero para los funcionarios que se hacen de sus cargos ¿Qué es lo que puede
esperarse en una relación con otros estados y más teniendo en cuenta la brutal
realidad internacional existente?
Esta más
que claro, que la democracia que tanto se declama no se ejerce con el sufragio.
Si en realidad los argentinos pretenden cambiar su realidad y balbucear con
algún sentido esa palabra, deberían comenzar por ejercer ese poder individual
que le trasmiten a los estafadores de turno.
También,
ejercer el sentido crítico y cuestionar con todas las herramientas que “la
democracia” les otorga, para saber lo que hacen allá arriba los funcionarios
que ellos mismos han encumbrado con su abúlica participación que no es otra
cosa que resignación disfrazada de “civismo”.
Si en
realidad quieren que la Argentina progrese ¿Cuál es el precio que están
dispuestos a pagar por ello? Deberían comenzar a tomar consciencia de que no
viven en Escandinavia, en la UE o en Miami como muchos de esos farsantes de los
medios tanto pregonan.
Dejar de
lado esa vieja y rancia pretensión europeísta que raya con el racismo de
ciertos sectores que se creen superiores por sus orígenes, es un paso
importante para saber a dónde quieren ir y si es posible llegar.
Esto
explica porque no hay en este país un sentimiento nacionalista, en el buen
término de la palabra. No lo hay por el simple hecho de que no saben que
significa realmente ser argentino. Si profundizamos más, veremos que no les
importa conocer esa argentinidad porque en cierto sentido, no hallaran valores
sólidos y profundos que no vayan más allá de la pasión por el fútbol, el asado y
las buenas cosas de la vida.
Si hablamos
del valor “religioso” (que no es lo mismo que espiritual) la mayoría de los
argentinos son católicos apostólicos romanos pero en los hechos y en la
práctica, se ven bastante apagados en su fe y eso se ve en una Iglesia Católica
tan politizada como hueca y opaca en sus posicionamientos sobre ciertos temas.
Incluso,
que el Papa sea argentino no ha hecho más que demostrar, que es el sujeto
perfecto en una actualidad geopolítica altamente grisácea y turbulenta.
Lo que
viene para la Argentina después del lunes 20 de noviembre es simplemente la
profundización de la crisis que los argentinos vienen sufriendo. Y ahí verán
una vez más, como esas promesas y esos miedos sembrados para persuadirles en
favor de seguir con el Status Quo, se difuminarán como el humo de un
cigarrillo.
Lo mismo
para quien ha prometido un cambio copernicano de este estado de cosas. Si bien
su posición se presentaría como un salto a una nueva realidad lo cierto es que,
para crearla habría que realizar muchas acciones que deben dejar de lado el
pragmatismo que tanto se ha abusado por estos lados.
Sea Massa,
sea Milei el vencedor, la Argentina está en el horno. Los actuales contendores
por el poder global (EEUU, UE, Israel vs Rusia, China e Irán) tienen sus
propias agendas sobre el destino de la Argentina y a ninguno le interesa lo que
sus monigotes en la Casa Rosada tengan que decir al respecto.
Para estos
actores, la Argentina viene a ser como un gigantesco terreno mal alambrado y
totalmente descuidado. Saltarlo y entrar en él es un juego de niños. Es un
territorio virgen para desembarcar y poner en marcha el desarrollo de sus
propios emprendimientos en los que, seguramente le darán participación a los
argentinos pero no en la importancia y la determinación que merecerían.
Tal vez
muchos argentinos ya estén al tanto de que su país ya no es su país, pero quizá
no sean conscientes de lo que redundará para su futuro el estar comprometidos
(por haber perdido su propia potencialidad) con situaciones, políticas y
conflictos que Argentina no buscó. Tan solo en unas horas, veremos a donde irán
los destinos de este país.
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