¿HACIA UN ESTADO CONFESIONAL?
¿Qué quiso decir el presidente Milei con su concurrencia a la
festividad judía de Januká? Norteamericanizando la política argentina
Por
Charles H. Slim
Muchas son las ocasiones en la cual he señalado que la Argentina o más
bien su clase dirigente, tiene un serio problema de identidad ya que hace mucho
tiempo que no saben a dónde apuntar sus lealtades. Se podría decir que la
política ha perdido su mística o en este caso, los políticos argentinos ya no
necesitan de ninguna para ocupar los puestos y cargos que aspiran en el estado.
Pero la
pregunta que encabeza este articulo surge de la nueva mística que parece haber
sido entronizada por el presidente Javier Milei y en la cual, la mezcla de
religión, ideología mesiánica, emociones personales y política es un coctel que
por una u otra razón ya está molestando a muchos.
La
asistencia del mandatario a la ceremonia judía de “Januká”, podría ser
interpretada como una señal de respeto a una de tantas comunidades que pueblan
el país, pero ¿Por qué Milei y su gente le dieron una importancia central para
esta aparición en público?
No
descubrimos nada si decimos que éste gobierno es abiertamente pro-israelí y
como tal, seguirá al pie de la letra los lineamientos de la política de Tel
Aviv. Incluso en los medios, los ejemplos de este activismo descarado son tan
abrumadores que hasta incluso hay programas de ciertos periodistas en la
televisión abierta como en el “Streaming” que tienen en sus escritorios la
bandera argentina y la de Israel. Ese no sería el problema ya que en la
Argentina por el momento hay libertad de expresión pero, no sabemos si en
realidad serían tan tolerantes si en otros escritorios de otros medios
estuviera la bandera de Palestina.
Tampoco es
materia de discusión que el mandatario haya decidido elegir como base de su
creencia religiosa al judaísmo. Pero una cosa es la elección espiritual
personal y otra el manejo del estado al cual representa por igual a todos sus
habitantes bajo la doctrina religiosa de aquella elección personal.
Su
participación en dicha festividad, ampliamente cubierta por los medios
capitalinos no fue una casualidad ni desligada de mensajes políticos en
momentos altamente volátiles para la paz y el respeto a los derechos humanos a
nivel internacional. Más allá de la simbología, el mensaje político disfrazado
tras las escrituras de la Tora judía plantea sin tapujos una mística mesiánica de
tinte sionista ajena al credo oficial que el artículo 2 de la Constitución
nacional prevé.
En un país
presumiblemente de mayoría católica ¿Por qué su presidente pone por encima de
aquella a la escatología del judaísmo? Más allá de las diferencias dogmáticas
(las cuales no son pocas) y de la predilección demostrada en este acto, es la
posición que abiertamente y mediante una historia épica del antiguo testamento pone
el presidente argentino a su país junto a Israel.
Hablar de
la Rebelión de los Macabeos como un ejemplo de la lucha de unos pocos guerreros
contra una fuerza enemiga muy superior no precisamente describe al actual estado
secular de Israel, interpretación que se deduce ha pretendido hacer el
presidente Milei para inspirar su “cruzada” contra la casta política.
El momento
no pudo haber sido el más conveniente. Pintar a Israel como parte “de la luz”
con 75 años de ocupación y una situación de brutalidad inhumana contra la
población civil de Gaza es cuanto menos una chorrada como dicen los españoles. Igualmente,
no hace falta convencer a nadie de estas inconsecuencias entre lo que se dice y
lo que en la realidad se hace. Esto y las brutalidades en Palestina están a la
vista de la opinión mundial y no necesitan traducción o aclaraciones. Si
hubiera estado presente el mismo Benjamín Netanyahu (sospechado de saber lo que
iba a ocurrir el 7 de octubre) en esta celebración encendiendo la menorá, esa
contrariedad habría quedado mucho más destacada.
“La
Rebelión de los Macabeos” (ocurrida entre 167 a 160 ac) no es la única historia
que habla del sacrificio de hombres indómitos dispuestos a morir antes que
aceptar ser conquistados. Dentro de la historia del mismo cristianismo abundan
historias semejantes de heroísmo y santidad. Obviamente que si los mismos
cristianos argentinos no las honren ni valoren, o sus sacerdotes no hagan
proselitismo de ellas no significa no hayan existido.
Quienes son
musulmanes también tienen una rica historia de sacrificios por la rectitud y de
lucha incansable por la justicia ante enemigos mucho muy superiores. Los
musulmanes argentinos las conocen y las llevan implícitas en sus conductas de
la vida diaria. No sólo la “Hejira” protagonizada por el profeta Mahoma (BP) es
una de esas historias épicas, también la del Imán Hussein (BP) quien en medio
de una época de corrupción y brutalidad de los gobernantes Omeya lucho junto a
70 de sus compañeros contra un ejército muy superior que finalmente los
martirizó en la batalla de “Karbalá” en el actual Iraq. Es por eso que se lo conoce como un ejemplo de la lucha por la justicia. Tal vez nunca como en estas épocas de gran injusticia el Islam ha
debido hacer frente (y sigue haciéndolo) a los intentos de degradarle con maliciosas campañas de
desinformación, injurias (como el calificativo de "islamonazi que algunos difunden) y difamación que claramente se originan en aquellos que se
consideran la moralidad encarnada.
Todas las
creencias tienen su historia épica y su teología, pero están contextualizadas
en un momento y circunstancias políticas bien determinadas. En resumen de
cuentas, esta participación en apariencias inocente busco dar un mensaje más
político que espiritual. Si el presidente Milei hace suya la épica de una
historia que forma parte de la religión que ha elegido para practicar en su
fuero interno, no hay problema. El problema -y por su evidente tendencia
ideológica- es que la trata de argentinizar con fines políticos. Ahora
bien, pretender ligar esa épica religiosa a situaciones políticas y
geopolíticas de la actualidad para forzar una alianza con un estado como Israel
que se halla en medio de una guerra en la cual Argentina no tiene parte (y
mucho menos comprende), eso si es algo que está fuera de lugar.
En resumen
de cuentas, si el presidente argentino quiere vivir su espiritualidad en toda
su magnitud no hay nadie que se lo impida. Pero si pretende volverla parte de
una política de estado con finalidades geopolíticas eso, ya es otra historia y
les incumbe a todos los argentinos.