martes, 19 de diciembre de 2023

 

¿HACIA UN ESTADO CONFESIONAL?

¿Qué quiso decir el presidente Milei con su concurrencia a la festividad judía de Januká? Norteamericanizando la política argentina

 

Por Charles H. Slim

Muchas son las ocasiones en la cual he señalado que la Argentina o más bien su clase dirigente, tiene un serio problema de identidad ya que hace mucho tiempo que no saben a dónde apuntar sus lealtades. Se podría decir que la política ha perdido su mística o en este caso, los políticos argentinos ya no necesitan de ninguna para ocupar los puestos y cargos que aspiran en el estado.

Pero la pregunta que encabeza este articulo surge de la nueva mística que parece haber sido entronizada por el presidente Javier Milei y en la cual, la mezcla de religión, ideología mesiánica, emociones personales y política es un coctel que por una u otra razón ya está molestando a muchos.

La asistencia del mandatario a la ceremonia judía de “Januká”, podría ser interpretada como una señal de respeto a una de tantas comunidades que pueblan el país, pero ¿Por qué Milei y su gente le dieron una importancia central para esta aparición en público?

No descubrimos nada si decimos que éste gobierno es abiertamente pro-israelí y como tal, seguirá al pie de la letra los lineamientos de la política de Tel Aviv. Incluso en los medios, los ejemplos de este activismo descarado son tan abrumadores que hasta incluso hay programas de ciertos periodistas en la televisión abierta como en el “Streaming” que tienen en sus escritorios la bandera argentina y la de Israel. Ese no sería el problema ya que en la Argentina por el momento hay libertad de expresión pero, no sabemos si en realidad serían tan tolerantes si en otros escritorios de otros medios estuviera la bandera de Palestina.

Tampoco es materia de discusión que el mandatario haya decidido elegir como base de su creencia religiosa al judaísmo. Pero una cosa es la elección espiritual personal y otra el manejo del estado al cual representa por igual a todos sus habitantes bajo la doctrina religiosa de aquella elección personal.

Su participación en dicha festividad, ampliamente cubierta por los medios capitalinos no fue una casualidad ni desligada de mensajes políticos en momentos altamente volátiles para la paz y el respeto a los derechos humanos a nivel internacional. Más allá de la simbología, el mensaje político disfrazado tras las escrituras de la Tora judía plantea sin tapujos una mística mesiánica de tinte sionista ajena al credo oficial que el artículo 2 de la Constitución nacional prevé.

En un país presumiblemente de mayoría católica ¿Por qué su presidente pone por encima de aquella a la escatología del judaísmo? Más allá de las diferencias dogmáticas (las cuales no son pocas) y de la predilección demostrada en este acto, es la posición que abiertamente y mediante una historia épica del antiguo testamento pone el presidente argentino a su país junto a Israel.

Hablar de la Rebelión de los Macabeos como un ejemplo de la lucha de unos pocos guerreros contra una fuerza enemiga muy superior no precisamente describe al actual estado secular de Israel, interpretación que se deduce ha pretendido hacer el presidente Milei para inspirar su “cruzada” contra la casta política.

El momento no pudo haber sido el más conveniente. Pintar a Israel como parte “de la luz” con 75 años de ocupación y una situación de brutalidad inhumana contra la población civil de Gaza es cuanto menos una chorrada como dicen los españoles. Igualmente, no hace falta convencer a nadie de estas inconsecuencias entre lo que se dice y lo que en la realidad se hace. Esto y las brutalidades en Palestina están a la vista de la opinión mundial y no necesitan traducción o aclaraciones. Si hubiera estado presente el mismo Benjamín Netanyahu (sospechado de saber lo que iba a ocurrir el 7 de octubre) en esta celebración encendiendo la menorá, esa contrariedad habría quedado mucho más destacada.

“La Rebelión de los Macabeos” (ocurrida entre 167 a 160 ac) no es la única historia que habla del sacrificio de hombres indómitos dispuestos a morir antes que aceptar ser conquistados. Dentro de la historia del mismo cristianismo abundan historias semejantes de heroísmo y santidad. Obviamente que si los mismos cristianos argentinos no las honren ni valoren, o sus sacerdotes no hagan proselitismo de ellas no significa no hayan existido.

Quienes son musulmanes también tienen una rica historia de sacrificios por la rectitud y de lucha incansable por la justicia ante enemigos mucho muy superiores. Los musulmanes argentinos las conocen y las llevan implícitas en sus conductas de la vida diaria. No sólo la “Hejira” protagonizada por el profeta Mahoma (BP) es una de esas historias épicas, también la del Imán Hussein (BP) quien en medio de una época de corrupción y brutalidad de los gobernantes Omeya lucho junto a 70 de sus compañeros contra un ejército muy superior que finalmente los martirizó en la batalla de “Karbalá” en el actual Iraq.  Es por eso que se lo conoce como un ejemplo de la lucha por la justicia. Tal vez nunca como en estas épocas de gran injusticia el Islam ha debido hacer frente (y sigue haciéndolo) a los intentos de degradarle con maliciosas campañas de desinformación, injurias (como el calificativo de "islamonazi que algunos difunden) y difamación que claramente se originan en aquellos que se consideran la moralidad encarnada.

Todas las creencias tienen su historia épica y su teología, pero están contextualizadas en un momento y circunstancias políticas bien determinadas. En resumen de cuentas, esta participación en apariencias inocente busco dar un mensaje más político que espiritual. Si el presidente Milei hace suya la épica de una historia que forma parte de la religión que ha elegido para practicar en su fuero interno, no hay problema. El problema -y por su evidente tendencia ideológica- es que la trata de argentinizar con fines políticos. Ahora bien, pretender ligar esa épica religiosa a situaciones políticas y geopolíticas de la actualidad para forzar una alianza con un estado como Israel que se halla en medio de una guerra en la cual Argentina no tiene parte (y mucho menos comprende), eso si es algo que está fuera de lugar.

En resumen de cuentas, si el presidente argentino quiere vivir su espiritualidad en toda su magnitud no hay nadie que se lo impida. Pero si pretende volverla parte de una política de estado con finalidades geopolíticas eso, ya es otra historia y les incumbe a todos los argentinos.

 

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