LA HERENCIA DEL TIO JOE
¿Cuál es el legado que dejará la administración demócrata de Joe Biden
a la nación y qué hará su sucesor? Cuando te das cuenta tarde de que las cosas
no son como parecen
Por Charles H. Slim
Sacando cualquier doble sentido en la metáfora, se puede decir que Joe
Biden es un cadáver político andando, aunque ya le queda poco para su funeral.
Lo que le dejará a la Unión y en especial a los ciudadanos estadounidenses
serán grandes problemas políticos irresueltos y un gigantesco agujero
financiero producto de su política exterior.
El regreso
de Donald Trump parece irreversible lo que pone de manifiesto la crisis política
que persiste en la ciudadanía estadounidense.
El tío Joe
con una larga carrera en la función pública dejará a un país sumido en guerras muy
caras e inconsecuencias políticas que le ha restado aún más la paupérrima
credibilidad internacional. Financiando a un régimen de fascistas en Kiev y
apoyando el genocidio que el gobierno de Netanyahu está llevando a cabo en la
Franja de Gaza, “Joe” ha comprometido fatalmente la imagen y la credibilidad
política ¿A dónde irá EEUU con este panorama?
También por
efecto de ese capitalismo de amigos que por intermedio de los neoconservadores valiéndose
del poder militar y de las agencias de inteligencia para desbancar a la
competencia comercial (que conlleva un fabuloso negocio para la industria
armamentística), deja una pésima situación con China. Biden y los demócratas lo
único que tienen de éste término son apenas las letras.
Pero como
se suele decir, ante situaciones extremas, soluciones extremas y eso es lo que
los cerebros en Washington parecieran querer implementar para Ucrania y la
situación en Medio Oriente. Y es que la desesperación les invade ante un
presidente que definitivamente es senil y que por dicha condición, seguramente
quedará exento de cualquier reproche judicial posterior a su retiro.
No sería de
extrañar que en ese plan, la CIA y sus colegas británicos del MI6 hayan
gestionado durante meses la forma de complicar a Moscú y la mejor vía haya sido
matar a Alexéi Navalny. La sobreactuación de los personeros atlantistas
acusando personalmente al presidente ruso Vladimir Putin (dando una aparente
certeza de ello) ponen en evidencia esa intensión.
Que a nadie
le queden dudas que ni Jake Sullivan, ni Anthony Blinken o Victoria Nuland y
todos los neoconservadores que le secundan van a asumir las pérdidas y las
consecuencias políticas de una administración catastróficamente belicista y que
ha roto definitivamente el mito de que los demócratas bregan por los derechos
humanos, el respeto a la ley internacional y la libertad mientras los
republicanos solo buscan la guerra.
Biden y
todo este enjambre de partidarios de la guerra, principales instigadores en
revitalizar a la OTAN como herramienta de imposición de la supremacía militar estadounidense
a las puertas de la Federación Rusa para luego avanzar hacia China no han hecho
más que alimentar a ese gran monstruo que no es otro, que el estado federal.
En ese
sentido el Tío Joe dejará un estado monstruosamente omnipresente y vigilante no
solo de los múltiples enemigos cosechados sino incluso de aquellos dentro del país
que puedan atentar (incluido con su opinión) contra la “Seguridad Nacional”.
Toda esta elite que viven del negocio electoral travestido de “democracia” ha
desvirtuado el verdadero espíritu norteamericano, volviendo a los trabajadores
en potenciales desempleados dependientes de subsidios eternos algo que y como
bien señala Jacob Hornberger en un artículo para “Libertarian Institute”[1]
han debilitado a la nación.
El estado y
la nación son dos cosas bien diferentes, una cuestión que sobresale en el caso
de EEUU. El estado esta ocupado por funcionarios y burócratas -con el presidente
a la cabeza- que solo se sirven del pueblo (nación) para sustentarse.
Biden es el
administrador de un estado federal que literalmente vive del saqueo a mano
armada de otras naciones. Iraq, Siria, Afganistán y toda la historia negra en
Latinoamérica lo evidencia. Así EEUU se volvió grande, a costa de los demás y
cuando eso no bastó, ese mismo estado federal comenzó a saquear a sus propios
ciudadanos quienes durante décadas, emborrachados de la opulencia de aquel
saqueo no les importaba de donde provenía esa riqueza. Hoy en los comienzos del
siglo XXI son ellos mismos los que en carne propia sufren lo que ese mismo
estado ha creado en el exterior.
Es la
nación quien más ha perdido durante estos últimos 30 años al menos. Comprimida
por un estado que ha cosechado enemigos de todas las variantes posibles de
conocer y que en ese proceso se ha endeudado como nadie, hoy los ciudadanos
estadounidenses son rehenes de esas políticas masculladas y puestas en práctica
en favor de un Establecimiento que ni siquiera tiene rostro.
Muchos
“liberales” en Sudamérica y en particular en la Argentina (especialistas en
rumiaciones) viven hablando del estado limitado, pequeño y barato llegando a
los extremos de la estupidez de proponer desarticular sus sectores estratégicos
como la defensa y la privatización de sus recursos. Pero estos grandes
charlatanes de la política (que incluye al actual presidente) no han reparado
que su modelo admirado, el de EEUU, es un estado sobredimensionado y lo es al
tal punto que para “manejarlo” se gasta una suma dineraria inescrutable tan
solo para pagar sueldos a decena de miles de empleados y otra decena de miles
de funcionarios federales, quedando en la incógnita por ejemplo, cuántos son los
funcionarios y empleados que existen en la nómina de agencias como la CIA, NSA,
DIA, Homeland Security, del Pentágono y ni hablemos de otra docena de agencias “fantasmas”
que fueron creadas por la administración de George W. Bush en 2001 y que siguen
operando con nóminas secretas.
Así es.
Todo esto es lo que el Tío Joe dejará a su predecesor quien seguramente podría
ser Trump con todo lo que ello conlleva.
Si Donald
Trump llegara otra vez a la Casa Blanca, el ciudadano norteamericano que forma
parte de la nación (y no del estado) debe saber de antemano que todo lo que
aparentemente promete sobre frenar las guerras y disminuir los impuestos para
reducir las contribuciones con la OTAN, forma parte de un gran embuste. De seguro
continuara a su modo con la heredad que dejará el Tío Joe. Trump es un
populista y si miras atrás verás que nunca detuvo el belicismo ni le privo a la
OTAN de su cuota para su mantenimiento. El ciudadano sabe que, tanto Biden como
Trump al final de cuentas, sirven al mismo amo: al estado federal.