viernes, 16 de febrero de 2024

 

LA HERENCIA DEL TIO JOE

¿Cuál es el legado que dejará la administración demócrata de Joe Biden a la nación y qué hará su sucesor? Cuando te das cuenta tarde de que las cosas no son como parecen

 

Por Charles H. Slim

Sacando cualquier doble sentido en la metáfora, se puede decir que Joe Biden es un cadáver político andando, aunque ya le queda poco para su funeral. Lo que le dejará a la Unión y en especial a los ciudadanos estadounidenses serán grandes problemas políticos irresueltos y un gigantesco agujero financiero producto de su política exterior.

El regreso de Donald Trump parece irreversible lo que pone de manifiesto la crisis política que persiste en la ciudadanía estadounidense.

El tío Joe con una larga carrera en la función pública dejará a un país sumido en guerras muy caras e inconsecuencias políticas que le ha restado aún más la paupérrima credibilidad internacional. Financiando a un régimen de fascistas en Kiev y apoyando el genocidio que el gobierno de Netanyahu está llevando a cabo en la Franja de Gaza, “Joe” ha comprometido fatalmente la imagen y la credibilidad política ¿A dónde irá EEUU con este panorama?  

También por efecto de ese capitalismo de amigos que por intermedio de los neoconservadores valiéndose del poder militar y de las agencias de inteligencia para desbancar a la competencia comercial (que conlleva un fabuloso negocio para la industria armamentística), deja una pésima situación con China. Biden y los demócratas lo único que tienen de éste término son apenas las letras.

Pero como se suele decir, ante situaciones extremas, soluciones extremas y eso es lo que los cerebros en Washington parecieran querer implementar para Ucrania y la situación en Medio Oriente. Y es que la desesperación les invade ante un presidente que definitivamente es senil y que por dicha condición, seguramente quedará exento de cualquier reproche judicial posterior a su retiro.

No sería de extrañar que en ese plan, la CIA y sus colegas británicos del MI6 hayan gestionado durante meses la forma de complicar a Moscú y la mejor vía haya sido matar a Alexéi Navalny. La sobreactuación de los personeros atlantistas acusando personalmente al presidente ruso Vladimir Putin (dando una aparente certeza de ello) ponen en evidencia esa intensión.  

Que a nadie le queden dudas que ni Jake Sullivan, ni Anthony Blinken o Victoria Nuland y todos los neoconservadores que le secundan van a asumir las pérdidas y las consecuencias políticas de una administración catastróficamente belicista y que ha roto definitivamente el mito de que los demócratas bregan por los derechos humanos, el respeto a la ley internacional y la libertad mientras los republicanos solo buscan la guerra.

Biden y todo este enjambre de partidarios de la guerra, principales instigadores en revitalizar a la OTAN como herramienta de imposición de la supremacía militar estadounidense a las puertas de la Federación Rusa para luego avanzar hacia China no han hecho más que alimentar a ese gran monstruo que no es otro, que el estado federal.

En ese sentido el Tío Joe dejará un estado monstruosamente omnipresente y vigilante no solo de los múltiples enemigos cosechados sino incluso de aquellos dentro del país que puedan atentar (incluido con su opinión) contra la “Seguridad Nacional”. Toda esta elite que viven del negocio electoral travestido de “democracia” ha desvirtuado el verdadero espíritu norteamericano, volviendo a los trabajadores en potenciales desempleados dependientes de subsidios eternos algo que y como bien señala Jacob Hornberger en un artículo para “Libertarian Institute”[1] han debilitado a la nación.

El estado y la nación son dos cosas bien diferentes, una cuestión que sobresale en el caso de EEUU. El estado esta ocupado por funcionarios y burócratas -con el presidente a la cabeza- que solo se sirven del pueblo (nación) para sustentarse.

Biden es el administrador de un estado federal que literalmente vive del saqueo a mano armada de otras naciones. Iraq, Siria, Afganistán y toda la historia negra en Latinoamérica lo evidencia. Así EEUU se volvió grande, a costa de los demás y cuando eso no bastó, ese mismo estado federal comenzó a saquear a sus propios ciudadanos quienes durante décadas, emborrachados de la opulencia de aquel saqueo no les importaba de donde provenía esa riqueza. Hoy en los comienzos del siglo XXI son ellos mismos los que en carne propia sufren lo que ese mismo estado ha creado en el exterior.

Es la nación quien más ha perdido durante estos últimos 30 años al menos. Comprimida por un estado que ha cosechado enemigos de todas las variantes posibles de conocer y que en ese proceso se ha endeudado como nadie, hoy los ciudadanos estadounidenses son rehenes de esas políticas masculladas y puestas en práctica en favor de un Establecimiento que ni siquiera tiene rostro.

Muchos “liberales” en Sudamérica y en particular en la Argentina (especialistas en rumiaciones) viven hablando del estado limitado, pequeño y barato llegando a los extremos de la estupidez de proponer desarticular sus sectores estratégicos como la defensa y la privatización de sus recursos. Pero estos grandes charlatanes de la política (que incluye al actual presidente) no han reparado que su modelo admirado, el de EEUU, es un estado sobredimensionado y lo es al tal punto que para “manejarlo” se gasta una suma dineraria inescrutable tan solo para pagar sueldos a decena de miles de empleados y otra decena de miles de funcionarios federales, quedando en la incógnita por ejemplo, cuántos son los funcionarios y empleados que existen en la nómina de agencias como la CIA, NSA, DIA, Homeland Security, del Pentágono y ni hablemos de otra docena de agencias “fantasmas” que fueron creadas por la administración de George W. Bush en 2001 y que siguen operando con nóminas secretas.

Así es. Todo esto es lo que el Tío Joe dejará a su predecesor quien seguramente podría ser Trump con todo lo que ello conlleva.

Si Donald Trump llegara otra vez a la Casa Blanca, el ciudadano norteamericano que forma parte de la nación (y no del estado) debe saber de antemano que todo lo que aparentemente promete sobre frenar las guerras y disminuir los impuestos para reducir las contribuciones con la OTAN, forma parte de un gran embuste. De seguro continuara a su modo con la heredad que dejará el Tío Joe. Trump es un populista y si miras atrás verás que nunca detuvo el belicismo ni le privo a la OTAN de su cuota para su mantenimiento. El ciudadano sabe que, tanto Biden como Trump al final de cuentas, sirven al mismo amo: al estado federal.

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