EL OBLIGADO CAMINO DE LA NEGOCIACION
¿Por qué el régimen neonazi de Volodymyr Zelensky sabe que ha llegado
al final del camino?
Por
Javier B. Dal
El 21 de noviembre pasado pasará a la historia como uno de los hitos en la guerra de la OTAN contra Rusia y en el posicionamiento geopolítico de la Federación de Rusia. La sorpresa que supuso para Kiev y sus patrocinadores angloestadounidenses el uso por Rusia de un nuevo misil táctico hipersónico que destrozo uno sus complejos militares-industriales solo podía ser superada por la resignación de la junta neonazi en Kiev.
No hay
dudas de que desde aquel episodio las cosas han cambiado dramáticamente tanto
en el campo de batalla como en la visión de los personeros en Kiev como sus
patrocinadores del occidente colectivo. La demostración de las capacidades del
misil “Oreshnik” no solo dejaron pasmados a los incautos de la defensa aérea
ucraniana administrada por los estadounidenses, también sembraron el pánico en
Zelensky y sus comandantes.
Aquello le
abrió los ojos a Zelensky quien pese a despotricar contra sus patrocinadores
para que le sigan brindando el dinero y más armas, ha caído en cuentas que no
hay forma de contra restar un arma como esta. Su temor esta bien fundando y no
debería afligirse por ello ya que quienes le prometieron apoyarle hasta las
últimas consecuencias, también están atemorizados.
Bajo estas
circunstancias Zelensky ha comenzado a bajar los decibeles en sus pretensiones
e incluso a ser más consciente de que no podrá imponer condiciones como la de
volver a las fronteras de 1991.
Eso no quiere decir que Washington y sus más leales aliados como son los británicos van a detenerse en seguir avivando el fuego de la guerra. Solo están redireccionando sus recursos, modificando sus estrategias, armando otros actores tácticos para desplegarlos en otros escenarios donde se pueda complicar a la Federación de Rusia.
El caso de Siria es el más claro, donde los asesores ucranianos quienes secundados por sus “profesores” angloestadounidenses, están impartiendo sus conocimientos a los pseudo-yihadistas[1] (ya que si fueran reales, no trabajarían para EEUU y estarían peleando contra Israel en Gaza) en tácticas, uso de armas y especialmente de los drones.
El objetivo
en estos despliegues se está viendo urgidos por el tiempo que resta para que
Donald Trump tome el poder, aunque también debemos decirlo y siendo realistas,
su ascenso en La Casa Blanca no es una garantía de que cumpla con su promesa de
frenar las hostilidades. Incluso, si lo hiciera solo lo hará para beneficiar
los intereses propios y también, de Israel.
A Zelensky
le ha tocado la peor parte en el reparto. Aun cuando la administración
demócrata de Biden (y eso significa, Blinken, Sullivan y todo el arco neocon-sionista
detrás) está gestionando el envío de un super paquete de ayuda a Ucrania, no
hay seguridad en que pueda llegar a tiempo. Actualmente en Washington hay una
prioridad en favor de atender las necesidades de Tel Aviv que más allá de las
declamaciones de Netanyahu, las cosas tanto en Gaza como en el sur del Líbano
no han salido como esperaban.
El régimen
de Zelensky se ha dado cuenta que sin la asistencia de sus patrocinadores no
hay chances en el campo de batalla y ante lo ocurrido el 21 de noviembre
pasado, las pocas que pudiera haber se vienen al suelo por el peso de la
realidad.
Más allá de
la retórica atlantista y la propaganda de guerra que se irradia desde los
medios del hemisferio con CNN, ABC News, Sky Tv, BBC etcetc, la posición del
gobierno en Kiev es insostenible tanto en lo interno ante los ojos de su propia
población como ante el avance del ejército ruso.
La lluvia
de ojivas sin armar del misil hipersónico “Oreshnik” fue solo una muestra de lo
que Rusia podría hacer si Zelensky o más bien, sus patrocinadores del occidente
colectivo tratan de continuar con su campaña de terror sobre la población rusa
o incluso más, si tratan de extender sus acciones sobre otros socios de Moscú.
El ataque
del 21 de noviembre técnicamente hablando no fue visto por los controladores de
los sistemas antiaéreos “S-300” que aún conservan los ucranianos y menos aún,
los tan promocionados (y ya vetustos) sistemas “Patriot” que operan los
estadounidenses. Incluso si le damos un poco de crédito a estos últimos y
decimos que los operadores vieron venir por sus radares, no tuvieron los medios
para poder interceptar ese misil que liberó a gran altura el racimo de ojivas
sobre el complejo de armamento en la localidad de Dniéper.
¿Qué
pasaría si esas ojivas fueran armadas con cabezas nucleares tácticas?
No es una
exageración afirmar que no hay un sistema antiaéreo actualmente operativo que
pueda interceptar a esta clase de misiles. Recordemos que ya en 2019 el
presidente Vladimir Putin presento la nueva generación de misiles de largo
alcance entre los cuales se halla el “Sarmat” que a la velocidad hipersónica
podría llegar sin ninguna dificultad a territorio estadounidense. En ese
momento en Washington y ante la opinión pública simularon incredulidad aún cuando
consideraban que ello era muy real.
Hoy la
Federación de Rusia no solo ha demostrado que posee la capacidad estratégica nuclear
para contrabalancear las amenazas de la OTAN sino también, una capacidad
táctica.
En el
Pentágono y en Bruselas saben muy bien que si Rusia cuenta con semejante arma
táctica, la amenaza de un ataque nuclear de esas características contra una
formación o emplazamiento de sus unidades desplegadas en el campo de batalla no
solo es muy posible sino que además, sería fulminante.
Con esto en
consideración no hay dudas que Zelensky se haya asustado, tal como lo señalo el
mismo canciller ruso Serguei Lavrov en rueda de prensa el 22 de noviembre es
decir, un día después de aquel evento siendo el motivo que lo obligue a
sentarse a negociar sin afiebradas pretensiones.
[1] No
es casualidad que en la semana que paso la banda Salafista “Tahrir Al Sham”
apoyada por el MIT turco, la CIA, los militares estadounidenses y el MI6 (White
Helmet) haya podido lanzar una ofensiva sobre la ciudad siria de Alepo. Ello
pudo pasar gracias a los refuerzos de sus filas, provisión de más y nuevo
armamento con un apoyo suplementario extra de Israel.