EN LA MIRA
“DE BUENOS AIRES A PYONGYANG”
Cuál es la postura de Argentina en la actual crisis en la península
coreana ¿Tiene el gobierno actual una visión estratégica sobre ello?
Por Charles H. Slim
La crisis en la
península coreana parece algo lejana para el común de los habitantes de éste
lado del globo y en especial para los habitantes de Argentina, quienes de
continuo se ven sumergidos en compulsas internas de bajo nivel que muy poco
pueden ayudar al común de su gente. Pero quienes están mucho más –imperdonablemente-
desconectados de la realidad internacional en la que la Argentina se mueve,
es su clase gobernante que a su notable falta de vocación, se debe agregar su
absoluta dependencia de lo que señalan desde el norte anglosajón.
Los
únicos coreanos que los ciudadanos porteños actuales conocen (ya que desde allí
se manejan los asuntos del país) son los de las tiendas de ropa para mujeres que
se caracterizan por sus inagotables jornadas de trabajo y precios tan
llamativos. Sobre qué diferencia hay entre Corea del sur y la Corea del norte,
nada de nada.
Pero
ello no fue siempre así. Aunque muchos desmemoriados no lo recuerden –o
quieran barrerlo bajo la alfombra-, la Argentina de los setentas tuvo un
activo papel de contacto diplomático con la entonces China Popular y Corea del
norte en momentos que el país formaba parte del grupo de los “países no
alineados”. Fue así que el 1º de junio de 1973 Argentina y Corea del Norte (RPDC)
establecieron relaciones diplomáticas bilaterales comprometiéndose entre otros
temas, a bregar por la liberación de los
pueblos del tercer mundo.
Para cuando llegó el golpe de 1976, la misión
diplomática norcoreana se fugo súbitamente del país y ese particular lazo
diplomático se corto.
En
épocas que el general Douglas Mc Artur, bajo la engañosa bandera de la ONU
dirigió la ofensiva contra los coreanos comunistas que habían proclamado la
liberación de la península, el gobierno argentino –como era de esperar- se
puso del lado de lo que a Washington le agradaba y así continuó hasta ese breve
impasse con el gobierno peronista de
Campora entre 1973 a 1977.
Cuando
Néstor Kirchner llega a la presidencia, continuó con aquella política
conservadora y previa, establecida por Fondizi
en 1962 en la cual Buenos Aires solo mantendría relaciones bilaterales
con una sola Corea, la del sur.
Curiosamente, cuando la presidente Cristina
Fernández llega al poder y pese a su pretendido ideario “revolucionario” que
reivindicaba la lucha setentista de signo marxista, nunca llevo adelante
ninguna gestión por restablecer aquellas relaciones con Pyongyang, otro dato
que revela las falacia de sus discursos.
En
las actuales circunstancias políticas y sus complejidades, son demasiado
afiebradoras para una clase política más cercana a la distendida vida de la farándula
mediática que a los sensibles temas de estado.
Desde
hace décadas, la clase política argentina se ha ido perfeccionando en su papel de
mero observador, una obsecuente repetidora de lo que Washington o la Unión
Europea deciden sobre temas que hacen a la seguridad internacional sin
atreverse a tomar una posición auténticamente propia que agregue elementos
políticos de discusión ante los foros internacionales. Sin dudas, el síndrome de aquellas “relaciones
carnales” prostibularias permanece en el torrente de ésta clase.
Aquellas
jornadas en las que el neoliberalismo tomaba por asalto el poder mundial en
1990 y la refrendaba con el uso descarnado de la fuerza contra Iraq se han ido.
En esos momentos, EEUU bajo la administración de George H. Bush las políticas
eran previsibles y la agenda era clara; como en la mafia, todos se encolumnaban
detrás del “padrino” Bush y nadie discutía nada.
De ese
modo se ha venido manejando desde la Casa Blanca la agenda internacional, con
matices más o menos oscuros, la política de intervención no ha variado en
ningún momento. Para los gobiernos argentinos contemporáneos, las pautas
estaban más o menos claras.
Pero
actualmente hay un serio problema; Donald Trump. Y no es culpa de éste
particular mandatario ya que él es el producto de una nación en crisis que se
haya en una lucha intestina en lo más profundo de su estado. La sintomatología
de una potencia bélica en decadencia en manos de un sujeto tan impredecible
como su peinado, no deja lugar a que las cosas puedan ser tomadas a la ligera.
Incluso no olvidemos que antes de que Trump fuera ungido como presidente y
cuando todo indicaba que Hillary Clinton sería la sucesora en la Casa Blanca,
todo el arco mediático nacional y dirigentes políticos como el actual
presidente argentino, sonreían jocosamente ante planteo de que llegara a ser el
presidente de EEUU.
Cuando
Trump ganó, las muecas de sus caras cambiaron y los comedidos medios de
información quedaron absortos ante la realidad.
No
solo los políticos son responsables de esta parálisis; la clase del llamado
“cuarto poder”, hacen mucho más para distraer al vulgo con noticias intoxicadas
o el deliberado ocultamiento de lo que realmente ocurre. Ello se debe a que
deben sus salarios a empresas que a su vez pertenecen a empresas que forman
parte de conglomerados mediáticos que tienen sus oficinas en EEUU o la UE. Casi
en una emulación los periodistas “top” de la pantalla nacional, hacen gala de
improperios baratos y descalificaciones para explicar la situación de Corea del
norte y su gobierno. Su papel es tan
lastimero y rastrero, que de solo verlos sus emulados colegas anglosajones–de
la CNN, NBC, FOX- se sonrojarían de vergüenza ajena.
Para
empezar, estos sectores poco o nada saben del origen del conflicto y otros no
saben ni siquiera dónde está Pyongyang. Hay en el discurso mediático una clara
paráfrasis retorcida de la postura estadounidense que del vamos, quita seriedad
al abordaje del tema.
El
estado argentino no puede hacerse el desentendido y menos aún alegar que como
lo exclamaría sus presidente “no tenemos nada que ver”, ya que dentro de su
territorio alberga una base de comunicaciones de la República Popular China, la
potencia asiática que tiene una influencia innegable en el actual conflicto.
Como
se ha estado viendo, las tensiones siguen escalando tras la impulsión de más
sanciones comerciales, que tras algunas reformas a su texto, fueron
definitivamente aprobadas por Naciones Unidas este último 12 de septiembre.
Por
lo pronto Kim Jon Un ha optado por continuar con sus desarrollos misilisticos
como una forma de autopreservación ante la amenaza estadounidense que merodea
frente a sus costas y del otro lado del territorio en Corea del sur. Las
alegaciones de la representante estadounidense ante la ONU Nikki Hallei son tan
estrambóticas como falaces ya que en el pasado, el mundo ha sido testigo de las
mentiras de sus predecesores que culminaron con situaciones que actualmente
deben seguirse lamentando. Por ello, habría que ver si el actual gobierno
argentino sabe de que se trata todo esto o simplemente firmará donde el “Tío
Sam” le indique.