EN DEBATE
“CONFUSIÓN
GEOE STR ATE GICA”
En medio del marasmo económico y político que azota a la población de la Argentina, sus gobernantes no saben para donde encarrilar la alta política de un país que pareciera en vías de extinción ¿Hay una planificación para remediar esto?
Por
Charles H. Slim
Actualmente
en Argentina nadie sabe (incluyendo a su presidente) dónde demonios está parado
el país y nos referimos particularmente al punto de vista geoestratégico. Ello
no solo surge de la actual y compleja situación socio económica que lo azota
sino peor aún, por la deficiente (por no decir carente) planificación de
políticas estatales de largo plazo para la reconstrucción de un país que ha
caído desde ya hace más de una década, por debajo de los más atrasados del
globo.
Ahora bien
¿Quién podría vaticinar con algún grado de certeza el rumbo de éste país en los
próximos seis meses? Sinceramente, nadie con un poco de sentido común y
conociendo los antecedentes de éste mismo, quien así lo hiciera se arriesgaría
a jugarse su reputación ante la costumbrista inconstancia de sus habitantes, tan
veleidosos como los políticos que ellos mismos eligen y los representan. Y es que como bien dice aquel dicho “tienen
los gobernantes que se merecen”.
Por aquí
se suele escuchar por sus etnocéntricos medios informativos (Radio, Tv y
portales digitales), como “la clase media esto”, la “clase media aquello” y en
última instancia ante la debacle económica que no pareciera tener fin, se han
centrado en formular aseveraciones tales como “la clase media es responsables
de esta situación”, haciendo alusión al terrible déficit que aqueja al país y
que varios economistas de corte liberal achacan al brutal gasto fiscal que vino
siendo desde hace décadas, la panacea para alimentar el ego de gobiernos de
corte populista.
Hay en
estos análisis algunos fallos histórico-interpretativos que pondremos a
consideración. Primero que todo, este servirse de los fondos del estado para
beneficio de sujetos privados (personas físicas como jurídicas) es una práctica
que viene incluso desde la primera administración peronista allá por mediados
del siglo pasado y que nadie (pasando por radicales, militares y
socialdemócratas) hasta el presente ha cortado totalmente; salvo si, las
actuales políticas del gobierno de Mauricio Macri que ha emprendido un recorte
severo sobre las esferas del empleo estatal pero, que ha terminado por
comprometer otra vez al país con la toma de deuda al FMI.
Pero el
problema no es el sobre empleo estatal que consume recursos de la caja pública
o su pésima asignación; el problema en la Argentina es que estos empleos (además
de ser en muchos casos injustificados e inoperantes) han sido el instrumento
por excelencia para llenar cupos de
favoritismos personales (para amantes, parientes y amigos) y como forma de
reclutar partidarios y cautivar votantes para cada gobierno que ha subido al
poder. Menem no era un populista y su administración (además de apátrida) apestaba
a clientelismo partidario y familiar. A pesar de su “estrecha amistad” con
Washington, cuando llegaron capitales de inversión los mismos se evaporaron al
poco tiempo de su radicación.
Despiertan
carcajadas los comentarios de funcionarios políticos del gobierno anterior
cuando hablan de términos como la “industrialización”, “la modernidad” y “la educación” cuando han
sido ellos una parte importante del problema del derroche acusado.
Si un país
dedica gran parte de su PBI solamente para pagar sueldos de empleos
parasitarios ¿Qué tipo de política de progreso industrial podría llegar a
tener? Saquemos algunas cuentas y
entenderán de qué se trata esto.
Si el estado tenía empleos administrativos tan
inútiles como inoperantes por los cuales se gastaban anualmente ciento de millones
de pesos tan solo para pagar sueldos de burócratas (44% del PBI en épocas “K”)[1], se estaba dejando de lado
el desarrollo industrial de las más variadas ramas.
Tomemos el ejemplo del
Ministerio de Educación que cuenta con unos 31.000 empleados por lo cual insume
casi seis mil millones de pesos, gasto en su gran parte para sueldos e insumos
sin que ello haya mejorado la calidad de la educación. A la par de esto, no
puede registrarse ninguna mejora en el campo científico y tecnológico, no al
menos que favorezca al desarrollo de la industria nativa ya que en muchos
casos, por falta de financiación los cerebros que se han preparado en las
universidades nacionales, terminan fugándose a los centros globales de
desarrollo.
En lo
referente a la industrialización, Argentina hace décadas que no sabe de qué se
trata eso. Desde Menem hasta el presente, el país fue relativamente desmontado
y no se fabrica en el país sino piezas y algún que otro producto de firmas
extranjeras. De la llamada industria nacional hace mucho que no hay nada, salvo
que como lo hacía el gobierno K, se considere a la manufactura de zapatillas y
lavarropas como “industria pesada”. Incluso hoy día hablar de industrialización
es algo anacrónico ya que el avance de la economía de un país ya no pasa por la
producción masiva, la exportación y oferencia de materias primarias o incluso
de productos de desarrollo tecnológico convencional (automóviles, aviones y
barcos).
En aquel
sentido Argentina se haya en un limbo, a medio camino de una industrialización
que no tiene (y a la cual pretende llegar) y el desarrollo de la era de la “IA”
o “inteligencia artificial”, un campo de desarrollo de las tecnologías de
última generación que están abarcando desde el campo privado del
entretenimiento hasta el particular campo de la sofisticada industrialización
militar (Caso del programa DARPA y otros) y de varios estratos de la vida
política y comercial de las naciones. Mientras
Argentina trata de revivir al MERCOSUR, a Brasil poco le importa esto ya que, a
pesar de la crisis interna que sufre, tiene resto político, económico y
financiero que se comprueba con su participación en el BRICS desde donde puede
acceder a este nuevo paradigma del desarrollo. En esta nueva era, la
información y las comunicaciones a niveles inimaginables, son la mercancía más
preciada de intercambio. Para colmo de males, el sistema educativo argentino no
es de los mejores (para no decir el peor de sud América) y sus representantes
no están dispuestos a dejar de lado la engorrosa burocracia que lo alimenta y
de la cual maman miles de empleados parasitarios.
En ese
sentido, su vecino brasuca lo desplaza cómodamente del sitial de calidad de la
educación en el Cono sur, tal como lo dejan en evidencia una publicación de
hace dos años sobre las pruebas PISA[2].
Es más,
Brasil, el estado “tapón” de las aspiraciones industriales y mercantiles regionales
argentinas (apoyado por EEUU y Gran Bretaña) se ve convulsionado por su propia
crisis interna que se corona para colmo con la designación de un orate como
Bolsonaro que claramente juega a favor de la agenda estratégica de
Washington-Londres y Tel Aviv.
Por lo
pronto no hay perspectivas de una geoestrategia coherente con los intereses
nacionales; por el contrario, Buenos Aires ha renunciado a varios aspectos
estratégicos de su soberanía en favor de un enemigo histórico y de sus aliados,
llevando a que muchos argentinos con seria preocupación se pregunten: ¿Cuánto
costara a las próximas generaciones las políticas del gobierno de Mauricio
Macri y su troupe de amigos cleptocaratas? ¿Desarrollara el país alguna
geoestrategia o consolidara la cooptación a la que se haya actualmente en
desarrollo con los intereses anglosajones en el Cono sur?
[1] LA
NACION.com. “Gasto público, el gran mal que aqueja a la economía del país”.
Publicado el 8 de abril de 2018. https://www.lanacion.com.ar/2123492-gasto-publico-el-gran-mal-que-aqueja-a-la-economia-del-pais
[2]
BBC.com. “Pruebas PISA ¿Cuáles son los países que tienen la mejor educación del
mundo? ¿Y cómo se ubica América Latina? Publicado el 6 de diciembre de 2016. https://www.bbc.com/mundo/noticias-38211248