SUMANDO
REZAGOS
Poco a poco van quedando expuestas las adversas consecuencias de las
políticas de La Casa Blanca contra Rusia. Es por ello que en la administración
Biden se han estado preguntando ¿Detrás de quiénes nos cubriremos?
Por
Charles H. Slim
Un golpe seco se escuchó en el despacho Oval que alerto al cuerpo de la
seguridad privada. Había sido el efecto de un puñetazo sobre el escritorio
presidencial de un desencajado Joe Biden que estaba con su móvil en el oído. Solo
fue una falsa alarma y nada más. Había sido la reacción a una llamada que le
informaba al presidente pésimas noticias desde Ucrania. Dos fracasados intentos
de contraofensiva de las FAU sobre dos puntos del frente de contacto en
Zaporiye y Donetsk ejecutados entre el 7 y el 8 de junio último, habían causado
grandes pérdidas de material y combatientes haciendo previsible más retrasos.
EEUU y la
UE ya no tienen la cohesión política ni el poder para tener en la palma de su
mano al resto del globo. Ahora en medio del descalabro militar que se esta
comprobando en Ucrania y los trastornos que ello ha traído a la vida de los
europeos, poco a poco, pero sin pausa los aliados de la OTAN conscientes de los
crecientes riesgos que significará provocar aún más a Rusia (con apoyo al
terrorismo, la entrega de aviones polivalentes “F-16” y misiles británicos “Storm-Shadow”),
están poniendo entre dicho a Washington y es por ello que de pronto y con
desesperación han puesto sus miradas sobre el sur global.
La India ha
dejado bien claro que los problemas de Europa deben ser resueltos por los
europeos ya que no son el centro del mundo. El mundo árabe islámico también ha plantado
su posición avocándose a reestructurar las relaciones regionales con las
auspiciosas participaciones de Siria e Irán con lo cual, lejos quieren estar de
las intrigas y las calamidades que los anglosajones han causado en los últimos
treinta años.
Las miradas
de La Casa Blanca solo bajaron a mirar el sur del continente para buscar
“colaboradores” dispuestos a donar sus equipos militares y armamentos destinados
a Kiev. Pero a pesar de que algún que otro genuflexo gobierno sudamericano (como
en Uruguay) se prestó a ello, encontró una rotunda negativa en la mayoría de
los países más importantes y en especial del presidente brasilero Lula Da Silva
quien con su determinación incluso ha ido más lejos que cualquiera de sus insípidos
vecinos, no solo negando esos pedidos sino incluso tratando de mediar entre
Moscú y Kiev.
Pese a ello
las presiones de la OTAN y del Comando sur no cesan en tratar de convencerlos.
Durante los
últimos treinta años, Washington y sus aliados han confiado en la
incondicionalidad política de los gobiernos de Europa y en especial el de la Unión
Europea quien en los últimos tiempos se ha comportado como una herramienta geopolítica
para implementar sus planes de política exterior proyectados hacia Oriente.
Al dañino
aventurerismo impulsado por los neoconservadores (particularmente los Straussianos)
en Washington que ha llevado a la actual situación en Ucrania se suma la imprevista
(en razón del tiempo) extensión comercial de China que viene ganando plazas en
todo el globo, algo que abruma de sobremanera a la administración de Biden
quien tiene entre sus metas, desbancar la influencia política y comercial del
gigante asiático usando a Taiwán como plataforma de operaciones.
A todo esto,
se le suma el descontento de los ciudadanos occidentales aplastados por la crisis
económico-financiera y energética surgida por las políticas de La Casa Blanca (entre
ellas el sabotaje al gasoducto Nord Stream I y II) destinadas a tratar de dañar
a la economía de la Federación Rusa. Y si no bastaba todo esto, las últimas
dudas y preocupaciones expresadas por socios estratégicos de la OTAN y la
reelección de un socio gatopardista como Recept Tiyip Erdogan en Turquía que no
esta dispuesto a dejar de lado sus conexiones con Rusia, demuestra cómo se ha
reducido el espectro de incondicionales a Washington.
Una señal
más de esta desesperación se puede interpretar en el nuevo paquete de ayuda de
2100 millones de dólares en armamento autorizado por Biden que se suma a los 45
mil millones de dólares ya entregados a Ucrania en un intento por cambiar la dramática
situación en el terreno, lo que representará a su vez, la continuidad del
fabuloso negocio para las corporaciones armamentísticas estadounidenses como
Lockied, Raytheon entre otras.
Es por ello
que la administración de Biden y sus socios de la UE están intentando como
último recurso meterse al bolsillo a los países de Latinoamérica y África para
ponerlos como relleno y seguramente también como paragolpe para los efectos de
su política exterior. En este plan se enmarca la anunciada gira de la presidente
de la Comisión de la UE Úrsula Von Der Leyen quien visitara la Argentina.
Como van
las cosas en la región es posible que Washington tenga suerte con el próximo
gobierno en Argentina que podría pasar a manos de una alianza de partidos
claramente pro-angloestadounidense que le facilitará desplegar los principales
objetivos geopolíticos, en especial con aquellos vinculados a tratar de cortar
el acceso de inversión china en Sudamérica y con ello, frustrar la concreción
de los proyectados puertos en la Patagonia de Argentina.
Sobre el
particular, no hay que olvidar la situación de ocupación británica del archipiélago
del Atlántico sur.
Sobre la
situación de Argentina en este contexto, la misma es altamente interesante y si
el gobierno del signo que sea sabe explotar los intereses que hay en danza,
podría obtener el impulso que lo saque del pozo en el que se halla, pero
sabiendo de que deberá renunciar a algo si así está dispuesto. Lo que le
quedaría a Buenos Aires es decidir de que lado se halla en esta pulseada: O
apuesta por seguir en el camino de la multilateralidad que en encabezan China y
Rusia o intentara volver al camino de la unilateralidad de EEUU y la OTAN.