sábado, 10 de junio de 2023

 

SUMANDO

REZAGOS

Poco a poco van quedando expuestas las adversas consecuencias de las políticas de La Casa Blanca contra Rusia. Es por ello que en la administración Biden se han estado preguntando ¿Detrás de quiénes nos cubriremos?

 

Por Charles H. Slim

Un golpe seco se escuchó en el despacho Oval que alerto al cuerpo de la seguridad privada. Había sido el efecto de un puñetazo sobre el escritorio presidencial de un desencajado Joe Biden que estaba con su móvil en el oído. Solo fue una falsa alarma y nada más. Había sido la reacción a una llamada que le informaba al presidente pésimas noticias desde Ucrania. Dos fracasados intentos de contraofensiva de las FAU sobre dos puntos del frente de contacto en Zaporiye y Donetsk ejecutados entre el 7 y el 8 de junio último, habían causado grandes pérdidas de material y combatientes haciendo previsible más retrasos.

EEUU y la UE ya no tienen la cohesión política ni el poder para tener en la palma de su mano al resto del globo. Ahora en medio del descalabro militar que se esta comprobando en Ucrania y los trastornos que ello ha traído a la vida de los europeos, poco a poco, pero sin pausa los aliados de la OTAN conscientes de los crecientes riesgos que significará provocar aún más a Rusia (con apoyo al terrorismo, la entrega de aviones polivalentes “F-16” y misiles británicos “Storm-Shadow”), están poniendo entre dicho a Washington y es por ello que de pronto y con desesperación han puesto sus miradas sobre el sur global.

La India ha dejado bien claro que los problemas de Europa deben ser resueltos por los europeos ya que no son el centro del mundo. El mundo árabe islámico también ha plantado su posición avocándose a reestructurar las relaciones regionales con las auspiciosas participaciones de Siria e Irán con lo cual, lejos quieren estar de las intrigas y las calamidades que los anglosajones han causado en los últimos treinta años.

Las miradas de La Casa Blanca solo bajaron a mirar el sur del continente para buscar “colaboradores” dispuestos a donar sus equipos militares y armamentos destinados a Kiev. Pero a pesar de que algún que otro genuflexo gobierno sudamericano (como en Uruguay) se prestó a ello, encontró una rotunda negativa en la mayoría de los países más importantes y en especial del presidente brasilero Lula Da Silva quien con su determinación incluso ha ido más lejos que cualquiera de sus insípidos vecinos, no solo negando esos pedidos sino incluso tratando de mediar entre Moscú y Kiev.

Pese a ello las presiones de la OTAN y del Comando sur no cesan en tratar de convencerlos.

Durante los últimos treinta años, Washington y sus aliados han confiado en la incondicionalidad política de los gobiernos de Europa y en especial el de la Unión Europea quien en los últimos tiempos se ha comportado como una herramienta geopolítica para implementar sus planes de política exterior proyectados hacia Oriente.

Al dañino aventurerismo impulsado por los neoconservadores (particularmente los Straussianos) en Washington que ha llevado a la actual situación en Ucrania se suma la imprevista (en razón del tiempo) extensión comercial de China que viene ganando plazas en todo el globo, algo que abruma de sobremanera a la administración de Biden quien tiene entre sus metas, desbancar la influencia política y comercial del gigante asiático usando a Taiwán como plataforma de operaciones.

A todo esto, se le suma el descontento de los ciudadanos occidentales aplastados por la crisis económico-financiera y energética surgida por las políticas de La Casa Blanca (entre ellas el sabotaje al gasoducto Nord Stream I y II) destinadas a tratar de dañar a la economía de la Federación Rusa. Y si no bastaba todo esto, las últimas dudas y preocupaciones expresadas por socios estratégicos de la OTAN y la reelección de un socio gatopardista como Recept Tiyip Erdogan en Turquía que no esta dispuesto a dejar de lado sus conexiones con Rusia, demuestra cómo se ha reducido el espectro de incondicionales a Washington.

Una señal más de esta desesperación se puede interpretar en el nuevo paquete de ayuda de 2100 millones de dólares en armamento autorizado por Biden que se suma a los 45 mil millones de dólares ya entregados a Ucrania en un intento por cambiar la dramática situación en el terreno, lo que representará a su vez, la continuidad del fabuloso negocio para las corporaciones armamentísticas estadounidenses como Lockied, Raytheon entre otras.

Es por ello que la administración de Biden y sus socios de la UE están intentando como último recurso meterse al bolsillo a los países de Latinoamérica y África para ponerlos como relleno y seguramente también como paragolpe para los efectos de su política exterior. En este plan se enmarca la anunciada gira de la presidente de la Comisión de la UE Úrsula Von Der Leyen quien visitara la Argentina.

Como van las cosas en la región es posible que Washington tenga suerte con el próximo gobierno en Argentina que podría pasar a manos de una alianza de partidos claramente pro-angloestadounidense que le facilitará desplegar los principales objetivos geopolíticos, en especial con aquellos vinculados a tratar de cortar el acceso de inversión china en Sudamérica y con ello, frustrar la concreción de los proyectados puertos en la Patagonia de Argentina.

Sobre el particular, no hay que olvidar la situación de ocupación británica del archipiélago del Atlántico sur.

Sobre la situación de Argentina en este contexto, la misma es altamente interesante y si el gobierno del signo que sea sabe explotar los intereses que hay en danza, podría obtener el impulso que lo saque del pozo en el que se halla, pero sabiendo de que deberá renunciar a algo si así está dispuesto. Lo que le quedaría a Buenos Aires es decidir de que lado se halla en esta pulseada: O apuesta por seguir en el camino de la multilateralidad que en encabezan China y Rusia o intentara volver al camino de la unilateralidad de EEUU y la OTAN.

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