POR EL RESBALADIZO CAMINO A LA OTAN
¿Cómo podría la Argentina aspirar a entrar a la organización atlántica,
cuáles serían las condiciones y quiénes tienen la última palabra para
permitirlo?
Por
Javier B. Dal
La estridente personalidad y explosivo carácter del actual presidente argentino sin dudas son parte de su fórmula de gobierno y a diferencia de sus predecesores ha logrado embrujar a una buena parte de los argentinos haciendo lo que ningún político había hecho antes y eso es, hacer lo que dijo que iba a hacer. Si bien ello se puede interpretar como algo muy promisorio en realidad y por lo que se esta viviendo en la economía doméstica, las personas de la calle lo están resintiendo de manera muy severa.
Pero aunque ello (hacer lo que dijo) pareciera ser una cualidad
sobresaliente en realidad, se oculta otra cosa. Estamos sin dudas frente a una
estratagema que sirve para enmascarar otros planes mucho más peligrosos e inconfesables
para el futuro del país.
A diferencia del senil Biden en EEUU, Milei no tiene red de contención.
En EEUU se sabe que no son los presidentes quienes manejan el país, si así
fuera Biden hace tiempo lo habría enviado al abismo. El estado profundo es una
realidad nebulosa pero muy presente en la toma de decisiones de los gobiernos y
en la Argentina también esta presente.
El estado profundo es una dimensionalidad paralela, un reflejo del
tamaño del estado bajo el que se cobija. Si vemos al estado de la Unión
deduciremos la complejidad y vasta extensión de su estado profundo.
Por supuesto que el estado profundo argentino tiene otras facetas y
beneficiarios y ha ido modelándose con el paso de las décadas y hoy estaría
reconfigurándose de acuerdo a las circunstancias.
Milei solo es un fusible, el muñeco de alta voz que el estado profundo
ha puesto en ese lugar para beneficiar sus intereses. Tal vez y a diferencia de
lo que pasa en los EEUU, el componente estrictamente nacional como es la
industria armamentística y el lobby no existe en Argentina o tiene muy poca
incidencia, o si la tiene, están siempre apoyados sobre los poderes externos.
En Argentina se habla más de “círculo rojo” que de estado profundo
siendo por ello sinónimos.
Quienes están por encima de los gobiernos en Argentina se vinculan más
bien al campo empresarial (incluidos los sindicatos)-político-financiero y de
su lobby para captar inversiones extranjeras. Estos son los que conforman el
“Deep State” aquí, pero ello se estaría ampliando con el actual gobierno dado
que hay ciertas medidas que Milei estaría (en beneficio de intereses externos)
implementando que se dirigen a crear nuevos beneficios y ampliar las
incumbencias a la cloaca nacional.
Milei dice estar contra la casta política lo que pareciera significar,
estar contra parte del componente del “círculo rojo”, pero lo que en realidad
está haciendo es construir una nueva casta o mejor dicho, reemplazar a la casta
vieja abriéndole la puerta a otra casta de componentes foráneos y de su predilección ideológica para insertarla
en el país que con el paso del tiempo lleguen a tener preponderancia en los
asuntos de estado (como se trata de hacer con la instauración de juicios en
ausencia) como vemos en EEUU, o lo vimos últimamente con las elecciones en
Francia y Reino Unido.
Aquí es donde entran sus convicciones personales que calzan
perfectamente con los intereses que están comenzando a operar dentro del país
no para traer ventajas económicas en medio de una calamidad continua en la que
los argentinos de a pie viven sometidos desde hace décadas sino, para desplegar
sus estructuras tendientes a impulsar y proteger sus propios intereses que a su
vez serán fomentados por estos sectores del “estado profundo” nacional.
Una de las tácticas para que esos intereses vayan colándose dentro del
estado es el uso de fundaciones y ONG que bajo fines altruistas esconden una
agenda geopolítica de los países de donde proceden. Y no hay dudas que las
medidas de Milei están siendo muy funcionales para que estas tácticas funcionen
en medio de una crisis que no termina y la creciente desesperación en la
población.
Su carácter es proporcionalmente similar a su fanatismo
ideológico-religioso y ello quedo ejemplificado con su cercanía con el líder
ucraniano Volodymyr Zelensky por el solo hecho de ser judío sin distinguir el
trasfondo político y geopolítico al que representa. Lo mismo tras su visita a
Israel donde expreso su incondicional apoyo a las acciones que el régimen de
Netanyahu lleva a cabo contra la población palestina que se traduce en el apoyo
del estado argentino.
Referente a esto último, la injerencia de Israel en el área de
fabricaciones militares y de asuntos castrenses en Argentina ya han dejado de
ser meras tratativas y posiblemente más pronto que tarde la industria nacional
este fabricando municiones y ciertos componentes para surtir tanto a las FDI
como a las agotadas existencias del ejército ucraniano. Esto representaría una
peligrosa posición para la Argentina y al mismo tiempo una gran ventaja para
los poderes hemisféricos, aliados de estos y muy avocados en seguir sosteniendo
tanto al régimen supremacista liderado por Netanyahu como al régimen neonazi de
Zelensky.
No hay dudas que uno de las intenciones de Milei y que su fashionista ministro
de defensa comparte es ingresar a la OTAN. Habría que ver si esa posibilidad se
ha discutido en la cumbre opaca que tuvo lugar en Washington.
Este pensamiento y forma de conducirse del presidente argentino agrada de
sobremanera a los atlantistas aún si en el fondo, lo detestan por sus
presumidas lecciones en economía de las que se jacta. Milei representa para
Washington y la OTAN un importante activo político en la región ya que,
necesitan contrapesar la penetración china y hacerse de un punto seguro de
repliegue estratégico si las cosas pudieran salir mal con la Federación de
Rusia.
Tal vez Milei y su hermana no lo sepan o quizá no lo crean así, pero para
los poderes atlantistas son meros recursos desechables.