NACIONAL
“HASTA DONDE LLEGARA EL CONTROL DE GASTOS”
La política de recorte de Macri ya lleva treinta mil despidos de ex empleados del estado y podría seguir aumentando si se escudriña más a fondo
Por Javier B. Dal
La década ganada de la que hablan los restos del Kirchnerismo, ha
sido sin dudas una ganancia para sus bolsillos. Tras la inmediata asunción del
presidente Mauricio Macri y Cía, parece que además de cumplir con sus promesas
de sanear el atiborrado espectro de los empleados públicos que fueron designados a troche y moche por otrora gobierno “nacional y popular”, se
halla en la investigación de dónde se han ido yendo varios millones de pesos en
contratos sin licitaciones, preventistas y proveedores del Estado.
La
década que se fue y que jamás volverá, fue sin dudas un festival de negociados
y mal uso de recursos del estado que en demasiados casos, terminaron en manos de funcionarios corruptos sus
familiares e incluso de una cadena de particulares que a la sombra de algunas
secciones bastantes oscuras, viven a costa del estado. Así se pudo ver como el
peculado, la malversación de causales y las asignaciones irregulares de fondos
fueron prácticas que, si bien se agravaron en la “era K” tenían una vieja
prosapia. En resumen, el gobierno
Kirchnerista no inauguro esta práctica, solo la desvió y permitió a otros
sectores ideológicamente afines.
Sin
dudas de que la era K representó un festival para los puestos denominados
“ñoqui” que significa cuando alguien que figura en una repartición pública a
sueldo de la nación o de una provincia, no concurría a trabajar y solo aparecía
los días 29 de cada mes para cobrar por ventanilla. O de aquellos empleos creados para cubrir
verdaderas intensiones políticas que usando la caja pública, pretendían crear
instituciones partidocráticas como la AFSCA y el Centro Cultural Kirchner que
pagaban todos los ciudadanos fuesen o no partidarios del “pingüino”.
Una
de las áreas donde se practicaba a mansalva estas actividades ilícitas, era en algunas
áreas dentro de las unidades militares donde y como parte del presupuesto
nacional, se asignan recursos para que en las mismas se administre de acuerdo a
gastos tan variados como la comida, la compra de repuestos o implementos hasta
la autorización de gastos para tareas
que pueden estar clasificadas por el carácter del personal involucrado. Dentro
de estas dependencias, existe la llamada área contable donde –y casi por
obviedad- está a cargo de un oficial que tiene título de contador público.
Como tal, está sujeto a las mismas previsiones legales que todo contador que se
desempeña en el campo liberal, debe respetar y sobre sus actividades, dar
cuenta cuando ellas le sean requeridas.
Antes
de que la Dra Nilda Garré asumiera en
diciembre del 2005 como Ministro de defensa, los rumores sobre negociados entre
proveedores del estado, oficiales a cargo de las áreas contables y personal
civil de inteligencia (PCI) retumbaban por los pasillos del edificio de
Azopardo 250. Pero como parecía una costumbre enraizada de décadas, nadie
pareció prestarle atención y menos aún darle entidad de importancia. Según
algunas fuentes, Garré fue enterada casi en forma inmediata a su asunción, de
varias irregularidades contables en al menos tres unidades militares dispersas
en la provincia de Buenos Aires. Lo que
parecían rumores y corrillos que se reducían a “dime y diretes”, fue tomando
entidad tras la decisión de la ministro de tomar el toro por las astas y
obtener pruebas sustanciales sobre lo
que, según informaban fuentes internas y reservadas describieron como
“negociados y desvíos de fondos injustificados”.
Al
parecer en la operatoria ilícita, se estaban sobrefacturando compras de víveres
y la adquisición de equipos por Batallones que no estaban justificados. Esto
representaba una aparente violación a las disposiciones del Plan Anual de
Contrataciones PACIC, que multiplicado por el total de unidades militares del
Gran Buenos Aires representaría el desvío de varios millones de pesos que de
auditarse, no podrían ser justificados.
Según fuentes reservadas, por el año 2008 la ministra habría iniciado
una pesquisa interna dentro de las unidades que se señalaba como sospechadas de
irregularidades contables y en las que incluso, se señalaban el pago de sumas de
dinero para tareas que no estaban políticamente autorizadas.
Según
señalaba la fuente, lo que más había desatado la indignación de la ministra
Garré fue que se estarían usando sumas de dinero para realizar espionaje no
autorizado y en el cual, involucraría a
los llamados PCI que, bajo cubiertas que enmascaran estas tareas, tienen un
régimen especial y actúan como “alcahuetes” del arma de inteligencia militar dentro de la ciudadanía. Pese a que las sospechas de la ministro se
vieron reflejadas en la detección y apartamiento de varios oficiales
involucrados en estas irregularidades, no se ahondo hasta donde llegaba filtración de
dineros públicos que estaba siendo usufructuado por inescrupulosos agentes
civiles.
Y
eso solo fue la punta de una madeja que no se termino de desenredar. Por el
2010, Garre firmo un convenio con el Mercado central que a instancia del
recordado Guillermo Moreno, facilito la compra directa sin la necesidad de
licitación previa. Cuando Garre salió de
defensa, el general César Milani –favorito de la entonces ministra de
seguridad Nilda Garre- fue nombrado al frente del Ejército Argentino en
2013, las irregularidades sobre desvíos de fondos para compras justificadas con
facturación truchada, no solo siguieron llegando sino que además, se volvió una
denuncia oficializada por el diputado Pinedo, que fue sin dudas, fuente
discordias entre Garre y el ministro de
defensa Arturo Puricelli.
La
práctica no es novedosa. En el ámbito provincial ha sido algo casi normalizado,
la existencia de los “buchones” que trabajan para la policía a cuenta de estar
en una nómina de pagos que los mantienen cautivos de la fuerza. Sin dudas con
la llegada de la democracia, muchos de aquellos PCI han encontrado buen cobijo
en estas nuevas redes del submundo de los tonos grises a negros. Recordemos
que allá por febrero del año 2000 el
Ejército Argentino despidió a unos 500 PCI tras haberse detectado que llevaban
adelante actividades no autorizadas que en muchos casos tenían fines de lucro, en
beneficio propio. No cabe dudas de que es un área riesgosa en la cual explorar
pero, es posible que el presidente Macri, que parece no doblarse con
facilidad, pueda tener intensiones y
coraje político de meter la mano y revolver la basura apilada bajo la alfombra,
para al menos constatar cuántos son los “agentes civiles” que revisten como PCI
y su verdadera utilidad operativa.
Es
posible que no veamos ninguna medida profunda sobre esto. Las razones de ello, son muy simples: Es
demasiado sucio el bajo fondo que alberga a estos PCI y para peor, los cables
que se han tendido por el general Milani durante su gestión ante el Ejército
Argentino, que –valga recordar- no es un oficial de un arma cualquiera,
llegan al Pentágono. Algunas fuentes extraoficiales señalan que aquel organismo
militar estadounidense ve con muy buenos ojos al general argentino y con el
cual, se pudo implementar una doctrina avanzada en inteligencia electrónica que
en cierto sentido, prescinde de la humana. En éste último sentido, las
falencias advertidas en la SIDE y otras fuerzas de seguridad tras la muerte de
un fiscal federal, demostrarían que el elemento humano sigue siendo débil al
dinero.
Es
por ello y con el objetivo de sellar las grietas –sin dudas las más
escondidas- por donde se permean los dineros públicos, que al menos el gobierno macrista realice un
control y censo sobre la existencia, operatividad y estilos de vida de estos
PCI que en muchos casos no podrían justificar sorpresivas y múltiples
inversiones que se no se justificarían con lo que aparentan.
Supuestamente,
estos sectores subterráneos pagados por el estado, debieran funcionar para el
bienestar público, en pro de la defensa nacional pero, como hemos visto con lo anteriormente
mencionado y los ejemplos cercanos de la muerte de un fiscal federal dentro de
su departamento en el centro de la capital porteña y inexplicable fuga de tres
reos de una cárcel de máxima seguridad, su funcionalidad y su lealtad parece
bastante dudosa.
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