VETERANOS DE AYER
“OPERATIVO ALFIL 1 HACE 25 AÑOS”
Cómo al paso de 25 años de aquella guerra internacional sigue siendo una batalla sin concluir para los veteranos argentinos
Por Charles H. Smith y Javier B. Dal
Hace 25 años atrás, para estos días, las dos naves argentinas del “Operativo
Alfil I”, se encontraban en pleno de las operaciones militares de apoyo táctico
y estratégico a la campaña militar contra las fuerzas iraquíes que se hallaban
en Kuwait. A finales de enero de 1991,
el destructor “ARA Ate. Brown” y la
corbeta “ARA Spiro” terminaban una quincena infatigable de tareas de escolta y
protección de las líneas logísticas que abastecían a los portaaviones que
estaban lanzando los principales ataques aéreos sobre Kuwait e Iraq.
Eran
momentos de mucha tensión. El ambiente era tan denso que como dice el dicho “se
podía cortar con un cuchillo”. Las presiones que la misma situación de guerra
en la que se encontraban las tripulaciones, se agregaban las que surgían de las
relaciones jerárquicas ya no solo entre los mismos argentinos sino
incluso, debiendo estar atentos a las
órdenes y maniobras que disponían los cerebros navales desde el cuartel general
del NAVCENT en Arabia Saudita, desde donde se coordinaban las acciones en una
gran mesa de estrategia.
Aunque
no se les comunicó a ningún miembro de las tripulaciones argentinas, todos –sin
distinción entre oficialidad y suboficiales- estaban siendo observados y
evaluados por los atentos ojos de los elementos norteamericanos que permanecían
en el área de comunicaciones y que hacían de enlace con el Comando general. Aquellos tres marinos yanquis que el NAVCENT había
enviado para instalar las antenas para
comunicaciones en la “Brown”, eran también los ojos y los oídos de los
encargados de la inteligencia de la campaña. Y es que los motivos eran tan importantes como
determinantes; además de mantener los canales fluidos de comunicación, debían
asegurarse de cuál era la moral y la disciplina de las tripulaciones y
prevenir posibles inconductas que
hubieran hecho fracasar las operaciones.
Sin
dudas que fueron momentos muy duros; los minutos parecían horas y las horas
semanas; y no solo los argentinos se vieron sometidos a estos extremos que
crispaban los nervios. Sus mismos colegas norteamericanos, británicos y
canadienses, cayeron en muchos casos, rendidos al poder de la presión que
destruía los nervios de los hombres más firmes y preparados.
Desde la cubierta de la Brown |
Hoy
a 25 años y a lo lejos, se puede evaluar con mucha precisión, lo que represento
esa posición de las tropas argentinas operando dentro de aquel letal teatro de
operaciones y en una situación que solo aquellos hombres conocieron de primera
mano. Justamente e 1º de febrero de 1991 desde las cubiertas de la “Brown” y la
“Spiro”, los marinos argentinos contemplaban atareados como iban y venían los
aviones de combate norteamericanos que despegaban del portaaviones “USS
Midway”, punta de lanza que dio inicio a las operaciones de bombardeo contra
Kuwait e Iraq y al cual asistieron hasta el final de la campaña.
Fueron
testigos de cómo los aviones norteamericanos “A-6 Intruder” preparaban sus
miras lanzado sus bombas en blancos remolcados por el “USS Kansas City”, que se
hallaba navegando junto a ellos. O como podrían olvidar como aquellos
gigantescos helicópteros “Chinook” de la
naval estadounidense maniobraban por encima de la cubierta del destructor “Brown” para
trasladar personal de un buque a otro; sin dudas que eso fue una experiencia
profesional inédita, inimaginable y a l vez imborrable para los argentinos.
Inmersos
en sus tareas de agitadas rutinas de combate, los argentinos debían estar
listos para cualquier contingencia que por un mínimo descuido, podía ser fuente
de un desastre. Las aguas del golfo estaban pobladas de problemas que podían
llegar a ser letales y solo ellos, pudieron ser testigos de varios de aquellos.
La fuerza de la Coalición naval no solo debió estar al pendiente –y bajo una
total desinformación- de las
amenazas militares que “Saddam” tenía apuntando hacia el Golfo, sino también de
los varios peligros que ni siquiera tenían idea que existían.
Sin
dudas de que fueron protagonistas de la última y más portentosa guerra naval
que el siglo XX vio antes de finalizar. El poder destructivo de las armas
empleadas y la cantidad en toneladas que se movieron por las peligrosas aguas
del golfo pérsico para que los arsenales de las tropas terrestres y las “Santa
Bárbara” de los buques como el “USS Midway” no detuvieran el fuego, sigue
siendo uno de los temas que se atienden con mucha importancia en las cátedras
de apoyo de combate y logística –entre otras- en la Academia Militar de
West Point, ubicada en estado de New York, Estados Unidos.
El
brazo logístico fue primordial para el éxito de la campaña “Tormenta del
desierto” ya que sin el desarrollo de las operaciones de control, vigilancia y
custodia de los transportes que entraban al Golfo por el estrecho de Ormuz,
seguramente se habrían registrado graves incidentes, que acometidos por células
extremistas dispersas en la región, hubieran causado una demora en el abasto
para las tropas que debían mantener un fuego coordinado y constante, si no
querían que las Brigadas mecanizadas iraquíes los aplastaran con algún contra
ataque. Como dijo el diseñador de éstas
operaciones logísticas, “debemos funcionar como un reloj de precisión; si no
podemos garantizar eso, le diré Schwarzkopf que no inicie nada”.
Un Chinook sobre la Brown |
Entre
las tareas que el operativo “Alfil I” tenía que cumplir, era las de asegurar el
paso de los buques tanque que debían aprovisionar a la flota que se hallaba en
operaciones. Esto que los norteamericanos denominan “refuelling” o reaprovisionamiento de combustible, que en
la situación de guerra en la que se encontraban, representaba un riesgo
potenciado no solo por la posibilidad de ser sorprendidos por un misil –ej.
Misiles costeros Frog- en medio de la operación de alije, sino también por
la presencia de todo tipo de minas explosivas.
Precisamente sobre esto último, a pesar de la operatividad de varios
buques “barreminas” y de los incesantes vuelos de helicópteros que exploraban
las zonas para detectar entre otras cuestiones, posibles minas flotantes,
existían en ese momento otros tipos de estos ingenios que estaban en el fondo del
lecho del golfo y operaban en una manera más sofisticada.
Si
tan solo una de esas minas hubiera tocado a un buque en momentos del
reaprovisionamiento, se hubiera desatado un infierno sobre el agua dejando muy
pocas probabilidades de que hubiese supervivientes.
Lo
mismo con los buques que trasladaban municiones, bombas y misiles para los
aviones que estaban embarcados en los siete portaaviones que encabezaban las
operaciones navales de apoyo a la ofensiva que se realizaría por las tropas en
Arabia Saudita. El arribo sin pausa y
con seguridad era primordial para garantizar eficacia en las operaciones que se
delineaban desde el cuartel general en Riad, desde donde los generales y
almirantes coordinaban con minucia los movimientos de cada operativo desplegado
en el golfo.
Ninguna
embarcación estaba desligada de la cadena de mando que provenía desde el NAVCENT
enclavado en Riad, base estratégica que coordinaba y planificaba el desarrollo
de las operaciones en los diversos sectores que comprendieron el Teatro. En
esas planificaciones y en medio de las hostilidades, los argentinos demostraron
profesionalismo y un entusiasmo poco esperado por algunos mal pensados
coordinadores de la campaña que, dicho sea de paso, supieron cometer errores
que demostraban estar alterados por la
presión.
Se
había formado una comunidad en la zona, aunque para nada relajada; en el Teatro
de operaciones que se extendía desde la entrada del estrecho de Ormuz hasta el
norte del Golfo, los buques podían verse las siluetas recíprocamente y a veces
supieron estar tan cerca unos de otros, que lograban verse como sus camaradas
norteamericanos corrían con el culo entre las manos ante situaciones que habían
quedado consignadas a quedarse y no salir de allí. Recuerden sino aquel
incidente del “USS Midway” que en
apariencias y sin que se esperara, recibió un duro ataque con misiles que
teóricamente –y según los expertos militares- no podían estar allí. ¿Qué
hubiera sucedido si uno o esos misiles pasaban de largo y llegaban a una de las
embarcaciones argentinas que estaba tan cerca? Solo para que el lector se haga
a la idea de lo que podía haberle hecho un misil “Frog-7” a un buque como el Alte Brown o peor aún, a
la pequeña corbeta Spiro, solo considere que al ser un vector de 9.1 metros de
largo y con una cabeza armada de 550 kilogramos que ha ganado velocidad con un
alcance de 75 kilómetros (mucho más que la distancia que patrullaban las naves),
el solo imaginarse que uno de esos monstruos
impactase por debajo de la línea de flotación en alguno de estos navíos,
hoy estaríamos hablando de “bajas” y para el gobierno argentino, un dolor de
cabeza para el cual no hay aspirina.
Ante
la inminencia de los peligros que poblaron aquel cajón de aguas llamado “Golfo
Pérsico” que lo asemejaba a un polígono acuático y pese a los informes del
Departamento Naval estadounidense –en especial el director de la ONI- que
concluyeron como destacable a la invalorable actividad de las dotaciones
argentinas en las operaciones “Escudo del desierto” y “Tormenta del Desierto” ,
muchos se preguntan ¿Qué espera el gobierno argentino para
reconocer a estos hombres su derecho bien ganado a ser reconocidos como
VETERANOS?
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