viernes, 8 de julio de 2016

EN LA MIRA


“EL DOCUMENTO NEGRO”


Cómo la desclasificación de un documento del FBI puede hundir aún más la credibilidad de EEUU a los ojos del mundo





Por Charles H. Slim
Diez y seis años han pasado desde los ataques del 11 de septiembre del 2001 y pese a que los sucesivos  gobiernos han intentado hacer todo lo posible por encubrir las verdaderas causas y a sus autores, el paso del tiempo ha ido esclareciendo los arreglos secretos que se tejieron en rededor de toda esa verdadera operación de falsa bandera que hoy queda expuesta más que nunca con la pronta exposición de un documento  llamado “Archivo 17” que supuestamente echaría luz sobre lo que ocurrió el 11/S, debe ser tomado con mucha cautela por las posibles dobles intensiones que su desclasificación intenta.

Sobre esto no hay de los más renombrados políticos en Washington, que queden a salvo de lo que significa la revelación de  éste informe que ventila las complicidades del entonces gobierno republicano de George W. Bush y sus organismos federales de inteligencia con el gobierno de Arabia Saudita en la concreción de éste ataque de Falsa Bandera que recordemos, tuvo como finalidad última, la de abrir el camino para que Washington y sus aliados pudieran desplegar masivamente una fuerza militar que haría pie en Afganistán y dos años después sobre Iraq.

Se trató simplemente de la materialización de las estrategias y de una geopolítica para los EEUU con treinta años de antelación, concienzudamente urdida y bien diseñada por los llamados “Think Tanks” de Washington  quienes por la década de los setentas cuando aún en medio de la llamada “Guerra fría”, se avocaban a visualizar las posibilidades y las potencialidades que  quedarían al descubierto cuando la URSS se viniera abajo.  Con el financiamiento casi ilimitado de los grupos de presión como el AIPAC y mediante organismos como el CFR, se estudiaron con detenimiento las necesidades energéticas, estratégicas y militares  de su país a treinta años y más allá, desarrollando  una agenda meticulosa y bien informada sobre cuales regiones del planeta ofrecían el acceso y de  medios para hacerse con ellos, sobre recursos energéticos como el petróleo, gas y carbón a precio cero. A todo ello, iba una agenda de carácter geopolítico en la cual se prepararon alianzas regionales casi impensables para aquellos años -1973-1976- y que se mantendrían en el más absoluto secreto por décadas; una de las cuales hoy ya es imposible de esconder a los ojos de la opinión pública, como la de Riad y Tel Aviv.

En ese marco bien planificado y de un absoluto secreto, Washington fue desandando poco a poco sus planes de ir metiéndose en el Medio Oriente para lograr controlar esos recursos petrolíferos vitales no solo para la subsistencia de la industria pesada civil y la movilización de una fuerza militar colosal que dependía y sigue dependiendo de grandes volúmenes de combustible sino también para lograr ejercer el control de los precios del mercado del crudo en la bolsa financiera.

Pero también se estudio con mucho detenimiento como lograr entrar dentro de una región con sociedades árabes-islámicas altamente hostiles para EEUU e Israel, quienes habían venido teniendo protagonismos bastantes sangrientos contra causas árabes como la palestina, su involucramiento en la guerra civil del Líbano en los setentas o en sociedades islámicas como los golpes de estado gestados por la CIA en Irán allá por 1953 y su apoyo al “Talibán”  para derrocar a Najibulá en Afganistán en la década de los noventas.

Fue así que gradualmente y con el sigilo que demandan estas estrategias de largo aliento, la CIA y sus colegas israelíes fueron articulando y tendiendo redes dentro de varios países árabes especialmente interesados en reclutar dentro de sus sociedades a elementos disconformes y opositores de los gobiernos interesados en socavar, remarcando la importancia en que cuanto más extremos fueran esos opositores, mejor para los planes.

Cuando Brzezinski en mayo de 1979 visito nada menos que los combatientes Talibán reclutados por la CIA en Pakistán y de donde se seleccionarían a una nómina de otros combatientes para conformar una “base” de información que servirían para un programa secreto que, con la colaboración de los servicios de inteligencia saudíes luego se conocería como “Al Qaeda” –La Base-, sabía que estaba sembrando la semilla de una fuerza para-militar que asociada a Washington –y tangencialmente a Tel Aviv- buscarían horadar no solo a la influencia soviética en Asia sino también, a la resistencia árabe-islámica que no daba tregua a Israel.  Lo que si tal vez no esperaba, que ese programa se usaría en futuras operaciones dentro del mismo EEUU.

De cualquier modo, queda claro que no se prepararon simples guerrilleros como en algún momento los personeros de Washington argumentaron al ser sorprendidos por estas indecorosas conexiones. A su disposición estuvieron armas, entrenamiento en variados usos de armas y explosivos, tácticas de sabotaje, asesinato y terror; ¿acaso no suena familiar estos procederes?

El llamado terrorismo internacional tiene muy poco de improvisado y sin dudas, que se halla atravesado desde hace bastante tiempo por las redes de las agencias gubernamentales de inteligencia occidental que hoy día puede asegurarse que controlan sus agendas. De este modo, aquel día 11 de septiembre del 2001 y en medio de circunstancias muy curiosas, fue el puntapié para poner en práctica aquel plan que el general estadounidense Wesley Clark denunciaría cuatro años después en una entrevista televisiva.

Se tratan de eventos interconectados sin los cuales no habría podido existir todo lo que hoy sacude al Medio Oriente y en especial a Siria e Iraq. La ventilación de este documento comenzó por parte de un activista llamado Brian P. McGlinchey quien a mediados del 2015 publicó en línea una serie de piezas informativas en las que se detallaba el contenido de lo que el FBI mantenía como un alto secreto en donde se hace referencia a la captura de un supuesto agente de “Al Qaeda” de nacionalidad saudita que había enviado a la Embajada de Arabia Saudita en Washington en un sobre, una licencia para piloto de avión (V . https://28pages.org/2016/04/19/exclusive-a-buried-envelope-buried-questions-your-first-look-inside-declassified-document-17/ )

Igualmente y a pesar de que éstos documentos plantean la connivencia de la administración norteamericana en asuntos oscuros con Riad y que ha desatado una lucha política-diplomática entre ambas naciones, hay ciertos huecos que no cierran y dejan afuera muy convenientemente la participación de otro de los grandes beneficiados con aquella operación como es Israel (V. http://www.voltairenet.org/article162099.html ). Y es que sin dudas, los investigadores y elaboradores de este documento podrían estar creando una cortina de humo que precisamente, desvíe toda la atención de las implicancias israelíes hacia el impresentable régimen Wahabí como el “único” participe de aquellos hechos.

Pero el camino tomado por EEUU y que se ha venido viendo en su cruento actuar sobre los países árabes  -especialmente desde 1990- ha llevado a que además de dejar en evidencia un claro papel de “vasallaje” del estado de Israel que a costa de un creciente beneficio económico-comercial y financiero de inversiones de judíos europeos, lo ha deteriorado tanto a nivel político como diplomático.
Richard Perle

Tal vez como un punto más para destacar, sea el papel que jugaron personajes como John Mc Cain, Avigdor Lieberman o el influyente Richard Perle –un sionista militante- quien en 1996 escribió un artículo titulado “A Clean Break: A new Strategy for Securing the Ralm” donde discurre sobre cuales debía ser los pasos para asegurar no el territorio estadounidense, sino el ente de la “Gran Israel”, se convertiría en 2001 en el presidente del Comité para la Política de Defensa de EEUU.

Sin dudas que la aparición de éste supuesto documento, puede ser más bien un señuelo o un embuste como el descubrimiento en 2014 del “Huevo del Dragón” en Iraq, un supuesto depósito de armas químicas de la era de Saddam Hussein que –jamás descubierto por los inspectores de Naciones Unidas- habría sido confiscado por elementos del “ISIS” en una base militar iraquí a las afueras de Bagdad, algo que claramente buscaba justificar la repentina aparición de éstas armas en poder de los “jihadistas”.


Además y pese a que se trata de presentar el documento como una pieza incontrastable que vincularía a Arabia Saudita con “Al Qaeda” y tangencialmente a Washington, lo cierto es que a la vista de los acontecimientos que hoy sacude a la región del Medio oriente, ya se sabe que “Al Qaeda”  -como viejo programa concebido por la CIA a comienzos de 1980- y el nuevo programa de engaño llamado “ISIS”, son parte de la misma matriz que tiene como sus principales autores a los cerebros de la inteligencia estadounidense e israelí con lo cual, éste supuesto “archivo 17” no revela nada que los mismos personeros en Washington ya anticipadamente sabían.

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