EN LA MIRA
“EL DOCUMENTO NEGRO”
Cómo la desclasificación de un documento del FBI puede hundir aún más la credibilidad de EEUU a los ojos del mundo
Por
Charles H. Slim
Diez y seis años han pasado desde los ataques del 11 de septiembre
del 2001 y pese a que los sucesivos gobiernos han intentado hacer todo lo posible
por encubrir las verdaderas causas y a sus autores, el paso del tiempo ha ido
esclareciendo los arreglos secretos que se tejieron en rededor de toda esa
verdadera operación de falsa bandera que hoy queda expuesta más que nunca con
la pronta exposición de un documento llamado “Archivo 17” que supuestamente echaría
luz sobre lo que ocurrió el 11/S, debe ser tomado con mucha cautela por las
posibles dobles intensiones que su desclasificación intenta.
Sobre
esto no hay de los más renombrados políticos en Washington, que queden a salvo
de lo que significa la revelación de
éste informe que ventila las complicidades del entonces gobierno
republicano de George W. Bush y sus organismos federales de inteligencia con el
gobierno de Arabia Saudita en la concreción de éste ataque de Falsa Bandera que
recordemos, tuvo como finalidad última, la de abrir el camino para que
Washington y sus aliados pudieran desplegar masivamente una fuerza militar que
haría pie en Afganistán y dos años después sobre Iraq.
Se
trató simplemente de la materialización de las estrategias y de una geopolítica
para los EEUU con treinta años de antelación, concienzudamente urdida y bien
diseñada por los llamados “Think Tanks” de Washington quienes por la década de los setentas cuando
aún en medio de la llamada “Guerra fría”, se avocaban a visualizar las
posibilidades y las potencialidades que
quedarían al descubierto cuando la URSS se viniera abajo. Con el financiamiento casi ilimitado de los
grupos de presión como el AIPAC y mediante organismos como el CFR, se
estudiaron con detenimiento las necesidades energéticas, estratégicas y
militares de su país a treinta años y
más allá, desarrollando una agenda
meticulosa y bien informada sobre cuales regiones del planeta ofrecían el
acceso y de medios para hacerse con
ellos, sobre recursos energéticos como el petróleo, gas y carbón a precio cero.
A todo ello, iba una agenda de carácter geopolítico en la cual se prepararon
alianzas regionales casi impensables para aquellos años -1973-1976- y que se
mantendrían en el más absoluto secreto por décadas; una de las cuales hoy ya es
imposible de esconder a los ojos de la opinión pública, como la de Riad y Tel
Aviv.
En
ese marco bien planificado y de un absoluto secreto, Washington fue desandando
poco a poco sus planes de ir metiéndose en el Medio Oriente para lograr
controlar esos recursos petrolíferos vitales no solo para la subsistencia de la
industria pesada civil y la movilización de una fuerza militar colosal que
dependía y sigue dependiendo de grandes volúmenes de combustible sino también
para lograr ejercer el control de los precios del mercado del crudo en la bolsa
financiera.
Pero
también se estudio con mucho detenimiento como lograr entrar dentro de una
región con sociedades árabes-islámicas altamente hostiles para EEUU e Israel,
quienes habían venido teniendo protagonismos bastantes sangrientos contra
causas árabes como la palestina, su involucramiento en la guerra civil del
Líbano en los setentas o en sociedades islámicas como los golpes de estado
gestados por la CIA en Irán allá por 1953 y su apoyo al “Talibán” para derrocar a Najibulá en Afganistán en la
década de los noventas.
Fue
así que gradualmente y con el sigilo que demandan estas estrategias de largo
aliento, la CIA y sus colegas israelíes fueron articulando y tendiendo redes
dentro de varios países árabes especialmente interesados en reclutar dentro de
sus sociedades a elementos disconformes y opositores de los gobiernos
interesados en socavar, remarcando la importancia en que cuanto más extremos
fueran esos opositores, mejor para los planes.
Cuando
Brzezinski en mayo de 1979 visito nada menos que los combatientes Talibán
reclutados por la CIA en Pakistán y de donde se seleccionarían a una nómina de
otros combatientes para conformar una “base” de información que servirían para
un programa secreto que, con la colaboración de los servicios de inteligencia
saudíes luego se conocería como “Al Qaeda” –La Base-, sabía que estaba
sembrando la semilla de una fuerza para-militar que asociada a Washington –y
tangencialmente a Tel Aviv- buscarían horadar no solo a la influencia
soviética en Asia sino también, a la resistencia árabe-islámica que no daba
tregua a Israel. Lo que si tal vez no
esperaba, que ese programa se usaría en futuras operaciones dentro del mismo
EEUU.
De
cualquier modo, queda claro que no se prepararon simples guerrilleros como en
algún momento los personeros de Washington argumentaron al ser sorprendidos por
estas indecorosas conexiones. A su disposición estuvieron armas, entrenamiento
en variados usos de armas y explosivos, tácticas de sabotaje, asesinato y terror;
¿acaso no suena familiar estos procederes?
El
llamado terrorismo internacional tiene muy poco de improvisado y sin dudas, que
se halla atravesado desde hace bastante tiempo por las redes de las agencias
gubernamentales de inteligencia occidental que hoy día puede asegurarse que
controlan sus agendas. De este modo, aquel día 11 de septiembre del 2001 y en
medio de circunstancias muy curiosas, fue el puntapié para poner en práctica
aquel plan que el general estadounidense Wesley Clark denunciaría cuatro años
después en una entrevista televisiva.
Se
tratan de eventos interconectados sin los cuales no habría podido existir todo
lo que hoy sacude al Medio Oriente y en especial a Siria e Iraq. La ventilación
de este documento comenzó por parte de un activista llamado Brian P. McGlinchey
quien a mediados del 2015 publicó en línea una serie de piezas informativas en
las que se detallaba el contenido de lo que el FBI mantenía como un alto
secreto en donde se hace referencia a la captura de un supuesto agente de “Al
Qaeda” de nacionalidad saudita que había enviado a la Embajada de Arabia
Saudita en Washington en un sobre, una licencia para piloto de avión (V . https://28pages.org/2016/04/19/exclusive-a-buried-envelope-buried-questions-your-first-look-inside-declassified-document-17/ )
Igualmente
y a pesar de que éstos documentos plantean la connivencia de la administración
norteamericana en asuntos oscuros con Riad y que ha desatado una lucha
política-diplomática entre ambas naciones, hay ciertos huecos que no cierran y
dejan afuera muy convenientemente la participación de otro de los grandes
beneficiados con aquella operación como es Israel (V. http://www.voltairenet.org/article162099.html ). Y es que sin dudas, los investigadores y elaboradores de este
documento podrían estar creando una cortina de humo que precisamente, desvíe
toda la atención de las implicancias israelíes hacia el impresentable régimen
Wahabí como el “único” participe de aquellos hechos.
Pero
el camino tomado por EEUU y que se ha venido viendo en su cruento actuar sobre
los países árabes -especialmente
desde 1990- ha llevado a que además de dejar en evidencia un claro papel de
“vasallaje” del estado de Israel que a costa de un creciente beneficio
económico-comercial y financiero de inversiones de judíos europeos, lo ha
deteriorado tanto a nivel político como diplomático.
Richard Perle |
Tal
vez como un punto más para destacar, sea el papel que jugaron personajes como
John Mc Cain, Avigdor Lieberman o el influyente Richard Perle –un sionista
militante- quien en 1996 escribió un artículo titulado “A Clean Break: A
new Strategy for Securing the Ralm” donde discurre sobre cuales debía ser los
pasos para asegurar no el territorio estadounidense, sino el ente de la “Gran
Israel”, se convertiría en 2001 en el presidente del Comité para la Política de
Defensa de EEUU.
Sin
dudas que la aparición de éste supuesto documento, puede ser más bien un
señuelo o un embuste como el descubrimiento en 2014 del “Huevo del Dragón” en
Iraq, un supuesto depósito de armas químicas de la era de Saddam Hussein que –jamás
descubierto por los inspectores de Naciones Unidas- habría sido confiscado
por elementos del “ISIS” en una base militar iraquí a las afueras de Bagdad,
algo que claramente buscaba justificar la repentina aparición de éstas armas en
poder de los “jihadistas”.
Además
y pese a que se trata de presentar el documento como una pieza incontrastable
que vincularía a Arabia Saudita con “Al Qaeda” y tangencialmente a Washington,
lo cierto es que a la vista de los acontecimientos que hoy sacude a la región
del Medio oriente, ya se sabe que “Al Qaeda”
-como viejo programa concebido por la CIA a comienzos de 1980- y
el nuevo programa de engaño llamado “ISIS”, son parte de la misma matriz que
tiene como sus principales autores a los cerebros de la inteligencia
estadounidense e israelí con lo cual, éste supuesto “archivo 17” no revela nada
que los mismos personeros en Washington ya anticipadamente sabían.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario