EN DEBATE
“EL EQUILIBRIO INEVITABLE”
La situación en la que se encuentra la Argentina hace que muchas cosas no tengan una solución inmediata. Una de ellas es su debilidad y continuo proceso de fragmentación social que la ha permeado a todo tipo de intereses externos ¿Hay algún factor para contrabalancear esta situación?
Por
Pepe Beru
Aunque la
Argentina continúe con el mismo ciclo de indefiniciones y vueltas al pasado el
mundo sigue adelante y progresa –sea para
bien o para mal- en la conformación
de una realidad cada vez más compleja y riesgosa. Como acostumbra suceder en
este extraño país sudamericano, los asuntos más sensibles y trascendentes para
la supervivencia del estado y que afectaran tarde o temprano directa e
irremisiblemente a sus habitantes, son abandonados o relegados a un segundo
plano para dedicar sus energías a la contingencia de problemas inferiores y a las
banalidades que solo debieran ocupar y a resolver por los simples estadios de
la burocracia estatal (que insume el 50% de las fuentes laborales en el país).
Con ello
se puede advertir que hay una profunda crisis sistémica sobre lo que es
gobernar con conciencia y peor aún en lo que hace al ejercicio de la autoridad
(claramente inexistente en este país). Un ejército de burócratas de todos los
ramos y niveles jurisdiccionales sigue siendo el “factor” que consume parte de
los dineros públicos. Sumado a ello claro, la insulsa y corrupta partidocracia
que solo sirve para salir en programas de TV donde son ensalzados por
periodistas de minúscula credibilidad. Y
si ello no fuera suficiente, hay una problemática inflacionaria y cambiaria que
además de estar destruyendo el consumo básico de la población, ya no distingue clases.
Y es que
si bien se hallan sometidos a una severa crisis económica que sacude a todas
las clases sociales y ha sumido a la economía productiva del país bajo una
terrible recesión, ello no debería obstar a dejar de lado los temas que
influirán y con mucha fuerza en el futuro inmediato. Este es un problema
endémico de la clase política de este país. Nada es atendido hasta que el
problema se cierne sobre ellos y para cuando pretenden implementar una solución
ya es muy tarde o aplican apósitos a entuertos que debieron haber sido previstos décadas antes.
Es por
ello que más allá de la suba de precios y de los impuestos que agitan los
ánimos de los ciudadanos, no tendría que mezclarse con los macro problemas que
un estado debe atender y solucionar si tiene pretensiones de mantener su
independencia política la cual le posibilitaría gozar de una aceptable libertad
en el área económica y financiera. Al parecer el actual gobierno reedita la
vieja fórmula de todos sus predecesores y más, escondiendo los problemas bajo
la alfombra.
Uno de los
aspectos que éste gobierno pretende esconder es el referido a la situación real
de la Argentina en la región y de cara al resto del mundo. En particular a la
situación geopolítica y sus objetivos para llevar adelante el emprendimiento de
importantes tareas de explotación y exploración de los recursos energéticos, ictícolas
y de desarrollo industrial para la defensa.
Contrario a esto, ha creído que la
mejor solución es entregarles a los enemigos del país las llaves en mano de los
intereses petrolíferos, de gas y la riqueza del extenso litoral marítimo
confundiéndolo con un “acuerdo estratégico”. Esto aunque hoy sirva para ganar algunas
bolsas de dinero y la congratulación de Londres y de Washington, no calmara la
voracidad de estos actores por tenerlo todo.
Si esta es
una política de estado, parte de la misma ya se está viendo con las
declaraciones de algunos funcionarios que sin tapujos otorgan la soberanía de
Malvinas y de sus aguas adyacentes a Gran Bretaña e incluso con la tolerancia a
informes que señalan que algunas familias británicas han puesto a la venta
algunos islotes del archipiélago. A la par de esto, la amenazante presencia
militar de la OTAN en las islas (con una importante antena y un sistema de
misiles) no ha sido contemplada por los cerebros del gobierno simplemente,
porque no hay intensiones de desagradar al Foreign
Office.
Para la
clase gobernante en éste país hacerse la pregunta ¿Por qué y para qué está la
OTAN en sus islas?, es un tabú, un cuestionamiento que les da carraspera y es por ello que guardan silencio. En esta
sintonía esta la
Corporación mediática, siempre lista para distraer a la
opinión pública con sus cortinas de humo.
Tal vez por este motivo, el
gobierno ha optado por dejarse cooptar aceptando lo inaceptable e incluso
permitiendo (ahora) el establecimiento de una base estadounidense en Neuquén,
que se suma al emplazamiento chino de “Bajada del Agrio”.
Ahora
bien. Si estos gobiernos (tanto Kirchneristas y Macristas) han convertido al
territorio argentino en un tablero de ajedrez para dirimir los asuntos
estratégicos y las cuentas pendientes de las grandes potencias, cabe agregar
que aún falta la participación de nada menos que Rusia. A la altura de las
circunstancias una mancha más al tigre no le hace nada. En este sentido, si el
gobierno cobrara valor y acudiera a un mínimo de sentido común, permitiría a
Rusia establecer un punto de apoyo en el territorio, compensando la actual y
desventajosa situación estratégica en la que se halla la Argentina, sometida
absolutamente a los designios de las embajadas anglosajonas.
Sin dudas
que para compensar esta situación, la instalación de una base insular rusa en
la Patagonia tendría un impacto innegable en la política nacional, regional y
global del país. Aunque no hay que pecar de ilusos y ver también que la clase
política de izquierda a derecha es tan abúlica como floja de nervios para poder
sostener una decisión como esta. Este sería un punto que el gobierno podría
explotar en su favor pero, sus intereses son encontrados. Entonces, si el
gobierno argentino desmintiera esto último y pretendiera ser independiente de
sus decisiones y acciones ¿Por qué no
toma una decisión tan crucial como la propuesta? La respuesta es muy clara y
aunque el gobierno mantenga un silencio sordo, ello acrecienta aún más la
suspicacia.
La idea de
permitir la instalación de una base naval de la Federación rusa en las costas
patagónicas representaría una medida política trascendental que catapultaría al
país a un nivel que lo obligaría a reestructurar seriamente el sector de la
infraestructura de comunicaciones, de la navegación, de sus instituciones
vitales para la defensa y la producción, creando fuentes de trabajo
imprescindibles para concretar el marco necesario haciendo a su vez,
revitalizar su brazo diplomático como vía para negociar en otra dimensión y
bajo nuevos términos, con quienes han estado durante casi cuarenta años,
manteniendo en estado de coma al país.
La
dependencia tecnológica y en especial en lo referente al campo cibernético es
otra área fundamental en la que Argentina está inmersa (especialmente en
comunicaciones e instalaciones de centrales eléctricas).
Lograr la
autosuficiencia y el desarrollo propio evitara que el país siga siendo un
cliente dependiente del software y hardware estadounidense y europeo, los
cuales (y está muy probado) insertan virus maliciosos en las terminales de los
países donde intervienen como una forma más de retaliación política; sin duda
ellos es muy democrático.
Con todo este panorama queda claro que hay mucho para hacer en la Argentina y una forma de comenzar sería proponer una nueva jugada en la que la Federación rusa tenga un papel estelar
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