“LA
SOMBRA DE LA DUDA”
Cuando
una mentira no puede sostenerse en el tiempo
Por Dany Smith
Alguien
me dijo una vez “cuando hay dudas no hay duda de que eso no saldrá bien”. Esto
es lo que para mi se les ha pasado en las últimas 48 horas por las afiebradas
cabezas de los urdidores norteamericanos y sus socios británicos de la crisis
con Rusia. Si alguien no observa esta situación o no la interpreta de esta
forma es porque está mirando para otro lado.
Ante todo dejemos en claro quiénes son estos
instigadores enfermos de rusofobia. Se trata de los neoconservadores más duros
de la elite política norteamericana, encarnada y encabezada actualmente por
personajes como Victoria Nuland, esposa de Robert Kagan, ex asesor personal de
la administración de George W. Bush, la actual subsecretaria Wendy Sherman y
toda la red de funcionarios demócratas que responden al liderazgo de Hillary
Clinton (orquestadora de la novela “Russia-Gate”) quien se ya ha dejado
entrever su intención de volver en 2024 por el cargo de presidente.
Estos son solo unos cuantos, los más referenciales o
conocidos para la opinión pública de lo que representa el poder neoconservador
en los EEUU. Estos no son la vieja derecha aislacionista que se militaba a
comienzos del siglo XX; por el contrario, son una facción ultra conservadora que
propugna la extensión del poder estadounidense a todo el globo y para ello no
importan los medios ni las consecuencias (11/S y las invasiones a Iraq y
Afganistán).
Dentro de esta concepción, el caos como estrategia global
es funcional a sus planes y la guerra es un factor de ganancias a mediano y
largo plazo.
He ahí el peligro que patentizan para la estabilidad y
la paz mundial. Son una concepción política que solo atienden y representan a
una facción extremista dentro de la política.
Tampoco representan a la vieja derecha religiosa
ultramontana o puritana del cristianismo europeo. Por el contrario, son
ardorosos adherentes al sionismo (no al judaísmo) como parte de una estrategia
política y de simbiosis geopolítica con el estado de Israel. Uno de los más
emblemáticos especímenes de esta rama fue Paul Wolfowitz, quien ya en 1990
planificaba e instigaba como hacerse con el control de las reservas de petróleo
en el Golfo Pérsico y extender la injerencia de los EEUU sobre lo que pronto
serían las ruinas de la URSS y que unos años más tarde en 1997 junto a otros
socios del mismo talante materializarían mediante un proyecto (“Proyecto para
el Nuevo Siglo Americano” -PNAC-).
Sus actuales continuadores son quienes instigaron y
dieron apoyo al golpe de estado de 2014 en Kiev y sin lugar a dudas son quienes
han generado la actual crisis con Rusia bajo los más desopilantes argumentos. El
principal sin dudas es la de hablar de “una invasión rusa a Ucrania”. Entre
finales del 2021 y desde comienzos del año la administración de Joe Biden
claramente influenciada por este sector y por Bruselas (sede de la OTAN) ha intentado
penetrar en Ucrania con la finalidad de instalar bases militares y sistemas de
misiles ofensivos. Cuando son descubiertos en el proceso, comenzaron las
excusas y la difusión (con la inevitable colaboración de la Corporación de
Medios) de todo tipo de mentiras y desinformación para distraer a la opinión
pública.
Similar a lo que fabricaron para desencadenar las
intervenciones sobre Afganistán en 2001 e Iraq en 2003, estos mismos exponentes
vuelven sobre las mismas tácticas de la mentira, el engaño y la exageración
para buscar una nueva intervención de los EEUU solo que esta vez sobre Eurasia
con el objetivo primordial de hacerse con Ucrania. Pese a que sus planes se
fueron desenvolviendo de forma silenciosa y al amparo de la clandestinidad, sus
movimientos fueron advertidos por Moscú y fue allí cuando sin dudarlo y
apelando al razonamiento del sentido común, el presidente Vladimir Putin -una
vez más y fríamente- ordenó el despliegue inmediato de sus tropas sobre sus
fronteras con Ucrania en previsión de los intensos y provocativos movimientos
de sus “socios” occidentales.
El presidente ucraniano se halla entre la
espada y la pared y echarse atrás fregaría los planes de Washington y eso es
muy peligroso
Entre tanto el presidente ucraniano Volodymir Zelensky
bajo la creencia de que Washington y la OTAN iban a resolver sus problemas
sobre la región del Donbass, dejo hacer y se sentó a ver como evolucionaba la
situación.
Como le sucedió a Sadam Hussein en 1990 cuando tenía
disputas con su vecino Kuwait, las voces del Departamento de Estado y de
emisarios de la CIA le hicieron creer al presidente ucraniano Volodymir
Zelensky que lo ayudarían con sus problemas. Para ello debía acompañar la
jugada que Washington había desplegado en la región y como tributo a ello, su
país sería aceptado en la Unión Europea y la OTAN. Como vimos, al principio Zelensky
se lo creyó, pero al parecer en las últimas horas -a diferencia de Hussein- parece
haberse dado cuenta de que las cosas no son como las cuenta Washington y que de
seguir por ese camino arriesga a nada menos que la integridad de su país.
Y es que las señales de que la retórica norteamericana
no buscan la distención, ya no pueden ocultarse. Las falacias del relato
estadounidense son tan evidentes, que muchos ucranianos comenzaron a dudar de
la veracidad del discurso angloestadounidense.
Durante la última semana, la campaña de demonización por
los medios occidentales se volvió histérica y sumado a ello, los intentos por
amedrentar a Moscú con más sanciones comerciales y posibles consecuencias sobre
el gasoducto “Nord Stream 2” no bastaron para que Vladimir Putin retroceda. Esto
último es un punto que preocupa mucho más a Alemania dado que depende del gas
ruso para el invierno. Aunque también es
cierto señalar que a EEUU le importa y mucho la desconexión de este gasoducto y
de esa manera, vender su gas licuado a toda la Unión Europea.
A esta catarata de provocaciones se agregan las invenciones
británicas que según acusan sus “servicios de inteligencia”, Rusia tiene un
plan encubierto ¿Dónde están las evidencias de eso? Pues espérelas sentado ya
que son tan inexistentes y fantasiosas como las hazañas de “James Bond”. Es más,
toda esta batería de fábulas y discursos extorsivos parecen haber caído en saco
roto y solo han logrado reafirmar la postura rusa que como bien lo sentención
Vladimir Putin se resume en la frase “ni un centímetro al este”.
La determinación de Moscú es clara, legítima y está
avalada por la ley internacional y por la situación fáctica del terreno, y eso
lo saben muy bien los jerarcas en Kiev. Pero quienes más cuenta se han dado de
lo que implicaría provocar a Rusia son los mismos generales ucranianos quienes
parecen haberse dado cuenta que la OTAN solo se encarga de azuzar el conflicto,
pero sin intensiones de intervenir directamente si se llega a desatar. Como en
una riña de gallos, Washington los arrojaría para pelearse con el gallo ruso
mientras aquellos desde Washington miran. Zelensky parece haber entendido esto
y (claramente atacado de pánico) ya no quiere jugar este juego, algo que ha despertado
la furia del Secretario de Estado Anthony Blinken y de todo el arco
neoconservador que le sustenta en Washington.
Es quizá en este momento y ante la advertida falta de
voluntad del presidente ucraniano de proseguir con la charada es que Ucrania corre
el riesgo de ser metido de cabeza en un conflicto con Rusia. Este es el momento
más peligroso para su país, pero al mismo tiempo y para la tranquilidad de
Zelensky y los ucranianos, Rusia está en guardia y atenta a lo que sus “socios”
pudieran planear.
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