martes, 8 de febrero de 2022

 

“ALBERTO Y LA GEOPOLITICA”

¿Ser o no ser peronista?, esa es la cuestión para un Alberto Fernández tironeado entre los lobistas de Washington y del eje Pekín-Moscú.  

 

Por Dany Smith

Podríamos haber titulado este artículo “la geopolítica de Alberto” pero eso no significaría lo mismo que reza en el título y ello es por un simple motivo: Alberto Fernández carece de alguna idea geopolítica propia e incluso creemos que mucho menos, posee convicciones sobre cuál debería ser la ruta que debería emprender la Argentina.

En realidad el mandatario argentino no es el culpable de esto, o mejor dicho, no es el único de todos los que han pasado a lo largo de estos 40 años de caída libre que ha tenido el país. Cada uno de los mandatarios argentinos que han pasado por la Casa Rosada no han hecho más que destruir los pilares estratégicos de la nación y entregar sus potencialidades a intereses extranjeros.

La visita que realizó la semana pasada a Rusia y a China fue sin dudas un buen comienzo para delinear una ruta geopolítica clara y previsible para darle al país una coordenada de para dónde debe moverse dentro del cada vez más complejo y peligroso mundo en el que vivimos. Obviamente, sus desprolijidades y hasta en cierto sentido, sus inconsecuencias al momento de desenvolver un discurso en política exterior, son pasto para una oposición anglófila y sionista (con mucha penetración en los medios locales), que se acrecienta ante estas incongruencias y que siente retorcijones en el estómago con la sola idea de un acercamiento más directo con Rusia.

Pero el Alberto no debe pensar en amigos y enemigos; esto es política y solo debería valorar conveniencias y para ello debería hacerse preguntas tales como ¿Qué beneficios ha dado EEUU a la Argentina en el pasado?; ¿Por qué debe seguir sujeta la Argentina al grillete de los Acuerdos de Madrid I y II firmados con Gran Bretaña en 1990 que condicionan su libre maniobrabilidad geopolítica?

Como puede verse, la cuestión no es fácil de resolver para un Alberto repleto de contradicciones.

Ciertamente a primera vista, es chocante ver como un día Fernández envía una comitiva a Washington para rogar que La Casa Blanca interceda por la Argentina ante el FMI y luego, en medio de una peligrosa escalada en Eurasia (en la cual participa EEUU), viaja a Rusia y le expone cara a cara al presidente Putin su anhelo en lograr un mayor acercamiento geopolítico. Sin dudas, es una actuación digna de los “hermanos caradura”. Salvando el contexto en el que realiza su gira a Oriente sin dudas podría argumentar que se trata de puro y duro Realpolitik. Pero en realidad solo es la demostración de dos situaciones: Una que Fernández tiene la cara de piedra y la segunda que Fernández conduce un barco sin timón y es por ello, que está buscando uno.

La opción oriental no es nada despreciable. Por el contrario, es una oportunidad única para que el país logre insertar inversiones que generen fuentes de empleo genuino y al mismo tiempo, le den al estado argentino la posibilidad de entablar una relación de privilegio con ambas potencias que le abrirían las puertas a un gigantesco mercado como el Euroasiático. Sumado a ello, Rusia y China están en un momento de mayor acercamiento y colaboración en casi todos los aspectos, pero en especial en el económico-comercial precisamente, con miras a saltar las vallas que Washington y sus socios europeos están constantemente poniendo al libre progreso de ambas naciones. Al mismo tiempo la posibilidad de que Argentina forme parte de la nueva “ruta de la seda” que China busca conformar con un mercado de alcance global, es algo que todas las economías más grandes de la región (México y Brasil) no despreciarían salvo que -por meras cuestiones ideológicas- se alineen por la derecha con Washington.

Esta participación implicará el involucramiento de dos factores que Argentina provee con amplitud como son; las vías terrestres y las vías marítimas algo que sin dudas, despierta resquemores tanto en Washington como en Londres (este último por la ocupación en Malvinas y sus aguas circundantes).

Por supuesto que este proyecto es algo que EEUU no quiere ver prosperar y es por ello que busca desacreditar a China por todos los medios posibles. Y no es algo nuevo. Esta oposición se vio de forma más extrema y brutal con la generación de caos en Medio Oriente mediante intervenciones con grupos irregulares (Daesh), en especial en Iraq y Siria, espacios geográficos estratégicos por donde pasaría una ruta de la seda que uniría Asia con Europa y África. Es allí donde se explica uno de los propósitos de promover el surgimiento y el mantenimiento de un tapón para-estatal conocido como “Estado Islámico”.

Otro escenario donde se ven estas intervenciones ilegales son el Mar Meridional y el Mar Amarillo donde el Pentágono junto a sus socios británicos buscan controlar las rutas marítimas por donde se mueve el comercio chino.

Del otro lado tenemos a los “liberaloides” de alquiler, partidarios del sistema económico-ideológico que sustenta a Occidente (entiéndase a EEUU, Gran Bretaña y la UE) que se presentan como oposición política no tienen más argumentos que la de rumiar improperios y descalificaciones contra los mandatarios ruso y chino como si sus admirados líderes del norte (EEUU y Gran Bretaña) tuvieran las manos inmaculadas de cualquier suciedad. Precisamente sobre esto último y en medio de una fuerte campaña de propaganda con todo tipo de infundios lanzados desde La Casa Blanca contra Rusia, estos exponentes de la anglofilia argenta no dicen nada de todas esas mentiras e inconsistencias en las que han sido expuestos públicamente como sucedió con el periodista de ‎Associated Press (AP) Matt Lee al acorralar al vocero del Departamento de Estado, Ned Price para que explicará de dónde sacaba la información de que “Rusia estaba preparando una provocación en Ucrania”.

El silencio del vocero dejó claro que solo se trataba de nuevas mentiras (como las fabricadas en el pasado para argumentar intervenciones e invasiones) que tienen finalidades criminales. Ante estas evidencias ¿A dónde están las sagaces observaciones de los anglófilos que militan desde los medios argentinos?

Si a la Argentina le conviene o no una participación con Rusia y China, podrá ser motivo de discusión e incluso de evaluación sobre como estructurarse ante semejantes gigantes pero ello no da lugar para que sea saboteado por campañas sucias y propaganda rancia que huele a meras cuestiones estigmatizantes.

La división entre Occidente y Oriente en la actualidad es un anacronismo (que solo está en la cabeza de los nostálgicos de la guerra fría) que solo sirve para fines de ubicación geográfica pero no para condicionar las relaciones internacionales en una era de multilateralidad. En este sentido, no hay ninguna limitación atendible para que Buenos Aires tienda los puentes que más le convengan para el desarrollo a largo plazo.  

Alberto se halla tironeado entre estos extremos. El los partidarios de un acercamiento a Oriente o al de los liberaloides anglófilos que responden incondicionalmente a Washington. Pero si optara los primeros, podría ganar algo de respeto entre los partidarios del movimiento político al que de alguna manera representa, pudiendo construir una nueva realidad política y geopolítica regional que obviamente demandaría derruir todo lo establecido con un inevitable precio por tocar las estructuras del poder invisible que mantienen la realidad actual.

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