“UNA
CUESTION DE LENGUAJE”
El
conocimiento es poder y en ello el lenguaje juega un papel trascendental. Saber
quién trata de manipular una realidad depende de discernir si lo que se dice de
una determinada situación se condice con la realidad
Por Charles H. Slim
Estamos
en una época de cambios radicales en todos los ámbitos de la vida del hombre.
Uno de ellos sin dudas es el de la velocidad en la comunicación de las ideas,
los conceptos y de la misma realidad de los hechos que ha desatado una serie de
consecuencias pisco-sociológicas como son el aumento de las falsas denuncias
sobre la base de hechos planificados (Banderas falsas), la censura y
últimamente la llamada cultura de la “cancelación” y todo lo que ella conlleva.
El fenómeno de la instantaneidad en la divulgación de
la información, propiciada por las redes sociales y la sofisticación de los
teléfonos actuales, ha permitido que hechos trascendentes que en otras épocas
habría que haber esperado que lo contaran los grandilocuentes y “respetados” medios
gráficos, radiales y televisivos de occidente hoy se conozcan en tiempo real
tan solo con un “click”.
Hoy la historia no la cuentan solo los triunfadores ni
quienes detentan el poder económico y el monopolio de los medios audiovisuales desde
el final de la segunda mitad del siglo pasado.
Precisamente desde 1945 hasta finales del siglo pasado
la construcción de un mito como lo es la “democracia liberal” y sus bondades
han caído al suelo tras comprobarse en que consta esa formulación que durante
décadas fue pintada como “única y mejor” al lado de otros sistemas de gobierno por
el gigantesco aparato de propaganda como la única y ¿La causa de ello? El
dinero y la economía, nada más (como lo vemos en Ucrania hoy).
Desde aquel entonces, la persuasión para generar
emprendimientos expansionistas y justificar gastos para solventarlos ha pasado
en cómo se utiliza y manipula el lenguaje. Lo mismo para informar sucesos y
hechos que no debían ser conocidos directamente por los ciudadanos de cualquier
parte del mundo o que eran políticamente incorrectos. La censura explicita y
luego velada con eufemismos fue la solución más utilizada hasta finales del
siglo XX. Hasta 2001 pocos se atrevían a denunciar conspiraciones y
manipulaciones gubernamentales. Mucho menos las atrocidades y los excesos de
EEUU durante la “Tormenta del Desierto” en 1991 pero ello se volvió algo común
tras ventilarse en 2004 las bestialidades en los asaltos a Faluya, Najaf y las sistemáticas
torturas y violaciones que se practicaban en Abu-Graib y una veintena de campos
similares en todo Iraq.
El campo de concentración de Guantánamo en Cuba, donde
se recluían a musulmanes “sospechados” de estar contra EEUU, es otro ejemplo de
cómo se altera el lenguaje para describir mañosamente algunas cuestiones. Aún suele
ser denominado “campo de detención” para diluir las arbitrariedades y las
violaciones a los derechos humanos que allí se cometían.
El uso y abuso de la palabra “terrorismo” y su
incoherente frase “guerra contra el terrorismo” (fabricada por los
neoconservadores y sus socios sionistas), quiso ser la excusa para respaldar
estas inhumanidades sin advertir que sus propias acciones estaban generándolo.
De ese modo y ante lo evidente los abogados de la CIA sugirieron a La Casa
Blanca que se usara el término “métodos de interrogación mejorada” para no
hablar más de torturas, aunque ello no significara que se dejaran de practicar.
Lo mismo para explicar por qué y quiénes rechazaban a
EEUU y Gran Bretaña en los países que habían invadido.
Aquí precisamente Washington y los medios que
discurrían su posición no hablaban de “resistencia” sino de “insurgencia”, un
detalle semántico que cambiaba la perspectiva del por qué EEUU y Gran Bretaña
estaban allí. La resistencia implica el derecho a rechazar una fuerza extraña,
mientras que la insurgencia es el levantamiento contra una autoridad, que en
los casos aludidos fueron arbitrariamente colocadas por EEUU y la OTAN. Un dato
adicional a esto, son los 25.000 efectivos norteamericanos que habrían muerto
por efecto de la resistencia iraquí tan solo en la operación de invasión a Iraq
(entre el 20 de marzo al 30 de abril de 2003) y que se incrementaría de forma
geométrica con cada año de ocupación.
Lo mismo para ejecutar el espionaje masivo y global
que usando la excusa del “terrorismo islamista” la NSA (y sus socios del Five
Eyes) se dedicó a pinchar las comunicaciones de todo el mundo -incluidos los
mandatarios aliados- violentando con ello uno de los preceptos sagrados de
la libertad individual como es la intimidad.
Para describir una situación bélica, de acuerdo a
quien sea el emisor dependerá el vocabulario empleado. Lo que sucede hoy en
Ucrania y en Mariupol en particular, es el ejemplo más cabal de lo que aquí hemos
visto. Washington pese a imponer una censura absurda sobre los medios
informativos rusos, no ha logrado controlar el relato. Tal vez haya logrado alinear
algunos gobiernos en su política, pero no ha logrado establecer la “verdad
suprema” sobre lo que sucede y mucho menos hacer creer el pueril argumento que “Putin
tiene una obsesión por destruir a Ucrania y matar civiles”.
Una de las manipulaciones más destacadas se refiere a
los supuestos “voluntarios” que acuden a Ucrania a luchar junto a las FAU.
Primero que todo, no se trata de voluntarios sino reclutas de la CIA quienes forman
parte de grupos que tienen un poder de fuego superior a lo que queda de las
FAU. Incluso más. Ningún “voluntario” que llegue a Kiev será admitido sin la
supervisión de asesores estadounidenses quienes incluso están a cargo de la SBU
(inteligencia) muy entretenidos últimamente en detener a quienes critiquen a
Zelensky y el manejo de la situación o expresen algo en favor de Rusia. Es un Deja
Vu de lo que sucedió desde 2014. Entonces cabe preguntarse ¿Quiénes
realmente están a cargo de las fuerzas ucranianas, los ucranianos? O tal vez nos
debiéramos cuestionar ¿Quién realmente gobierna en Kiev?
La “heroica resistencia” de la que hablan los medios
occidentales en realidad es parte del accionar de un conglomerado de grupos
secretos que tienen el monopolio de la fuerza militar, controlados en última
instancia por el Pentágono.
La inconfesable situación que se esconde debajo del
complejo de Azovstal es por estas horas objeto de una fuerte operación de
manipulación sobre quiénes y por qué se hallan allí. Para los mass media
occidentales (anglosajones) allí “resisten miles de civiles inocentes a los
violentos bombardeos rusos”. Pero en realidad, quienes se han atrincherado
debajo del complejo son los restos de los grupos “banderistas” y de la 36º de
Infantería de marina ucraniana acompañados por varios asesores (británicos,
estadounidenses y francés) de la OTAN. Su celo tiene un propósito dirigido a
impedir que los laboratorios grado 4 capaces de producir el agente biológico “Sars-Cov
2” sean desmantelados o de no quedar otro remedio, destruirlos.
Ha sido por ello que Washington y Londres lanzaron al
unísono la conveniente acusación de que Rusia pretendía usar armas químicas.
Con ello si la destrucción produjera alguna fuga letal, los anglosajones
estarían cubiertos y las culpas recaerían sobre Rusia y todo por una simple
pero maléfica forma de acomodar las palabras.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario